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Garrapatas inofensivas
La enfermedad de Lyme, también conocida como borreliosis de Lyme, es causada por un complejo de bacterias tipo espiroquetas conocidas colectivamente como Borrelia burgdorferi sensu lato. Aunque muchas personas nunca han escuchado de esta enfermedad, de hecho, la mayoría de los médicos tampoco han escuchado de ella, la enfermedad se describió por primera vez como tal hace unos 50 años, y cada vez hay más evidencia de que nos acompaña desde hace miles de años. No fue sino hasta hace poco que se denominó cuando un grupo de científicos descubrió que Borrelia era la causante de una epidemia de artritis juvenil, aparente, en niños pequeños en un pueblo del norte de los Estados Unidos, llamado Old Lyme. A pesar de que pasa desapercibida para la mayoría de la población, solo en Estado Unidos se diagnostican alrededor de 30 mil casos al año, aunque otros investigadores aseguran que el número puede ser 10 veces más alto, lo que según algunos autores estiman que ya se localiza en 80 países y está creciendo.
Estudié biología y siempre quise trabajar en campo, nunca me vi trabajando en un salón de clases o en un laboratorio, quería correr aventuras en la selva, en el mar, amo las comunidades, las madrugadas brumosas en los pueblos, los largos recorridos en los senderos en lo profundo de alguna selva, en los pantanos y las playas. Sabía que había muchos riesgos, pero me jactaba de cuidarme mucho, siempre privilegié mi seguridad y la de mi familia, colegas y más adelante mis empleados, sobre cualquier cosa.
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A lo largo de los años leí mucho acerca de los riesgos del trabajo de campo, es especial las zoonosis, las enfermedades transmitidas por animales, y acerca de plantas y animales peligrosos. ¿Qué zoonosis puedes contraer como riesgo de trabajo en el sureste de México? Pues había que tener cuidado con la rabia, cuando uno manipulaba roedores, incluso murciélagos; estaba el riesgo de contraer paludismo, dengue, chikunguña o dengue hemorrágico, por la picadura de algún mosquito; conocía un par de personas que murieron por problemas cardiacos debido a una infección no tratada de chagas, que debió haberles transmitido una chinche besucona; estaba el riesgo de contraer toxoplasmosis por exposición a las esporas de hongos en las cuevas, en el guano de murciélagos; se podía contraer psitacosis por estar en contacto con aves infectadas; contraer tifoidea por contacto con reptiles (y no lavarse las manos). Pero también había el riesgo de algunos parásitos como colmoyotes, filarias, ácaros o contraer leishmaniasis inoculado por un mosquito (aunque la gente le llama mosca chiclera), además de los riesgos de salir lastimado o muerto por un venado, tepezcuintle, jabalí, serpientes, abejas, avispas o un felino.
Incluso había que considerar los riesgos que se corrían con algunas plantas, como la chaya cimarrona, tocar una de sus espinas era como ser golpeado por un rayo y luego prender fuego; el chechen negro, que podía causar una reacción severa de intoxicación, una mezcla entre envenenamiento y quemadura con agua caliente; el guano kun, un tipo de palma rastrera cuyas espinas eran como agujas delgadas de unos 10 cm de largo, sumamente quebradizas y difíciles de extraer. Los colegas de campo, con mucha más experiencia, me aseguraron que las garrapatas te podían dar fiebre, la picadura podía
infectarse, pero realmente eran inofensivas. No estaban en la lista de riesgos mortales.
Cuando años después cuestioné el haberme dado información equivocada descubrí que ellos no hicieron más que repetir lo que alguien más les había dicho: La rickettsiosis y la borreliosis eran enfermedades que sucedían en otras partes del país, otras partes del mundo. Las garrapatas del sureste de México eran, según mis colegas y los colegas antes de ellos, inofensivas. No solo estaba en la psique de todos los compañeros de trabajo, también en la gente de la comunidad y la literatura.
Pienso en todas esas ocasiones que regresé a casa de campo, cubierta de garrapatas, coloradillas y otros bichos, lo único que me preocupaba era quitarlas bien. Al principio no lo hacía tan bien, no solo se trata de arrancarlas, había que desprenderlas completamente, desenterrarlas de la piel, donde hundían su cabeza completa, separarlas sin que quedaran restos para que no se fuera a infectar la picadura.
Con el tiempo perdí de vista el peligro. Al principio, me aseguraba de llevar calcetines largos y sellar mis pantalones dentro de las botas, colocarme repelente o insecticida, pero como aun así las garrapatas no se quedaban en las botas. Aún cuando esparciera repelente por todo mi cuerpo, no me salvaba de las picaduras. Comencé a resignarme a ser alimento de garrapatas y cambié todo el ritual de protección por una capa gruesa de mentol, que parecía era la única cosa que mantenía lejos a las garrapatas. Espacia todo el mentol en mis piernas, pantalones y botas, pensando que eso evitaba que las garrapatas escalaran desde el suelo.
