Introducción
Todo comenzó aquí.... El 15 de agosto de 1993, en la carta enviada con ocasión del VII centenario del Santuario de Loreto, el Papa Juan Pablo II definió la Santa Casa como «el primer santuario internacional dedicado a la Virgen y, durante varios siglos, el verdadero corazón mariano de la cristiandad»1. De hecho, el Santuario de Loreto no es un santuario como muchos otros. Durante mucho tiempo ha sido el centro de devoción mariana más importante de Italia y de Europa y esto no solo se debe a la preciosa reliquia que alberga sino también a la manera como llegó a la región de las Marcas. La Santa Casa de Loreto es el lugar donde, como leemos en una espléndida homilía de San Bernardo2, comenzó la Redención de la humanidad, el núcleo más humilde 1
Cfr. Carta de Juan Pablo II a monseñor Pasquale Macchi para el VII centenario del santuario de la Santa Casa de Loreto, 15 de agosto 1993, in https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/it/letters/1993/documents/hf_jpii_let_19930815_mons-macchi.html.
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«Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz; has oído que esto no sucederá por obra de un hombre, sino por obra del Espíritu Santo. El ángel espera la respuesta; debe regresar ante Dios que lo envió. Esperamos, oh Señora, una palabra de compasión, ya que miserablemente estamos oprimidos y condenados. Este es el precio de nuestra salvación: por tanto Madre si eres consciente de esto, seremos liberados inmediatamente. Todos fuimos creados en la Palabra eterna de Dios, pero ahora estamos sujetos a la muerte sin embargo tu breve respuesta nos renovará y nos dará la vida. Te lo suplican con lágrimas Pía Virgen: Adán exiliado del Paraíso con sus hijos miserables; y David te lo suplican; los santos patriarcas que son tus antepasados, que viven en la oscura región de la muerte, te lo suplican insistentemente. El mundo entero espera postrado de rodillas pues de tu boca depende el consuelo de los pobres, la redención de los prisioneros, la liberación de los condenados, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda la humanidad». De las Homilías a la Virgen de San Bernardo, abad, Om. 4, 8-9; Obras completas, ed. Cisterc. 4, 1966, 53-54.