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CRISTINA

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claudia ruiz caro

claudia ruiz caro

HEEREN de pureza al mundo

■ antonio jiménez cuenca | Quería el flamenco una mecenas y fue Antonio Ruiz Soler quien se la dio. El embrujo de Antonio, el Bailarín, quiso que el flamenco ganara una firme defensora de sus valores. Condesa de Heeren, amiga del torero Antonio Ordoñez, de Orson Welles y de los Kennedy, la neoyorquina Cristina Heeren se sintió en la obligación de pelear por un arte que, considerado menor, ella sentía como supremo. De aquellos principios en los tablaos madrileños hasta ser académica correspondiente por la ciudad de Nueva York en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, Heeren ha recorrido toda España, estableciendo su Fundación, primero en Santa Cruz, para, veinte años después, cruzar el Guadalquivir e instalarla definitivamente en la calle Pureza de Triana. Muchos de los grandes artistas actuales del género han salido de las aulas y las tablas de la Fundación Cristina Heeren.

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Cuéntenos, ya que estamos, el porqué de los Premios del Flamenco que su fundación acomete año a año.

Casi desde el principio de la Fundación, hemos celebrado concursos, porque es la única manera de ver al artista, al joven artista. Pero ahora tenemos a este magnífico patrocinador que es Acciona y ya lo hacemos a otro nivel. Son premios de cante, de baile y de guitarra de acompañamiento. Hay premios en metálico, pero creo que lo que verdaderamente ganan es la posibilidad de disfrutar de una beca.

¿Qué recuerdos tiene de la productora Pureza?

Tengo recuerdos maravillosos, parece mentira tantos años. Esa época fue muy bonita porque descubrí los festivales. Entonces pensé: ¿Habrá un cantador que se pueda exportar? Y conocí a Calixto Sánchez y juntos hicimos un disco, yo de productora. Y al año siguiente con José de la Tomasa, que fue otra mara-

Sí, hay diferencias. Era un flamenco más simple y fácil de seguir dentro de la complejidad que tiene. Sobre todo, las guitarras eran muy diferentes. Una guitarra quizás más flamenca, más sencilla y muy emocionante. El baile también, aunque Antonio el bailarín en aquella época ya era bastante técnico. Sí, a veces creo que el flamenco se ha complicado demasiado. Cuando vivía en Madrid, el guitarrista que destacaba era Luis Maravilla, luego llegó Serranito, que tenía un toque muy intenso y rítmico, y surgió Paco de Lucía. Tenían la base de guitarrista de acompañamiento, que es absolutamente fundamental, por eso nos concentramos aquí en la guitarra de acompañamiento. Esto es lo que abre puertas para el trabajo.

Precisamente, en la Bienal de Flamenco de Sevilla, el Giraldillo del toque era al guitarrista más completo, incluyendo el acompañamiento. Ahora, ese concurso ya no existe. ¿Cuál es su opinión de la Bienal de Flamenco de Sevilla?

Me acuerdo de la Bienal de la época de José Luís Ortiz Nuevo, y a mí esas bienales me parecían más interesantes, francamente. Ahora se han introducido muchas cosas vanguardistas de baile contemporáneo, muchas sin calidad. Me preocupa un poco que a la Bienal viene mucha gente de fuera y piensen que, en el flamenco, por ejemplo, es normal bailar desnudo. Hay ciertas cosas en el flamenco que hay que mantener. Si hay una cosa que aporta, que es una evolución del género, pues es aceptable, pero esto otro ¿realmente qué aporta?

¿E integrar el flamenco en la Academia de Bellas Artes?

Sí, esto sí me ha dado mucha alegría, porque el flamenco es un arte al que hay que respetar. Y ya era hora de que se reconociera como tal. Para mí, ha sido un honor enorme ser el instrumento para que el flamenco esté en Bellas Artes.

¿Y no cree que hay una cierta contradicción entre el flamenco, como expresión popular, y lo académico?

No lo creo, porque el flamenco ha pasado de ser así a lo más refinado. Y siendo un arte, en Bellas Artes tiene que estar. No lo veo contradictorio.

En colaboración con la Universidad Loyola, han puesto en marcha estudios de Grado en Flamenco.

Sí, estoy muy contenta porque hemos conseguido dar un diploma y creo que ahí hay una evolución. Porque lo que es una tragedia es que el flamenco no se haya enseñado en las escuelas. Y ya que en España es tan importante tener un título se tendría que poner, ya que hay títulos en gastronomía, mecánica, peluquería. El flamenco que es algo específico de aquí debe tener su propio departamento.

