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Patricia Vega Villavicencio

MelanColía y desenCanto en la reesCritura de dos relatos de anGelina Muñiz-HuberMan

Patricia Vega Villavicencio Universidad Autónoma del Estado de México

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Una forma de aproximarse a las consecuencias del pensamiento occidental antropocéntrico del siglo xx es a través del ensayo El siglo del desencanto de la escritora Angelina Muñiz-Huberman, texto que permite navegar por diversas manifestaciones del arte y la producción cultural del siglo pasado, desde la singular óptica de la escritora hispano mexicana.1 Otra alternativa que induce a una refexión propia la representa la fcción de la misma autora porque al exponer las emociones de sus personajes va hilvanando las consecuencias del libre albedrío.

1 El siglo del desencanto comprende artículos y ensayos del periodo 1967-2001 y aborda el perfl social del siglo xx, desde la expresión del arte en ese lapso histórico y a partir de los albores hasta el ocaso. Ahí la autora expone que la creación artística es refejo del comportamiento del ser humano en sociedad y que las experiencias en comunidad en la segunda mitad del siglo xx en la civilización occidental fueron secuelas de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, de las que emergió el principio del desencanto y el origen de las nuevas flosofías (cf. Angelina Muñiz-Huberman, El siglo del desencanto, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, p. 41).

Para observar las actitudes humanas de la centuria pasada y procurar ofrecer una elucidación, a partir del propio ensayo de la autora que abordo aquí a manera de teoría interpretativa, se han seleccionado dos monólogos de la propia Muñiz-Huberman, vertidos en la antología Huerto cerrado, huerto sellado2: “La ofrenda más grata” y “Yocasta confesa”. Considero que ambos entablan un diálogo abierto con El siglo del desencanto, el cual, reitero, funge como una suerte de teoría interpretativa.

los Mitos reesCritos

Huerto cerrado, huerto sellado fue una de las primeras antologías de Angelina Muñiz-Huberman, conformada por catorce fcciones breves; aunque de la pluma de la escritora surgieron otras narraciones bajo los títulos: De magias y prodigios (1987), El libro de Miriam y primicias (1990) y Serpientes y escaleras (1991). En 1992, la autora decidió reunir todos en un solo libro, incluida la primera obra que concentra los dos textos seleccionados para este estudio y denominarlo Narrativa relativa. Antología personal.

En el nombre de la compilación Huerto cerrado, huerto sellado la escritora alude a un interés por el aspecto interno del ser humano. De acuerdo con Pura López Colomé, en esta propuesta literaria existen “manifestaciones espirituales, frutos de la vida interior que perpetuamente fuyen desde el inconsciente de una manera comparable al desenvolvimiento gradual”.3 Quizá por ello la autora prefrió denominar la compilación Narrativa relativa, puesto que sus relatos cortos son relativos y no necesariamente pueden ser encasillados en el género del cuento.

2 Esta antología obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1985. 3 Pura López Colomé, “Los frutos del peregrinaje”, en Angelina Muñiz-Huberman, Narrativa relativa. Antología personal, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1992 (Lecturas mexicanas, 63), p. 12.

Angelina Muñiz-Huberman desarrolla su propuesta literaria en una suerte de “arquetipo junguiano”; es decir, en Huerto cerrado, huerto sellado no crea “cuentos”, sino “transmutaciones”,4 puesto que “esquivan el argumento y caracterización de la narrativa tradicional en pro de un fujo evocativo de ambientación y lenguaje simbólicos”,5 más concretamente a partir de la conciencia humana, pues el “huerto” o jardín denota naturaleza ordenada y es lo contrario a bosque, alusivo al inconsciente, como la misma autora reconoce en el prólogo de la traducción al inglés de este libro, a cargo de Lois Parkinson, según afrma Pura López Colomé.6

La idea de “huerto cerrado, huerto sellado” contiene además un trasfondo erótico que pertenece al Cantar de los cantares, adjudicado al Rey Salomón,7 donde cada verso irradia fguras retóricas cargadas de sensualidad entre una pareja, a punto de abrir lo hermético, lo virginal. El “huerto” que propone Muñiz-Huberman para sus personajes, además de ser una búsqueda interior, representa una conciencia misteriosa o secreta, que luego es develada.

Si bien los demás textos de Narrativa relativa también representan una suerte de viaje interno, existe un aspecto adicional muy claro en la reescritura de los mitos griegos y hebreos que propone Muñiz-Huberman en los dos escritos breves que aquí interesan: el desvanecimiento de los tintes trágicos y la exaltación del drama humano.8

4 Id. Pura López Colomé cita a Lois Parkinson y a Elena Poniatowska, prologuistas de la obra de Angelina Muñiz-Huberman, quienes han recuperado la interpretación de la propia autora mexicana respecto al género de sus relatos. 5 Ibid., p. 14. 6 Id. 7 “Un jardín cercado es mi hermana,/mi novia, huerto cerrado/y manantial bien guardado” (Cant 4,12). 8 Tanto en estos dos textos, “Yocasta confesa” y “La ofrenda más grata”, como en el resto de las propuestas literarias de Huerto cerrado, huerto sellado el intertexto es un recurso común, a partir de la implicación de personalidades ilustres de la historia, la literatura, la ciencia o la religión, como Sor Juana Inés de la Cruz (en “Piramidal, funesta sombra”) o personajes construidos desde la imaginación de Angelina Muñiz-Huberman, por ejemplo

