BCN MEDIC Especial 3a Edad

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TRAUMATOLOGÍA

Osteoporosis, cosa de la genética ¿Qué es? La osteoporosis es una enfermedad que afecta al 15% de los hombres y al 30% de las mujeres, caracterizándose por una reducción de la densidad mineral del hueso y, por tanto, por una alteración importante de la estructura ósea y un aumento en la posibilidad de que ocurran fracturas. No obstante, no todas las personas con osteoporosis sufren fracturas debido a la reducción de la densidad mineral ósea, sino que hay diversos factores asociados. En un año, la osteoporosis es la causa de 8,9 millones de fracturas en todo el mundo. Puede estimarse que, aproximadamente, entre el 50 y el 80% de las fracturas están determinadas genéticamente. Actualmente está demostrado que hay relación entre la presencia de varios polimorfismos, la posibilidad de sufrir fracturas y los tratamientos osteoporóticos.

Carga genética El hueso es un tejido vivo que está en constante regeneración. Nuestro organismo destruye y construye hueso sin cesar. El problema es que a partir de los 40 años la pérdida supera a la renovación. Pero eso no quiere decir que estemos en la antesala de la osteoporosis. Todo dependerá de factores internos como nuestra reserva ósea (si tenemos poca o mucha masa ósea). Los factores externos también influyen y tienen un efecto preventivo (práctica de ejercicio, dieta rica en calcio, vitamina D). Y es en los factores internos donde la genética tiene un papel clave: entre un 50 y un 70% de nuestra masa ósea se debe a factores hereditarios. Son muchos los genes o variantes genéticas que influyen en que tengamos más o menos riesgo de sufrir osteoporosis: En primer lugar, hay genes que tienen una función endocrino-metabólica o estructural del hueso. También encontramos los genes 12

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que afectan a la proliferación de los osteoblastos. En la construcción y destrucción de hueso intervienen dos tipos de células: osteoblastos (constructores de hueso nuevo) y osteoclastos (destructores de hueso viejo). Ambas células trabajan en equilibrio para construir masa ósea.

Prevención Se pueden tomar varias medidas para mantener los huesos sanos, fuertes y retrasar su desgaste. La dieta debe aportar todo el calcio necesario para la mineralización de los huesos. Esto supone mantener una alimentación sana y equilibrada en la que estén incluidos los productos lácteos. El calcio está presente sobre todo en los productos lácteos, frutos secos y pescado. Cuando la dieta no garantiza una cantidad adecuada de calcio, deben administrarse suplementos. En muchas ocasiones se asocia a la administración de vitamina D, ya que facilita la absorción y utilización del calcio. Respecto a la vitamina D, la exposición al sol

es fundamental para conseguir un buen aporte. Según algunos autores, puede ser suficiente con treinta minutos al día. Una ingesta reducida de estos minerales y vitaminas puede predisponer a padecer una enfermedad de los huesos. No hay que olvidar cómo en la etapa infantil la presencia de un desayuno insuficiente y la sustitución de esos elementos de la dieta por otros menos sanos puede dar lugar al desarrollo de estados carenciales. Estos estados carenciales producen anomalías incluso en el crecimiento y fortalecimiento de los huesos. Sin embargo, dichos estados carenciales pueden agudizarse de nuevo en los adultos y ancianos. Una dieta inadecuada puede hacer mella no solo en la salud de los huesos, sino repercutir en todo el organismo.

Ejercicio La falta de ejercicio físico influye de forma importante en la fortaleza ósea. Puede ser suficiente con realizar un paseo diario o ejercicios de gimnasia.

Se pueden tomar varias medidas para mantener los huesos sanos, fuertes y retrasar la pérdida de hueso

El sedentarismo da lugar a una disminución de la mineralización del hueso debido a la inactividad. Esa inactividad produce un descenso en las fuerzas y tensiones que actúan en el hueso. Aunque pueda parecer contradictorio, esa presión ejercida sobre el hueso ejerce un efecto revitalizador del mismo, favoreciendo la formación de nuevas trabéculas óseas. El sedentarismo también tiene otras muchas consecuencias, por ejemplo sobre el sistema cardiovascular. Ese sedentarismo puede ser fruto de unos hábitos de vida erróneos despreciando la realización de ejercicio físico incluso en el día a día, muchas veces por la excesiva comodidad que nos puede ofrecer la vida moderna. Esta inactividad puede ser mucho más acuciante en las personas mayores. La falta de oportunidades y el aislamiento al que se pueden ver sometidos favorece ese problema. Por otro lado, la degeneración de las articulaciones, con la consecuente aparición de artrosis, disminuye la posibilidad de evitar la falta de movilidad. Eso, unido a los dolores como consecuencia de las pequeñas fracturas que comprometen el hueso, aumentan la dificultad para moverse.


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