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Carmen Álvarez Lobato
visión satíriCa en “tablero de daMas”, de rosario Castellanos
Carmen Álvarez Lobato Universidad Autónoma del Estado de México
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Las piezas teatrales de Rosario Castellanos no son la parte más nutrida de su producción; y, a excepción de El eterno femenino (publicada de manera póstuma en 1975), sin duda la obra teatral más conocida y comentada de la autora, son en general poco estudiadas por la crítica especializada. Afrma Eduardo Mejía, en el prólogo de las Obras de Castellanos, que el teatro fue el lugar donde “más a gusto se sintió para escribir con humor y ligereza”.1 En efecto, en El eterno femenino la autora despliega diversos recursos humorísticos, no tan ligeros, ya que, como afrmaba en su ensayística a propósito de la función del humor: “Hay que reír [...] la risa, ya lo sabemos, es el primer testimonio de la libertad”,2 y completaba sobre la ironía: “es a
1 Eduardo Mejía, “Prólogo”, en Rosario Castellanos, Obras II. Poesía, teatro y ensayo, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 9. 2 Rosario Castellanos, “Si ‘poesía no eres tú’ entonces ¿qué?”, en Mujer que sabe latín, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, México, 1984 (Lecturas mexicanas, 32), p. 207.
veces bueno entrar en la casa de la ironía y mirar nuestra imagen refejada en espejos deformantes”.3 Tanto en El eterno femenino como en “Tablero de damas”, las dos obras dramáticas donde Castellanos utiliza el humor,4 la autora va más allá de la risa ligera producto de situaciones domésticas y ofrece una deformación caricaturesca que da cuenta de la condición enajenada moderna, tanto masculina como femenina.
“Tablero de damas” es la primera pieza teatral de Castellanos, aparecida en junio de 1952, en la Revista América.5 La recepción de la obra fue polémica, motivo por el cual pasó cuatro décadas en el olvido hasta que fue recuperada por Eduardo Mejía para la edición de las obras completas preparada por el Fondo de Cultura Económica en 1998.
Se trata de una obra sencilla, de tres actos, los cuales se desarrollan en un mismo sitio cerrado: una suite de lujo en Acapulco con vista al mar adonde llegan cuatro poetas y una narradora convocadas por Victoria Benavides, escritora también, secretaria y albacea de la sublime poeta Matilde Casanova.
El título de “Tablero de damas” alude, sin duda, a los movimientos precisos de las fchas en el tablero para coronarse en damas. El tema de la hostilidad de la vida y de las relaciones interpersonales vistas como un juego lo reescribiría después Castellanos en su poema “Ajedrez”.6
3 Cit. por Nahum Megged, Rosario Castellanos. Un largo camino a la ironía, El Colegio de México, México, 1994 (Jornadas, 102), p. 246. Llama la atención, sin embargo, la relación que establece la autora entre la ironía y la deformidad, ya que acerca la visión irónica a la estética de lo grotesco caracterizada precisamente por su anormalidad; parece que lo que Castellanos quiere destacar es una visión ambigua, propia tanto de la ironía como de lo grotesco. 4 En los dramas en verso Salomé y Judith está ausente el humor; el primero tiene como trasfondo el Porfriato y el segundo la Revolución mexicana. 5 Cf. Laura Guerrero Guadarrama, La ironía en la obra temprana de Rosario Castellanos, Universidad Iberoamericana / Eón, México, 2005, p. 62. 6 Porque éramos amigos, y, a ratos, nos amábamos; quizá para añadir otro interés a los muchos que ya nos obligaban decidimos jugar juegos de inteligencia.
El simbolismo del damero en esta pieza dramática alude al juego feroz del ambiente poético femenino plagado de egocentrismos donde las poetas, una a una, buscan denostarse entre sí y derrocar a la dama coronada, la poeta laureada, quien queriéndolo y no, las anula tanto personal como poéticamente.
