ARTE Y DEVOCIÓN
VARIACIONES SOBRE LA ESCENOGRAFÍA DE LA PASIÓN: LA IGLESIA DE JESÚS ANTES DE SU MUSEALIZACIÓN María Teresa Marín Torres | Directora del Museo Salzillo
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olo a través de unas pocas fotografías, que nos dan una visión fragmentada, así como a partir de descripciones y las noticias de archivo, podemos hacernos idea de cómo fue el entorno original de la iglesia de Jesús mucho antes de su musealización en la década de los años cincuenta el siglo XX. Un espacio que se conformó como un auténtico teatro de la Pasión de Cristo, especialmente en la época en que el bailío de Lora, Francisco de Avellaneda, protector y mecenas de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, determinó la imagen de una ermita única, de planta centralizada, decorada toda ella con escenografías ideadas por el pintor milanés Paolo Sirtori, que hacían más realista la tramoya ante la cual se desarrollaba todo un espectáculo sacro dedicado a los últimos momentos de la vida de Jesucristo, con los pasos ideados entre 1752 y 1777 por el gran escultor Francisco Salzillo (1707-1783). La musealización mal entendida de los años 1950 acabó con una imagen que, aunque con algunas ampliaciones que buscaban una mejor visualización de los pasos, habría llegado casi intacta hasta mediados del siglo XX. Se impusieron criterios de mejora en la con-
servación y exposición frente a lo que tendría que haber sido una intervención mínima en la restauración de la iglesia, que desde hacía tiempo venía presentando problemas de estabilización1. En aquella primitiva ermita que nos muestran las antiguas fotografías no habría tenido que ser incompatible el uso devocional con el museístico, aunque ciertamente, las condiciones mejoraron mucho a la hora de poder contemplar los pasos tanto desde la iglesia como en el circuito interior habilitado que posibilitaba un acercamiento mayor a las obras de arte. Pero ello no excluía que ciertos elementos de mobiliario litúrgico o de exorno, como las pinturas murales de Sístori en el interior de las capillas, pudieron haber sido conservados. El que no se respetara la imagen primigenia de finales del siglo XVIII, venía a demostrar, en cierto sentido, que todavía el estilo barroco todavía 1 En una nota de noviembre de 1952 de la cofradía apremia al Ministerio para la realización de obras del museo dada «la inminencia de ruina en bóvedas y techumbres de la Iglesia, Monumento Nacional, así como la mayor amenaza de hundimiento de su inmediata dependencia de la Casa de la Cofradía, impone la rápida solución y ejecución de las obras del Museo». Las obras comenzarían en julio de 1953.
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no terminaba de estar plenamente considerado a pesar de los estudios de Weisbach, Sedlmayr, Mâle, Wölfflin o el mismo Eugenio D’Ors, aun cuando estaban en boga tendencias en conservación tan loables como las que se imponían a través de la Carta de Atenas de 1933, con las teorías de las restauración científica. A ello hay que sumarle el que la ermita había sido declarada monumento histórico-artístico nacional en 1935 a petición de la Junta Superior del Tesoro Artístico2. Y ello, pese a que como señaló González Simancas en 1902, el lugar, casi un museo, destacaba por las buenas condiciones de conservación y de visualidad3. También es cierto que eran las actuaciones que primaban en la época y fue muy alaba2 «Es una interesante construcción barroca levantada en la segunda mitad del siglo XVIII, de planta ovalada, con una nave en torno y capillas abiertas a ella, guardándose en el edificio mencionado, desde la época de su construcción, los célebres pasos procesionales del escultor Salzillo, siendo un verdadero Museo de ellos”. Tras su declaración, la ermita con sus dependencias quedaba bajo la tutela del Estado y la inspección y vigilancia de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Murcia, Gaceta de Madrid, n. 168, de 17 de junio de 1935, pp. 2250 y 2251. 3 González Simancas, M. Catálogo monumental de España. Provincia de Murcia (1905-1907), p. 234.