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DESDE LA RED
Comienza con el tirititán llamando a los duendes del muelle de Cádiz, bailando las manos como gaviotas acompasadas (0’20”-0’29”)
«Que no paran de llamarme... por las calles de La Isla». Templaíto, arrastrando el marineras con chulería.
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«¡Ay Pepita la descoloría!» (2’34”-3’00”); se mete el cante lastimado de admiración en cada costado.
«Se la quitao un marinerito con palabritas de amor ». ( 3’18”-3’22”); ticotea taconeando con la voz.
Alegrías. Chano Lobato. 1990
■ juan antonio iglesias, trysko | Si uno piensa en los cantes de Cádiz y sus estandartes, le vienen a la cabeza figuras como Aurelio Sellés, Pericón, La Perla... Si en cambio piensa en quién sobrevivió a ese universo, nos lo contó y nos lo cantó con esa sabiduría, esa gracia, ese age, nos viene a la cabeza el tito Chano.
Venerable cantaó patrá con Antonio el Bailarín, Manuela Vargas o Matilde Coral, fue en sus últimos años de carrera cuando obtuvo el beneplácito del público para ser el maestro de ceremonias. Su anecdotario bordaba el oficio de cantaó cuando eran tiempos de miseria; es mítica su versión del origen del tirititrán (entradilla de las cantiñas) que, según él, fue Espeleta con una tajá mu gorda, mascullando la letra para acompañar el baile por alegrías.
En este cante por alegrías, acompañado a la guitarra de José Luis Postigo, despliega toda su artillería de trompicones, engarces y contras que hacen a las cantiñas un cante de compás, de salero y por lo tanto muy característico de este rincón marinero.
«Qué es lo que tienes carita de rosa que estás tan llorosa». (3’26”-3’30”); silabeando a la contra del golpe de guitarra, una innovación de Chano que produce sensación de balanceo al oído.
«Domina un querer, yo no le critico a nadie que le domina un querer». (5’35”-5’38”); susurra, asuca en cande.
«Hay un carril de Sanlucar al Puerto que lo había hecho la Mirri de ir y venir». (7’40”- final); marca el paso y la trayectoria de la Mirri con toda la voz de su cuerpo.
PARA VER EL VÍDEO:
■ juan antonio iglesias, trysko | Es posible que, al lector de esta sección, esta instantánea abigarrada de flores, colores y formas le provoque una estridencia visual y estilística que, dado el perfil de la obra del genial artista bonaerense, no casa con sus bellos blancoynegros de líneas estudiadas y elegantes.
En este retrato en tres cuartos o americano de mujer gitana vestida con blazer acinturonado, estampado con lunares y flores, ataviada con zarcillos de coral negro, apoyada en columna salomónica y rodeada de frondosas gitanillas de color rosa, Lamarca nos muestra a Fernanda Jiménez Peña. La otra, es Fernanda de Utrera...
Por todos conocida como el último baluarte del cante utrero-lebrijano, la solearera por excelencia, la voz descascarillada y agónica que, en sus extenuados suspiros, llevó a la excelencia el cante de valentía, aquel que produce en el aficionado expectativas, ahogo y alivio en la secuencia de un envite imposible por soleá. En su ceño arrugado y su mantón exprimido en un puño, ella guardaba el secreto del último aliento que la salvaba de la lid. Su voz oscura y profunda y sus jipíos de apnea paroxística eran en sí mismo el luto. Sin embargo, en un hermanamiento lleno de complicidad (fruto de un paseo por Utrera con Moreno Galván), el mago del retrato en blanco y negro y la enlutada perpetua se salen de la norma que los ha elevado al éxito para regalarnos una amable intención: llenarnos de luz y color la mirada. Sin saberlo, el autor retrata a su alter ego, su hermana Bernarda, en esa columna entorchada sobre la que se inclina Fernanda, sosteniéndose o apuntalándola, en un binomio épico que dejó en Utrera los mejores versos del libro de oro del cante.
La obra formaba parte del catálogo de Pepe Lamarca en color, una muestra que, con motivo del 28º aniversario del fallecimiento de Camarón, pudimos disfrutar en la galería de arte ERA de San Fernando.