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OJOS VENDADOS, CORAZÓN HERIDO, por Celia Jie Ruiz Navarro
1.º Bachillerato
Me veo reflejada en un gran charco de lágrimas. Sintiéndome sola, culpable, insegura bajo las cuatro paredes en la esquina de mi pequeña habitación.
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Recuerdo cada palabra escrita en esa carta que en su día me mandaste, recuerdo esos te quieros que una vez creí o esos pequeños gestos que hacían que mi corazón pidiera una pequeña tirita para poder sanar de ese pequeño acto.
Aun así podría contar las veces que miré a la luna deseando no perderte, deseando poder volver a verte…
Ahora te recuerdo y ya no dueles, ya no eres la causa de mis pesadillas, ya no eres la sombra que me persigue en cada paso que daba y me frenaba, ahora eres un recuerdo, un recuerdo que algún día me gustaría dejar de recordar o, al menos, dejar algún momento en el que me hicieras sentir bien, pero no hay ninguno porque a tu lado todo era gris, no habían colores, ni el blanco se podía apreciar.
Estaba nervioso, las pulsaciones se aceleraban cuando pensaba en lo poco que faltaba para volverte a ver, me veía en el espejo que estaba empotrado junto a la ventana de mi dormitorio, me gustaba como me veía, me sentía feliz por verte después de unos cuantos meses, como si fuera la primera vez que nos veíamos cuando ya nos conocíamos de antes. Cogí mi chaqueta gris, me puse mis nikes y salí lo más puntual posible. No me acordaba de la persona que eras, no me acordaba de que el tiempo para ti no contaba. Después de unos minutos esperando apareciste tu con tu pelo un poco despeinado a causa del aire de esa tarde, de los rayos del sol que posaban en esos ojos color café que pasaban a miel o de la silueta de tus labios tan perfectos y finos, con ese top y esos shorts que se ajustaban a tu figura. Pasaron las horas y ni cuenta me había dado cuando ya la noche estaba bajo nosotros. No quería irme, solo quedarme y seguir contemplando las estrellas junto a ella, pero en ese instante un teléfono comenzó a vibrar, mierda, era el suyo. Era su madre quien ya exigía su presencia en la casa. Tras colgar la llamada una pequeña sonrisa salía de su rostro, algo pasaba por su mente, pero al final finalizó con un pequeño beso en la mejilla, no sé si ella lo notó pero notaba como mi cara ardía, sentía que se me había puesto rojo y al momento me giré para darme un poco de aire y que se me pasara, qué vergüenza, ¿lo habría notado?
Su casa pillaba a unos diez minutos andando de la playa y, mientras tanto, miles de temas de conversación salieron sin darnos cuenta: constelaciones, anécdotas de la infancia, algún que otro miedo y mucho más.
Me quedé esperando a que entrara en la esquina de su calle, según ella no podía acompañarla hasta su puerta porque si su madre la veía con un chico sabía que habría un interrogatorio y ella no tenía ganas de estar escuchándola. Cuando la vi entrar me esperé durante diez minutos sentado en la baldosa, pensando en todo lo que había ocurrido esa tarde noche, cada palabra, cada gesto… Todo fue al pie de la letra.
No voy a mentir y decir que no planeé esa tarde, algunas cosas salieron bien y otras fueron parte del momento. Si tuviera que definir esa tarde con una palabra, sería… increíble.
Ya iban siendo dos o tres las veces que la había visto este último mes, pero intuía que algo iba mal, que ya no era lo mismo que antes, era más cortante o ni se molestaba en contestar, parecía que lo hacía por obligación las pocas veces que lo hacía, pero, bueno, tal vez estaba ocupada, tal vez prefería gastar su tiempo libre en otras cosas, es una persona que tiene vida más allá de contestarme, se lo pasaré esta vez, la entiendo. Algunos me dicen que siempre se saca tiempo en algún momento, pero tal vez ella no sacaba para mí, aun así seguí esperando, esperando ese mensaje. Después de tres días sin contestar y desaparecer así de la nada me contestó con un simple “perdón, estaba ocupada”. Seguimos con una breve conversación en la que solo decidimos volver a quedar alguno de estos días. No me dio explicaciones de nada, me quedé igual sin saber el porqué desapareció, pero bueno, me imagino que me lo explicará cuando nos volvamos a ver. con ella era el poco interés que mostraba ella y lo mucho que lo hacía yo. Tal vez las cosas deben de ser así, tal vez era yo quien debía estar detrás de ella, no lo sé, la verdad, cada día me confunde más.
Ella vive lejos de mí, vive en Valencia y yo en Cádiz, y entiendo eso de no vernos tanto, pero yo iba cada fin de semana a su ciudad porque allí también tengo familia, pero cada vez que le hablaba para verla al menos unas horas, me dejaba en visto o al día siguiente cuando ya me había ido me respondía o a la hora antes de quedar me cancelaba el plan con alguna excusa, que tal vez no lo era, pero, bueno, confío en lo que me dice.
