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ESCALOFRÍOS, por José María Martínez Macías
1.º Bachillerato
Los monstruos son reales y los fantasmas también lo son. Viven dentro de nosotros y a veces ganan.
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Stephen King
Y la maldición acabó con toda la familia. Así acababa la película que llevaba dos horas viendo. Eran las tres y media de la madrugada de una noche de verano. “Vaya basura de final”, pensé, y me levanté del sofá para ir a la cama porque consideré queyaera hora.Antesdedirigirmeamicuartometomémidosis diaria de ansiolíticos, para intentar sobrevivir al estrés diario y todo eso. Mientras tomaba la pastilla, en la cocina ocurrió algo extraño: la rama del árbol del jardín se zarandeó un poco, de forma que le dio al cristal de la ventana, produciendo un leve ruido. Me sorprendió que, precisamente en Murcia, hiciera viento una noche en la que habría unos veinte grados, pero no le di mayor importancia y me fui a mi cuarto.
Cuando entré, noté algo raro. ¿Se habían cambiado realmente las cosas de sitio? Reflexioné por un momento, pero llegué a la conclusión de que era cosa mía, por lo que me acosté y apagué la luz.
Di mil vueltas en la cama, no podía dormir. Entonces ocurrió: unos pasos se escucharon en el pasillo. Me sobresaltaron, estaba solo en mi casa porque mis padres se habían ido a pasar el fin de semana a la casa de la playa, no había nadie que pudiera hacer ruido aparte de mí. Sonó tan real que me levanté a asegurarme de que no había sido nada, que solo había sido mi imaginación. Me asomé por el marco de la puerta y, efectivamente, había sido una mala jugada de mi mente. Volví a acostarme y, esta vez, cerré la puerta de la habitación y le di la espalda a la ventana. Se volvieron a escuchar pasos en el pasillo. Está bien, ya no eran imaginaciones mías. De repente, oí algo de cristal romperse, como si alguien hubiera tirado un plato al suelo. Estaba paralizado, no sabía qué hacer y el miedo me invadió todo el cuerpo. Era una situación irreal, me puse a pensar que acababa de ver una película de miedo, que no estaba pasando de verdad. Cerré los ojos e intenté olvidarme de todo: del monstruo, del viento, de los pasos, del cristal... Los ruidos cesaron, pero yo seguía sin poder dormir. De repente, se escuchó algo: We will rock you empezó a sonar en el tocadiscos vintage de mi padre, el cual se encontraba en laplanta bajade mi casa.Decidí queme iba a quedar en la cama, que no iba a hacer nada, que todo lo que estaba pasando era producto del cansancio y que la música debía de haber empezado a sonar por algún fallo con la electricidad y que en algún momento dejaríade hacerlo, pero nofueasí.Unavez hubo terminado la canción, me propuse dormir de nuevo pero, de repente, otra vez. Otra vez estaba sonando esa maldita canción, no era normal, para que una canción se repitiera tenías que mover el disco, y yo era el único que lo podía hacer.
Aquellos terribles pasos empezaron a sonar de nuevo y una risa de niño se escuchaba de fondo, parecía una melodía perfecta para el mismísimo Satanás. Tras un momento, los ruidos dejaron de oírse. Fue entonces cuando el reflejo de la ventana en la pared se tornó negro en una silueta peculiar. Me giré y lo vi: vi la causa de todo lo que ocurría. Una figura de unos tres metros de altura, delgadísimo y con la piel blanca y mugrosa se colaba por mi ventana. Yo estaba llorando y sin poder moverme, me temblaba todo el cuerpo y parecía que mi cerebro no tuviera control sobre él. Aquel monstruo se acercó a mí mientras me miraba con una sonrisa macabra y jadeaba. Abrió la boca y me tocó, me acarició y, ¡PUM!
Me desperté en el sofá del salón, sudado. Eran las tres de la madrugada y la película que estaba viendo ya había terminado. Me había quedado dormido, todo había sido una pesadilla, el monstruo no existía y podía irme a dormir a mi cuarto. Me tomé la pastilla y me dirigí a mi cuarto. Cuando me acosté cerré los ojos. Sentí una mano en mi nuca, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y lo escuché de nuevo, escuché de nuevo aquella risa.