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CONVERSATORIO
Comida que cuenta historias
Mariví Martín y Paco Inclán A Fotografías de María Sainz
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Reunimos a representantes de ocho gastronomías a compartir una mañana de sábado. Conversamos sobre comida, migraciones, viajes, historias de vida que se juntan en una rotonda de una de las esquinas de València, al norte de la ciudad, en uno de sus últimos reductos de suelo agrícola. Hablamos también de platos, que luego nos compartimos. Os ofrecemos aquí un extracto de la conversación.
El primer alimento es la leche materna, pero después los sabores comienzan a entrar en nuestra dieta. ¿Cuáles son vuestros primeros recuerdos de alimentos? ¿Todavía os acompañan u os han abandonado?
Bogdan: La manzana con galleta que me hacía mi madre y el bocadillo de mantequilla y cascaval —queso ahumado— que llevaba a la escuela. O mi lata de sardinas, que durante el comunismo en Rumanía no era fácil de conseguir. En lugar de «chuches» me compraba una lata de sardinas. Y sigo haciéndolo.
Vivian: El akara na akamu, alubias blancas con la cabeza negra. Se prepara con harina y agua caliente. Es como hacer natillas, luego le echas leche condensada. Y por la tarde cocinábamos ñame, que parecen patatas. O el fufú. Esas cosas no las encuentras aquí, aunque puedes hacer algo similar.
Gloria: Recuerdo que al volver del colegio pasábamos mis primos y yo con mi abuela. Ella nos daba una tortilla, le ponía unos granos de sal, a veces crema, ella
> HUERTA
El encuentro tuvo lugar en uno de los pocos espacios de huerta que todavía sobreviven en la ciudad de València.
lo llamaba torito. Lo apretaba mucho para se quedara como una masa cocida y eso era lo que comíamos. Es muy agradable ese sabor, simple, sencillo, pero que llena y reconforta. Otro vínculo de sabor son los patacones, así se llaman, son unos mangos grandes y muy jugosos. Los comía a mordidas hasta que me caían los chorritones por los brazos. Nitu: Como he vivido en colonias británicas soy muy fan de algunas comidas inglesas. Recuerdo que en Akra había un kenké, una pasta de un cereal que hacían los trabajadores. Luego mi comida hindú: mi padre hacía un almuerzo todos los domingos, invitaba a sus amigos y hacía una especie de pan hindú con patata muy especiada. Ahí empecé mi aventura con los chiles. Luego en Hong Kong, la comida china. Desayunábamos fideos en sopa en invierno. Tengo manías muy chinas: el té de jazmín, el agua caliente que es deliciosa. Yo, por mi vida, soy de muchas culturas, mis memorias están muy mezcladas, pero como la mantequilla inglesa... Vivian: Oh, british butter, es la mejor, la mejor. Claudia: Recuerdo la primera vez que fui a un restaurante con mis padres y probé los caracoles. De pequeña comía muy poco, pero probé los caracoles y dije que era mi plato favorito. También recuerdo el desayuno del colegio. Me daban dinerito y me iba a la cantina, no sé si han probado los tequeños, que es un bocadito relleno de queso blanco, pero allí me vendían un tequeñón, mucho más grande. Tenías esa masa rellena de queso en una mano y en la otra, uno más pequeño preparado con arroz y mucho azúcar. Era el mejor desayuno del mundo.
“> VIVIANNITH
Soy de Nigeria, llevo aquí veinte años. Colaboro en València Acoge, una asociación de solidaridad con personas migrantes. Fani nos propuso a un grupo de mujeres que hiciéramos alguna tapa típica de nuestros países: Senegal, Nepal, Bolivia, Colombia… Todas sumamos. Normalmente nos invitan a eventos y llevamos nuestras tapas… A los clientes les gustan, nos preguntan cómo lo hemos hecho, qué tipo de recetas empleamos, etc.».