Se trata de siete personajes principales: la poeta laureada Matilde Casanova; su secretaria Victoria Benavides; dos poetas maduras: Esperanza Guzmán y Teresa de Vázquez Gómez; la poeta frívola Eunice Álamos; la joven poeta Aurora Ríos y la autora de novelas policiacas Patricia Mendoza, más otros personajes incidentales.
Algunos críticos de Rosario Castellanos han apuntado la presencia de la ironía en la obra de la autora. Por ejemplo, el interesante trabajo de Laura Guerrero Guadarrama, quien observa diversos elementos irónicos precisamente en “Tablero de damas”. La ironía presenta un discurso oblicuo y distanciado, marcado sobre todo por contrastes entre acciones y diálogos. En “Tablero de damas”, sin embargo, las acciones y los diálogos que presenta la autora no son indirectos, sino sumamente francos, con contrastes que se aproximan más a una intención satírica. La crítica que realiza Castellanos hacia el mundo literario femenino no es oblicua, sino directa; si el ironista “debe a la vez censurar sus entusiasmos y acallar sus agravios”,7 el satirista
Pusimos un tablero enfrente de nosotros: equitativo en piezas, en valores, en posibilidad de movimientos. Aprendimos las reglas, les juramos respeto y empezó la partida.
Henos aquí, hace un siglo, sentados, meditando encarnizadamente cómo dar el zarpazo último que aniquile de modo inapelable, y para siempre, al otro. (Rosario Castellanos, “Ajedrez”, en Obras II. Poesía, teatro y ensayo, p. 182). 7 Pere Ballart, Eironeia. La fguración irónica en el discurso literario moderno, Quaderns Crema, Barcelona, 1994, p. 420.
está más cerca de la invectiva e incluso del insulto franco. El escritor irónico contempla de lejos los hechos del mundo o su propia vida; el satírico está mucho más adentro de las situaciones, por eso las condena de manera tajante:8
La sátira es la forma literaria que tiene como fnalidad corregir, ridiculizándolos, algunos vicios e ineptitudes del comportamiento humano. Las ineptitudes a las que de este modo se apunta están generalmente consideradas como extratextuales en el sentido en que son, casi siempre, morales y sociales y no literarias [...] el género puramente satírico en sí está investido de una intención de corregir, que debe centrarse sobre una evaluación negativa para que asegure la efcacia de su ataque.9
“Tablero de damas”, si bien tiene componentes irónicos, realiza una censura satírica de las costumbres del mundo literario femenino de mediados del siglo xx; su planteamiento del “deber ser” es claro. La sátira es una escritura de compromiso y tiene un fn eminentemente ético, en tanto condena un vicio y resalta, por lo tanto, una virtud, como bien afrma Hutcheon:
Es un ethos más bien despreciativo, desdeñoso, que se manifesta en la presunta cólera del autor, comunicada al lector a fuerza de invectivas. No obstante,
8 Ballart ubica algunas diferencias entre el discurso irónico y el satírico: “La principal diferencia que aleja las creaciones del autor satírico de las del ironista es que aquéllas están construidas sobre la falsilla de un programa moral inequívoco, de una obvia intención reformadora” (ibid., p. 418). Mientras que para Hutcheon ambos discursos permanecen unidos para una mayor efcacia irónica: “Cuando se trate de examinar el enlace del círculo de la sátira con el de la ironía, veremos que estos dos ethos se unen con mayor efcacia precisamente en la extremidad de la gama irónica donde se produce la risa amarga del desprecio”; y también: “Ahí donde la ironía coincide con la sátira, el extremo de la gama irónica (donde se produce la risa desdeñosa) se enlaza con el ethos despreciativo de la sátira (que conserva siempre su fnalidad correctiva)” (Linda Hutcheon, “Ironía, sátira, parodia”, en De la ironía a lo grotesco (en algunos textos literarios hispanoamericanos), trad. Pilar Hernández Cobos, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1992, pp. 181 y 184). 9 Ibid., p. 178.