Los dos monólogos, “Yocasta confesa” y “La ofrenda más grata”, perflan un tránsito hacia lo interno, desde la reescritura, con lo cual, en apariencia, es transgredido el mito propuesto por Sófocles (Edipo rey)9 y los mitos establecidos en algunos pasajes bíblicos. Este ejercicio es singular porque mientras las divinidades tenían un gran poder sobre los seres humanos en la literatura clásica, en la propuesta de Angelina Muñiz-Huberman éstas parecen quedar relegadas en las sombras de la mente. “Yocasta confesa”, como su nombre lo indica, es una revelación de la esposa de Layo, madre y posteriormente pareja sentimental de Edipo, según la tragedia de Sófocles. Contrario a lo que establece el autor griego,

de rabinos o monjes. En otros, la escritora juega con los tiempos y mezcla épocas remotas y contemporáneas, incluso fantásticas (donde aparecen dragones y alquimistas). En algunos más prefere crear personajes cristianos, hebreos y místicos. Por ejemplo, en “Cristiano caballero” escribe la historia de un misionero que llega a tierras americanas en la conquista española; en “Telón del sueño” aborda un suceso en un colegio cristiano; en “El juglar” destaca las virtudes propias de la religión judeocristiana, como la caridad y el ejemplo. En “El nombre del Nombre” narra las tribulaciones que atraviesa un rabino en la búsqueda de una revelación a partir del denominado en esa fcción como “Gran Libro” que tal vez sea La Cábala. En “El prisionero” da personalidad a una de las voces que se lamentan en un versículo de los Salmos de la Biblia; “Vagamente, a las cinco de la tarde” es simplemente la escena cotidiana de una persona frente a una fuente, cavilando el exilio, mientras observa y describe la vitalidad del agua. “La vida no tiene fábula” es la descripción interior de quien parece ser un asceta erudito que alude al escritor Antonio Azorín, a músicos y a pintores. Y para ilustrar la mixtura propia de la ascendencia de Angelina Muñiz-Huberman y su conocido exilio, en “De la crisálida del limo escapará la mariposa” genera una historia enmarcada en una festividad católica mexicana: el Día de la Candelaria, sin dejar de lado el recurso del destierro, elemento de igual forma presente en “Retrospección”. Otra de las propuestas narrativas de Muñiz-Huberman que abunda en el tema del cuestionamiento y la búsqueda del ser es “El sarcasmo de Dios”. 9 Escritores griegos como Apolodoro, Hesiodo, Higinio, Eurípides, Fenicias, Pausanias, Oviedo y Homero aluden en distintas obras al personaje de Edipo (cf. Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, trad. Francisco Payarols, Paidós, Barcelona, 2008 [1ª ed. en francés, 1951], pp. 146-149). En el presente estudio retomaré la versión de Sófocles en Edipo rey como hipotexto de “Yocasta confesa”.

la Yocasta de Muñiz-Huberman, en un discurso interior, reconoce que ella sabía la verdadera identidad de Edipo desde que éste venció a la Esfnge. A pesar de saberlo, permitió que subiera al trono de Tebas y más tarde al lecho en donde años antes Edipo fue concebido. Se trata, pues, de una confesión abierta de la narradora, sin arrepentimiento, aunque sí llena de rencor hacia el oráculo y hacia Layo; una confdencia donde los inevitables designios del dios Apolo son sustituidos por la voluntad de Yocasta.

La Yocasta de Angelina Muñiz se enamora de Edipo cuando observa la hermosura de su cuerpo y trata de convencer al lector de que su deseo no era impuro, ya que no lo vio crecer y la relación entre madre e hijo fue nula durante muchos años. Una vez consumado el enamoramiento, el hijo le hace preguntas tras hacer el amor, y ante ello la esposa-madre prefere el silencio. Todo esto lo sabe el lector a través de la revelación de Yocasta, quien por varios instantes lanza recuerdos de odio hacia Layo, a quien culpa de haber atraído la mala suerte.

Si bien con ella sólo observamos la reescritura del incesto, en “La ofrenda más grata” vemos una interesante conjugación de mitos, uno relativo a Caín y Abel, otro a Tamar (joven violada por su hermano, sobre la que se abundará más adelante) y uno sobre las ofrendas hebreas. No obstante, “Yocasta” es afín a “La ofrenda más grata”, pues además de ser también un monólogo en tres páginas, es una confesión, una transgresión, mezclada con la voluntad y la rebeldía hacia un orden establecido, y plantea un fnal oscuro para la protagonista, quien, sin duda, terminaría en la reprobación social.

