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Templo d
Ll
egar al templo de Barbar es toda una odisea, si bien, desde la carretera encuentras un cartel de color marrón, eso indica lugar de interés arqueológico, cuando encaminas el acceso que te indica dicho cartel y crees que en breve accederás a él es completamente una ilusión. Dicho cartel te envía al centro de un pueblo polvoriento, sin aceras, con una edificación desigual y, a menudo desvencijada. Intentas buscar otra indicación que te lleve al yacimiento, pero tu intento es nulo y no te queda mas remedio que parar el coche y preguntar a algún vecino de la zona, acción nuevamente ardua porque apenas se habla inglés, al final recurres al mundial lenguaje de los signos y a alguna que otra ayuda con el teléfono móvil. Por fin llegas y, te encuentras con una gran parcela acotada por una destartalada valla vigilada por una garita mugrienta de la cual sale a recibirte un guardia, que bien
podría haber salido de una película casi de terror, su uniforme luce trazos de las diferentes comidas engullidas por él en esa semana o quizás quincena. Al abrir la boca para preguntarte sobresalen dos dientes y poco más, pero detrás de su aspecto dejado y aburrido aparece una serena amabilidad dándote la bienvenida a su segunda casa a la que poca gente se acerca. El espacio está divido en dos partes, una el propio yacimiento y la segunda un pequeño, diminuto museo en el que se puede contemplar fotografías explicando su historia y las piezas allí halladas. Está ubicado en el pueblo de Barbar, en la gobernación norte de Baréin, está considerado parte de la cultura Dilmun.