la sátira se distingue de la invectiva pura por el hecho de que la intención de la primera es corregir los vicios que se supone han suscitado este arrebato. Esta noción de irrisión ridiculizante con fnes reformadores, es indispensable para la defnición del género satírico.10
Nahum Megged afrma que existen dos etapas bien marcadas en la obra de Castellanos: la primera donde expone la soledad, la búsqueda de unión, de contacto, diálogo y sus trágicas consecuencias, y la segunda etapa donde escribe sobre las consecuencias hechas ironía: “En cada etapa vislumbra la otra, así en la época posterior pugna por subir a los estratos que escriben la magia y la tragedia, el pasado busca resucitar, pues la liberación nunca pudo ser total”.11 “Tablero de damas” corresponde a la primera etapa, tanto por fechas como por una temática que incide en la soledad, la falta de diálogo y la escritura como sacrifcio, temas que desarrollaré más adelante.12
La Rosario satírica dirige su mordacidad contra individuos concretos. Los personajes de “Tablero de damas” son fácilmente reconocibles por un lector con las competencias adecuadas;13 las escritoras están apenas disfrazadas, pero conservan biografías, características físicas, rasgos estilísticos de
10 Ibid., p. 181. 11 Megged, op. cit., p. 54. 12 Sobre esta primera etapa y el tema de la soltería y la imposibilidad del cambio afrma Megged que “en estas líneas aparecen acompañando a Rosario Castellanos fguras continentales como Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Gabriela Mistral, con su maternidad frustrada” (ibid., p. 61). 13 “La comprensión de la ironía, como de la parodia y de la sátira, presupone una cierta homología de valores institucionalizados, ya sea estéticos (genéricos), ya sea sociales (ideológicos)” (Hutcheon, op. cit., p. 188). Y completa Ballart citando a Northrop Frye: “‘Para atacar algo, el escritor y el público tienen que estar de acuerdo con respecto a su carácter indeseable, lo cual signifca que el contenido de gran parte de la sátira que se basa en odios nacionales, en esnobismos, en prejuicios y en piques personales pasa de moda con gran rapidez’. Lograr un consenso duradero con los lectores obliga a la sátira a refugiarse en las convenciones y a atacar desde las mismas aquellos usos, costumbres y actitudes que todos los públicos hallarán reprobables” (Ballart, op. cit., p. 419).
su poesía y anécdotas del mundillo literario, de tal manera que, como bien apunta Eduardo Mejía, “Tablero de damas” se convierte en
Un retrato cruel, exagerado, terrible, de la sociedad literaria femenina en México en los años cincuenta. La principal protagonista es una versión de Gabriela Mistral, y la fauna dibujada muestra a las mujeres que escriben, más por una postura social que por vocación; deshaciéndose de frustraciones [...] Castellanos lamentaba que esta obra le hubiera acarreado problemas con la gente que se sintió identifcada con las protagonistas, pero admitió que tenían razón, que quienes había tomado como modelos sí eran las ofendidas.14
La acidez de la obra hubo de ser, quizás, el motivo por el cual fue discretamente silenciada, ya que, como comenta Dolores Castro a Laura Guerrero, algunas poetas mexicanas se sintieron aludidas, tanto así que alguna llegó a buscar a Castellanos pistola en mano para vengar la afrenta.15
14 Mejía, op. cit., pp. 8-9. 15 Años después Rosario se burlaría de las opiniones que generó esta obra: “En el dramático, por ejemplo, perpetré una ‘alta comedia’ que, amparada con el título de Tablero de damas, me hizo el favor de poner en evidencia el hecho de que yo no sabía manejar el diálogo y de que mis personajes eran tan rígidos y tan deleznables como que estaban manufacturados con cartón. Pero si desde el punto de vista literario Tablero de damas constituyó un fracaso defnitivo, desde el punto de vista social me ayudó a enemistarme con todas mis colegas escritoras, quienes se sintieron aludidas (y hay que confesarlo, algunas tenían razón) en la comedia de marras y no encontraron en su retrato ningún estímulo a la vanidad. El conficto creció mucho más allá de los límites que le correspondían