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Alucinaciones

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Lyme, paso a paso

Lyme, paso a paso

Para el segundo día tuve otro problema, por la noche regresó la sensación de calentura interna detrás de los ojos y comencé a tener un fuerte dolor de cabeza, como si estuviera constipada, en mis sienes, un dolor muy intenso del lado derecho – el que estaba chueco y paralizado-, un poco menos del lado izquierdo -mi lado bueno-, y comencé a ver unas gargantillas de cuentas flotando transparentes ante mi ojo bueno – el izquierdo-, que luego crecían, engordaban y de un momento a otro se desprendían en cuentitas dejando un hilillo central con algunas cuentas de las que crecían más collarcitos, un ciclo que se repetía casi diario y el desprendimiento venía con los dolores de cabeza nocturnos. Los médicos me revisaron los ojos y no encontraron nada flotando por ahí, así que supuse que estaba alucinando.

Recostada en mi cama de hospital me dediqué a mirar el techo con mi ojo sano, con mi parche en el ojo, pensando en mis manos entumidas y temblorosas de ilustradora y escritora, en mis piernas débiles, temblorosas y dormidas, en el dolor insoportable en mi cuerpo en corto circuito, en mi sonrisa torcida, y en mi parche.

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Pensando en todo y en las oportunidades, sueños y todas las cosas que aun soñaba hacer, y entonces en mi párpado cerrado, debajo de mi parche apareció una imagen en movimiento, era como un cuadro abstracto, tuve que enfocar bien para ver de qué se trataba, era una escena de fondo gris plomo, con un trazo complicado en blanco, como una selva en

contraste negativo, cientos de enramadas blancas, con hojas ondulando al viento, con movimiento, me hizo recordar los años caminando las madrugadas en la selva, a la luz de la luna llena, me sentí feliz.

— ¿Qué piensas? Me preguntaron, mientras me miraban mirando algo en el techo, abstraída, con el ojo izquierdo.

Observé las hojas moverse, acompasadas como aquellas noches ventosas en la selva, cuando todo era oscuridad luminiscente, el fondo negro plomizo, con las plantas y los ojos de cientos de bichos destellando luz reflejo de la luna llena. — ¡Tengo un parche mágico! – le dije emocionada - Estoy viendo un cuadro que voy a pintar, un cuadro de la selva, enramadas, en blanco sobre fondo negro. Más bien una ilustración, un gif, porque tiene movimiento.

Me dieron unas ganas inmensas de tener mis instrumentos de dibujo y mi computadora, así que hablaron con el subdirector del hospital y le pidieron permiso para que me dejaran traer mi computadora al hospital, le explicaron que sería fantástico como terapia para mantener activo mi sistema psicomotor, dibujar, leer, escribir, distraer mi mente en actividades que amo hacer.

Resultó que descubrí que mi parche me permitía enfocar mejor mi ojo no paralizado y usando mis lentes de aumento ¡podía leer! Además, colocando la computadora a tamaño letra 200% podía leer y teclear despacito. Pero no podía controlar el temblor en mis manos, así que tecleaba despacio, midiendo una a una las teclas.

Ese día me enfoqué en los paisajes surrealistas debajo de mi parche mágico; estos paisajes cambiaban cada dos o tres horas. Hasta ese punto, me había mostrado un estanque de fondo

ondulante e intrincado, con cientos de renacuajos nadando por doquier, como cuando vi los primeros estanques naturales en medio de la selva, a kilómetros de la nada, hacía muchísimos años; me mostró una milpa con los tallos secos de las plantas de maíz, con cientos de pájaros volando en todas direcciones apresuradamente como los que vi cientos de veces al regresar por las tardes de algún trabajo en la selva; me mostró el viento danzando en las ramas de los pinos, en tonalidades de colores ocre como los vi alguna vez en un bosque del norte de Estados Unidos, cuando viajé a Rhode Island.

Mi parche mágico pareció ser una entrada a mi memoria abstracta, me presentó los recuerdos sorprendentes de las cosas que me maravillaban de una forma simple y asombrosa, y que deseaba que otros pudieran ver también, que el mundo viera en los gifs que me presentaba. Mirar esos segundos de vida y movimiento hermosos, me conmovían y me traían de nuevo ese sentido de maravilla que me motivaba a dibujar y a escribir, a luchar todos los días y a no darme por vencida.

Aún quería recuperar mi visión, enderezar mi sonrisa, volver a caminar y a sentir la textura y temperatura de una caricia en el rostro de los que amaba, superar el dolor y mi parche mágico me ayudaba a mirar dentro de mí, retomar el sentido de maravilla y a querer pintar y escribir mi aventura por recuperarme y volver a volar.