Aquí, la escritora crea la historia de una joven primogénita insatisfecha por la escasa atención que recibe de sus padres. Al sentirse ofendida por la preferencia de los progenitores hacia el hijo menor, decide asesinar al hermano, enojada por considerar que un libro grande e injusto es el culpable de sus desdichas, ya que ahí se establece el destino de la humanidad, aquél que parece repetir, insatisfecha: “Así como la mayoría se preocupa por llenar su huidiza sombra en el curso deleznable de la historia, yo, en cambio, sabía que mi vida ya había sido vivida y que sólo repetía un relato

antiguo e injusto. Por eso, desde niña, desde el día en que naciste empezó mi odio por ti”.10

La protagonista y narradora no tiene nombre ni edad, pero la descripción de la escena erótica con su hermano la presenta joven. Se dice maldecida por alguna razón divina expresada en un libro que establece los preceptos del ser humano. Y al observar la escasa importancia que irradia en su contexto, entra en la habitación del hermano donde lo espera desnuda. Al llegar éste sostienen relaciones sexuales. En el clímax, ella le clava un cuchillo, deja que se desangre y muera. Consumado esto, asegura no odiarlo más.

El texto deriva de la reescritura de mitos bíblicos tomados del Antiguo Testamento, en donde las ofrendas para agradar al Creador son parte fundamental; por un lado, se reescribe al fratricida del mito de Caín y Abel, y por otro a Tamar (en cuya historia hay también un fratricidio).

Bíblicamente, Caín y Abel son los dos primeros hijos de Adán y Eva, los precursores de la tierra. En esa época, al creador Yavé le agradaban las ofrendas. Se permitía el sacrifcio de animales, pero también holocaustos con granos y cereales, así es que cuando llegó el día de la ofrenda, Caín eligió honrar con semillas a Yavé, mientras que Abel se lució con animales primogénitos. De este modo el segundo hijo se llevó el reconocimiento del Creador, a quien le agradó más la ofrenda del hermano menor y despreció la de Caín. Irritado Caín por la indiferencia de Dios, aun cuando él era el primogénito, decidió vengarse de su hermano dándole muerte y abandonando su cuerpo.11

Por otro lado, Tamar es un nombre que aparece por lo menos en diez ocasiones en la Biblia, pero con historias distintas. Aquí atañe sólo aquella referida en las “Tragedias en la familia de David”, incluidas en el Libro de Samuel, en donde Tamar es una hija del rey David, cuyo medio hermano,

10 “La ofrenda más grata”, en Muñiz-Huberman, Narrativa relativa, p. 24. Todas las citas de este texto y de “Yocasta confesa” corresponden a esta edición. A partir de aquí, anotaré sólo el número de página. 11 Cf. Gn 4.

Amnón, queda seducido por la belleza de la joven y, tras tenderle una trampa, abusa de ella y luego la repudia.12

Absalón, también hermano de Tamar, es el único que busca vengarse por lo sucedido y asesina a Amnón. El padre de los tres hermanos, David, llora durante mucho tiempo por Amnón, después lo hace por Absalón, cuando éste huye tras dar muerte a su consanguíneo. En el texto bíblico no hay referencia alguna a los sentimientos de David respecto a lo acontecido a su hija Tamar, como la hay de sus vástagos varones.

De esa forma, tal y como lo determina la protagonista de “La ofrenda más grata”, en la Biblia la fgura femenina resulta secundaria, aun cuando se trasgredan las reglas en perjuicio de las mujeres, de tal suerte que para contrariar esta verdad bíblica, Muñiz-Huberman reconstruye el incesto y el fratricidio, pero invierte los papeles: la persona que provoca ambos actos es una mujer y así transgrede el rol del victimario sanguinario hasta entonces exclusivo del sexo masculino, por lo menos en el contexto bíblico.

En los dos monólogos seleccionados de Huerto cerrado, huerto sellado se percibe un anhelo o aspiración insatisfecha de los personajes principales, estado provocado por un oráculo, por el destino o por los designios de Dios. Esto genera una reacción en las protagonistas que en ambos casos es transgresora.

El deseo de Yocasta era tener a su lado al hijo que dio a luz, pero que Layo le arrebató, ergo decide copular con el hijo cuando al fn logra verlo, desafando así el temor a Layo; además, al confesar que todo fue premeditado, invalida los designios del oráculo. En tanto, la pretensión de la fratricida en “La ofrenda más grata” era contar con el reconocimiento de sus padres y, dado que un “libro grueso” lo impedía por una tradición que da preferencia al género masculino, urde un plan basado en las normas divinas que instituyen las ofrendas.

De esa manera, las dos protagonistas consiguen el anhelo buscado. Yocasta logra estar con su hijo, aunque sea eventualmente, mientras que la mujer del otro relato hace que los ojos ajenos se vuelquen sobre ella. Todo,

12 Cf. Sm 13.

a través de la voluntad y el incesto en el primer caso, y del incesto y el fratricidio en el segundo.

