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ENTRE HUMANOS Y CRIATURAS, por Mariela Galián López
Me desperté con dolor de cabeza. Entonces, las vi. Tres minipersonas flotando alrededor de nosotras cuatro, con algo en la espalda que parecían alas. Cuando logré encontrar mis gafas, tiradas en el suelo a poca distancia de mi mano derecha, pude ver de qué se trataba: Hadas.
“¿A quién se le ocurre entrar por esa cueva? Solo a nosotras, la hemos cagado, puede que estemos en peligro”. Ese fue el primer pensamiento que se me pasó por la cabeza.
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Volteé en búsqueda de mis tres amigas: Sara, Patricia y Carlota. Y allí estaban, en la misma situación que yo, un poco adoloridas y recién despiertas.
Aquella “cueva” nos estaba llamando, y respondimos a aquellas llamadas y entramos.
Era undíasoleado,laverdad esquehacíabastantecalor,unos treinta grados a la sombra. Estaba en la piscina con mis amigas, riéndonos y pasando un buen rato. Era un día especial, pues hacía dos meses que me había ido de viaje y acababa de volver. Las risas no faltaron y nuestras ganas de contarnos todo y ponernos al día eran inmensas, habían pasado tantas cosas en esos dos meses de verano en los que no había estado en el pueblo que había mucho que contar.
Mientrasjugábamosconlaspistolasdeaguademishermanos pequeños, lo escuché: una voz muy aguda cantaba mi nombre, se escuchaba no muy lejos de casa. Cuando esos cantos se hicieron repetitivos, me atreví a preguntar.
¿Vosotras lo escucháis? Un canto agudo que os llama, que dice vuestros nombres. Por favor, decidme que no soy la única.
Las tres me miraron sorprendidas, parecía que estaban de acuerdo con lo que decía.
Esa voz me ha llamadode tres a cuatro veces enlos últimos cinco minutos, me estaba empezando a agobiar dijo Sara.
Patricia y Carlota asintieron, dándonos a entender a Sara y a mí que estaban de acuerdo con nosotras.
¿Y si seguimos esa voz? dijo Patricia, sonando bastante confiada.
No sé, chicas, puede que sea peligroso aclaró Carlota, la mente pensante de nuestro grupo.
Pienso que deberíamos seguirla, quizás es algo bueno; si no, nos las apañamos, seguro dije. Carlota me había convencido y la curiosidad por saber qué había detrás de esas extrañas voces que nos estaban llamando a todas era enorme.
Pues sí, la mayoría estamos de acuerdo, deberíamos ir. Yo quiero saber qué es aquello que escuchamos dijo Sara.
Carlota nos miró a las tres, sabiendo que si íbamos a aquel lugar extraño sin ella estábamos perdidas. Ella era la más inteligente de las cuatro, si ella no venía con nosotras estábamos perdidas.Comodiríamosnosotras:Carlotaesla“mamá”delgrupo. Vale, vamos a vestirnos. Nos vamos dijo Carlota, dándonos una pequeña sonrisa.
Vale, vamos a vestirnos. Nos vamos.
Yesohicimos,unatrasotranosmetimosenelbañoquehabía fuera de mi casa, el que usamos cuando estamos en la piscina, y nos cambiamos de ropa. Unos dos minutos después de estar todas listas, aquella voz sonó otra vez. Nos miramos las unas a las otras y asentimos, decididas a ir en búsqueda de aquello que sonaba.
Fuimos avanzando por aquel camino que salía de la casa, que nos llevaba a un bosque que no se encontraba muy lejos. Pasaba el tiempo, y poco a poco la intensidad de ese sonido aumentaba y las repeticiones iban siendo cada vez más frecuentes. Ahí fue cuando vimos la cueva.
Estaba un tanto oscura, así que sacamos de nuestras mochilas los teléfonos y alumbramos con la linterna. Dentro de esa cueva había un camino rodeado de cristales de diversos colores; el más frecuente, el rosa. Apagamos las linternas un segundo y nos dimos cuenta de que ese camino se iluminaba según íbamos avanzando.
Una puerta al final de dicho camino nos detuvo. Nos miramos otra vez todas, estábamos decididas, íbamos a entrar. Entramos y todo se volvió negro.
Al despertar con aquel fuerte dolor de cabeza y recuperar un poco la postura, observamos a las tres hadas, quienes nos rodeabancomosifuésemosalgopeligroso.Noslevantamoscuidadosa y lentamente. Entonces Patricia habló: No os vamos a hacer daño, hemos escuchado unas voces que nos condujeron a una puerta, y hemos acabado aquí dijo. Por su tono de voz, podía notar perfectamente que estaba muy asombrada y asustada, cosa que no era típica de ella.