hasta llegar a la redacción de la revista que había acogido bajo sus alas protectoras mi texto, y el desenlace fue que tal generosidad tuviera como recompensa la extinción de un órgano informativo que hasta entonces había sido tribuna de los principiantes, sitio de honor de los consagrados y refugio de los fósiles” (Rosario Castellanos, “Una tentativa de autocrítica”, en Juicios sumarios. Ensayos, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1966, pp. 431-432). Tiempo después, la autora volvería a utilizar la visión satírica en su célebre obra dramática El eterno femenino; al decir de Pulido Jiménez, en dicha obra “Rosario Castellanos emplea la comicidad para crear una sátira, para destruir mitos sobre los que se asienta la sociedad mexicana y para arrancar las máscaras bajo las que los hombre y mujeres se acomodan dispuestos a sacar partido de su posición [...] el
Castellanos cambia los nombres de sus modelos reales, más allá de cierta hipérbole. En efecto, “Tablero de damas” tiene como personaje central a Matilde Casanova, poeta soltera, “de una edad en la que el estado civil carece ya de importancia”,16 lo que puede relacionarse con cualquier otra escritora, pero la introducción del dato de que “acaban de darle el premio Nobel” (p. 283) apunta directamente a Gabriela Mistral, en efecto, soltera, sesentona por aquella época (la poeta recibió el Nobel en 1945) y hasta ahora la única mujer latinoamericana en recibir dicho galardón. En la obra, sus rasgos físicos, porte, estatura, enfermedad y las fechas de su estancia en México (1950-1951), corresponden con la realidad histórica de la poeta.
Castellanos retoma también, cambio de nombre mediante, la controvertida fgura de la secretaria de Mistral, la poeta norteamericana Doris Dana, Victoria Benavides en la obra, secretaria, portavoz y albacea de Mistral, como en efecto fue, y deja entrever la probable relación amorosa entre ambas y los celos no del todo ocultos que tuvo siempre Dana hacia Mistral:
aurora: Victoria es un monstruo. esPeranza: ¿Y las relaciones entre ambas? euniCe: ¿Tú crees que son sospechosas? (p. 302).
Es descarado el retrato que hace Castellanos de la poeta Guadalupe Amor (Eunice Álamos), específcamente en lo que corresponde a los lugares comunes en torno a Pita de “guapa, vanidosa, excéntrica, frívola” y mediana escritora, de allí que el mundo literario de la época cuestionara que fuera ella
objetivo principal es el de socavar las instituciones y las actitudes estereotipadas que oprimen a la mujer. El segundo acto de El eterno femenino es una buena muestra de esta intención desmitifcadora, ya que Rosario Castellanos elige un aspecto realmente fundamental en la identidad y confguración de una sociedad: sus fguras históricas” (Juan José Pulido Jiménez, “El humor satírico en El eterno femenino, de Rosario Castellanos”, Revista canadiense de estudios hispánicos, 1993, núm. 17, p. 484). 16 Utilizo la edición de Rosario Castellanos, Obras II. Poesía, teatro y ensayo, p. 279. En adelante anotaré el número de página en el cuerpo del texto.
quien escribiera sus versos, achacándole su autoría a Alfonso Reyes. En la obra de Castellanos, Pita-Eunice es incapaz, incluso, de escribir un autógrafo:
viCtoria: ¿Y por qué no improvisa una de esas décimas que le han ganado tan justa celebridad? euniCe: Yo no improviso mis décimas. esPeranza: Ya sabemos que no las improvisas tú. Así que te ayudaremos. Vamos a ver, yo te daré el pie (p. 297).17
El personaje de Teresa de Vázquez Gómez es el disfraz de la poeta Margarita Paz Paredes, caracterizada con cierta afectación en el hablar: “Pero si usted se oculta como la violeta, nosotras somos las obligadas a no
17 Ante las maledicencias de la época, Guadalupe Amor se defendía en un prólogo a sus Poesías completas (1951), poco antes de la publicación de “Tablero de damas”:
Como dicen que soy una ignorante, todo el mundo comenta sin respeto, que sin duda ha de haber algún sujeto que pone mi pensar en consonante.
Debe de ser un tipo desbordante, ya que todo produce, hasta el soneto; por eso con mis libros lanzo un reto: “burla burlando, van los tres delante”.