Encuentro, asimismo, una coincidencia más entre los cuentos seleccionados. Me refero al tratamiento del amor y del erotismo, mediante el cual se invierte la importancia de los hechos en la tragedia de Sófocles y la Biblia, y se enfatiza la subjetividad interna de los personajes.

De súbito, cualquier lector pensará que la acción alevosa de Yocasta y la premeditación ilícita de la protagonista en “La ofrenda más grata” fueron actos irracionales, que al fnal perjudicaron a terceros involucrados y su voluntad pasó sobre ellos. Sin embargo, Yocasta describe un sublime acto que transitó por el fuego del erotismo y desembocó en un sentimiento de amor que, aunque fugaz, se hizo posible, pese a que Edipo se va al destierro y ella siga amándolo, sin tenerlo más.

“La ofrenda más grata” ilustra con más detalles el giro que puede dar un mito al ser trastocado, pues Angelina Muñiz-Huberman crea una mujer fratricida. A diferencia de la Tamar bíblica, quien, tras suplicar clemencia al agresor, es forzada a hacer lo que no quería, en la propuesta de nuestra autora es ella quien seduce al hermano para asesinarlo.

Lo que intento plantear es que mientras en la visión del mito griego el incesto es promovido por un oráculo, donde los seres humanos intervienen como piezas de un destino inamovible, en la protagonista de MuñizHuberman las consecuencias se asumen con plena conciencia. Por otra parte, el incesto cometido por un hombre “pecador” contra su hermana en el pasaje bíblico contrasta con los actos de la primogénita hubermaniana que, aunque derivan también en un resultado sangriento, son mediados por la seducción.

En la reescritura la intención es interiorizar en los personajes involucrados en los mitos. Las verdaderas razones que se plasman son la voluntad, los temores, los miedos, los deseos y los placeres. En contraste, los dioses se quedan en el Olimpo o en el cielo, sin intervenir en el presente de los mortales. Lo sagrado se torna profano: afora el acceso a lo prohibido (pensar y decidir) y el posterior deseo insatisfecho (melancolía y desencanto).

el Mito GrieGo y el Mito Hebreo

Robert Graves y Raphael Patai en Los mitos hebreos analizan pasajes bíblicos representativos: la creación del libro del Génesis, el primer fratricidio, los hijos de Abraham, entre otros del Antiguo Testamento. Los autores consignan que la Biblia “reelaboró mitos griegos”, cual método para lograr entre los israelitas, otrora gobernados por un puñado de profetas, la independencia política de Egipto y Asiria, colindantes con Israel.13

Según Robert Graves, la cultura hebrea está permeada por la griega, de ahí que la primera tenga un trasfondo simbólico de la segunda, es decir, “cristianizan” otras creencias populares para convertir los mitos de los matadores de dragones en San Jorge, o las diosas de la fertilidad en vírgenes o santas. Por su parte, Mircea Eliade asegura que “este cristianismo popular ha prolongado manifestamente hasta nuestros días las categorías del pensamiento mítico”.14

En la cultura hebrea, cuando los adeptos buscan la imitación de profetas y santos, tienen un innegable aspecto mítico en el “tiempo litúrgico”; es decir, “la repetición de un escenario ejemplar y la ruptura del tiempo profano por una abertura que desemboca en el Gran Tiempo [...] constituyen las notas esenciales del ‘comportamiento mítico’”,15 aun cuando la doctrina sea fel a la creencia de un tiempo lineal, como el de la historia del hombre (donde los hechos siempre son distintos), y no circular (donde se repiten hechos en imitación a las divinidades).

13 “Esos profetas se dieron cuenta de que la única esperanza de independencia nacional para Israel se encontraba en un monoteísmo autoritario y protestaban incesantemente contra el culto a las diosas en los bosquecillos sagrados cananeos” (Robert Graves y Raphael Patai, Los mitos hebreos, trad. Javier Sánchez García-Gutiérrez, Alianza, Madrid, 2001 [1ª ed. en inglés, 1963], p. 12). 14 Mircea Eliade, Aspectos del mito, trad. Luis Gil, Paidós Orientalia, Barcelona, 2000 [1ª ed. en francés, 1963], p. 146. 15 Ibid., p. 150.

Asimismo, Robert Graves y Raphael Patai establecen semejanzas y diferencias entre ambas corrientes (griega y cristiana), pero dejan en claro que en el trasfondo de los mitos cristianos se esconde Cronos, Zeus, e inclusive se hereda el papel que los griegos daban a las mujeres.16 Y dado que existe un estrecho vínculo entre ambos, veo en ello una justifcación por la que Muñiz-Huberman reunió la reescritura de algunos de estos mitos en su antología Huerto cerrado, huerto sellado. Respaldo la idea de mito aportada por Walter Brugger, quien lo defne en su Diccionario de flosofía como “la reunión de imágenes de idéntica orientación que se van acumulando en el subconsciente de las generaciones y en las que se expresan en símbolos, determinados aspectos de la vida humana”.17 A la defnición elemental que nos ofrece Brugger, Mircea Eliade agrega que el término describe “las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo ‘sobre-natural’) en el mundo”.18 El concepto me parece de mayor pertinencia, ya que mientras Brugger establece que se trata de una concepción a la que recurre una humanidad ingenua, Eliade denomina al hombre que abraza el mito como “arcaico”, aunque no necesariamente en el sentido peyorativo de “poco evolucionado”, sino más bien que antecedió a una época en la que la “historia” sustituye al “mito”. Sobre el hombre moderno determina:

