Capítulo I
¿Cómo es la Santa Casa? La historia de Loreto comienza en Nazaret, donde María recibió el saludo angelical. Como era habitual en Palestina, en esa época, las viviendas humildes solían estar formadas por tres paredes apoyadas en una cueva, que formaba una habitación separada. No hay que descartar que pudieran existir otras estancias, de tamaño menor, y un patio al aire libre. Esto, obviamente, también se aplica a la casa de la Sagrada Familia de Nazaret: que, por otro lado, no era una casa tan miserable como le gusta decir a cierto catolicismo pauperista, aunque sí era humilde y austera, a pesar de pertenecer al linaje real de la casa de David. Como sabemos, la celda donde tuvo lugar la Encarnación del Verbo de Dios por medio del “Sí” que fue pronunciado por Nuestra Señora se convirtió en un lugar de culto y de peregrinación desde los orígenes del cristianismo. En realidad, fue venerada desde que María Santísima todavía estaba en la tierra y es evidente que, con el tiempo, dado el tamaño de la casa y la enorme afluencia de creyentes trataron de hacer el ambiente más adecuado; de hecho, más tarde, a la capilla se le incorporó una estructura más grande concretamente, una sinagoga de la época constantiniana que fue remodelada más tarde en estilo bizantino y luego cruzado. Durante este período los devotos peregrinos (pero también ladrones) fueron llevándose piedras o fragmentos de los muros sagrados. Para solucionar este expolio los custodios fueron añadiendo nuevo material en los lugares donde faltaban.