Yo sólo pido que él siga cantando para mi fama y personal provecho, en tanto que yo vivo disfrutando de su talento sin ningún derecho.
¡Y ojalá no se canse, sino cuando toda una biblioteca me haya hecho! (Guadalupe Amor, “Confdencia de la autora”, en Poesías completas (1946-1951), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1991 [Lecturas mexicanas, 45], p. 22).
permitir que permanezca la antorcha bajo el alud” (p. 292), “bajo el almud”, corrige otra; también se refere al nacionalismo exacerbado de su poesía y es acusada de “prostituir la poesía... en todos los certámenes, en todos los concursos” (p. 298).
Los otros personajes son Esperanza Guzmán (probablemente Margarita Michelena), quizás la propia Castellanos como la joven poeta Aurora Ríos y su amiga Patricia Mendoza, disfraz de Dolores Castro, en efecto, amiga de Castellanos.18
El primer acto está dedicado a la caracterización de los personajes por medio de una serie de diálogos punzantes que subrayan la envidia que tienen las poetas mexicanas a la poeta laureada; los celos y descalifcaciones de que son víctimas unas y otras, las vanidades de las publicaciones y los concursos literarios, las amistades con los famosos, la imposibilidad de la escritura, así como el robo del dinero del premio Nobel que hace la secretaria de Matilde, Victoria. El tono satírico se mantiene en el segundo acto, donde el único personaje que goza de cierta ingenuidad es la joven poeta Aurora, quien expone las vanidades de las otras y defende a ultranza a la cansada y enferma Matilde, presente en la reunión pero, pareciera, completamente ausente de la conversación. El punto culminante del segundo acto sucede cuando Aurora, con esa admiración por la obra de la poeta galardonada, bebe de la taza donde ésta había tomado café y comienza a sentirse enferma, cae casi muerta: ha bebido del veneno destinado a Matilde.
18 Es parte fundamental de la poética de Castellanos destacar la vida y obra de importantes mujeres de la historia o de la literatura a veces en todo elogioso, otras en tono satírico. Así sucede con mujeres de la historia en El eterno femenino: la Malinche, Sor Juana, la Adelita o Carlota; o los ensayos sobre reconocidas escritoras insumisas compilados en Mujer que sabe latín: Natalia Ginzburg, Karen Blixen, Simone Weil, Elsa Triolet, Violette Leduc, Virginia Woolf, Ivy Compton-Burnett, Doris Lessing, Eudora Welty, Betty Friedan, Clarice Lispector, Mercedes Rodoreda, María Luisa Bombal, Silvina Ocampo o María Luisa Mendoza, entre otras. También los ensayos dedicados a Sor Juana, Santa Teresa, Simone de Beauvoir y Virginia Woolf en Juicios sumarios.
La obra teatral dialoga aquí con el género policiaco (de hecho, la joven escritora Patricia Mendoza es quien escribe una novela policiaca llamada, precisamente, “Tablero de damas”19). Los dos primeros actos de la obra están construidos para crear un cierto suspenso; todo apunta hacia una intriga, de tal manera el espectador no se preguntaría qué es lo que va a pasar, sino cuándo sucederá. En esta habitación llena de mujeres, poetas, ególatras o frágiles, ¿cuándo sobrevendrá el inminente desastre?
El café estaba destinado a Matilde: ¿quién querría matarla? ¿por qué? A pesar de las envidias y las frivolidades que caracterizan a las poetas, éstas acorralan a Victoria, la secretaria, para que confese tanto el intento de asesinato como el robo del dinero del premio Nobel. Victoria confesa y admite también que las poetas habían sido citadas para que ella tuviera testigos de su crimen:
viCtoria: [...] Todos los días le daba un poquito de narcótico y siempre un poquito más que el día anterior. De pronto me di cuenta de que la comedia estaba durando demasiado y decidí dar el golpe fnal. esPeranza: ¿Y nos llamaste para que lo presenciáramos? viCtoria: Sí, quería tener testigos. ¡Tenía tanto miedo de cometer un crimen perfecto! [...]