¿Qué siente Cristina Heeren cuando ve a Argentina, Manuel Lombo o Rocío Márquez, artistas que están triunfando y que se han desarrollado como profesionales en su escuela?

Me entra una gran felicidad y estoy muy orgullosa de ellos. Como de otros que tienen menos nombre pero que han entrado en el mundo profesional, como Sebastián Cruz y Vicente Gelo. Los dos estaban en clase juntos con Naranjito de Triana. Esto es maravilloso porque demuestra que si estudias, puedes ser profesional.

Pues hay que procurar que no. Aquí le damos mucha importancia al individuo. Después de que haya aprendido todo lo que hay que aprender, que es mucho, el alumno tiene que encontrarse y empezar a expresarse. Como los buenos escritores que, por ejemplo, van a aprender a Oxford y después deben encontrar su línea.

Si tuviera que pensar en algún artista que le emociona, ¿cuál sería?

Pues hay muchos y me daría miedo olvidarme de alguno. Yo soy más exigente y me cuesta más emocionarme con el baile. Pero tengo que mencionar a Rafael Campallo, no lo puedo evitar. Y luego, ex alumnos como El Choro, Juan Tomas de la Molía, Alberto Sellés, que también le gusta el cante y es muy artista, también Eva Yerbabuena por soleá. Y a la guitarra Miguel Ochando, de Granada, que toca con sentido y sin virtuosismo. Me acuerdo también de Juan Habichuela, ¡qué maravilla! Y Diego del Gastor.

Con la pandemia, los tablaos entraron en crisis y desaparecieron muchos de ellos. ¿Cuál es su opinión sobre los mismos?

Los tablaos han sido una escuela de disciplina. De ahí han salido muchos: Milagros Mengíbar, Merche Esmeralda y actualmente Pastora Galván. Entre 1961 y 1962 pasé un año estudiando en Madrid. La costumbre, entonces, era que después de cenar se iba al tablao, era lo normal. Aquí nunca ha sido así. No conozco ni un sevillano que vaya a un tablao, porque en Sevilla han estado desprestigiados. Al mío vienen arrastraos, pero después les gusta y repiten.

La Fundación está inmersa en varios proyectos, por ejemplo, tiene convenios con la Fundación Alalá. ¿Qué otros proyectos de futuro tiene?

Pero mucha gente del flamenco piensa y cree que se lleva en la sangre y que no se puede estudiar.

Creo que esta teoría está ya perdiendo la credibilidad, porque no es así. El arte es técnica y talento. Y no vamos a enseñar a ser artista aquí. Sin embargo, la técnica es algo que les va a permitir volar. Porque ya no tienen que pensar en lo que están haciendo sino en recibir la inspiración. Y en el arte, siempre es así, en la pintura es así, en todas las disciplinas.

También ha comentado que el flamenco es más técnico ahora y que la esencia se diluye. ¿No le preocupa que al crear un estándar académico esa esencia vaya perdiéndose?

Queremos poco a poco ir metiendo el flamenco en las escuelas. Hace unos años salió una ley y nadie la ha respetado. Tenemos que formar a los profesores de música, y porque la mitad no saben lo que es el flamenco. Una formación básica, para que los alumnos sepan que existe y que es un tesoro que tienen aquí y que se le tiene que dar su sitio. También me gustaría que tuviéramos más intercambios con el mundo del cine y con los museos. Que se vea que el flamenco es un arte como cualquier otro arte.

Después de viajar por todo el mundo, ¿es Sevilla su ciudad?

Yo no soy mucho de ciudad, yo soy más de campo. Mi sitio es el campo de Granada. Que me entierren allí. Me pregunta: «¿Dónde tienes raíces?», y la verdad es que no lo sé. Pero quiero que me entierren debajo de una encina en el campo de Granada.