el hombre moderno, que acepta la historia o pretende aceptarla, puede reprochar al hombre arcaico, prisionero del horizonte mítico de los arquetipos, su impotencia creadora o, lo que es lo mismo, su incapacidad para aceptar los riesgos que lleva en sí todo acto de creación. Para el moderno, el hombre no

16 “Uno de los temas esenciales del mito griego es la degradación progresiva de las mujeres, que de seres sagrados pasan a convertirse en bienes personales. De un modo similar, Jehová castiga a Eva por haber causado la Caída del Hombre” (Graves y Patai, op. cit., p. 13). 17 Walter Brugger, Diccionario de flosofía, trad. José María Vélez Cantarell, Herder, Barcelona, 1972 [1ª ed. en alemán, 1953], p. 348. 18 Eliade, op. cit., p. 17.

puede ser creador sino en la medida en que es histórico; en otros términos, toda creación le está prohibida, salvo la que nace en su propia libertad; y por consiguiente se le niega todo, menos la libertad de hacer la historia haciéndose a sí mismo. 19

Esta versión resulta pertinente para saber que las protagonistas de los textos de Muñiz-Huberman no son seres arcaicos, tampoco ingenuos, en cuanto que construyen su propia historia a partir de sus decisiones y a pesar de estar inmersas en diégesis mitológicas. Son, desde la concepción de Eliade, seres humanos cercanos a esta visión occidental de “crear historia”, hacer algo distinto a lo tradicional. Considero, entonces, que Muñiz-Huberman contrapuntea los mitos grecolatinos con las acciones de los personajes femeninos que se rebelan contra lo establecido en la escritura antigua. Hay un sistema que se vulnera.20 El aspecto que defne en mayor medida la reescritura de los mitos (griegos y hebreos) en “Yocasta confesa” y “La ofrenda más grata” es la divinidad decadente. Existen los dioses, pero ya no tienen poder sobre las acciones humanas, sino que son relegados porque es la voluntad la que decide. Las protagonistas actúan bajo su propio criterio, movidas por las emociones, y éstas no son reprimidas.

Angelina Muñiz-Huberman describe una “historia sacrifcial” de humanos en la orfandad, inmersos en una gama de incongruencias, sin culpables, individuos solos que cargan con su antropocentrismo, como una

19 Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, trad. Ricardo Anaya, Alianza-Emecé, Madrid, 2002 [1ª ed. en francés, 1951], pp. 149-150. 20 Transgredir resulta acertado para defnir la acción de las protagonistas de esta escritora. El Diccionario de la lengua española establece que esta palabra signifca “Quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto” (Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 21ª ed., Espasa-Calpe, Madrid, 1992, t. II, s. v. “transgredir”). Al seleccionar personajes que deciden o que planean estrategias de forma contraria a la conducta establecida, la “correcta” para determinado esquema de valores —en este caso el cristiano y el de la tradición griega antigua—, indudablemente Angelina Muñiz-Huberman es transgresora, al igual que sus protagonistas.

herencia de la modernidad, con temor al silencio, nostalgia, añoranza y melancolía, o en términos psicológicos, con neurosis, depresión y enajenación; con plena conciencia de lo efímero y tendencia al deseo. Mediante ellos expone el resurgimiento de la leyenda de Orfeo y el futuro como esperanza. En “La ofrenda más grata”, el sacrifcio es una paradoja porque ya no funciona en términos del mundo sagrado, sólo servirá a los intereses de la joven protagonista de la fcción; el sacrifcio no es más para los dioses, sino para el mortal que la ofrece, para el bienestar propio. Dice Muñiz-Huberman en tono interpretativo:

De ahí la necesidad de la ofrenda más grata. La que habrá de ser rechazada porque los dioses ya ni siquiera exigen. Tal vez no importe la ofrenda, sino el gesto de hacerla [...] Y sin qué ofrecer a cambio, el hombre se siente perdido. Sin culpa que expiar cómo aplacar a los dioses enterrados. ¿Acaso alguien se encargará de desenterrarlos?21

En tanto, con Yocasta, quizá la ofrenda sea también la relación incestuosa que le permitiría momentos de satisfacción que le fueron negados por los dioses. Como afrma la autora mexicana en su ensayo, la pasión y la imaginación de las protagonistas se desbordaron hacia el odio y la insatisfacción, sentimiento que sólo fue colmado al soltar las amarras de las represiones y llegar al sacrifcio extremo. Esta representación que plantea Muñiz-Huberman en sus relatos muestra que la verdadera “enfermedad” del siglo anterior es una orfandad: “[En] nuestro siglo no hay qué ofrecer, como no sea un retorno a los más bajos instintos”,22 tal como sucede con las mujeres de los monólogos que resultan huérfanas de dioses y descienden al abismo. Obliteran culpa y remordimiento, y pasan de la visión a la

