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P. Carlos Alberto Cardona Forero
+ Cali, 20 de noviembre de 2020
Nació en Bogotá el 28 de diciembre de 1966, en el hogar de don Jesús María Cardona y doña María Forero. Tuvo dos hermanos: José Luis y Luz Mary. Exalumno del Colegio Mayor de San Bartolomé y de la Universidad Javeriana, ingresó al Noviciado de Medellín, el 20 de enero de 1994 y emitió los votos del bienio el 13 de enero de 1996. En la Universidad Javeriana hizo el Juniorado (1996) y los estudios de Filosofía (1997-2000). Su Magisterio tuvo lugar en el Colegio San José (Barranquilla, 2000-2001) y cursó la Teología en Heythrop College – Londres (2003-2006). Fue ordenado el 2 de diciembre de 2006. Realizó la Tercera Probación en Cuba (2016) y le habían sido concedidos los últimos votos. Con preparación académica en educación y contador público, partió a la casa del Padre purificado por una penosa enfermedad, con las primicias de su vocación de educador y de pastor. Hombre de trato delicado y fiel amigo. Desplegó su servicio apostólico principalmente en la educación. Después de ser ayudante y ministro del Noviciado (2006-2009), se ocupó de la pastoral del Colegio San Francisco Javier (Pasto, 2009-2010) y luego pasó a colaborar en el CIF de Bogotá (2010-2012). Enseguida colaboró en el área académica del Colegio San Pedro Claver (Bucaramanga, 2012), de donde pasó a Barranquilla para servir como director académico del Colegio San José y como administrador de la Casa de Ejercicios Santa María del Mar. Fue además vice-superior, ecónomo y consultor de la comunidad de esta ciudad. Desde 2014 fue encargado del Centro de Pastoral de la Universidad Javeriana Cali. Allí también participó en el Proyecto Apostólico Regional del Valle del Cauca.
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Semblanza
Por P. Luis Felipe Navarrete, SJ
Escribo esta breve semblanza el 28 de diciembre, día del cumpleaños de Carlos Alberto; es un modo de rememorar de modo agradecido por todo el bien recibido a través de la vida de Carlos. No pretendo dar una cuenta exhaustiva de todo su itinerario vital; compartí estrechamente con Carlos durante los años de formación, desde el noviciado hasta la ordenación presbiteral; ya una vez nos ordenamos, tuvimos ministerios y destinos diferentes, y en ciudades distantes, pero siempre aprovechábamos la ocasión para actualizarnos de noticias cada vez que nos encontrábamos en alguna ciudad de paso.
Compartimos el noviciado e incluso los apostolados de esta primera etapa en la Compañía, habiendo entrado Carlos un año después de mí, en enero de 1994. Desde ese momento, íbamos a tener la oportunidad de vivir en común numerosas experiencias en las etapas de formación subsiguientes. Nuestra primera salida del país la hicimos juntos, a Guatemala, mientras Carlos terminaba su Juniorado y yo iniciaba el Filosofado. Formamos parte de un equipo, con otros estudiantes javerianos, que participaría de uno de los primeros encuentros de estudiantes de universidades jesuitas. En aquella ocasión nos hospedamos en casas de familias de los estudiantes de la Universidad Rafael Landivar. La afabilidad de Carlos, su modo tan cordial de tratar a las personas, también su flexibilidad para acomodarse a diversos lugares y personas, hicieron que esta experiencia de acogida y de encuentro fuera muy enriquecedora, para nosotros y para quienes nos recibieron. Sería pues este el primero de tantos otros viajes que haríamos en compañía, sobre todo durante nuestros estudios teológicos en Heythrop College, la institución de estudios filosóficos y teológicos que los jesuitas tenían en Londres. Fue muy grato para mi haber sido destinado a estos estudios junto con Carlos Alberto. Habiendo tomado distancia de mi provincia y de mi grupo de compañeros de estudios en Colombia, Carlos fue sin duda un compañero fiel, un interlocutor en nuestro camino de aprendizaje teológico, un caminante incansable y siempre abierto a conocer lugares, personas y nuevas ideas.