La madrugada del cuarto día en el hospital tuve un incidente, era de madrugada y sentí humedad a mi costado izquierdo, abrí los ojos y vi una enorme mancha de sangre fresca, mi suero se había medio zafado y mi sangre brotaba a borbotones de mi catéter medio insertado, pedí ayuda y el médico de guardia corrió a auxiliarme. Era el doctor que me había ingresado a emergencias.

Mientras me colocaba el catéter y el suero le di las gracias. Se disculpó por no haber atinado al diagnóstico inicial, creyendo que era Gillian – Barré, pero le dije que estaba agradecida de que me hubiese internado, porque probablemente estaría muerta para ese momento, si él no hubiera tenido el instinto y la vocación.

Tras ese incidente no podía conciliar el sueño, temí que el suero fuera a desprenderse otra vez si yo me dormía, y no pude dormir. En el silencio del cuarto, con la luz encendida me dispuse a entretenerme con mi parche mágico. Me concentré y vi una imagen distinta, como dos jaguares retozando entre la maleza, que se movía serpenteante con el viento. En general era una imagen abstracta como las otras, compuesta de hojas de todos tamaños, hondeando al viento en todas direcciones. Entonces me invadió mi yo científico ¿Por qué son como hojas? ¿Por qué en el ojo paralizado? ¿Por qué estoy viendo cosas? ¿Son alucinaciones? ¿Están en mis ojos? ¿Estará en mis párpados? ¿Estará en mi nervio óptico? ¿En mi cerebro?

Mi ojo de párpado paralizado se abrió un poco, debajo del parche. Traté de acomodarlo presionando el parche para que se redujera la cantidad de luz que entraba filtrada entre la tela, mi párpado y el ojo, y entonces la imagen cambió, era como un venado corriendo, hecho de hojas moviéndose al viento en todas direcciones.

¿Por qué cambió? Así que presioné un poco más, supuse que mi cerebro trataba de encontrar formas familiares al caos de hojas moviéndose ante mi ojo y pensé que estaba teniendo alucinaciones. Necesitaba ver que eran esas figuras que formaban el cuadro, que había debajo de las imágenes.

Presioné un poco más mi parche, traté de abrir mi ojo y enfocar una pequeña porción de la imagen, de ver detenida y

de manera cercana un grupo de hojas moviéndose, justo entre las patas del venado y entonces apareció una imagen, no puedo decir aterradora, fue más bien fascinante (soy bióloga, después de todo). Apreté la gasa y enfoqué y apareció un nido de pequeñas criaturas, con forma de hojas con colita, pero eran como hojas pachoncitas, bolitas en forma de hojas de varios tamaños, apiñadas unas sobre otras, apreté un poco más y las formas comenzaron a moverse en todas direcciones, sin ir muy lejos, quería verlas más de cerca y apreté un poco más.

Me pregunté ¿Estarán en mi ojo? ¿En mi párpado? ¿En mi cerebro? ¿Estoy alucinando? Entonces, bajo la presión de mis dedos las formas comenzaron a hacerse puré, presioné un poco más y comencé a apachurrarlas como puré de papa con movimiento.

Las formas se volvieron una masa informe, pero aún podía ver movimiento bajo ella, así que esperé a ver si algunas otras hojas coludas salían debajo de las apachurradas, y sucedió algo más alucinante aún: comencé a ver destellos violáceos eléctricos y algunas formas pequeñas y enteras comenzaron a dividirse ¿mitosis? Volví a apachurrar el vendaje sobre el ojo derecho semiabierto y las hice puré. Estuve atenta a ver movimiento y me percaté que mis paisajes de hojas al viento habían desaparecido, ya no vi mis imágenes mágicas creadas por las hojas en movimiento.

No pude conciliar el sueño, por la mañana sucedió algo aún más extraño: el dolor del ojo y la sien derecha se redujeron, así como el dolor de quijada de ese lado, también se redujo un poco la parálisis. Del lado izquierdo, mi lado bueno, aún tenía un poco de dolor, aún veía las gargantillas de cuentas flotando transparentes, aún se repetía el desprendimiento que venía con los dolores de cabeza nocturnos.