Me hubiera servido saber que las garrapatas permanecen casi todo el tiempo, inmóviles, que se colocan en la vegetación
y esperan un hospedador. Rara vez esperan a nivel del suelo, por lo general se ubican en la vegetación a diferentes alturas, en función con el hospedero y la etapa de desarrollo en la que estén. Se posan en la vegetación y extienden sus patas delanteras, porque en cada una de ellas poseen los órganos de Haller, con los que detectan las diferencias en las presiones parciales de anhídrido carbónico y olores característicos emitidos por un hospedador que se acerca. Cuando perciben su presencia dirigen el primer par de patas en la dirección de donde procede el estímulo y se preparan para gancharse al cuerpo del hospedero que pasa. Luego solo escala hasta el lugar donde vaya a fijarse para comer.
Yo si las tenía en el radar, pero no las ubicaba como peligro donde trabajaba y vivía, las tenía muy presentes en mi tierra natal al norte del país, a casi dos mil kilómetros de distancia. Allá las garrapatas de perro son cosa común y las enfermedades asociadas, sobre todo la rickettsiosis o fiebre manchada de las montañas rocosas, es cosa común, sobre todo en temporada de calor fuerte. Así que al principio tenía mis reservas, en mi infancia y juventud, viviendo en el norte, aprendí a tener cuidado con las garrapatas, pero perdí de vista el riesgo cuando me fui a vivir al sureste, y cuando comencé a trabajar en ecosistemas silvestres, no cuestioné la información que me dieron.
Como bióloga sabía que las garrapatas son parásitos externos, que solo se alimentan de sangre de animales y humano. Por 2 años, no comen otra cosa más que sangre. Puede ser de un ratón, un pájaro, un venado, una vaca, un conejo, o un ser humano, sin discriminar, así de versátiles.
Afortunadamente no, al parecer solo las garrapatas de la familia Ixodidae, garrapatas duras, y entre ellas, dos géneros que funcionan como vectores de Lyme: Ixodes y Amblyomma, y en especial cuatro especies son las de todo el asunto: Ixodes scapularis, Ixodes pacificus, Ixodes ricinus e Ixodes persulcatus. El asunto es que estas cuatro especies están distribuidas en todo el mundo. Aunque también se han encontrado la bacteria en otros bichos.
Andando en campo, cuando capturábamos aves, mamíferos de todos tamaños, reptiles y anfibios silvestres, para hacer estudios, muchas ocasiones estaban cubiertos de garrapatas. Con toda la humanidad e inocencia del mundo les retirábamos los parásitos, la mayor parte del tiempo no queríamos terminar manchados de sangre, así que no las aplastábamos, además eso nos quitaba tiempo, solo las lanzábamos lejos, hacia el monte.
Cuando hacíamos intercambio o vendíamos un venado cola blanca, la secretaria de agricultura debía emitir un certificado de salud, pero debíamos garantizar que el animal no llevara, entre otras cosas, garrapatas. Cuando se les dormía para hacer la revisión, los estudios de laboratorio, aprovechábamos para cerciorarnos que no tuvieran garrapatas. Se les ponía algún medicamento, pero si había alguna solo la arrancábamos y la aplastábamos, quemábamos o solo la arrojábamos lejos.
Con los años aprendí que la única forma segura de matar a una garrapata es ahogarla, colocarla en un recipiente con agua por varios días ¿Por qué? Porque así nos aseguramos de que se eliminan incluso los huevecillos, y nos mantenemos lejos del interior infectado no solo con Borrelia, pero con al menos una decena de otros microorganismos peligrosos.
Había muchas cosas que supuse y estaban equivocadas. Solía pensar que había garrapatas que comían y otras no, ya saben, están las garrapatas que parecen arañitas, los machos, y las garrapatas gordas que están llenas de sangre, las hembras. Pareciera que las primeras se alimentan de otra cosa, pero no de sangre o pareciera que no comen nada. Lo que sucede es que los machos pueden comer, pero no se hinchan, mientras que las hembras pueden incrementar su tamaño hasta casi 100 veces su tamaño inicial antes de que se atiborraran de sangre. Si esto no es suficiente, resulta que el volumen de sangre que ingieren es muy superior a lo que vemos en sus barrigas, porque al tiempo que se alimentan y comienzan a digerir, “regurgitan” los desechos a través de la saliva; así es, no solo comen sangre, sino que regresan los desechos de su digestión al mismo lugar donde se están alimentando, “vomitan donde comen”. Si hay dos o tres garrapatas alimentándose en el mismo sitio, pues, ya para que les explico. No crean que quiero hacerlos sentir náuseas, es que esto es clave para la infección de Borrelia.