Pero no sólo su apertura de espíritu hizo que Carlos se abriera a variedad de personas y apostolados. En la relación con cada persona y en la ejecución de sus misiones, Carlos quiso dar lo mejor de sí mismo. Sin exagerar, puedo decir que Carlos fue un hombre de profundidad y de responsabilidad con cada una de las grandes o pequeñas empresas que tenía entre manos. En lugar de la dispersión de tareas, Carlos prefería concentrarse en una, para hacerla bien y llevarla a su fin. Tal vez fue esto lo que ocupó sus pensamientos cuando decidió escribir aquella monografía de su maestría en filosofía, titulada: Libertad y Responsabilidad. Aproximación desde una perspectiva sartreana (2000). Al respecto de ese deseo de asumir una tarea con la
mayor profundidad y responsabilidad, soy testigo de la acuciante pregunta existencial que se planteó en torno a sus años de ordenación, antes y después de culminar su formación en teología. Carlos quería saber a qué área del saber y del apostolado podía dedicar sus energías con especial atención y fidelidad. Como ya lo dije, la dispersión no era lo suyo. En dónde podía ser bueno, en dónde podría lograr la excelencia para el servicio. Esta era su pregunta que, al momento de su ordenación, a los 39 años, comenzó a ocupar el centro de sus discernimientos y de sus propuestas al provincial de la época. Unos pocos años después de su ordenación, celebrada a finales del 2006, y de haberse definido que la educación era ese ámbito especial de trabajo apostólico, Carlos seria destinado a llevar a cabo una maestría en Educación en la Universidad de los Andes. En estos años de estudios, pudo con seguridad articular todos los aprendizajes ganados en sus experiencias previas de trabajo en Colegios, en Pasto, Bucaramanga y Barranquilla. Me consta su alegría, y su alivio, al haber alcanzado estas claridades tan buscadas, claridades que siempre requieren tiempo y diálogo con otros.
Pero la claridad no fue para Carlos un valor en sí mismo. Sabía bien que sin confianza en sí mismo, más allá de los logros o fracasos, o sin confianza en los otros y en quienes tenían alguna posición de autoridad, seguir adelante en este camino de servicio se hacía imposible. Por eso, aunque pensaba que iba a ser destinado a trabajar en colegios luego de su ordenación, como así lo había conversado con el provincial de entonces, Carlos se dispuso de modo generoso a apoyar la formación, siendo ayudante y ministro en el Noviciado (2006-2009). Creo que también fue esta confianza en que la voluntad de Dios se escribe con decisiones que pueden desconcertar, lo que igualmente lo motivó a entregar sus energías y creatividad siendo director de Pastoral en la Javeriana de Cali (2017), destino que recibió luego de su Tercera Probación en Cuba (2016-2017) y luego de haberse desempeñado por cuatro años como Vicerrector Académico en el Colegio San José de Barranquilla. Ciertamente los colegios pudieron haber sido una obra en la cual pudo haber continuado su misión, y en la que sus estudios en educación pudieron haber dado fruto. Pero otros eran los caminos del Señor, y Carlos los transitó con la profundidad y responsabilidad que lo caracterizaron. De eso dan testimonio tantas personas que se acercaron el día de su funeral a agradecerle a su familia o a comentarles las bondades recibidas a través del ministerio de Carlos Alberto. Posiblemente fueron estos caminos inciertos por los que discurre la voluntad divina, y que nos van abriendo al Dios-siempre-mayor lo que Carlos vislumbró mientras hacía su monografía de maestría en Educación, titulada: La incertidumbre como herramienta pedagógica (2012).
Libertad, responsabilidad, incertidumbre fueron asuntos que le dieron a Carlos qué pensar. Pero estos no sólo fueron temas para entretener el intelecto; fueron
más bien la ocasión para discurrir, debatir y dialogar en torno a lo fundamental. Sin que sus intereses se hubieran concentrado en el desarrollo de la academia, a Carlos le gustaba discutir, contrastar posiciones, considerar teorías; pero sobre todo, le gustaba escribir, y lo hacía de un modo que, debo confesarlo, me suscitaba una cierta envidia. Elegante, irónica, esmerada, y siempre con su toque de humor, así era la escritura de Carlos que yo siempre disfrutaba en sus correos, en sus aportes a las noticias de la provincia, o en otros escritos. Sé bien que hubo un último escrito que Carlos hubiera deseado plasmar en papel: el texto de sus últimos votos que íbamos a celebrar el pasado 8 de diciembre; así lo habíamos conversado a comienzos de noviembre, cuando se daban indicios de su recuperación. El tiempo no le dio, pero podemos decir que ya forma parte de eso que llamamos Compañía gloriosa. En todo caso, como lo repetía Celia Carmona cuando estábamos en el noviciado, cada vez que fallecía algún jesuita, de Carlos podemos decir: “perseveró”; para nosotros que seguimos peregrinando, y para quienes tuvimos el placer de compartir su compañía, Carlos nos anima a seguir discerniendo la voluntad divina, en medio de las claridades que vamos ganando y siempre confiando en la bondad divina que se muestra propicia en la incertidumbre y en la adversidad.
Referencia: Jesuitas Colombia, enero 2021, Pg. 16-19.