Patricia es lamás valientede todas: se apunta hasta un tiroteo, como nos gusta decir. Es rápida y le gustan mucho los deportes, es habilidosa y, normalmente, no teme nada. Aunque unas hadas rodeándonos en un sitio desconocido asusta a cualquiera, ¿no?
Las hadas se nos quedaron mirando con detenimiento y nosotras no nos movimos ni un solo centímetro. Comenzaron a hablar en un idioma raro, uno que claramente no era ni la mitad de parecido a los idiomas del mundo que conocemos. Obviamente, no las entendimos, pero asintieron y comenzaron a andar, se giraron para ver si las estábamos siguiendo, al ver que seguíamos ahí paradas, una de ellas silbó. Tras hacer eso, cuatro caballos: uno blanco, otro marrón, otro negro y otro de un color gateado rubio, que parecía que habían salido de un cuento de hadas, se pararon a nuestro lado. Me subí al blanco, Sara al rubio, Carlota al negro y Patricia al marrón. Y comenzamos a seguir a las hadas.
Paramos en una biblioteca enorme, parecía la torre de Rapuncel, solo que esta era de un color azulado precioso que nos dejó asombradas. Dejamos los caballos en la puerta por orden de aquellas hadas y nos adentramos en aquella torre. Como era de esperar, había libros y libros por todas partes. Nos paramos en la entrada y las hadas comenzaron a buscar, subiendo de un piso a otro, y de ese al siguiente. Esa búsqueda pudo haber durado treintaminutoscomomínimo.Despuésvolvieronanosotrassosteniendo un libro entre las tres. Historia de SkyLand, edición terrestre era el título, y para nuestra sorpresa estaba en español. Carlota lo tomó y empezó a leer. El libro no era muy largo, pues estaba adaptado para gente que venía desde el mundo normal, para así podernos ubicar un poco.
En resumen: «SkyLand es un mundo fantástico en el que criaturasmitológicasyfantásticasseresguardanparanoseratrapadas por los cazadores que acechan el bosque, pero se dice que vendrá un grupo de personas que cambiarán todo esto, estableciendo una relación de paz entre humanos y seres fantásticos. Estas personas serán llamadas por la reina, quien se encuentra sola y desolada en el castillo ubicado en el centro de un laberinto desde hace más de cien años, ya que su esposo fue asesinado por dichos cazadores». Puede que esa voz que nos llame sea la reina, puedequepodamosayudaraestagente noscontóCarlota.Las hadas, que parecían haberla entendido, asintieron a Carlota con una gran sonrisa en el rostro. Hay que encontrar ese laberinto dije, intentando sonar confiada, aunque realmente no lo estaba. ¿Y si nos quedábamos allí para siempre? Me daba miedo solo de imaginarlo, pero había que intentar al menos ayudar a esta gente, para así poder volver a casa cuanto antes.
Las hadas nos entregaron un mapa, nos dieron a entender que no podían quedarse más tiempo con nosotras, se despidieron sacudiendo ligeramente sus manos y después se fueron.
Estábamos perdidas en un sitio desconocido, pero, para nuestra suerte, podíamos solucionar todo esto, éramos más inteligentes de lo que muchísima gente pensaba.
Comenzamos nuestra “aventura” a caballo, en búsqueda de ese castillo, aunque teníamos que atravesar varios sitios que quizá nos dificultaran un poco el trayecto, pero estábamos preparadas.
Vale, chicas, tenemos que pasar por el bosque encantado, el río de chocolate, la cueva helada y el laberinto real para poder llegar a la reina aclaró Sara.
Sara era una scout y una amante de ir a sitios desconocidos a perderse por ahí y hacer rutas, así que sabía de esto. Era quien llevaba el mapa en la mano, a la que todas seguíamos. Ella también es muy aventurera.
En cambio, yo soy un poco miedosa, pero soy igual de inteligente que Carlota, y también soy una deportista. Hacíamos el equipo perfecto las cuatro juntas.
Después de un par de horas subidas en aquellos caballos llegamos a lo que parecía el bosque encantado. Un bosque de árboles de tronco blanco y hojas brillantes y moradas debía de estar lleno de criaturas inimaginables, y no, no me equivocaba.
Al adentrarnos lenta y sigilosamente con los caballos, vimos algo que parecía un lagarto, en su espalda tenía fuego, era de un color verde precioso, y era grande como un pastor alemán, más o menos, pero su expresión nos estaba diciendo literalmente que nos fuésemos de allí. Comenzó a perseguir nuestros caballos e iba pisándonos los talones, nuestros caballos no daban más de sí, no podían ir más rápidos. Intentamos distraer a aquel bicho, pero su olfato y vista parecían superiores a los de cualquier otro animal conocido en el mundo normal.