21 Muñiz-Huberman, El siglo del desencanto, p. 16. 22 Id.

ceguera, del color a la oscuridad, y del sonido al silencio.23 Yocasta lamenta: “El silencio pesaba como agua olvidada. El silencio remordía como granizo indeseado. El silencio iba sembrando la duda y creaba las palabras que nunca se decían” (p. 22). Hay, desde esta visión de ofertorio, un medio para la reivindicación. Dice la joven de “La ofrenda más grata” cuando imagina el fratricidio consumado: “En ese momento nadie me amaría, igual que ahora, pero en cambio todos me odiarían, existiría para ellos, no sería la sombra indefnible” (p. 25).

Cuando Muñiz-Huberman habla de las incongruencias como síntoma del siglo xx, asegura que, por un lado, se proclama la trivialidad de la violencia y, por otra, hay guerras; en esa misma época, las pasiones se desbordan y se cometen matanzas inconcebibles; es decir, los valores se invierten.24 El remedio para la ansiedad es todo aquello que no traerá tranquilidad y paz, sino todo lo contrario, aunque sea un atisbo de tranquilidad espiritual lo que en el fondo se busca: “El descenso a los infernos, propio de todo arte que se precia, se cumple en esas palabras que refejan la inquietud y el caos que habrán de continuar en el siglo que nos tocó vivir. Pero, ante todo, la parte ética se manifesta en la desesperada búsqueda de una armonía dentro del desorden y la violencia”.25

Yocasta y la mujer de “La ofrenda más grata” buscaban recuperar lo perdido (el hijo y el lugar privilegiado en la familia). Al reprochar la crueldad de dos sistemas (el griego y el hebreo), se conducen por una vía autodestructiva que termina por frustrar sus planes y consiguen apenas recuperar una vivencia grata y efímera que deberá ser retenida con añoranza, melancolía y nostalgia.

Muñiz-Huberman dice que en una concepción antropocéntrica no hay dios a quien culpar. Con su recuerdo a for de piel, la madre de Edipo, al manifestar su responsabilidad y contemplarla desde su mundo interno,

23 Ibid., p. 37. 24 Ibid., p. 18. 25 Ibid., p. 26.

intenta llegar a un lugar desde el que pueda abarcar el paisaje del alma. La protagonista del relato se autoexilia cuando conoce el fnal que tendrá, porque será el resultado de sus actos: “Paso a paso —por la escalinata—, noche a noche —por mi cuerpo— rondaba el fn, sin saber en dónde parar, pero con la herida ya dispuesta y la sangre a for de piel. Después no quedarían sino el caos y las tinieblas” (p. 23).

Pero en El siglo del desencanto existe la sentencia de que el individualismo y la falta de dioses no son mejores ni peores que las creencias anteriores, pues sólo conlleva una responsabilidad cuyo precio quizá no muchos estén dispuestos a pagar:

como parece que de utopías vive el hombre, el carecer de ellas lo desorienta y más lo occidenta, es decir, lo oxidenta y no sabe qué hacer consigo. Sin presiones, se lanza en carrera a cometer desmanes, pillajes [...] a patalear. Para demostrar que la delgadísima capa de la llamada “civilización” apenas cubre su reprimido mundo irracional. Peor aún, que lo irracional es lo único auténtico.26

Y es que, en el fondo, las protagonistas de los dos textos breves de Huerto cerrado, huerto sellado al fnal son auténticas cuando cometen actos irracionales y su presencia en el siglo xx no es nada sencilla porque, dice la autora en el ensayo, lo peor es pensar y lo mejor es recibir órdenes.

El ser humano del siglo xx está imbuido en el ruido y cuando, por responsabilidad, es mejor callar, el silencio lacera como granizo. Así lo ventila Yocasta cuando debe recurrir a éste, aunque no sea lo que desee.

Por otro lado, el exilio y el sufrimiento dejaron de ser estipulados por el oráculo o por la obra divina para convertirse en padecimiento, depresión o melancolía, simple drama y “enfermedad” del siglo pasado.27 Si bien el erotismo y el amor son un vehículo para los dos personajes femeninos re-

26 Ibid., p. 23. 27 Cf. ibid., pp. 36-41.

feridos para conseguir sus fnes (una necesidad satisfecha de pertenencia y reconocimiento), ¿se justifca, acaso, un incesto o un asesinato? Más que responder a ese interrogante, vale plantear el trasfondo de los actos y las circunstancias que motivaron tales acciones. Muñiz-Huberman no responde a la pregunta en El siglo del desencanto pero, en cambio, agrega que se trata de una nostalgia, añoranza o melancolía. La escritora diferencia tales términos, aunque luego los homologa y los compara con términos más actuales, como neurosis, depresión o enajenación.