31 de diciembre. Ya quedaban pocas horas para verla otra vez, después de ese visto que me dejó la última vez. Mi familia entraba y salía todo el rato mientras que yo, nervioso, esperaba un mensaje, un simple mensaje diciéndome todo lo que sentía. Porque, sinceramente, sabía que entre nosotros siempre hubo algo desde el día que nos conocimos, porque las palabras se las puede llevar el viento, pero una mirada…, una mirada no se finge, una mirada dice más que mil palabras. El problema era la distancia, pero eso no era excusa para no intentarlo. Unas de las cosas que me decían mis amigos sobre este tipo de ¿amistad?
Ya habían tocado las campanadas, yo había quedado con ella para irnos de fiesta con sus amigos, pero no me respondía al mensaje que le había mandado diciendo que me avisara cuando estuviera de camino a mi casa. Mientras tanto mirando las stories de Instagram me salió una historia en la que ella salía en la discoteca donde íbamos a ir juntos, a lo que yo cogí y le mandé un mensaje para ver si me respondía y en ese instante me respondió diciéndome que al final no le dejaban ir a la discoteca porque se tenía que quedar con sus primos…
Al día siguiente, después de ver que no le respondía a la excusa que me había puesto, me empezó a llamar, a mandarme mensajes enfadada, etc., y yo ya no sabía qué hacer, no sabía si guiarme por lo que sentía y seguir haciendo como si no me molestara o simplemente dejarme llevar por todo lo que quería decirle desde un principio, expresarme ante ella.
14 de febrero. Y aquí estoy en su puerta esperando, suplicándole que me perdone, no fue mi intención responder a la hora, joder, estaba estudiando… Porque sí, al final me dejé llevar por lo que sentía y me pensaba que algo cambiaría con el tiempo, pero no fue así, ahora lloro cada vez que me nombran su nombre o con cada canción que escucho que me recuerde a ella.
LA MÁQUINA DEL TIEMPO, por Paula Guerrero Fuentes 3.º
Un día un niño de doce años llamado Juan decidió que de mayor quería ser inventor porque le encantaba descubrir cosas nuevas. Al empezar una nueva pandemia llamada coronavirus, comenzó a hacer nuevos inventos sin sentido y, además, que ni siquiera funcionaban. Se tiraba día y noche pensando para dar con un invento que le fuese útil, hasta que su madre un día le dijo: “Un buen invento es algo útil para los demás y algo que no existe aún”.
A Juan se le ocurrió una maravillosa idea. Días después de decirle a su madre eso empezó a construir una máquina con la cual podría cambiar el mundo. Decidió hacer una máquina del tiempo, para poder ir al pasado y evitar de alguna manera que surgiera ese virus.
Después de estar varios meses trabajando en la máquina, por fin la terminó, se sentía muy orgulloso de sí mismo, pero todavía no podía cantar victoria; todavía tenía que probarla para ver si de verdad funcionaba. Se preparó, cogió una mochila y en ella metió comida, un abrigo, agua y crema solar.
Ahora sí que sí, estaba listo para empezar con su nueva aventura, así que fue a China,al país donde todo surgió, intentó evitar el caso, pero había llegado demasiado tarde y ya no podía frenarlo; así que volvió al presente y fue de nuevo hacia el pasado, pero esta vez minutos antes para poder llegar a tiempo.
Él ya tenía su plan para saber cómo frenarlo y por fin llegó a tiempo, le costó bastante evitar que el caso no se produjera, pero al final lo logró y evitó el caso de coronavirus, estaba muy emocionado al pensar que ya todo se había acabado y pensar que todo eso lo había hecho él solo sin ayuda de nadie, y que había podido construir un invento que de verdad funcionase y valiese la pena.
Pero despuésde eso tuvounpequeño problema: nopodía volveralpresente,habíasurgidounfalloenlamáquina.Estabamuy estresado y no sabía cómo volver al presente, y su única opción era ir en busca de su mayor ídolo de la construcción de máquinas, que era Herbert George Wells. Estuvo horas buscándolo y no lo encontraba, pero al fin dio con él, estuvieron mirando la máquina y encontraron el fallo, se habían salido unos tornillos, así que volvieron a ponerlos y ya estaba lista para poder volver al presente.
Al llegar al presente nadie conocía el coronavirus, le contó a su madre todo lo surgido y se difundió por todo el mundo, y Juan con tan solo doce años se hizo el niño más conocido del mundo por crear una máquina en tan solo meses y evitar una pandemia mundial.
Después de eso, Juan seguía haciendo grandes inventos y se fue haciendo muy famoso en el mundo de los inventores y llegó muy lejos, pudo cumplir su sueño de ser un gran inventor.
SALIR DEL ARMARIO, por Nerea Vidal Tornel
Me llamo Dylan y tengo 18 años. Ah, y soy gay. En la sociedad que vivimos hoy en día te puedes encontrar todo tipo de comentarios respecto a mi orientación sexual. Por una parte, están las personas que te apoyan de más, que van de “A tope con los gays” y luego son los peores, son los mismos que te dicen “Oye, tengo un amigo gay que te podría presentar” o “¿Estás seguro que eres gay?”, como si fuera una decisión de vida o muerte cuando realmente estás decidiendo qué persona te gusta, como haría cualquier otro ser humano con sentimientos.