Son capaces de adquirir la bacteria de un bicho y mantenerla en su sistema digestivo durante sus mudas a lo largo de todo su ciclo de vida, que son dos años, y en el inter pasarlo a otro bicho, cuando se alimenta. Pero también puede pasarse de una garrapata a otra, mientras comen, ya saben comiendo y regurgitando en grupo, una garrapata infectada puede infectar a otras.
Algunas ocasiones no puedo evitar sentir escalofríos y náuseas de pánico cuando veo a los animales callejeros cundidos de garrapatas, afortunadamente los buenos samaritanos están entendiendo la importancia de esterilizar y desparasitarlos. Pero no sucede esto con las palomas urbanas,
que también son transportadoras de garrapatas y de muchas enfermedades zoonóticas (transmisibles de animales al ser humano).
La garrapata es más que una hipodérmica (jeringa) viva para la Borrelia, no solo le sirve para “inyectarse” dentro de un animal o una persona, los investigadores descubrieron que este artrópodo tiene una especie de relación simbiótica, que es clave en el ciclo biológico de la bacteria. Hay todo un proceso quimiotáxico, es decir, la bacteria necesita de algún químico en la garrapata que dirige y ayuda a la bacteria, que le permite a la bacteria el activar determinados genes cuando es transportada por garrapatas, pero no parece suceder con otros bichos (que alivio).
Es decir, aunque hay estudios que han encontrado Borrelia en mosquitos, tábanos, moscas de la familia Stomoxydae, pulgas y piojos, parece que estos bichos se consideran solo como transportadores (carriers) y no pasan del bicho al ser humano. Esto es porque la bacteria necesita algo de la garrapata para poder pasar de ella a nuestro torrente sanguíneo e infectarnos exitosamente. Necesita su intestino medio y su saliva.
Resulta que la Borrelia se reproduce en el intestino medio de la garrapata, desde donde se mueve a la boca cuando ésta comienza a alimentarse; además la garrapata como bicho chupasangre posee ciertas sustancias que inhiben la acción del sistema inmunológico cuando se alimentan de sangre, incluyendo el humano, por lo que esto facilita el ingreso de la bacteria y su diseminación en el organismo sin que el sistema inmunológico lo identifique y ataque en ese momento. Para ello, la garrapata debe estar adherida suficiente tiempo para permitir que la bacteria entre al torrente sanguíneo, algunos
investigadores dicen que, hasta 48 horas, yo no recuerdo haber tenido una garrapata pegada tanto tiempo, pero si recuerdo la diana, ese círculo rojo que se forma alrededor del piquete de la garrapata que significa que hay una infección de esta bacteria. Los médicos e investigadores le llaman Erythema chronicum migrans (ECM).
El EMC es una mancha en forma de una diana (un tiro al blanco, una serie de círculos concéntricos alrededor de la picadura). Su relación con la enfermedad de Lyme se describió hace más de 100 años, por ahí de 1921. Al principio se creía que era como una reacción alérgica a alguna sustancia o una toxina de la garrapata o de algún bicho trasmitido por la garrapata. Pero en alrededor de 1950 se confirmó que no era una reacción a una toxina porque se curaba efectivamente con antibióticos.
Cuando los investigadores revisaron algunas muestras de tejidos bajo el microscopio, en la década de los 1950s, notaron rastros de elementos que se parecían a las espiroquetas y estas se convirtieron en las principales candidatas. Incluso Lennhoff, un investigador médico llegó a citar al final de su investigación que las espiroquetas podían ser las causantes de la enfermedad porque las lesiones respondían a los antibióticos y a los medicamentos anti espiroquetales, pero durante muchos años nadie siguió la sugerencia de este investigador de que la garrapata era vector de espiroquetas y las espiroquetas causantes del ECM.
Fue hasta finales de la década de 1970 cuando Willy Burgdorfer y su equipo confirmaron que era una espiroqueta la causante de la Enfermedad de Lyme y del ECM. No tengo que decirles de dónde vino el nombre de Borrelia burgdorferi sensu latu, del bicho causante de la Enfermedad de Lyme. La
descubres y le pones nombre. El sensu latu, quiere decir en el “sentido amplio”, porque se descubrieron un montón de genoespecies (variaciones).