La nostalgia, dice, es un vocablo relativo al dolor que ahoga y hunde lentamente. Es el deseo doloroso de regresar en el tiempo y en el espacio, y una sensación de exilio.28 Por otro lado, la añoranza es un sentir indefnido: “Se añora, pero no se sabe qué. Una pena honda que no tiene explicación [...] Es un dolor terreno. Próximo”.29

Asimismo, la melancolía es un extremo patológico, una enfermedad, tristeza y angustia del alma,30 conceptos que encontramos en los textos analizados. El inicio en pretérito imperfecto de “Yocasta confesa” —“Cuando subía la escalinata del palacio, lento, erguido, con el tranquilo orgullo de quien se sabe vencedor, supe que era él” (p. 21)— alude a un recuerdo vívido y preciso de lo acontecido en otro momento. La descripción minuciosa devela nostalgia, “deseo doloroso de regresar [...] De regresar en el tiempo y en el espacio. A un punto inmóvil en la extensión cósmica”.31 El ayer era mejor que el ahora.

El sabor de la piel de Edipo, sus músculos... continúan presentes en Yocasta por la libre elección. Si el oráculo hermético hubiera designado el incesto, la nostalgia habría perdido el sentido y el sentir de la protagonista simplemente no importaría, pero la decisión de amar a Edipo, en “un acto simple de deseo” (p. 21) en la versión de Muñiz-Huberman permite que el

28 Ibid., pp. 37-38. 29 Ibid., pp. 38-39. 30 Ibid., p. 40. 31 Ibid., p. 37.

hecho prevalezca presente en el recuerdo, permite “Regresar al punto de partida: al cero infnito” (p. 22).

Desde una interpretación sustentada en El siglo del desencanto, Yocasta permanecerá encerrada en su nostalgia obsesiva. Pero la nostalgia es cómoda porque, desde ahí, Yocasta puede volver a saborear los labios de su amado y puede repetirse que su amor era limpio. Dentro de su fagelo puede redimirse ella misma, con su propio pensamiento. El recuerdo actualiza la presencia y eterniza el instante: “Pero no era impuro mi deseo: volver a amar en uno, al padre y al hijo. Los celos que hubiera podido sentir alguna vez, los acallaba así, y volvería a tener hijos, de mi propio hijo” (p. 22).

La realidad de Yocasta es también una melancolía porque es una permanente angustia del alma (angor animi): “Una tristeza. Incurable. Crónica. Progresiva. Que es parte del tedio, pero también del amor: la otra cara del placer y del contento”.32 Esa cavilación reiterada acerca del acto cometido y el insistente convencimiento de que su moral fue la correcta, es un “pensar” ininterrumpido, un círculo vicioso producido en la mente al que Sebastián Covarrubias denomina melancholia: “triste y pensativo de alguna cosa que le da pesadumbre”.33 La melancolía entonces es, por tanto, un dolor por el pensar reiterado.

Una tristeza cualquiera no es la que provoca un dolor físico, sino sólo aquélla que deriva de la melancolía. Ésta genera una enfermedad corporal porque para Joan Corominas, la melancolía es también una “bilis negra”, el producto de un mal humor.34 Bilis es hiel: líquido secretado por el hígado. De la misma familia de este término procede arsénico o cólera.35 La bilis negra es una sustancia letal que produce enfermedad y muerte. El fnal de

32 Ibid., p. 40. 33 Melancholia est mentis alienatio ex atrabile nata cum moestitia, metuque coniuncta (Sebastián Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, Turner, México, 1984, p. 61). 34 Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, 3ª ed., Gredos, Madrid, 1973, s.v. “melancolía”. 35 Guido Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española, Fondo de Cultura Económica, México, 2008, s.v. “bilis”.

Yocasta en la propuesta hubermaniana es, por tanto, la muerte que se resume en la metáfora del caos y las tinieblas de las últimas líneas del texto literario. ¿Pero acaso el reiterado fujo de la conciencia no es ya en sí una antesala de la muerte?

Por otro lado, “La ofrenda más grata” al ser descrita en tiempo pasado alude a la añoranza infantil de los regalos y las palabras amables de los padres. Es la exaltación de aquello que fue, de los momentos que al estar ahora alejados parecen menos hostiles que el presente. Se sabe que aquellas circunstancias no regresarán jamás y el anhelo insatisfecho se convierte en patología y conduce al incesto. Sin embargo, la nostalgia trasciende al personaje para dejar traslucir una nostalgia propia de la autora, manifesta en la recuperación de la literatura antigua, la hebrea y la griega, y también de los mitos. De ahí quizá la reiterada intertextualidad en la obra general de Muñiz-Huberman.