Aún veía borroso con todo y lentes, pero el párpado de hecho temblaba y lagrimeaba, así que volví a ponerle el parche, pero lo retiré un rato para examinarlo pensando si tal vez había muestras de los bichos que formaban las hojas, en la gasa. Pero no encontré nada. Esa noche casi no tuve dolor de cabeza, aunque mi presión por la mañana fue de todos modos de 150/90. Y los paisajes de hojas moviéndose en todas direcciones no regresaron a mi parche mágico esa noche.

Continué acumulando situaciones: sangré un poco de la fosa izquierda la tarde anterior, y comencé a sentir líquido escurrir de mis senos paranasales a mi garganta, me dolía un poco el paladar superior (velo) que también sangraba puntitos cuando desgarraba, además muy temprano en la mañana había limpiado mis oídos que sentí con mucha molestia y había extraído un poco de sangre de mi oído izquierdo, pero no sentí dolor, es decir no sangré porque me hubiera lastimado, igual había extraído un gran trozo de cerilla (como jamás me la había sacado). Además de entumido, mi párpado derecho estaba caído, sentía movimiento en mi quijada y los sentía temblar sin que fuera aparente o visible.

Tal vez estaba alucinando, pero apostaba que eran los parásitos que nadaban en mi ojo paralizado. Pensé que tal vez debía pedirles me limpiaran mis senos paranasales, revisaran bien mis oídos y mi garganta, tal vez ahí estaban metidos los desgraciados. Tal vez debía doparme con un desparasitante, porque a las ocho de la mañana del día siguiente habían regresado los pájaros sobre las enramadas a mi parche. Los médicos me examinaron, pero no encontraron nada, definitivamente estaba alucinado.

El eterno conflicto entre mi yo artista y mi yo científica, siempre buscándole un lado artístico a la ciencia, siempre buscándole una explicación científica a la magia.

Para el cuarto día internada, recibiendo los antibióticos de Lyme y una batería impresionante de medicamentos, el dolor había cedido un 80%, la presión y el azúcar subían y bajaban, pero se teorizaba que era parte de mi condición. Mientras se cercioraban que no les diera una sorpresa recayendo, por aquello que no fuera Lyme, no me permitieron comer casi nada – por si había que operarme. Así que no me di cuenta que había dejado de, no hay otro modo más delicado de decirlo, defecar.

Cuando por fin me permitieron comer, alrededor de cuatro días después de estar internada, me di cuenta de que no lo había hecho, que no tenía ganas. Le hice la observación a mi médico, quien se alarmó y agregó lavados intestinales a mi tratamiento, eso fue espantoso, pero necesario. Así decidí no pensar en el hambre que tenía, los desagradables lavados intestinales y masaje en el abdomen, manteniendo mi mente ocupada.

Sentí mucha curiosidad por investigar qué podría ser lo que me estaba pasando. Aprovechando todas esas horas sin nada más que hacer que mirar el techo, observar y escuchar las conversaciones de otros pacientes y que me hubieran dejado conservar mi computadora, me hicieron buscar entre las imágenes de bacterias y parásitos.

Aun cuando las hojitas con cola de mis alucinaciones no se parecían mucho a la Borrelia burgdorferi, la espiroqueta (bacteria en forma de sacacorchos) que causaba la Enfermedad de Lyme, me dispuse a averiguar todo lo que podía sobre ella, tratar de entender que, si ese era mi caso, que yo hubiese

contraído la enfermedad hacía años, cómo era posible que todos esos profesionales de la salud no la hubieran detectado o siquiera sospechado que podía ser una posibilidad.

Esa fue otra ocasión que una enfermedad mal diagnosticada me había tenido secuestrada. Aunque, dado que habían tardado tanto en diagnosticarla, que el corto circuito había sido tan extenso, necesitaba aprender todo lo que pudiera.

Aprovechando que tenía mi computadora en el hospital, me uní a otros enfermos en redes sociales y a grupos. Padecientes, expertos y familiares de enfermos de Borreliosis. Me registré en notificaciones automáticas, y me di cuenta que la información era muchas veces confusa, porque los síntomas variaban muchísimo, si me alejaba un poquito para ver el panorama completo con la mirada de un no enfermo de Lyme, parecíamos un grupo de neuróticos hipocondriacos.

Pero yo sabía que no lo éramos. Realmente los síntomas eran amplísimos ¿Por qué? ¿Cómo? Y había polarización entre los expertos de salud, muchos argumentando que el Lyme era una enfermedad imaginaria, y muchos más investigando a la Borrelia con lupa, en todo el mundo una enorme cantidad de investigadores desmenuzando este asunto desde sus trincheras y luchando por el reconocimiento de este padecimiento multisistémico.

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