Las garrapatas están activas la mayor parte del año y viven dos años aproximadamente, pueden infectarse con la bacteria desde la etapa de larva, desde las primeras etapas. Durante la primavera del primer año, las larvas salen de los huevos, que incubaron aproximadamente un mes, y deambulan por la casa. Llegado el verano las larvas se alimentan de pequeños roedores u otros mamíferos o aves, generalmente del ratón de patas blancas (Peromyscus leucopus). Y ahí es donde generalmente se infecta, en primer lugar. Porque la bacteria no se “guarda” en la garrapata, tiene un “reservorio” identificado en ese roedor. La garrapata lo pica, chupa su sangre y se infecta. En el otoño las larvas mudan a ninfas, quedando inactivas durante el invierno, pero en la primavera del segundo año, las ninfas se vuelven activas y se alimentan nuevamente. Una ninfa infectada al alimentarse, puede infectar al hospedero.
Al llegar el otoño del segundo año, las ninfas se transforman en garrapatas adultas, en este período si están infectadas también pueden transmitir la enfermedad.
En este período del segundo año (otoño e invierno) la garrapata adulta se alimenta y aparea principalmente sobre el ciervo de cola blanca (Odocoileus virginianus). En la primavera la garrapata cae al suelo para poner los huevos que se desarrollarán y el ciclo se repite. Andando todos esos años en los ecosistemas de selva y agropecuarios tenía potencial de infectarme en primavera y verano por las larvas o garrapatas adultas, en otoño por las ninfas y garrapatas adultas, era muy difícil no recibir picaduras de estos bichos, si uno considera
que las larvas y ninfas son prácticamente microscópicas, y aún así están infectadas potencialmente, si no lo puedes ver ¿cómo se protege uno de eso?
Como les contaba, recuerdo haber visto las dianas en mi piel, al menos unas tres ocasiones. Pero recuerdo una especialmente. Estaba en una comunidad en la zona limítrofe entre Quintana Roo y Campeche, había estado unos tres días entrando y saliendo de campo, haciendo monitoreos de fauna silvestre. Eso nos llevaba a caminar kilómetros, atravesando diferentes tipos de ecosistemas.
Fue hace muchos años, pero recuerdo como se veía la picadura. Estaba en mi pierna izquierda era una serie de círculos rojos concéntricos, me dolía algo, pero era soportable, la textura de la piel sobre ella era rígida y muy caliente. Pero no tuve fiebre en el resto del cuerpo, a lo mucho cansancio, pero lo atribuí a todo el trabajo agotador del transecto.
La diana me duró algunos días, realmente pensé que algo me había picado y era una reacción alérgica a algún tipo de toxina. Tal vez me habré automedicado, tomado algún tipo de antihistamínico o tal vez habré colocado pomada para tratar de eliminar la sensación de piel tesada, rígida. Otro par de ocasiones vi la diana, en mi cadera, creo que hasta del mismo lado izquierdo.
En alguna ocasión acudí a ver a un médico, vio la marca en mi piel, le dije que la zona se sentía como “dura y caliente”, que me causaba molestias, realmente no me daba dolor, pero si como si debajo de la piel los músculos se hubieran puesto rígidos. Se palpaba la temperatura al tocar la piel. Sentía como si me fuera a dar una gripa, pero nada más. El resto del cuerpo
no había otro síntoma, ni fiebre generalizada, la mancha no se estaba expandiendo.
En ambas ocasiones fue el mismo diagnóstico, una reacción alérgica a alguna toxina inoculada por la picadura de algún bicho, solo era una reacción alérgica, unos antihistamínicos, mucha agua y líquidos, tal vez una pomada para tratarla desde afuera, pero no había nada de qué preocuparse.
En ese momento estaba en la etapa I de la enfermedad, la infección estaba aún localizada en una zona y era más fácilmente tratable. Nunca imaginé que era una infección bacteriana del peor tipo. Nunca pensé ni en mis mas locas ideas que mi vida nunca iba a ser la misma después de ver ese patrón de círculos rojos en mi pierna. —¿Será que estoy muerta y la muerte se siente así? — pensé.
Aún estaba en shock, aferrada al volante de la camioneta que estaba sobre las cuatro ruedas, dentro de la selva, al final de una brecha angosta entre la maleza, que yo acababa de abrir con mi vehículo, cuando perdí el control. Me salí del camino y terminé monte adentro. Estaba a unos 30 metros fuera de la carretera, en el medio de un manchón de árboles, a un costado de la autopista; el motor de la camioneta aún estaba encendido y yo estaba aferrada al volante; tenía los vidrios arriba, los seguros puestos, la música a todo volumen y el aire acondicionado a todo lo que daba. Había latas de atún y otros víveres dispersos sobre el tablero y los asientos, mi taza de café estaba derramada en el portavaso. Había dormitado unos segundos y eso había bastado para accidentarme.
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