EDITORIAL Consejo de redacción
T
LA LLAMA PERMANENTE DE LA DEVOCIÓN
iempos complejos para la realidad de siempre. La iconografía sagrada se sumerge en una época difícil donde la religiosidad y los valores se diluyen. El vértice de nuestra vida como cofrades, el ejemplo sacrificial de Cristo cargado con su cruz, camino del Gólgota, se presenta ante nosotros incorruptible. Surgen dificultades, cesa la luz, aumenta el griterío ensordecedor, pero pervive entre todo ello, entre todos los obstáculos, el ejemplo viva del Nazareno: timón bajo cuya dirección se encaminan nuestras vidas. Y aunque el camino es errante y las dificultades muchas, sólo su presencia permanente puede salvarnos del fácil naufragio. Vivimos en una sociedad donde los apetitos gustan de la solución fácil y cómoda. El camino que nos marca el “mártir del Gólgota” no se revela como apetecible. Y, no en vano, sabemos que es el único posible para no zozobrar definitivamente en el caos inalienable del “mundo sin Dios”. Y aquí está el papel de “los nazarenos” en este momento crítico de la Historia: revelar y manifestar la pervivencia de una senda y la viabilidad de un sentido auténticamente cristiano de la vida. Como siempre, como cada día desde aquel 1600, estamos en pos del Nazareno, bajo el dictado de amor que emana de su mirada. El misterioso temor que irradia la contemplación mansa y humilde del que es Dios nos acerca a la naturaleza imperturbable de la religiosidad sagrada: una forma y una sustancia que en su culto no entiende ni de cambios ni de la vertiginosa fluctuación de la modernidad líquida. El oficio de profundizar en el poder que exhala de su Santa Palabra es obligado anhelo del cofrade y del devoto auténtico que se postra a los pies del Nazareno. Para nuestro gozo, la suerte de poder contemplarlo a diario bajo el orbe universal de su cúpula y sabernos hijos suyos: fruto salvado y preservado por este gran Padre, dueño de los tiempos y maestro de la única Sabiduría. Por ello se dirige la acción decisiva de la cofradía y sus miembros a la contemplación cultual de su Santo Nombre: al rito permanente de la veneración amparada en la oración y la liturgia. Sólo para Dios es nuestro culto y para ello, bien preocupados, erigieron nuestros antepasados el templo glorioso que hemos heredado para realizar en él el culto permanente en honor al Dulce Jesús Nazareno. La banalización de la nueva era consumista trata de irrumpir despojando al templo de su sentido y significado único; por eso la obligación de los cofrades es ser fieles a Cristo y restaurar su Casa de Oración. También la revista Nazarenos pone en este año difícil, marcado por la epidemia y la crisis, sus ojos sinceros en la figura del Nazareno: amparo y refugio del pueblo murciano para los siglos de la tribulación. Arca de la alianza para todos ante el diluvio ensordecedor de la contemporaneidad. Por eso, se vuelca en ofrecer a sus lectores una visión retrospectiva y crítica sobre la figura devocional de nuestro amado titular, su historia, sus cultos, sus procesiones…; en definitiva, sobre su proyección en la propia ciudad. Porque si algo caracteriza a Jesús es el proyectar su púrpura recamada sobre toda Murcia, protegiéndola y ofreciéndole auxilio. Tenemos una imagen sagrada cuya tutela y cuidado nos compete pero que nos obliga a donársela cada día de nuestras vidas a las gentes de la ciudad a la que siempre acompañó en sus dolores. Somos mayordomos, estos es, servidores todos, para ese donarse continuamente a nuestra sociedad; somos, en consecuencia, los responsables últimos de que siempre permanezca ardiendo la llama de su fe, de que nunca se apague el eco de su nombre en cada rincón de nuestras calles. Volvamos la vista atrás para coger el aliento que tanto necesitamos: volvamos a transitar en nuestras vidas por aquellos lugares donde durante siglos se posó soberana su sombra, a la luz de cada Viernes Santo, y proclamemos el milagro esperanzado que su presencia trajo: ¡Oh, sí, Jesús. Déjanos sólo tocar la fimbria de tu túnica morada!
3