Pero no pensé solamente en mí, no soy tan egoísta. Pensé también en Matilde. Me di cuenta de que si su vida había sido siempre pública, no tenía yo derecho a darle una muerte privada. Y ya que ella no podía ir al público, hice venir al público a Matilde. Era una especie de justicia... poética (p. 310).
19 De modo más específco, el diálogo se establece con la obra de Agatha Christie, quien “no se dejó engañar por las apariencias de la modesta ama de casa que usaba este disfraz para proteger a la experta envenenadora; ni de la solterona, a la que se le agotaba la paciencia aguardando el legado del pariente rico [...] que supo ver, en los triángulos amorosos, dónde estaba el vértice del odio, el de la codicia, el de la debilidad [...] que concibió el crimen y el criminal no como sucesos extraordinarios que sólo ocurren a seres señalados por un privilegio nefasto sino como acontecimientos nimios, cotidianos” (Rosario Castellanos, “Bellas damas sin piedad”, en Mujer que sabe latín, p. 74).
Más adelante, Victoria argumenta sus razones; el tono de la obra cambia: el humor ausente, la fatalidad de la fama y la escritura se imponen. Hay un grave diálogo entre Matilde y Victoria. La obra da un vuelco a la seriedad; afrma Victoria:
Lo que está alrededor tuyo no existe: lo congelas con esa mirada ausente, lo borras con tu distracción, saqueas su vida y la pones a arder en tus hornos. Te sirves de todo, de todos, como de instrumentos, de objetos. ¡No respetas nada, no tienes piedad de nadie! [...]
Que tu debilidad es un disfraz, que tu desamparo es un fraude. Que tú no necesitas de nadie, que todo te estorba. Y que no hay caminos hacia ti. Lo que das la primera vez, el primer día, eso es todo: tu rostro con su expresión cordial y distante (pp. 311-312).
En efecto, contesta Matilde, la fama mata y la ansiedad por escribir enloquece. Es terrible haber tocado la belleza y luego, por años, sufrir su ausencia:
Matilde: La vida es imposible primero para nosotras. Entonces tampoco podemos fjarnos en los demás. Estamos demasiado absortas en lo que hemos perdido, demasiado desoladas. Y de pronto, un día, sin que sepamos cómo ni por qué, el huésped vuelve (p. 313).
Matilde perdona a Victoria y deja que se vaya, pues entiende sus razones: servirla a ella —a la poesía, a la fama— anula, mata y corrompe. Se impone después conseguir una nueva secretaria; todas las poetas en la sala se proponen para esta tarea, pero admiten no tener tiempo. Aurora, la joven poeta, parece ser la elegida. Matilde no acepta, tajante:
Matilde: Odiando en mí la pequeñez de tu alma y la grandeza de tus aspiraciones. Odiando en mí al testigo implacable de tu fracaso. Acabarías por intentar matarme... Cuando te convencieras que un sacrifcio así no es lícito
intentarlo más que por Dios y por la propia obra... ¿Comprendes ahora por qué no quiero llevarte conmigo? Yo necesito una persona mercenaria, efciente. Nada más (p. 317).
En la parte fnal de la pieza dramática se manifestan varias de las constantes temáticas de Castellanos en el resto de su obra: las máscaras y la soledad de la escritura:
Matilde: Así fui quedándome sola. Todos empezaron a abandonarme. Yo hubiera querido detenerlos cerca de mí, pero no podía moverme para no dejar de escuchar. Y aunque quisiera crispar las manos sobre lo que amaba, mis manos se abrían y dejaban escapar su presa (p. 312).