62 Guía gastronómica de la valència migrante Kwanta: Me encanta el arroz pegajoso, glutinoso. La mamá lo hacía y compraba unos pinchos de cerdo, y todas las mañanas me daba esto para desayunar. Tiene un sabor un poco dulce. Mi plato favorito era la barbacoa y la sigo comiendo. Otro es carne seca al sol y pescadito frito con azúcar. Esta es mi primera memoria. Y también huevos hervidos y luego fritos, que en tailandés se llaman huevos del yerno. Óscar: Mi primer recuerdo sin duda es el biberón. Allá se hace el biberón con leche y agua de panela, que endulza y da calorías. Me acuerdo también del aroma que daba el plástico, porque era un biberón viejo, reciclado durante varias generaciones. Recuerdo morderlo para hacer más grande el agujero. Aku: Mi madre tenía obsesión por que yo creciera y para eso tenía que comer a diario una manzana y dos huevos. Me preparaba los huevos con los restos del té que la familia había consumido durante el día. Se hervía por segunda vez el huevo, cuando ya estaba duro, se le cascaba la cáscara y se metía en el té y se añadía soja y anís. El huevo salía marrón, tirando a negro. Y, al verlos, las profesoras pensaban que estaban malos, yo les decía que no, que era mi almuerzo, pero ellas me hacían tirarlos. Tuvo que ir mi madre a aclararlo. Ese era mi almuerzo de casi
“> NITUCHUGANI
Nací en la India, aunque no he vivido mucho allí. De pequeña viví en Ghana con mis padres. Luego regresamos a la India dos años, después nos fuimos a Hong Kong. Cuando me casé me vine a València, hace treinta y ocho años. Empecé un blog de gastronomía de la India hace siete años y coordiné el proyecto València Curry Lovers. Ahora hago talleres de cocina hindú en mi casa. Y enseño inglés. Amo la salsa de soja».
“> CLAUDIAALFONSO
Soy venezolana. Llevo siete años en València. Descubrí la gastronomía venezolana aquí, porque comerte tus platos típicos allá forma parte de tu normalidad. Tengo un proyecto gastronómico que se llama Hallacas Divina Sazón. Hace seis años empecé a preparar hallacas, que es un plato que solo se come en Navidad y que lleva mucho trabajo, así que la gente prefiere encargarlas. Las cocinamos entre mi hermana y yo».
“> JUE WANG (AKU)
Soy china, vine a València cuando tenía dieciocho meses… Mi familia es de la costa, a unas tres horas de Shangai. Vino por cuestiones políticas. Mi tía tenía un restaurante chino por la calle Bailén, hace unos veinte años. Suelo regresar a China cada dos años a visitar a mi familia. Mi recetario personal es una mezcla de aquí y de allá, no tengo una cultura gastronómica muy definida».
todos los días. Lo sigo comiendo, es un huevo con mucho sabor, no como el huevo hervido blanco. Lo puedes hervir varias veces con el té verde y conservarlo durante una semana.
Mariví: Los fines de semana era extraordinario ir al barrio del Carmen, a Santa Catalina, a comer una taza de chocolate caliente acompañado de domingo, donde no hay colegio, nos hemos levantado tarde, es un día de relax, sin ninguna obligación. Y también recuerdo el momento en el que a un niño de una familia tradicional valenciana le ponen su primer plato de paella. Solo el arroz, ni garrofó, ni carne, ni todo lo verde. Aparte de que el sabor de ese arroz es muy rico, ese plato significaba «ya soy mayor, porque ya me siento a la mesa y me ponen el plato de la paella».
¿Desde que vivís en València, habéis vuelto a vuestra tierra y habéis traído ingredientes de allá, sin los cuales no podéis vivir y que aquí no podéis encontrar? ¿Los habéis sustituido por algún sucedáneo de aquí?