La añoranza de la niñez es el anhelo de las épocas pasadas, cuando la orientación de la vida no estaba a cargo del ser humano, sino de la tutoría de los dioses, del oráculo o de los padres, en el caso del personaje femenino. ¿Cómo girar la palanca del futuro que conduce a lo desconocido y en donde el ser humano parece estar condenado a elegir? Aquí surge la creación con dos caminos: aquella que produce artifcio y la que genera un conficto irreparable en la vida propia. Angelina Muñiz-Huberman opta por la primera vía, pero sus personajes por la segunda. Los actos que se alejan de la lógica de una sociedad “sana”, desde la visión freudiana, son vistos en los relatos de la escritora mexicana como una especie de ofrenda: “Al fnal sólo nos pertenecen nuestras pérdidas sucesivas. De éstas nos alegramos, porque nadie puede arrebatarnos de ellas. Somos un cúmulo de voluntades apartadas. Nos aferramos a lo intangible: a la imaginación”.36

Como resultado de este acto de creación se pueden expiar las culpas, en un ejercicio sanador para los lectores, desde el punto de vista aristotélico, al referirse a la manifestación de la poética, y en particular a la tragedia: “no

36 Muñiz-Huberman, El siglo del desencanto, p. 36.

purga porque nos hagamos más cautos y aquellas emociones nos enseñen la calamidad de la vida humana y repriman la soberbia de la nuestra, sino porque, mientras nos atrae aquel espectáculo, nuestra mente enferma se repone y abandona sus duros pensamientos, de suerte que el ánimo se despoja de toda inquietud, y así se purga”.37

El deseo en las protagonistas es un principio que nunca se satisfará, pues muere cuando se concreta. Y es este deseo el que más se parece al del ser humano, porque existe en su perenne insatisfacción. En ese sentido, se encuentra presente el mito de Orfeo, aquél donde el ser intuye que no logrará la recuperación y, de hecho, el viaje o la elección que tome será en vano. Dado que no habrá salvación y el futuro, es un espejismo, las protagonistas deciden vivir el presente, cuya posteridad, al ser intangible, puede conllevar un sufrimiento, que no será eterno gracias a la muerte:

La leyenda de Orfeo alude al instante en que el tiempo se detiene. En que podrían ser corregidos el error y la pérdida. Es, también, el momento de la decisión y el momento en que surge el cántico que no debe ser profanado. Responde al tema del sacrifcio asumido. De antemano, Orfeo intuye que no logrará la recuperación: el viaje del alma será en vano. El precio de la impaciencia es la soledad para el resto de su vida.38

¿Qué sucede con el trasfondo de la ofrenda de la protagonista de “La ofrenda más grata”?, ¿o con las razones de Yocasta para obtener un tiempo de placer, a cambio del sacrifcio del amado y del sufrimiento propio? La ausencia de nombre en el primer personaje femenino es la clave, ya que funge como elemento simbólico que determina la presencia de características semejantes en un conjunto de personas.

37 Aristóteles, Arte poética y Arte retórica, trad. José Goya y Muniain y Francisco de P. Samaranch, Porrúa, México, 1974, p. 355. 38 Muñiz-Huberman, El siglo del desencanto, p. 78.

Tal parece que cualquier tipo de violencia es una absurda repetición de Caín y Abel, en la que no se utiliza la comunicación. Muñiz-Huberman retrata esa característica de Caín y Abel, aunque los medios cambien con el devenir del tiempo y dependiendo del género a cargo de los actos (hombres o mujeres). Al menos las circunstancias que provocan las protagonistas cambiarán el ritmo que llevaba la vida con los designios de la divinidad. Eso es lo único que importa a los personajes centrales, pues de esa forma, insisto, se podrá contar con el recuerdo, la memoria de los actos pasados, y se confará en el futuro en el que todo puede ocurrir.39

Las escenas que nos permite imaginar Muñiz-Huberman son el caos dentro del “orden”. Es importante que la escritora no los haya considerado cuentos, sino relatos en donde los límites de un género se pierden y se entrelazan con otros en un refejo casi caótico, similar al que se crea en la atmósfera de sus propuestas: “El avance del siglo planteó la pregunta de los géneros y, desde la famosa respuesta de Ortega y Gasset, se han multiplicado las teorías. Ahora, hacia el fn de siglo [el xx] nos queda una sospechosa proliferación y un agudo debilitamiento. Una contaminación de géneros difícil de deslindar”.40

Por ende, aunque en los textos breves analizados hay una clara tendencia hacia los matices dramáticos, también se conservan rasgos de lo trágico, como parte de una característica propia del siglo xx. Es visible la presencia de una contemporaneidad de los mitos griegos y hebreos en los dos relatos, tal como lo escribió la misma autora en El siglo del desencanto. Y el hecho de hacerlo de manera implícita ofrece una interesante relación, en la que, no cabe duda, existe un diálogo entre “Yocasta confesa”, “La ofrenda más grata” y el ensayo, todo para enfatizar ese tránsito de lo divino a lo humano; de la sujeción de los dioses a la nostalgia, la neurosis y la “bilis negra” del mortal, hijo de la modernidad; del uso de la fcción para expiar, entre lectores y creadores, la carga irremediable del libre pensamiento al que siguen sujetos los seres humanos contemporáneos.

39 Ibid., p. 72. 40 Ibid., p. 36.

biblioGrafía

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