La crítica de la autora apunta hacia la incomunicación de la sociedad moderna, como afrma Megged:
Los personajes no dialogan, viven unos junto a los otros, paralelos entre sí. El diálogo se pierde antes de nacer en los infnitos monólogos sin respuesta. Tanto el personaje literario como el Dios que lo crea y lo maneja buscan constantemente al otro ser. Quieren ser y formar un “nosotros”, dándose cuenta rápidamente de la imposibilidad de esto y quedando sin conocer la salida del laberinto de la incomunicación.20
Y también a la fortaleza que requiere la mujer que elija un camino ajeno al papel tradicional: “Matilde: Cada renunciación te fortalece, cada fdelidad te confrma. Día por día, minuto a minuto pasa el tiempo y va el agua a la piedra” (p. 318). Castellanos afrmaba, en otra parte de su obra, el sacrifcio de la mujer para poder llevar a cabo su vida intelectual. La soledad se hace imposible,
20 Megged, op. cit., p. 29.
no todas, sugiere la autora, pueden ser la “virgen fuerte” que renuncia a la vida “con amor” para dedicarse al ejercicio de una profesión. En Mujer que sabe latín asevera: “¿En cuántos casos las mujeres no se atreven a cultivar un talento, a llevar hasta sus últimas consecuencias la pasión de aprender por miedo a la soledad, al juicio adverso de quienes la rodean, al aislamiento, a la frustración sexual y social que todavía representa en nosotros la soltería?”.21 De ahí que en “Tablero de damas”, utilizando como pretexto la fgura de Matilde-Mistral, Castellanos reitere el conficto de la mujer talentosa que es, incluso, atacada por las mujeres de su propio círculo.
Vuelvo a la valoración satírica. Los dos primeros actos destacan los vicios literarios: la frivolidad, la falta de talento, los intereses involucrados en la publicación de poesía, los fatuos eventos artísticos, la ambición derivada de los premios literarios... representado todo esto por las poetas Victoria, Eunice, Esperanza y Teresa. En contraparte, Castellanos destaca también, en el tercer acto, una virtud, el “deber ser”: el sacrifcio de Matilde, personaje que encarna perfectamente muchas de las inquietudes de Castellanos, pues Mistral resume en sí misma la soledad, la vejez, la extranjería, el sacrifcio de la mujer fuerte, la verdadera poeta.22 A la par, el personaje de la joven poeta Aurora, alter ego de la propia Rosario y único personaje que no es descaradamente satirizado, sería una versión joven de la propia Matilde:
21 Rosario Castellanos, “La participación de la mujer mexicana en la educación formal”, en Mujer que sabe latín, pp. 32-33. 22 Y sobre todo la mujer que se atreve a ser distinta, a “violar la ley” masculina: “¿Por qué entonces ha de venir una mujer que se llama Safo, otra que se llama Santa Teresa, otra a la que nombran Virginia Woolf, alguien (de quien en forma positiva que no es un mito como podrían serlo las otras y lo sé porque la he visto, la he oído hablar, he tocado su mano) que se ha bautizado a sí misma y se hace reconocer como Gabriela Mistral a violar la ley?” (Castellanos cit. por Blanca L. Ansoleaga, “Ser mujer como otro modo de ser”, en Luz Elena Zamudio y Margarita Tapia (eds.), Rosario Castellanos. De Comitán a Jerusalén, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Tecnológico de Monterrey / Universidad Autónoma del Estado de México, México, 2006, p. 54).
Matilde: No busques salidas falsas. Estás cogida en la trampa, bien cogida. Tendrás que escribir, te guste o no, quieras o no. Tendrás que estar sola para escribir. aurora: Una vida tan austera me horroriza. Temo enloquecer [...] Matilde: Tú temes lo que te aconsejo porque me ves a mí. Y te imaginas que toda la vejez, todo el dolor, toda la resignación se me vinieron de golpe. Y que mi lealtad ha sido una conquista repentina y te sientes incapaz de asumir esa tarea (p. 318).
