La segunda etapa está dada por el “transporte” y “traslado”, de la víctima desde su lugar de origen a su lugar de destino. Es importante resaltar que, a diferencia del delito de “tráfico de personas”, como fue mencionado en el punto I., el lugar de destino puede ser tanto local como internacional. La víctima puede viajar “acompañada” por el reclutador o sola, pero en la mayoría de los casos, el dinero y/o los pasajes son proporcionados por la red delictiva.
El desplazamiento de su lugar de origen provoca un desarraigo, dejando a la víctima en un lugar de vulnerabilidad tanto emocional como económica, además de dificultar la investigación y búsqueda por parte de las autoridades.
Durante los últimos 15 años, se registró un aumento en el número de víctimas locales de trata; estos números se ven reflejados en el Reporte Global de Tráfico de Personas de UNDOC (2018). De acuerdo con esta publicación, la gran mayoría de las víctimas son detectadas dentro de su propio país. En Latinoamérica, el 93% de las víctimas de trata fueron detectadas dentro de la misma región.
El siguiente gráfico de 2016 detalla el porcentaje de víctimas detectadas por área de origen y detección; a su vez se tienen en consideración las subregiones.
Finalmente, en la fase final se produce la “explotación”, la cual supone sometimiento y privación de la libertad de la persona mediante distintos mecanismos de coerción, como lo son el control de sus movimientos, de su entorno físico, la violencia física o psicológica, la sujeción constante a un tratamiento de extrema crueldad, entre otras formas. En síntesis, estos mecanismos se pueden englobar en tres grandes grupos a saber: - Mecanismos económicos: Se utilizan sistemas de endeudamiento inducido. El ciclo comienza con la deuda adquirida por el costo del pasaje de traslado, desde su lugar de origen a su lugar de explotación, y luego se va
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