Míster David Aglow, un cañailla de la Gran Manzana

El neoyorkino David Aglow fue profesor de literatura y redacción en distintas universidades de los EE. UU. Luego fundó un sello discográfico, The Vital Record, dedicado a la música de raíz del mundo. A finales de los 80, recaló por Madrid donde conoció la noche flamenca en lugares tan míticos como La Cueva del Candela o la Sala Revolver. Fueron los compases y la armonía de Paco de Lucía los que le indicaron el camino y, paso a paso, miga a miga, llegó a La Isla a la que nunca más, dice, dejará de volver. Ahora, desde su retiro en las montañas, nos cuenta su experiencia de vida en relación con el flamenco y a este trocito de tierra forjadora del flamenco. Sus últimas producciones han sido un disco de un guitarrista ciego de Zimbabue y un libro/CD con el material grabado del mundo flamenco de La Isla, una ciudad inalterada, como él mismo la define. Ahora, alejado del vértigo de la Gran Manzana, reflexiona para La Fragua sobre este arte tan nuestro como suyo. Actualmente vive en las montañas donde, dice, se vive mucho mejor.

¡Bienvenido, Dave!

Amigo Dave, ¿que te impulsó a conocer el flamenco? ¿Cuándo la primera vez y a través de quién?

Con veintiuno o veintidós años, me fui a vivir a Madrid. Siempre he sido un amante de la música, sobre todo la música de raíz de los EE. UU.: blues, country, folk, etc. En España, en aquella época, me resultó difícil de creer la música que sonaba por el radio. «Aquí no hay playa, vaya vaya», cosas así. El rock y pop español me parecían, con perdón, vergonzosos.

Pero sabía que tendría que haber otras cosas y un día escuché algo, no sé dónde, pero era guitarra y era Paco de Lucía. Y dije, ¡pues, eso es! Así, empecé a buscar flamenco en la guía de ocio de Madrid. Llegué a conocer el verdadero Candela. Me enteraba de conciertos. Estaba el club Revolver, que programaba Los Lunes Flamencos de Revolver. Como los flamencos de Madrid en aquella época no tenían que madrugar y les daba lo mismo un lunes o un viernes, pues, se montaban cosas increíbles allí. Yo sí, tenía que madrugar, pero valía la pena. Un lunes vi a Enrique Morente y aquella noche me enganchó para siempre. Era una cosa fuera de mi voluntad.

¿De todas las ciudades de Andalucía que son emblemáticas en el flamenco, por qué San Fernando, La Isla?

Bueno, es una historia larga, pero lo haré corto. Primero, es de donde viene Camarón, y había venido alguna vez para ir a su tumba (¡la primera vez estaba cerrado!). Segundo, en el Womex , conocí a Chico Manager. Y tercero, como dice un gran flamenco de La Isla, el Niño del Parque: «¿por qué? ¡Yo qué sé! Porque dios lo quiso así. Hay cosas en este mundo que son así y no tiene explicación»

¿Qué descubres aquí en La Isla?

Descubro aquí un mundo que siempre creía que existía, pero nunca había encontrado. Es difícil de explicar. Descubro muchísimas cosas, en los esteros, en la playa, con la música, en los bares y restaurantes, en la calle, pero, para mí, todo viene de la base de los cañaíllas, desde hacer la compra o cualquier cosa rutinaria que haga, hasta las juergas.

Hay un cariño y un calor humano que cuando lo encuentras, algo muy dentro de ti lo reconoce. O por lo menos algo muy dentro de mí lo ha reconocido. Y la gente no se esfuerza en demostrarlo. Simplemente sale de una manera muy natural. Yo noto esta sensación de un cariño natural por todos partes que, desde mi punto de vista, ya va faltando en el mundo.

¿Es Camarón un motor para la ciudad?

Realmente no puedo opinar sobre esto. Pero creo que hay bastante flamenco en La Isla y no solo hay que contar con Camarón. Siempre ha habido flamencos allí y no es que Camarón sea simplemente uno más ¡claro que no! Pero debería ser «Camarón de La Isla» y no «La Isla de Camarón». Es mi opinión.

¿Quién te impresionó más de todos los artistas que has conocido de esta zona?

Eso no puedo contestarlo por razones obvias. Los quiero a todos. Lo que sí voy a mencionar es «la vieja guardia». He aprendido tanto con amigos como

Paco el Veterinario o Pedrín de La Isla. Ellos me han enseñado un poco a escuchar. Me han enseñado tantos detalles que sin sus consejos perdería. También quiero mencionar otro tesoro de la zona de esta generación: La Tía Mónica. Solo la he conocido un par de veces, pero ella es un huracán gaditano, con tantísima experiencia y conocimiento flamenco. Así, destaco a estos.

¿Crees que aunque el flamenco sea una oportunidad para San Fernando corre el riesgo de perder su esencia? ¿Sería lícito hacerlo pensando en los beneficios que le puede aportar a la ciudad?