De repente, un chico alto y musculoso, de pelo moreno y largo recogido en una coleta, los ojos del verde más puro que te puedas imaginar y orejas puntiagudas, con una espada afilada de lo que parecía oro en la mano, logró ahuyentar de un grito extraño a aquel animal. Las cuatro suspiramos, esta vez estábamos a salvo.
¿Qué hacen unas humanas como vosotras en territorio mágico y de elfos? dijo aquel chico. Parecía que hablábamos en el mismo idioma, y nos miró extrañado.
Puede que la reina nos esté llamando, oímos nuestros nombres repetidamente en una voz aguda y de mujer que nos llama. Así que, si nos disculpas, nos vamos, no tenemos mucho tiempo aclaré. Por primera vez en mi vida estaba siendo valiente, era algo que no me creía ni yo.
¿Marie? No, no creo que ella os llame… Y, aunque fuese cierto, este bosque es demasiado peligroso para gente como vosotras. Acompañadme. Por cierto, me llamo Arsen nos dijo él. Y eso hicimos: le seguimos.
Acabamos en un poblado dentro de aquel bosque en el que los elfos tenían como vehículos y mascotas algo que parecían dragones. Estábamos asombradas: cada minuto que pasaba más parecía que estábamos en un sueño.
El chico nos llevó a lo que parecía su casa. En una habitación de esta, había un dragón del tamaño de dos coches juntos, más o menos. Era blanco y de ojos azules. Subid dijo Arsen. Nosotras nos miramos y accedimos a subir a aquel dragón, dejando los caballos allí, un poco asustadas, pero acostumbrándonos a este mundo.
Arsen nos llevó en su dragón hasta el final del bosque. Al llegar a la salida de este, todos nos bajamos del dragón y él mismo se fue volando hasta el interior del bosque otra vez. Los dragones no pueden salir del bosque, pero os acompañaré hasta la reina. Todavía nos queda ir por el río de chocolate y la cueva helada. El río es más bien un caminito hacia la cueva, durará unas dos horas, allí no hay mucho peligro nos dijo Arsen.
El chico comenzó a andar, y nosotras lo seguimos. Arsen era un chico que parecía tener nuestra edad más o menos, unos diecisiete años. Era bastante guapo, no voy a mentir. Y bastante majo.
Llegamos al río de chocolate. Las ganas de probarlo eran inmensas, pero nos contuvimos. Arsen alquiló una barca bastante grande y bonita, y nos adentramos en este río. Como este dijo, nos pasamos dos horas allí metidas hablando y conociendo un poco al chico.
Pasadas esas dos horas, se vio lo que parecía una cueva: era lacuevahelada.Elríoseguíaenelinteriordeesta,estabaoscuro, así que volvimos a sacar los teléfonos para alumbrar. Arsen nos miró un poco extrañado, se le veía que tenía ganas de preguntarnos qué era lo que teníamos en las manos, pero se contuvo.
Pasadas otras tres horas, al fin, vimos la luz: el laberinto estaba en frente de nosotras, al fin habíamos llegado. Ya era de noche, y los cinco nos adentramos en aquel laberinto.
Pasaban las horas, serían las seis de la mañana, estábamos cansadas, no podíamos más y el laberinto se nos estaba haciendo eterno. Así que decidimos dormir y continuar al día siguiente. La idea de dormir en el suelo no me gustaba, no hacía frío, pero simplemente me daba asco, aunque, como todo el mundo, me conformé, mejor eso que no dormir y estar muerta en vida.
Cuando despertamos, nos dimos cuenta de que estábamos en una habitación, en camas separadas. Por la puerta de la habitación apareció una mujer de pelo largo hasta el suelo, rubia y con los ojos morados.Desu espalda salíanalas yllevaba una corona: parecía la reina.
Soy Marie, la reina. Las hadas que os recibieron en este mundo me comentaron que habíais recibido mis llamadas, y que tarde o temprano llegaríais a mi laberinto. Así que ordené a mis guardias que os buscaran para traeros hasta mí. Necesito vuestra ayuda, tenéis que convencer a los cazadores de que no somos malos, de que no os queremos hacer daño. Y así seremos libres para siempre.
Meses después, Marie viene a visitarnos todas las semanas y criaturas fantásticas y humanos convivimos. Nos costó convencer a todos los cazadores, pero con ayuda de páginas en Internet, publicaciones en redes sociales y mucha presión social, lo conseguimos.