Nitu: Antes València no era tan internacional. Cuando yo vine no había cilantro, pedía a la gente que me lo trajera de Canarias. Todavía cuando vengo de la India traigo hojas de curri frescas. Antes tampoco había chiles verdes. De la India a veces he traído también platos cocinados en la maleta porque el sabor es diferente. A veces me dicen «te van a detener» y yo con una sonrisa y mis maletas. Memorias muchas de comidas que aquí no puedo encontrar, como el char siu, cerdo chino a la barbacoa. En Hong Kong se vende en la calle, está colgado y se vende a peso. Y el noodle cantonés tampoco lo he encontrado por aquí. Claudia: Consigo casi todo lo que me gusta, aunque no todo. Han desaparecido muchos productos, por ejemplo, el cheese wiz que se unta en pan o galletas. Es un producto de Estados Unidos pero para el mercado venezolano se fabricaba en Venezuela. Antes mi mamá me traía tres o cuatro botes cuando venía a verme, pero ya no hay, no existe. Y también aguacate, porque aquí son muy pequeños comparados con los de allí. Y la papaya, que allí se llama lechosa, también es enorme, no tan dulce. Las cosas dulces son ácidas allá, y al revés. Parece que adaptan los productos a los diferentes gustos de cada lugar. Es como la Nutella, que tiene sabor diferente según los mercados: la Nutella en Alemania la pruebas y dices «qué horror», y pruebas la de aquí y te gusta.
Me encantaba también el batido de lechosa, pero no lo he vuelto a probar. Mi mamá también me trae semillas de ají dulce. Las he intentado plantar pero la planta siempre muere en invierno y solo me salen tres y me los como a hilitos. O el jamón endiablado, una lata de jamón preparado, es como un paté de jamón york medio picante.
También me traen el pabilo para hacer las hallacas, para amarrar, que es una fibra de algodón que aquí no se consigue tan suave; son más duras y rompen la hoja de plátano.
Ellos cuando regresan a Venezuela se llevan también muchas cosas, algunas de primera necesidad, pasta, arroz. A veces jamón y chorizo, y mi papá siempre se lleva naranjas, le paran allá en la aduana y les llora un poco.
Las frutas, por la tierra y el agua, no pueden ser las mismas, y además cuando viajan van perdiendo sabor.
Kwanta: Es la tierra, pasa igual en el mar, la calidad del marisco depende de la temperatura. No hay marisco bueno en México, tampoco en Tailandia. El mar es caliente, ese marisco no me gusta porque no tiene tanto sabor, y huelen mal las ostras y la langosta. Óscar: Por eso hay muy buen marisco al sur de Chile, por la corriente de Humboldt que es fría. Vivian: También pasa con la caballa. Aquí la pones al horno y sale agua. En Nigeria la pones al horno y se suelta el aceite sobre la brasa y chisporrotea. Echo de menos el cashew (anacardo). Los comía al salir del colegio, antes de ir a casa, buscabas el árbol, cogías la bola y te comías lo de dentro. Tampoco he encontrado guabas. Y las berenjenas, allí tenemos largas como las de aquí y son para cocinar, y otras más pequeñas que las puedes comer crudas, como fruta.
¿Has podido regresar a Nigeria estos años, has traído algo de eso?
Vivian: No, me gustaría regresar para traerme yuca y cultivarla. Aquí también hay, pero es diferente. No tiene el mismo sabor ni forma.
Nitu: En València hay una comunidad hindú cultivando tierra cerca del centro comercial Arena. Allí plantan ocra y muchas verduras que aquí nunca hemos tenido, y nuestro picante, que en el supermercado te cobran seis o siete euros el quilo. Los hindúes son vegetarianos, necesitan muchas verduras. Es otra forma de llevar alimentos de un sitio a otro, llevar la semilla y cultivarla. No será igual, no se puede replicar, afectan la tierra, el agua, el clima, pero la planta llega y se puede adaptar.