Yo no quiero que San Fernando cambie. Pero los isleños tal vez sí quieren cambiarlo. Así que es asunto vuestro. Pero, por ejemplo, si se desarrolla la playa de Camposoto, ¿qué estaríais ganando? Para mí, ahora está perfecto, pero no genera así dinero, supongo. Puedes cambiarla para que genere dinero, pero ¿qué has perdido? Y lo más triste es, después de que pasen los años, la gente ni siquiera sabrá que han perdido algo. Algo parecido ocurre con el flamenco. No sé cómo nutrir y alimentar la raíz y a la vez cosechar.

Entonces, ¿piensas que el flamenco corre riesgos en La Isla?

Este es un asunto enorme. A mí me suelen acusar de ser demasiado conservador en este aspecto, y realmente ¿quién soy yo para opinar sobre esto? Esto lo decidirán los flamencos y los isleños. Pero el riesgo desde mi punto de vista es la presión de las modas musicales y de la tecnología. Todo está cada vez más mecanizado, más computarizado, más mezclado, más generalizado. La música está perdiendo identidad propia y las tradiciones y las culturas que la han producido están desapareciendo. Supongo que es natural. Pero ahora todo se acaba en un lío global — algo homogéneo— y, en gran parte, resultado de un ordenador. Cuando yo llegué a España en 1989, era otro mundo. Estaba muy incómodo al principio porque todo era diferente para mí. La comida, las horas, las costumbres, etc. Ahora llegas a Madrid y no sabes si estás en NY o Ámsterdam o yo que sé, ¿sabes? Hay gente que le gusta eso. Que llegan a Tokio y piden un Starbucks y se comen un McDonald y creen que están en Japón. Nunca estaré de acuerdo con eso. Sí, todavía se puede tomar churros con chocolate en Madrid. Pero ahora es un montaje: mira, estoy tomando churros con chocolate y lo suben a Instagram. Perdón, pero me cago en todo eso. Temo que eso nos pasa con la música también. Y pasa sin darnos cuenta. No es solo una amenaza, ya viene y está devorando bastante.

¿Cómo está el flamenco en New York?

Desde que veo flamenco en La Isla, el flamenco en New York no existe, a menos que venga algún gaditano de gira. He tenido el honor de compartir la ciudad un poco con los flamencos que han pasado por allí: El Trini, Antonio Lizana, Adriano Lozano, Ana Polanco, Epi Pacheco. ¡Cuando ellos están, el flamenco de NY va muy bien!

¿Cuándo volverás?

Llevo un buen rato ya echándoos de menos. Nunca ha pasado tanto tiempo para mí sin tocar España desde que vine en el 89. Y ahora, realmente, solo voy a La Isla. Paso por los Madriles para saludar a algunos amigos. Pero después me voy directamente a La Isla y ¡me cuesta cruzar el Puente Zuazo de vuelta!

El flamenco de La Isla. Análisis DAFO

Debilidades Amenazas

No ser tan conocida fuera como otras ciudades flamencas, por ejemplo, Jerez. El buscar maneras de adaptarse a modas de fuera. También me extraña que los isleños no «flamencos» no se interesen mucho por los recursos culturales que tienen aquí mismo.

Ya expliqué un poco arriba. Por ejemplo, ya intentaron quitar el Bartolo y poner no sé qué porquería allí. Y lo que más me molesta es que hay gente que van al Bartolo y no lo ven. Ven algo que se tiene que «modernizar». ¡Vete al Bahía Sur entonces! Algo nos pasa con los ojos y el alma si no reconocemos lo mágico de La Casería tal y como estaba. Una tragedia.

Fortalezas Oportunidades

Existe el flamenco como una parte de la vida real. Como aquí desde pequeño se juega al béisbol. En La Isla, puedes aprender flamenco de modo natural.

Pues, según lo que he visto y lo que me han dicho, no hay tantísimas oportunidades allí con el flamenco. Yo me acuerdo de ver Homenaje a Mariana Cornejo el primer año que fui. Con Ana Polanco y se me olvida el nombre del monstruo extraterrestre que le tocaba la guitarra. Para mí fue una experiencia inolvidable. Flamenco gaditano puro, guitarra, voz y palmas. Con una marcha y un compás brutal. La entrada era 10 euros, creo. No se llenaba. Te juro que todos los guiris que van a sus tablaos para su experiencia flamenca nunca han visto nada parecido y pagan cinco o diez veces más. Hay mucha potencia, pero cómo convertirlo en portunidades reales, no sé.

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