Por otra parte, está la gente a la que le da igual, en este grupo me incluyo: ¿Qué más me da a mí que te gusten las chicas o los chicos? Mientras seas agradable conmigo,todo perfecto.
Y, por último, están las personas que no te respetan y te tratan como si estuvieras enfermo o confundido. Y aquí entran mis padres. Ellos siempre han sido muy contradictorios porque les da igual, pero a la vez dicen: “Lo normal en un matrimonio es una relación entre hombre y mujer”. Sabes por donde voy, ¿no? Pues yo ahora mismo me encuentro en un limbo en el que quiero decirles a mis padres lo que soy, que me conozcan realmente y poder expresarme con total libertad sin miedo a que me juzguen o, más bien, a que me descubran. Pero para mí es un poco más complicado que simplemente decirlo, ya que nunca he tenido confianza con mis padres y mucho menos comunicación.
Esta mañana, desayunando, se lo dije a mi hermana mayor, ella está en el segundo grupo, a quienes les da igual, y la verdad que ha reaccionado bastante diferente a como me pensaba que iba a hacerlo. Simplemente me ha dicho: “Ah vale, ¿quieres más cereales?”, y ahí se ha quedado la conversación. Si en realidad lo piensas, lo más lógico sería que todo el mundo reaccionara así y que yo no tuviera que dar explicaciones de nada ni ponerme etiquetas, pero estamos en un tiempo en el que, desgraciadamente, aún hay que tener estas conversaciones.
15 de marzo.
14:30 h. Sé que esto no es algo que se deba decidir así, y menos aun poniéndole fecha, como si fuera a anunciar que me caso, pero soyuna persona insegura enestos aspectos yme gusta tenerlo un poco organizado. Hoy les diré a mis padres que me gustan los chicos, y lo haré mientras comemos al mediodía, ya que tengo a mi hermana al lado, que me defendería en caso de que me hundiera un poco al escuchar la reacción de ellos. Parezco un exagerado y me estoy poniendo en lo peor, pero mejor esperarse lo peor yque luego pase algo bueno a que sea al revés.
14:45 h. Mi hermana, Sole, y yo estamos poniendo la mesa mientras mi madre echa la comida en los platos y mi padre prepara el postre para después. Y no se me ocurre mejor ocasión que esta para soltar la bomba.
¿Sabíais que hay un 90% de probabilidad de que el segundo hijo sea homosexual? obviamente ese dato es inventado pero no sabía cómo decirlo y ya me estaban empezando a sudar las manos.
¿Y eso a qué viene ahora, hijo? dice mi madre, María. Pues que en esta casa cumplimos con el 90% de probabilidad y ya está, así, señoras y señores, es como se cuenta algo quitándole peso.
Mis padres se miran entre sí confundidos como si no supieran de qué estoy hablando, pero antes de que pueda añadir nada más Sole dice:
Papás, que es gay y rarito. No sabe decirlo de otra manera.
Yanoshemosenterado,hija,graciasporlaexplicación dice mi padre.
Eso es imposible, hijo, no estás pensando las cosas bien y, además, eso es una etapa añade mi madre.
¿Cómo vas a ser gay? Deberías ser un hombre de verdad y no andar con tonterías teniendo 18 años. Esto te pasa por juntarte con la gente con la que quedas, son mala influencia y tú siempre hasseguidoatodoaquelqueibaatulado.Tenunpocodecabeza y no nos des estos disgustos, que bastante tenemos ya dice mi padre de nuevo, junto a la aprobación de mi madre, que asentía con la cabeza.
Tras oír esto,se creanunos minutos de absoluto silencioypor un impulso decido levantarme de la mesa y salir de casa corriendo. Pensaba que estaría preparado para esto, pero no lo estoy, no podía soportar la reacción de mis padres como si fuese la decepción de la familia por el simple hecho de que me gusten los hombres. Corro, corro y corro intentando escapar de mi propia mente, sintiéndome culpable por ser quien soy, y sin saber a dónde ir porque a casa ya tengo claro que no quiero volver.
19:30 h. Estoy en el parque, sentada en un banco, desolado, pensando en todo lo que ha pasado y reflexionando. Tengo diez llamadas perdidas de mis padres, una de mi hermana y veinte mensajes de mi madre en los que básicamente me echa la bronca por irme de esa manera y me pide por favor que vuelva y no me quede por la noche en cualquier lado. Decido contestar a una llamada entrante de mi madre y simplemente digo:
Ya voy a casa, mamá, espero que cuando entre por la puerta no me echéis la culpa de todo y,seguidamente, cuelgo. Al llegar a casa veo a mis padres esperando impacientes en el sofá del comedor, cuando me ven vienen a abrazarme diciendo que no querían hacerme daño con sus comentarios y que ellos piensan así por la época enla que nacieron, peroestarán dispuestos a aprender poco a poco y a apoyarme en todo. Se me empiezan a saltar las lágrimas y, aunque sigo un poco enfadado, dejo el orgullo a un lado y nos comprometemos a querernos y a cuidarnos, porque para eso está la familia. Para sentirse querido y apoyado en todo momento.