ARTE Y DEVOCIÓN
LA CIUDAD DEL NAZARENO: HITOS Y CLAVES PARA LA INTERPRETACIÓN SIMBÓLICA DE LA COROGRAFÍA SAGRADA MURCIANA Pedro Fernández Sánchez | Grado en Historia
E
l simbolismo del ritual es una realidad innegable. El tránsito forma parte del hecho sagrado, el ascenso hacia el ámbito de lo trascendente, determina el propio éxodo vital del cristianismo. En efecto, los evangelios de San Lucas o San Juan vienen determinados por una suerte de peregrinación hacia la consumación del sacrificio del Hijo de Dios. Estos elementos no han pasado de largo en las generaciones pasadas codificando una suerte de rutas, tanto dentro como en las periferias de las ciudades, donde poder rememorar los sucesos esenciales de la entrega de Cristo. Particularmente elocuentes son los Calvarios, emplazamientos adyacentes a las urbes donde se ponía la vista para la evocación de la Pasión. Pero no siempre las ciudades contaron con estos recursos: el propio desarrollo de la Edad Moderna conllevó el traslado de los rituales de la Semana Santa intramuros de las ciudades materializando una nueva realidad. Poco antes de la erección de la murciana Cofradía de Jesús Nazareno, la ciudad de Toledo veía germinar una suerte
de itinerarios sagrados trazados estratégicamente en el seno de la milenaria ciudad de las “tres religiones”. El discurso inequívoco de esta propuesta, más allá del relato concreto rememorado, constituía una suerte de sacralización del espacio público. Este proceso fue magistralmente culminado por El Greco quien, en su “Planta y vista de Toledo”, enlaza la bajada trascendente de la Virgen y su corte angelical sobre la pretendida capital imperial: en la sección inferior el cretense cartografiaba las calles toledanas inscribiendo para la posteridad esta suerte de “corografía sagrada” en la lectura simbólica del mundo cristiano que se estaba conceptuando. No ya la lucha contra el Islam, sino ahora la más cercana contra el protestantismo conllevó la mutación de las ciudades medievales de la península en unos espacios proclives a la detentación del ideal contrarreformista1. Hace apenas un año el también pintor, esta vez sevillano, Daniel Bilbao empleaba esta misma estrategia 1 Ver RODRÍGUEZ DE LA FLOR, F., Barroco. Representación e ideología en el mundo hispánico (1580-1680), Madrid, Cátedra, 2002: pp. 131-134.
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representativa en su magnífico cartel para las celebraciones pasionarias hispalenses. En efecto, la pervivencia de aquellas rutas ha marcado el devenir urbano de nuestras ciudades hasta convertirse en parte indispensable de las mismas. Murcia no fue ajena a este planteamiento simbólico de sus calles recogiendo espacios tan singulares (ahora ya modificados e irremediablemente perdidos) como la denominada “calle de los conventos” que, desde el área de la Plaza del Mercado a la entrada de la Puerta de Castilla transgredía el sentido medieval del trazado para conseguir una realidad alterna plenamente cristianizada2. En este proceso la figura de Nuestro Padre Jesús Nazareno, sus procesiones y rituales jugó un papel clave al insertarse plenamente en esta nueva realidad semántica de la ciudad. Procede ahora llevar a cabo una revisión al respecto marcando sus hitos representativos. 2 Sobre los itinerarios sagrados en el ámbito urbano murciano véase FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, J.A., “Apariencia y atuendo en la imagen sagrada de vestir. El caso de Murcia” en Congreso Internacional Imagen y Apariencia, Murcia, Universidad, 2009: s.p.