La fgura de Matilde es más compleja, pues ella sí es ridiculizada en los dos primeros actos, haciéndola pasar como una mujer distraída hasta el egoísmo. Ya en el tercer capítulo, se entiende, limpia del veneno que simboliza la frivolidad del mundillo literario, expresa los discursos más lúcidos de la obra. Lo que se leía como altivez es dolor, lo que se interpretaba como ausencia es la conciencia de la imposibilidad de acercarse, efectivamente, a los otros, la permanente sensación de incomunicación, la tragedia de haber sido tocada por la belleza artística, ¿cómo volver después al mundo de los hombres? Matilde acepta su destino trágico: está condenada a la soledad y a sacrifcar a los que se le acerquen, como le espeta Victoria: “Es el inferno. Rondar en torno de un dios inconmovible. Y este odio que siento yo por ti es el odio de los condenados” (p. 312). La sátira primera contrasta con el ideal trágico del fnal. El vicio criticado es la falta de compromiso con la poesía, con la belleza; la virtud necesaria es el sacrifcio y la renuncia, ofrendar la propia vida, la servidumbre a la belleza... situación que para una verdadera poeta es ineludible. Resalta la fgura de Matilde-Mistral no solamente por ser la poeta madura que rechaza el papel tradicional de la mujer, sino también porque ella encarna la imagen del desarraigo, no sólo por su condición de extranjera, sino por no encajar en ningún grupo social, imagen muy cercana a la que tenía Castellanos de sí misma. Contra la seriedad que da Castellanos al personaje de Matilde resalta la risa burlona del resto de la obra que quizás sea el antídoto que requiera este grupo cerrado y tea-
tral para anular el veneno de la enajenación, para volver a entender el sentido primigenio de la poesía.
Una vez que se quita a los personajes de sus ropajes grotescos y caricaturescos se da paso al mensaje edifcante propuesto, al deber ser de la obra: la poesía es el vasallaje a la belleza y no otra cosa: “No era la revelación de algo concreto. No me explica nada de Dios, ni del mundo, ni de mí misma. Simplemente me muestra su belleza. Y yo la contemplo” (p. 313). Las disputas literarias, la envidia y la incomunicación son componentes casi domésticos, intrascendentes para Matilde.
“Tablero de damas” no es una obra que mueva precisamente a risa, sino a la refexión; la visión satírica que propone Castellanos intenta una renovación, al menos momentánea, del mundo literario: abandonar las máscaras, trascender los tópicos de un grupo de mujeres escritoras y regresar al origen de la poesía.
biblioGrafía
aMor, Guadalupe, “Confdencia de la autora”, en Poesías completas (19461951), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1991 (Lecturas mexicanas, 45), pp. 19-23. ansoleaGa, Blanca L., “Ser mujer como otro modo de ser”, en Luz Elena Zamudio y Margarita Tapia (eds.), Rosario Castellanos. De Comitán a Jerusalén,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Tecnológico de Monterrey / Universidad Autónoma del Estado de México, México, 2006, pp. 49-57. ballart, Pere, Eironeia: La fguración irónica en el discurso literario moderno, Quaderns Crema, Barcelona, 1994. Castellanos, Rosario, “Una tentativa de autocrítica”, en Juicios sumarios. Ensayos, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1966, pp. 430-434. -----, “La participación de la mujer mexicana en la educación formal”, en Mujer que sabe latín, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, México, 1984 (Lecturas mexicanas, 32), pp. 21-41.
-----, “Bellas damas sin piedad”, en Mujer que sabe latín, Fondo de Cultura
Económica / Secretaría de Educación Pública, México, 1984 (Lecturas mexicanas, 32), pp. 72-77. -----, “Si ‘poesía no eres tú’ entonces ¿qué?”, en Mujer que sabe latín, Fondo de
Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, México, 1984 (Lecturas mexicanas, 32), pp. 201-208. -----, “Tablero de damas”, en Obras II. Poesía, teatro y ensayo, pról., comp. y notas Eduardo Mejía, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, pp. 279-319. -----, “Ajedrez”, en Obras II. Poesía, teatro y ensayo, pról., comp. y notas Eduardo Mejía, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 182. Guerrero GuadarraMa, Laura, La ironía en la obra temprana de Rosario Castellanos, Universidad Iberoamericana / Eón, México, 2005. HutCHeon, Linda, “Ironía, sátira, parodia”, en De la ironía a lo grotesco (en algunos textos literarios hispanoamericanos), trad. Pilar Hernández Cobos,
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