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CASTIGADOS, por Elena Galián Lorente

ClasedeMatemáticas.Lasnueveymediadelamañana.“Menudo aburrimiento”, piensan todos los allí presentes. Isabel y Ángela son mejores amigas desde siempre y se sientan juntas en clase. Están hablando de las nuevas modelos de Vogue, ya que no les interesa lo más mínimo lo que dice la profesora. Detrás de ellas se sientan Diego y Javier, son primos y se parecen bastante el uno al otro. También están hablando, bueno, más bien se están riendo de la conversación de las chicas sentadas delante de ellos. Isabel se da cuenta de que los chicos se están riendo de ellas y empiezan a pelear. Se chillan, se insultan y hasta Javier tira de la rubia trenza de Ángela. La profesora, harta de la situación, interviene.

¡Basta ya! Me tenéis harta. Siempre con la misma historia, y siempre hablando en mis clases. Ya no os paso ni una más, estáis los cuatro castigados, y si se os ocurre volver a abrir la boca, os expulso inmediatamente.

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Los cuatro chicos se quedan mudos, y no vuelven a hablar en lo que quedaba de clase. ¿Qué castigo les pondría la maestra?¿Limpiar los baños?¿Hacerlela pedicura?¿Sin recreotodo lo que queda de curso? Pronto lo descubrirán, pero hasta entonces, se quedan con la duda.

Al acabar la clase, la profesora los llama, y les comunica el castigo indicado: deberán quedarse tres horas más en el instituto al acabar las clases.

¡¡QUÉÉÉ!! dicen al unísono.

Yo no puedo quedarme, tengo entrenamiento reprocha Diego.

Y yo tengo baile le sigue Isabel.

Me da igual lo que tengáis que hacer. Ahora se lo comunicaré a vuestros padres. ¡Y no hay más que hablar!

Dicho esto, la profesora se marcha de la clase, dejándolos dentro. Se miran a las caras, enfadados todos con todos. Al menos el castigo no era tan malo como se habían imaginado, y lo mejor, no les habían sancionado. Tan solo deberán ser capaces de aguantarse durante tres horas.

¡Esto es por vuestra culpa! grita Isabel a los primos . Si no hubierais puesto la oreja en nuestra conversación, ninguno se quedaría aquí tres horas.

¿Perdona?¿Culpa nuestra? responde Javier . Tú has sido la que ha empezado a insultarnos; además, como para no reírse de vuestra conversación. Y no estábamos poniendo la oreja, vosotras sois las que habláis demasiado fuerte. Eso es verdad. Yo creo que hasta mi hermano que está en el bloque de primaria os ha escuchado continúa Diego, apoyando el comentario de su primo.

Isa, vamos al recreo y déjalos ya, son unos tontos acto seguido salen Ángela e Isabel de la clase y se reúnen con el resto de sus amigas en el patio del centro. Diego observa a Javier, está mirando a las chicas alejarse por el pasillo, concretamente a una: a Ángela.

¡Ehh, que se te cae la baba! le dice mientras se ríe de él , vamos, acompáñame a la cantina, que tengo hambre.

Los chicos salen y la clase se queda vacía, pero las cámaras de seguridad graban algo impactante. Si alguien lo hubiera visto, hubiese llamado a emergencias. Por desgracia, el guardia que se encarga de vigilar las cámaras está de espaldas a la pantalla haciéndose un café y, cuando se gira, no ve nada fuera de lo normal.

Pasan las siguientes horas de la mañana, ya es hora de irse a casa. Muchos alumnos están en los pasillos, esperando a que sus amigos salgan de clase, y otros en la puerta esperando a ser recogidos. Todos hambrientos y cansados, deseando llegar a sus hogares a comer y dormir, sin ganas de hacer las tareas que les han puesto los profesores ni de estudiar para el examen que tienen al día siguiente. Los cuatro alumnos castigados se quedan en su clase, esperando a la profesora.

Me está entrando hambre, espero que la profe nos deje ir a lacantinaacomprarnosalgoparacomer,porquesino… habla Ángela, rompiendo el silencio.

Sí, yo también tengo hambre sigue Javi, que no para de mirar a Ángela. “Es tan guapa”, piensa. Está tan embobado mirándola, que no se da cuenta de que Isa se está riendo de él.

Tú, rizitos le dice haciendo referencia a su pelo rizado y castaño, igual al de su primo , como sigas así, inundas todo el suelo con la baba que se te cae.

Dicho esto, las mejillas del chico se vuelven tan rojas como su camiseta de Adidas. Al ser tan blanco se nota mucho. Ángela también se pone colorada, pero al ser más morena no se nota tanto, mientras evita la mirada del resto. Diego no puede evitar soltar una carcajada ante la situación, cuando, de pronto, escuchan la puerta abrirse y corren a sentarse en sus respectivos sitios. La profesora entra en la clase y le reparte una hoja con operaciones a cada uno.

Bien, chicos, yo no me quedo en el centro, así que Juan Antonio, el de seguridad, se quedará con vosotros. Su despacho está enfrente de esta aula, y se dejarán las puertas de ambas clases abiertas. No quiero que hagáis ni un solo ruido. Si armáis mucho jaleo, os pondré una amonestación a cada uno mañana. Los móviles los dejaréis en una caja en el despacho de Juan. Os he dado una hoja con operaciones para que las hagáis, mañana lasrecogeréycuentanparanota.Siqueréisiralbañoonecesitáis cualquier cosa, se lo decís a Juan. ¿Alguna pregunta? los chicos se miran y Ángela se atreve a levantar la mano . Dime.

