Camarera de Honor Desde este boletín, doy las gracias a mi Presidente y Junta de Gobierno por concederme el título de CAMARERA DE HONOR.
Es para mí un privilegio ostentarlo, mi padre ya me puso de Camarera cuando yo tenía 11 años, apenas entendía lo que significa. Cuando murió en el año 1977 comprendí por qué me lo dio. Él quería que cuando faltara siempre hubiera alguien pendiente. Desde aquel día hasta hoy, he estado ligada a mi Hermandad con todas las Juntas de Gobierno que han estado, ayudando en todo lo que puedo.
Quiero hablar de mi Carreta. Ella forma parte de mi vida. Cuando yo nací, ya vivía en mi casa, es como si formara parte de la familia. Cuantas veces he jugado de niña subida en la vara de tiro.
Mi padre la puso en el testamento diciendo que hasta que no le construyeran una capilla, la Carreta siempre tendría su lugar en la casa.
Recuerdo un año que la Carreta por el camino se enganchó en un pino y se le partió la parte delantera. En ese momento me pareció que era yo la que se había enganchado. Fue un sentimiento difícil de explicar, algo mío se partió y sin poderme aguantar salí llorando. El año que se construyó la Casa Hermandad, tal vez sería casualidad o cosa del destino, dijo el carpintero que la Carreta estaba vieja, que había que sustituirla por una nueva. Parecía que la Carreta no quería salir de mi casa, su misión había terminado. La Carreta que estrenó la Capilla ya fué una nueva. 9