Bogdan: Yo traje de México semillas de jicama. Es un tubérculo muy jugoso, como un boniato o un nabo. Pero no tiene sabor, tienes que ponerle limón y sal. Se come crudo. Óscar: Me decía un amigo que es más sencillo conseguir harina P. A.N. en València que en Venezuela. Es la harina para hacer las arepas, toda una institución allí. Qué locura.
“> BOGDANHONCIU
Soy rumano, aunque viví varios años en México antes de venir a València. Desde allí tuve claro que quería hacer algo con los nopales, que acá se llaman chumberas. En México se consumen mucho, mientras que aquí son consideradas plantas invasoras. Me traje de México unas hojas que planté en el balcón. Ahora las cultivo en un huerto de dos hectáreas. He comenzado hace poco a venderlos, a restaurantes mexicanos principalmente».
“> KWANTAP. KOSAYOTHIN
Soy tailandesa, de Bangkok, una ciudad caótica con mucha comida en la calle. Me encanta cocinar y viajar, en cada país que visito investigo sobre su gastronomía. Tengo un don: todas las comidas que pruebo sé los ingredientes que llevan. Cocino en eventos en los que participa la Embajada de Tailandia en Madrid y colaboro en talleres de cocina con ayuntamientos».
“> GLORIABRISEÑO
Soy mexicana, de Jalisco, la región de México donde hay más representaciones iconográficas de mi país: el mariachi, el tequila, el textil. La cocina mexicana ha adquirido mucha fama a nivel global, es muy diversa y rica en sabores, mezclas, ingredientes. Colaboro en Cocinas Migrantes. La gastronomía es un canal de encuentro para compartir historias. Recuerdo de pequeña a mi madre y mis tías riendo, platicando, compartiendo mientras cocinaban».
“> ÓSCARM. BLANCO
Soy de Colombia, de una región montañosa del interior. Llevo once años viviendo en València. Soy sociólogo. Tengo una relación profesional con la gastronomía a partir del proyecto de Cocinas Migrantes. Me interesa mucho el tema de la cultura popular, lo que sucede en las cocinas es clave. Además, me encanta cocinar y todo lo que envuelve la cocina».
Bogdan, en tu travesía, ¿te llevaste algo de Rumanía a México?
Bogdan: Siempre me llevo los frascos de mermelada de cerezas amargas que hace mi madre y la miel que hace mi padre. Siempre como esa miel y me recuerda a ellos.
Óscar: Cuando venimos de Colombia con comida, si traemos algo que se pueda parecer a la cocaína, el truco es escribir el nombre para que los agentes de la aduana lo vean. Es curioso, pero funciona. Tú escribes «harina de yuca» y te dicen, «¡ah!, harina de yuca» y lo pasan. Me traje un bote de jalea real de abejas de allá, que es blanca, lo hice y funcionó. Si no, te pican la bolsa y se te derrama en la maleta.
Vivian: Yo me encontré una latina que llevaba un queso enorme y no se lo dejaban pasar. «Pero si he pagado ciento diez euros, es de casa», les dijo, pero le decían que no se podía entrar nada de fuera de la Unión Europea. Tuvo que tirarlo.
Nitu: En Canadá también pasa, no se puede entrar nada de comida.
Kwanta: En Australia ni siquiera se puede llevar comida de una ciudad a otra. No ya entre islas; de Sídney a Melbourne tampoco. Nitu: Sí, en Australia es terrible. Una amiga se comió una manzana en el avión y le interrogaron sobre las pepitas.
Bogdan: El problema es que te traes la planta y también te traes la plaga.
La comida que cocináis de vuestro país de origen, ¿tiene matices religiosos, paganos, fechas extraordinarias o celebraciones familiares?