Digo que tenemos hambre, ¿podemos ir a la cantina rápido a por unos bocadillos o algo para comer? la profesora se lo piensa un momento, luego asiente y hace un gesto para que salgan de la clase.

Los chicos corren hacia la cantina, compran unos bocadillos de tortilla, unos refrescos y unas bombas de chocolate para el postre. Suben a la clase, pero cuando entran no ven a nadie. Diego se asoma a la sala de enfrente y ahí ve a Juan, sentado en la silla, con la vista clavada en el móvil.

Menos mal que la vieja nos ha dejado con este tío, tiene pinta de que no se entera ni del clima, está pasmao. Sí, mejor, y mirad lo bien que vamos a comer. Y encima tenemos los móviles, el señor no ha pasado ni nada a recogérnoslos sigue Isabel.

Los chicos juntan cuatro mesas en forma de cuadrado, se sientan quedando las chicas en frente de los chicos y empiezan a comer. Al terminar se tumban sobre las mesas y tratan de no hacer mucho ruido para que el segurata no les corte el chiringuito. Así se pasan la primera hora del castigo, con los móviles, las chicas haciendo tik toks, los chicos mirándolas y, de vez en cuando,algunosueltaalgunabromitaacercadeellasparareírse. ¡Chicos!¿Habéis oído eso? dice de repente Isabel, asustada.

¿El qué? pregunta curioso Diego. No sé lo que es exactamente, pero parecía como un sssss, como hacen las serpientes.

Seguramente sería el viento, mira los árboles, se mueven un poco sugiere Ángela, señalando la ventana. Y no le dan más importancia. Siguen a lo suyo

Oye, ¿qué hacemos con las hojas que nos ha dado? pregunta Javi.

Yotengouna aplicaciónen elmóvil enla quepones la operación y te sale resuelta con todos los pasos. Podemos hacerlas así sugiere Ángela.

Vale, que otro se la instale y nos ponemos por parejas a hacerlas dice Diego, el más alto de todos.

Yo ya la tengo instalada, Diego, ¿te pones conmigo y que Ángela y Javi vayan juntos?

Vale responde y se sienta al lado de la chica morena, delgada y con unos preciosos ojos color verde, de la que lleva meses enamorado. Acerca su cabeza a ella y susurra . ¿Por qué querías que me pusiera contigo?¿Acaso te has pillado de mí?

Más quisieras tú, lo he hecho para dejar a mi amiga y tu primo juntos, tonto.

Seguro, seguro.

Mientras ellos hacen sus fichas, un animal trepa por la silla en la que está sentado Juan, y le proporciona un bocado en el cuello. A través de sus largos y afilados colmillos, este animal libera un poderoso veneno en el cuerpo del guardia, el cuál grita del dolor.

Los chicos, además de hacer la tarea, estaban haciendo bromas, riéndose, hablando e incluso los chicos aprovechaban cualquier ocasión para mantener contacto físico y visual con sus parejas. El grito del guardia los sobresalta y, asustados, corren a su despacho a ver qué ocurre. La escena es la siguiente: el guardia con una mordedura en el cuello, poniéndose cada vez más morado, y una serpiente en la mesa.

Madre mía! Llamad a emergencias, rápido grita Isabel. Diego llama, Javi intenta ayudar a Juan, y Ángela está mareada, sale al pasillo y allí ve más serpientes, por el suelo y las paredes.

Tic, tac, tic, tac. Solo se escucha eso en la silenciosa sala de comisaría. Acababan de prestar declaración.Juan Antonio se encontraba en el hospital, tratando de recuperarse. Por alguna extraña razón, había unas quince serpientes venenosas por todo el colegio. La policía está tratando de averiguar cómo han llegado al centro, pero no obtiene ningún resultado.

Ha pasado una semana desde aquel día del castigo. Las clases se han suspendido hasta que el control de plagas se asegure de que no queda ninguna serpiente en el edificio. Los cuatro están más unidos que nunca. Ya no se pelean ni se insultan. Los chicos les dijeron alas chicas loque sentíanpor ellas. Ángela respondió dándole un corto beso a Javi, e Isabel se limitó a sonreír y a decir “Ya lo sabía, noto tu mirada a todas horas”, y que lo que sentía Diego por ella era mutuo. Juan está recuperado, y en unos días se incorporará a trabajar. Respecto a la investigación, no han conseguido obtener ninguna pista, por lo que la versión de lo sucedido es que las serpientes salieron por la alcantarilla. Aunque esa versión sería distinta si se hubiesen molestado en revisar las cámaras de seguridad. Entonces, habrían visto a la profesora de Matemáticas de los cuatro amigos sacando las serpientes de una gran caja de cartón. Pero como nunca lo hicieron, la profesora salió indemne.

Finalmente, los chicos empiezan a salir con las chicas, y un día, dando un paseo por una calle de su pueblo, ven a través de una ventana a una mujer, muy parecida a la su profe de Mates, sujetando un par de serpientes exactamente iguales a las que vieron el día delcastigoen elinstituto. Lamujermirapor la ventana y ve a sus alumnos. Deprisa, corre las cortinas para que no la vean. ¿Qué secreto ocultaba su profesora?

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