HOGAR, DULCE HOGAR, por Nerea Gomariz Prieto
Me llamo Jade, Jade Diaz
1.º Bachillerato
Soy una mujer felizmente casada con mi esposo y novio desde niños, Lucas, y con dos preciosas niñas mellizas, Akira e Iris. Estuvimos durante todo nuestro matrimonio viviendo en Madrid,perotuvimosquemudarnosaAsturiascuandomimadre murió al no poder superar su enfermedad. Nunca tuve mucha relación con ella, pero al ser su única heredera tras la muerte de mi padre, el cual murió cuando yo solo era una niña, Lucas y yo nos instalamos en la casa que recibí en herencia de mi madre. Dos años después nacieron los mayores regalos que la vida me pudo dar, mis niñas.
Pasaron los años y éramos una familia muy feliz aunque con algunas complicaciones. Matriculamos a nuestras hijas en la escuela del pueblo en el que vivíamos, era una escuela pequeña, algo rústica pero era la más cercana y la única en ese pequeño pueblo montañoso. Mi esposo era maestro y empezó a trabajar en esa escuela desde que nos mudamos allí, por lo que confiaba en que mis hijas estarían bien en ese colegio y recibirían una buena educación.
Pasaron los años y todo iba cada vez mejor, las niñas crecieron y Akira e Iris estaban a punto de entrar a la universidad. Nos iba muy bien económicamente, por lo que decidimos vender la casa de mi madre e irnos a vivir a Madrid para que ambas tuvieran más oportunidades en sus estudios y su futuro. Recuerdo que fue un viaje largo en coche, mi esposo estaba muy cansado porque salimos muy temprano de allí pero yo no podía relevarle al volante porque a mí me daba miedo conducir fuera de las calles del pueblo o la ciudad. Es extraño, porque no recuerdo mucho más del viaje, supongo que porque han pasado ya tantos años. Recuerdo a mis hijas emocionadas por su nueva vida, aunque algo tristes por dejar a sus amigas de la infancia atrás, aunque les prometí que volveríamos al pueblo y las volverían a ver. Lo último que recuerdo de ese viaje es que desperté en una habitación blanca, con una decoración muy simple pero moderna, la cama también tenía las sábanas completamente blancas, sin una sola mancha. Me fijé en el sofá que estaba al lado de la puerta de la habitación y vi a una mujer sentada, parecía que estaba esperando a que despertara. Era una chica joven, de unos veinticinco años, morena y con los ojos verdes como dos esmeraldas. Confundida, me levanté y le pregunté que quién era y que dónde estaban mis hijas y mi esposo, a lo que ella me respondió que era amiga de Lucas y que había ido a dejar a las niñas en el campus de la universidad y él se quedaría durante una temporada en casa de su padre, ya que cayó enfermo de cáncer. También me dijo que me dormí durante el viaje y ellos me dejaron en la habitación de su nueva casa descansando, que se ocuparon de ordenar las cosas de la mudanza y que ella sería mi nueva amiga y vendría a verme todos los días.
Han pasado 43 años y no he vuelto a ver a mis hijas, todos estos años he estado esperando pacientemente a que sonara el teléfono de mi habitación, el cual no he movido de mi mesilla, y fueran ellas preguntando cómo estoy, pero supongo que están muy ocupadas en sus estudios y su trabajo y siempre estaré muy orgullosa de ellas y las querré muchísimo aunque no me llamen.
Tampoco he vuelto a ver ni a hablar en persona con Lucas pero Kate me dice siempre que le pregunto por ellos que están bien, que no tenía por qué preocuparme, pero que no sabía si iban a poder volver. Aunque no haya vuelto a verlos durante todos estos años, tengo la fe de que algún día volverán, no me importa lo que Kate diga, sé que volverán y volveré a verlos."
Así me contó su historia la paciente Jade Díaz Gutiérrez, doctor Bruno, ya me he despedido de ella y le he explicado que tenía que irme y que vendrías tú, buena suerte.
Como ya os habréis dado cuenta, Jade no estaba realmente en su nuevo hogar, durante el viaje Asturias Madrid la familia tuvo un grave accidente de tráfico en el que tanto Akira e Iris comoLucasmurieron,Jadefuelaúnicasuperviviente,perosalió de allí gravemente herida. Fue trasladada a un hospital psiquiátrico de Madrid tras presentar síntomas de delirios mentales, ya que no aceptaba la muerte de su familia y esperaba que ellos volvieran algún día. La doctora Kate Silva, al conocer su historia, se ocupó de su cuidado psiquiátrico en la clínica y para su tratamiento le dijo lo que Jade narra anteriormente. Ahora que a Kate le toca jubilarse, le pasa el caso al doctor Bruno Ortiz, el cual se ocuparía de Jade hasta su muerte.
El doctor Ortiz entró a la habitación de Jade y ella no tardó en preguntarle:
¿Como están mis hijas y mi esposo?