Nitu: Claro, soy hindú. Cada día es el cumpleaños de tres o cuatro dioses o diosas. Si tuviera que cumplir todos esos ritos, estaría delgadísima. Hay mil normas, a veces solo se puede comer verdura, a veces comida fría o sin cebolla o sin jengibre o solo dulce o solo leche, entre tal y tal hora. Los musulmanes solo tienen un mes el Ramadán, pero los fanáticos hindúes, que hay montones en la India y por el mundo, varios días a la semana cumplen con algún ritual. Yo no, yo como de todo, hasta ternera. Gloria: En México hay fechas de fiestas católicas, y aunque ya no se celebre el ritual, se mantiene la comida tradicional. Por ejemplo, en Semana Santa se preparan los siete platillos y mi madre visita siete templos. Sigue existiendo una vinculación entre lo religioso y la comida. O el 2 de febrero siempre se hacen tamales, porque a quien le sale el niño Jesús en la rosca de Reyes tiene que preparar tamales para ese día. Y la familia se junta para comérselos.
Bogdan: Nosotros siempre cocinamos comida mexicana para los invitados, es nuestra propia religión. Aku: En China en el cumpleaños se comen los fideos de la longevidad, son súper largos, interminables. Mi madre me los hacía en mi cumpleaños. Esa tradición se mantiene.
¿Fue o no un choque, o de qué manera entró en vuestro cuerpo la comida española la primera vez que vinisteis aquí?
Vivian: El pan en Nigeria no se hace como aquí. Tenemos el pan de molde, se moja en el café o en el té, o se unta con mantequilla y se hace en la sartén, tenemos varias formas de hacerlo. Al final me acostumbré a comer la barra de pan de aquí. Y en la paella, las gambas sí, pero el garrofó nunca lo había comido, no me gusta. Pero los garbanzos, lentejas, eso sí, soy adicta. Se parecen a las alubias africanas.
Óscar: Procedo de una zona montañosa y el tema de los mariscos allí es negado completamente. Recuerdo el impacto de probar las navajas, fue como si todo el poder del mar me llegara a la boca. Con las ostras, lo mismo. Kwanta: Mi primer contacto bueno con España fue el jamón, de Jabugo, eso sí. Primero comí el de Jabugo, y luego más tarde comí otro jamón y era distinto completamente, no me gustaba, estaba muy salado. Y la paella me encanta, con alcachofas y judías. Pero con garrofó, no.
Vivian: Y esa gamba grande que usan en la paella, langostino, me recuerda a África también.
Aku: De pequeña no comía lácteos, el queso es difícil para mí. Hace poco que estoy empezando a comerlo, pero la mayoría de los chinos no lo comen y tampoco beben leche. Cuando el niño acaba de mamar pasa directamente a la comida. Mi familia tampoco los comía, los descubrí cuando empecé a relacionarme con los demás: veía los quesos, pero no me gustaban. Ahora mejor, pero no todos, con los fuertes no puedo.
Gloria: Al llegar aquí, incorporé el aceite de oliva, antes cocinaba con mantequilla o con aceite de maíz o girasol. Y el pan; en México todo se come con tortillas, así que lo extraño, lo intento sustituir con el pan de aquí pero no me convence.
En vuestra cocina cotidiana, ¿os consideráis inventoras de algún plato mestizo? ¿Habéis integrado ingredientes valencianos en algún plato de vuestro país de origen?
Nitu: Tengo muchos platos en mi blog que son hindo-spanish. Hice una tortilla de patata picante, usando guindillas verdes y cilantro. Y también en una falla nos invitaron a cocinar una paella picante. A la receta de la paella tradicional, le añadimos pimienta negra, ajo en polvo, chile y curri. Todo el mundo la estaba probando y decían «¡pero cómo pica!». La gente de mi país, cuando viene a España, tienen el mono del chile. Yo también. Cuando voy a restaurantes llevo tabasco en mi bolso.
Bogdan: Nosotros en casa hacemos polenta, que es muy latino pero también se come mucho en Rumanía, es como el pan. Se come con un poco de mantequilla, un huevo, queso rumano, que es más salado, y le ponemos también jamón serrano.
