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LA TERRORÍFICA NOCHE, por Natalia Palazón Mateo

1.º Bachillerato

Cuando tan solo tenía cinco años, tuve que presenciar un escalofriante escenario que nunca olvidaré. Yo era una niña divertida, alegre y simpática, que socializaba con todo el mundo muy rápido y sin importar quién fuera esa persona, y eso más tarde me pasó factura.

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Un día estaba en el parque con mi madre, cuando de repente empezó a llover, pero no a chispear o a caer pequeñas gotas, como debería de haber pasado, porque estábamos en pleno verano y en mi pueblo no era muy común la lluvia. Cuando vi que la lluvia empeoraba por minutos, empecé a llorar, mi madre me montó en el coche y nos fuimos.

Yo siempre había sido una niña muy inquieta e intuitiva, cada vez que me pasaba algo me preguntaba el por qué. Por lo tanto, cuando pasó eso esa triste tarde, yo sabía que algo no muy bueno iba a suceder. Al ser tan pequeña, no sabía explicarle a mi madre lo que sentía ni lo que creía que iba a pasar, por lo que, para intentar comunicarle a mi madre la mala intuición que tenía, me tiré el resto del día llorando sin parar.

Eso a mis padres les extrañó, porque yo era una niña que lloraba mucho, pero no tanto como lo hice ese día.

A la hora de cenar, el ambiente en casa estaba muy raro, mi papá no estaba, ya que estaba trabajando, y en la mesa solo estábamosmimadreyyo.Estonoeramuycomúnporquemipadre normalmente salía de trabajar antes de las nueve, que era la hora a la que en mi casa casi siempre cenábamos. Pero yo a eso no le di mucha importancia, era muy pequeña y esos detalles los pasaba por alto.

Cuando ya iba a tomarme el postre, un yogur de fresa, me levanté y fui hacia el frigorífico, pero cuando lo abrí, en vez de ver lo que suele haber en un frigorífico, vi la nevera llena de botes con cabezas humanas dentro. Cerré la puerta rápidamente y salí corriendo, pero en el pasillo vi a una señora con el cuerpo lleno de sangre y el cuerpo de mi madre entre sus brazos, yo comencé a gritar, pero parecía que nadie me escuchaba. La misteriosa mujer me decía que si seguía gritando tendría que hacer conmigo lo mismo que había hecho con mi madre; por lo tanto, me callé.

La mujer me dijo que no hiciera caso a nada de esto y que me subiera a mi habitación como un día normal, que terminara los deberes y que me acostara. Yo por mi bien lo hice, subí a mi habitación y no salí. La mujer cada diez minutos entraba en mi habitación y se asomaba para asegurarse de que yo seguía ahí y de que no me había escapado; mientras tanto, yo estaba intentando comprender lo que estaba pasando. La mujer me era conocida, y yo pensaba que la había visto en otro lugar. Después de estar pensando durante toda la noche, estaba en lo correcto, esa mujer había estado esa tarde en el mismo parque en el que yo estuve, en concreto en el mismo banco que mi mamá, y haciendo memoria recordé que la mujer había estado toda la tarde mirándome y más de una vez se me había acercado a preguntarme cualquier cosa. Una de esas veces me preguntó que dónde vivía y que cómo se llamaba mi mamá; yo, al ser tan pequeña y sociable, no le vi nada de malo en esas preguntas, al revés, pensé que era una mujer supermaja y agradable. Con toda esa información la mujer sabía dónde vivíamos y decidió cometer el asesinato de mi madre.

Yo seguía en mi habitación, aterrada, y ese miedo aumentaba por minutos, ya que escuchaba gritos desgarradores que venían del salón, y hasta la mañana siguiente no descubrí de qué eran.

Pasé la noche más larga de mi vida, no pude dormir en toda la madrugada. Cuando me levanté, bajé a la cocina a por algo de comer, y vi una de las peores escenas imaginadas. Los gritos de la noche eran de mi padre, la mujer también lo había matado, y yo no sabía el porqué de todo eso. La mujer, de repente, apareció, y para mi sorpresa no quiso matarme, me dijo que cogiera el autobús para ir a clase y que no dijera nada de todo esto a nadie, que si lo hacía, la próxima muerta sería yo. Al parecer, lo que quería era quedarse en mi casa y vivir conmigo como si ella fuera mi madre.

Yo, sin pensarlo más, cogí el autobús y me fui. Al llegar al colegio lo primero que hice fue contarle todo a mi tutora, ella sin pensarlodosvecesllamóalapolicíaylescontótodo.Alparecer, la mujer era una asesina en serie que había sido vista por última vez en el parque, y después le perdieron la pista. Después de todo, la habían encontrado y la habían condenado de por vida en la cárcel, pero eso no me devolvería mi felicidad, y mucho menos a mi madre y a mi padre.

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