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El duende Pellizco

Ran-Ran, hija de los Tahitán, siempre había hablado guitarro, la única lengua que le permitían sus padres. Su mejor amigo era Ticotán, un caballo de lunares que tiraba del carromato de su abuelo Ojú, que vendía chatarra por los mercadillos pregonando con su guitarra:

Clin-clan, clin-clon, vendo cazos de latón; clon-clin, clin-clan, con mi caballo alazán.

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Un día de calor, Ran-Ran paseaba con Ticotán junto al río y vieron una cascada de agua del color del cristal y se acercaron a beber.

—¡Qué fresca está el agua! — dijo el caballo, y salpicó a Ran-Ran, que se metió bajo el chorro de la cascada gritando alegre y chapoteando en el estanque. De pronto oyeron cómo lloraba un niño detrás de la cortina de agua.

—Ajaiiiii, ayyyyy, ayyy, ayayyyyy… (quejío flamenco).

Ran-Ran se acercó curiosa para ver qué le pasaba. El pequeño, al ver que se aproximaba alguien, se escapó corriendo por una grieta de la roca sin decir nada y huyó sin que Ran Ran pudiera hablar con él.

—Eeeeeeh, pero ¿dónde vas? ¡Vuelveee! Yo solo quiero ayudarte— gritó la niña.

A su llegada a casa, Ran Ran le explicó al abuelo Ojú lo sucedido y este le regañó:

—No debes hablar con los Quejíos, son seres de distinto color y vienen de muy lejos con costumbres distintas a las nuestras. Ni se te ocurra volver a pisar esa cueva— gruñó el viejo.

La pequeña Ran Ran se marchó triste con su guitarra.

Pensando en el llanto del niño, comenzó a tocar su instrumento con sonidos increíbles que jamás habían salido de sus manos. En ese mismo instante, apareció una figura de la hoguera en la que se calentaba; era rojo con lunares amarillos, como las llamas.

Brincaba de un lugar a otro como un duende saltarín pellizcando a Ticotán, que escuchaba a Ran Ran tocar su guitarra.

Tal y como vino, desapareció rápidamente.

— ¿Has visto eso? — interrumpió el caballo.

— ¿Qué ha pasado? — dijo Ran Ran.

—No lo sé, pero me ha hecho cosquillas, aquí, en el pecho— dijo Ticotán, señalándose con su pezuña.

A la mañana siguiente, Ran Ran cogió su guitarra e intentó tocar la misma música que había hecho salir al duende del fuego, pero no lo conseguía y se enfadó.

Ticotán, al verla disgustada porque no le salía la música, la montó en su grupa y le dijo:

—Vamos a buscar a ese niño que tiene magia en su llanto.

Ajaiiii, aaaaaayyyyy…

A mí me llaman Ajaiiii. Vengo de tierras lejanas. Me gusta cuando despierto saludar a la mañana. leré, ay lerá le la loy-leré, ay tirititran.

En el techo de la cueva había un murciélago colgado boca abajo que, con ese alegre soniquete, empezó a batir sus alas al compás y con alegría:

Pla-pla-plá

/ Pla-pla-plá

El entendimiento entre las gotas de agua, la voz de Ajai, la guitarra de Ran Ran y las alas del murciélago era tan bonito que Ticotán se puso a trotar alrededor de la hoguera:

Ticó-ta-tan TÁN / Ticó-ta-tan TÁN

Cuando llegaron a la cueva, el niño jugaba con el sonido de las gotas que caían del techo, y su voz acompañaba al ritmo:

(El lector se acompaña con pitos por tangos) Soy un pobre vagabundo (pli-pli-plí) que no entiende de fronteras. (pli-pli-plí) Mi casa se llama mundo (pli-pli-plí) y duermo sobre la tierra. (pli-pli-plí)

Para no interrumpir su canto, Ran-Ran acompañó al compás su guitarra:

Con todos los sonidos en el aire y el caballo bailando alrededor de la hoguera, apareció el duende Pellizco y comenzó a hacer cosquillas pasando de unos a otros mientras todos reían y olvidaban sus problemas y penas. El abuelo Ojú, que andaba buscando a su nieta preocupado, oyó el jaleo que había en la cueva y se asomó intrigado. Al ver a Ran Ran disfrutando y jugando con su nuevo amigo, comprendió que no importa lo diferente que seamos, nuestro color de piel o nuestras costumbres; siempre hay un motivo para jugar y cantar unidos. Y con su voz vieja y cascada, se unió al conjunto diciendo «¡oleeeeeeeeeeeee!», que en guitarro significa «eso está bien».

Trin tran Trín / Trin tran Trín…

El chico se quedó de piedra al oír la guitarra, pero esta vez no huyó, sino que, sorprendido y emocionado, siguió cantando su llanto:

Supernova

Cristian de Moret.

El multinstrumentista, arreglista y cantaor onubense Cristian de Moret deja su impronta en el nuevo y panorámico mestizaje flamenco, contemporizando el flamenco más puro con el blues, el jazz, el rock progresivo y el funk. Soniquete y groove se miran cara a cara en un citoplasma en el que flotan Camarón, Ray Charles, la Paquera, Pearl Jam, Morente o los Chili Peppers entre otros. Cantes de trilla, abandolaos, deblas y seguiriyas dan fe del añejo timbre y solvencia del maestro fandanguero que se acompaña de Manuel Imán, Jorge Pardo y Antílopez en este viaje. Un trabajo vanguardista con muchas horas de estudio que dan como resultado una obra redonda y simétrica.

Filosof A Del Flamenco

Nolo Ruiz. Editorial Samarcanda.

Como si de una advertencia se tratara, deja el autor muy claro desde el inicio que estamos ante un libro de filosofía, no de flamenco. Y no le falta razón, aunque su obra está vertebrada por conceptos y principios que solo desde la flamencología se pueden digerir. Siguiendo a Dilthey, deja entrever Ruiz que el flamenco se comprende mejor que se explica, y que esta razón-reflexión del jondismo no es académica sino intuitiva, y está impregnada de una libertad que se grita en forma de quejío; y en el quejío, como en la filosofía, las preguntas son más importantes que las respuestas.

LA SOLEÁ. Afluencias y confluencias.

Pepe Linares.

José Poza Rodríguez, Pepe Linares, pertenece al grupo de los imprescindibles. Cantaor y guitarrista, es el responsable directo de la creación de buena parte de la afición flamenca del Mediodía francés. Junto al dibujante, ilustrador y colaborador de la Revista La Fragua Eddie Pons y el desaparecido productor musical Bernard Souroque, fundó el Festival Flamenco de Nimes, que ha cumplido este pasado enero sus treinta y dos ediciones. Nos trae aquí Pepe, un estudio exhaustivo de los estilos de soleá, las aportaciones recibidas y las influencias que ha ejercido, como estilo fundamental del flamenco, a lo largo de la historia del mismo. De ahí el subtítulo de Afluencias y confluencias. En el libro, Pepe «nos canta su amor por el flamenco trazando la historia de la soleá, el corazón de este arte». Una obra rigurosa, ampliamente documentada y con el estilo inconfundible del maestro Pepe Linares, donde se mezclan la investigación y las aportaciones autobiográficas. Gracias, amigo, por darnos esta obra sobre la soleá, imprescindible para la afición flamenca.

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