Vivian: Las croquetas las hago con crema de castaña y también empanadas con harina de garbanzos. La empanada que hacen aquí es muy dura. Se pueden hacer mezclas para que la masa se quede más blanda. Hago croquetas de atún, pero tengo que freír el atún para quitar ese sabor, lo dejo a fuego lento, el de lata es crudo. Kwanta: Algunas veces hago croquetas de curri verde tailandés y también salteo alcachofas cortadas en juliana con chile y langostino. La alcachofa sustituye a una verdura de Tailandia, encuentro que tiene la misma textura y me da un sabor muy acertado. También traje de Tailandia albahacas, fundamentales para la cocina tai. En València no había. Traje semillas, las planté, pero ese chile no sabe igual y no pica igual. Yo los comía y pensaba «no pica —cogía otro—, no pica».
Aku, tú que tienes el contraste entre cocina china de casa y la de restaurante, eso que se dice sobre que los chinos comen de manera diferente a lo que ofrecen los restaurantes chinos de aquí ¿es verdad?
Aku: Sí, es verdad, no tiene nada que ver. Pero cada vez quedan menos de aquellos restaurantes chinos que hacían una comida mucho más grasienta y frituras adaptadas al paladar occidental. Eso no es así para nada, allí no puedes encontrar esa comida. Allí comemos el rollito pero con la pasta de arroz fresca, brotes, tofu. El rollito de Pekín se hace con la piel del pato, cortada al momento, el resto en sopa.
Vivian: A mí me gusta ese pan que hacen, ¿cómo se llama? Pan chino.
Aku: El pan chino no existe. Es una masa redonda que se cocina al vapor. Cuando los españoles comenzaban a ir a comer a los restaurantes chinos preguntaban qué era esa verdura o aquello otro, y como los chinos tampoco sabían qué responder, porque si decían el nombre en chino el cliente se quedaba igual, le ponían a todo el adjetivo «chino» o «especial». No tenían vocabulario para explicarse. Pasaba, por ejemplo, con el bambú, los chinos no conocían la palabra bambú, por eso decían que era «verdura china».
Vivian, ¿has tenido que modificar mucho tus tapas para adaptarlas al paladar valenciano?
Vivian: Sí, para hacer los buñuelos uso azúcar, cuando yo solía usar miel. La comida allí es muy fuerte, aquí la hago con menos calorías. Tenemos un plato de arroz con alubias que si te lo comes te pones a dormir.
En vuestra experiencia con vuestros proyectos, ¿pensáis que la sociedad valenciana está receptiva a experimentar con la cocina de otros países?
Kwanta: Hay mucha gente de fuera viviendo en València que aporta otras comidas y culturas. Dentro de unos años el mundo será mucho más multicultural, todo se mezclará: Rumanía con Tailandia, chinos con indios, árabes con noruegos. Yo he visto como está Australia hoy en día, todo mezclado. Y sus comidas son fascinantes, tanta variedad…
“> PACO INCLÁN
Soy de Godella. Actualmente trabajo como profesor de español con población migrante y refugiada. Me interesan los temas relacionados con la migración. Me gusta pensar que València es una ciudad abierta y de acogida. En la cocina me sale bien la fideuà ».
“> MARIVÍMARTÍN
Soy de un pueblo cercano a València. Durante siete años tuve el proyecto La Cuina Furtiva, en el que empleábamos espacios domésticos para plantear actividades relacionadas con la comida para la construcción de símbolos, historias, metáforas, formas de excitar el pensamiento, también el político».
Claudia: Hay una multiculturalidad en la ciudad donde todos queremos probar cosas nuevas. Hay una explosión de restaurantes, pero luego no te llevas esa comida y la intentas preparar en tu cocina. Hay un cierto miedo a experimentar, la gente va a un sitio donde le cocinan, se la comen y ya. Tengo amigas que pensaban que hacer una masa de arepa era muy difícil y yo les decía: «a ver ; harina, agua y sal». «Pero ¿cuáles son las medidas?», me preguntaban. «Tú ve experimentando, eso se siente».
