NUESTRO PADRE JESÚS Emilio Llamas Sánchez | Mayordomo Presidente
«El amor vence siempre, como Cristo ha vencido […] ¡Dios siempre puede más!»
H
ace ya treinta años que san Juan Pablo II realizó esta proclama desde Chile y los que entonces éramos muy jóvenes no olvidamos el regalo que siguen siendo para nosotros estas palabras. Su recuerdo nos ayuda a enfrentarnos a los tormentos y las tribulaciones de cada día. La afirmación de la victoria de Cristo por la Cruz da sentido a las grandezas y miserias de nuestro mundo y nos hace más fuertes: sólo de Dios viene el espíritu para enfrentarnos a la pandemia que sufrimos. Es un honor dirigirme a vosotros por medio de «Nazarenos» en esta antesala de la Pascua, la gran fiesta del cristianismo. Nuestra esperada publicación cumple ahora veinticinco años y me sirve para anunciaros que se abre un nuevo tiempo en la cofradía. Nuestro Padre Jesús es el pilar en el que baso esta tarea de servicio que me habéis encomendado. Es vuestro apoyo el anhelo a través del que se afirma mi deseo de perseverar en la expresión del amor al Nazareno. Os animo, en la confianza de dar sentido al espíritu secular de los nazarenos que nos precedieron, a defender el patrimonio material e inmaterial que a las plantas de nuestro sagrado titular se ha ido generando a lo largo de los siglos. Ahora, a través de estas páginas, se profundiza en esta singular relación de Jesús con sus cofrades y con la ciudad. Los diferentes artículos y fotografías que a continuación se desgranan son fruto del tesón y de la admiración de sus autores hacia la misteriosa talla del Nazareno: el Dios hombre que camina entre nosotros cada primavera. A todos ellos agradezco la dedicación y el esmero puestos en la dirección propuesta por los miembros del consejo editorial. La centralidad y la relevancia del culto a nuestro venerado titular es el gran compromiso que hemos adquirido con vosotros y esta edición de nuestra revista es fiel consecuencia de ello. Ya os anuncié la necesidad de unidad para obrar la restauración histórica de este legado. En este sentido quiero significar que se han dado pasos decididos hacia ello procediendo a la apertura diaria de la iglesia junto a la celebración de las misas de hermandad y difuntos (cada viernes primero de mes), la eucaristía para las familias (en el tercer domingo de mes) o la Hora Santa que acentúan el clima devocional propio de la presencia soberana de Nuestro Padre Jesús. Su
morada se define desde antaño como lugar de recogimiento y oración: espiritualidad, como sabéis, basada en la contemplación de la Pasión a través de cada una de las insignias conservadas en sus muros. En este sentido, contamos en la dicha de andar en este año dentro de la conmemoración del 350º aniversario de la entronización de Nuestro Padre Jesús en su capilla. Este hecho fundamenta el anhelo primitivo de aquellos cofrades que vencieron todo tipo de contrariedades para conseguir que el amadísimo titular pudiese contar con un particular y singularísimo espacio para su culto. La huella de este secular desvelo nos obliga a alimentar esta aspiración cultual: los mayordomos y cofrades que estamos al servicio del Nazareno no estamos dispuestos a dejarlo pasar. También vuestra oración y vuestra presencia suponen una piedra fundamental sobre la que debemos continuar forjando esta historia de amor por Cristo. De forma paralela, como no podía ser de otro modo, no podemos defraudar la confianza de quienes en la pobreza o la enfermedad nos necesitan. Los nazarenos de Jesús debemos convertir nuestra institución en una cofradía ejemplar, siempre presta como el Cirineo o la Verónica a estar junto a los desamparados. No os descubro nada: estamos atravesando unas circunstancias de extrema gravedad. Con profunda tristeza hemos despedido en este año a muchos de los nazarenos que han caminado antes de nosotros tras los pasos de Jesús. Es el momento del sentido homenaje a todos ellos. Unamos nuestras voces al cielo por las víctimas de esta epidemia. Tenemos confianza porque Dios que todo lo puede nos da la luz. La llama de la fe que permanece en el farol de la antigua ermita de Jesús está perpetuamente encendida. Animados, pues, con su aliento llegamos al fin a otro Viernes Santo. Es la hora de vivir nuestros sueños y recibir la bendición de una nueva Semana Santa. Ya es hora de que Murcia se reencuentre con la ilusión de un nuevo encuentro con Nuestro Padre Jesús. La intimidad de nuestra iglesia, como desde los siglos anteriores, será un crisol que acogerá los corazones de los hijos que quieran vivir el más sentido y emocional reencuentro: ¡Bienvenidos a la casa del Señor!
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