Mariví: El problema es que cada vez se cocina menos. En la historia de la alimentación nunca ha habido tal abundancia, tal conexión global, tal circulación de ingredientes, tal cantidad de libros de cocina, programas de cocina, tanta importancia al asunto del comer. Parece que la comida es el foco universal, pero al mismo tiempo las estadísticas de la gente que cocina en casa caen en picado y la industria de la alimentación en España ha aumentado en poco tiempo un 20 % la producción de cuarta gama: calentar, abrir y comer. Nitu: Para una persona es más rentable comprar en el supermercado una tortilla que cuesta dos euros, que comprar patatas, cebolla, aceite...
Vivian: Pero la tortilla de patata del supermercado es un asco. La calientas y por dentro sigue cruda. Claudia: Se pone la excusa del tiempo. No tienes tiempo porque lo estás aplicando a otras cosas que para ti son más importantes que el proceso de alimentarte.
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> PAKORA
«Es verdura rebozada con harina de garbanzos. En los monzones se suele acompañar con una taza de chai —té especiado con leche—. En la India cuando lo fríen en la calle es espectacular». Nitu Chugani.
> CHANGUA
«Es un plato que estoy seguro de que no os va a gustar. Lleva agua, cebolla, ajo, leche, sal, huevo y patatas. Se hierve y al final se le añade cilantro fresco. Lo comemos para desayunar, en la zona entre Colombia y Venezuela». Óscar M. Blanco.
> PAD THAI
«Es un plato de fideos salteados con muchas cosas: camarones secos, nabos fermentados, tofu, cacahuetes, cebolleta, gambones, huevos, fideos del número tres, no se puede usar más ancho ni más fino». Kwanta P. Kosayothin.
> HALLACAS
«La hallaca es un plato que representa el proceso de colonización de Venezuela: tiene ingredientes indígenas, africanos y españoles. Es un plato bastante intenso que admite diferentes ingredientes, según la región». Claudia Alfonso.
> NOPALES ENSALMUERA
«La idea es guardarlos y comerlos cuando no es temporada. Se pueden comer solos, aunque normalmente se comen como acompañantes. La conserva la he hecho yo, lleva trozos de cebolla, zanahoria y pimienta». Bogdan Honciu.
> HUEVOS DEL YERNO
«En inglés los llamamos así, son in law eggs, una delicia de la cocina tai. Sin duda, uno de mis platos favoritos de la variada gastronomía de mi país». Kwanta P. Kosayothin.
> EMPANADILLAS DE AÑO NUEVO
«Lleva una verdura de la familia del cebollino y pollo. Normalmente las congelo y cuando las necesito, las caliento en una sartén con agua y aceite. Es una comida cotidiana, pero sobre todo es tradicional en el año nuevo chino». Jue Wang (Aku).
Guía gastronómica de la valència migrante 71 > MOLE
«Es una salsa de muchos ingredientes y se come con cebolla, tortilla, lo preparé con pollo. Normalmente se come en tostadas, pero traje tortillas para comerlo como tacos». Gloria Briseño.
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Etno GASTRONOMÍA
¿Desde dónde puede analizarse un establecimiento dedicado a la hostelería? Coordinados por la profesora Yaiza Pérez, un grupo de estudiantes de la asignatura de Etnogastronomía del grado de Ciencias Gastronómicas de la Universidad de València se acercaron con los cinco sentidos abiertos a diez restaurantes valencianos de diferentes procedencias para contarnos lo que vivieron y sintieron desde diferentes ángulos: la decoración, las cartas, los ingredientes, los olores, los colores, la clientela, etc. Nos sirven aquí un interesante mapeo gastronómico por la ciudad.