Jardines Imaginarios

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Dedicado a toda mi famila, tanto a los que estรกn acรก como a los que nos cuidan desde el cielo.

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Paula Carolina Orozco Recamรกn

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Jardines Imaginarios Paula Carolina Orozco RecamĂĄn Estudio 8: Proyecto de grado Departamento de DiseĂąo Universidad de los Andes 3


Paula Carolina Orozco Recamán

Abstract

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(2006). La abuela Inés, días antes de la celebración de su último cumpleaños. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.


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Jardines Imaginarios nace de una necesidad personal de encontrar el significado e importancia que tiene el jardín de plantas de mi abuela para ella misma y para mi familia, después de trece años de su fallecimiento. A través del análisis de las dinámicas pasadas y actuales en este espacio, complementado con la investigación de conceptos y teorías sobre los jardines, se evidenció que el conjunto de tradiciones, rutinas y rituales que allí suceden, corresponden a expresiones del cuidado. Estas pueden dividirse en tres categorías: el cuidado propio, el cuidado del otro y el cuidado de la memoria. Los cuales se desenvuelven en los ámbitos del conocimiento, la domesticidad, la introspección y la muerte. Como respuesta a esto, se propone la creación de una cartografía sobre un jardín imaginario que combine elementos de la memoria, el deseo y los anhelos de una familia y que por medio de la ilustración y el sonido integre y exponga todas las formas del cuidado presente dentro del jardín de mi abuela.

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ร ndice

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(2019). Mis dos cactus. [Ilustraciรณn]. Elaboraciรณn propia.


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INTRODUCCIÓN - 8 MARCO TEÓRICO El jardín como una extensión de la identidad El jardín como un espacio de liberación personal El jardín como un ente constructor de hogar La agencia del cuidado

10 18 24 28 30

PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN - 40 LOS TIPOS DE CUIDADO El Cuidado Propio El Cuidado del Otro El Cuidado de la Memoria

42 44 46 48

CONCEPTO - 50 JARDINES IMAGINARIOS Referentes Estado del Arte Propuesta Desarrollo de la propuesta

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CONCLUSIONES - 70 REFERENCIAS - 74

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Intro ducción

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(ca. 2005). La abuela Inés en el parque de la esquina de su casa en Anolaima. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.


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Podría decir que todo comenzó por el fin: la muerte de mi abuela pero eso significaría que este proyecto comenzó hace trece años y no fue así. Más bien empezó con el luto que todavía habita en mí y en toda mi familia. Definitivamente tomó forma con la absoluta necesidad de hacerle un homenaje a ella: a mi abuela. Dicha idea rondó por mi cabeza durante mucho tiempo, pero no sabía exactamente cómo hacer esta especie de ofrenda, así que comencé a escarbar más en mi cabeza. Encontré que la naturaleza siempre había sido un tema de mi interés. En mi galería fotográfica se veía reflejada una fijación especial por las matas y sus materas. Pero para poder abordar un tema del cual era bastante ignorante, consideré que la mejor forma de hacerlo era mirarlo desde lo más cercano, desde esa conexión entre el homenaje que quería hacerle a mi abuela y un tema de mi interés. De hecho hay un lugar lleno de estas matas y materas que tanto me gustan, un lugar que siempre ha estado presente en mi vida desde que mi abuela vivía hasta hoy en día: su jardín. Jardínes Imaginarios es mi homenaje a ella, y de paso, a mi mamá. Pero en especial, es un regalo para toda mi familia, porque mi abuela era el centro de nuestras vidas. Me atrevo a decir que probablemente mientras alguien esté leyendo este texto sentirá que le estoy hablando de su propia abuela. Entonces, me parece pertinente decir que este es un homenaje a todas esas abuelas que tienen la casa llena de matas y el corazón lleno de amor.

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Marco Teórico

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(ca. 1980). La abuela Inés en el patio de su casa en Anolaima, poco después que se mudaran. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.


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Quisiera empezar introduciendo a la protagonista de este proyecto: María Inés Ángel Tocancipa, nació, vivió y murió en la capital frutera de Colombia: Anolaima, Cundinamarca; un pueblo que queda a dos horas en carro de Bogotá. Allí, en el patio de esa casa gigante de un solo piso está ubicado su jardín. Este espacio verde está lleno de orquídeas, cactus, helechos y una gran cantidad de plantas, pero nadie en mi familia le había puesto este nombre de ‘jardín’ hasta que llegué con mi proyecto. A pesar que este espacio era un constante en nuestras vidas no entendíamos qué era lo que realmente representaba. Sin embargo, comencé a preguntarme por esto después de la primera charla sobre mi proyecto que tuve con mi tía Leticia y con mi mamá. No estaba segura de qué preguntar, así que opté por lo simple: háblenme de mi abuela. Ya no recuerdo quién de las dos me respondió o si fue una respuesta en conjunto, pero lo que me dijeron fue: ‘‘La abuela era ama de casa. Le gustaba la cocina, la costura y el jardín.’’

(ca. 2005). La abuela Inés en el parque de la esquina de su casa en Anolaima. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

Aunque estas tres prácticas eran todas una labor doméstica, entender que las dos primeras sucedían en su mayoría dentro del hogar y en cambio, la última se practicaba en un espacio que no estaba dentro ni fuera, fue algo que definitivamente me llevó a cuestionarme sobre las connotaciones que tenía el jardín. ¿Por qué después de trece años de fallecida mi abuela aún está allí este espacio? ¿Qué significa el jardín para mi familia? y aún más importante, ¿Qué significaba el jardín para ella misma?

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Así pues, para descifrar el significado del jardín hay que empezar por entender qué es un jardín. Debo resaltar la importancia del espacio del jardín, porque significa la creación de un lugar dentro de nuestros hogares que se dispondrá para una actividad en concreto, y que nada tiene que ver con un espacio obligatorio de la casa - como lo sería un baño o una cocina. Para hablar sobre los espacios me remito a la conferencia radiofónica de Michel Foucault titulada Heteretopías y cuerpo utópico, en su discurso habla de la existencia de los contra-espacios y los define como: Lugares que se oponen a todos los demás y que de alguna manera están destinados a borrarlos, compensarlos, neutralizarlos o purificarlos [...] Pero quizás el más antiguo ejemplo de heterotopía sea el jardín: el jardín, creación milenaria que ciertamente tenía una significación mágica en Oriente. (Focault, 1966) Para describir esta heterotopía se habla del tiempo y del espacio. Primero, el espacio es descrito desde su constitución tradicional que lo divide en cuatro partes, las cuales representan las regiones del mundo y los cuatro elementos, pero quizás lo más importante es el centro de este, ya que representa un espacio sagrado, como lo es una fuente o una iglesia. Por otro lado está el tiempo, el cual se denomina como una heterocronía: la eternización del tiempo. Para ilustrar el significado de esta palabra el autor hace alusión a las bibliotecas y a los museos, ya que son lugares donde se pretende detener el tiempo al acumular todos los períodos de la humanidad dentro de un mismo espacio. Sin embargo, se mencionan también las heterotopías crónicas, las cuales suceden en un momento específico y que permanecen por cierto lapso. (Foucault, M., 1966). El jardín puede funcionar como una heterocronía, ya que se trata de la acumulación de plantas con el fin de conservarlas en el tiempo; estas plantas que pueden durar años, detienen en el tiempo las historias de quienes habitaron estos espacios.

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(2019). Una pequeña sección del jardín de la abuela Inés. [Fotografía]. Elaboración Propia.

No obstante, una de las cosas que más me interesa sobre la conferencia de Foucault es sobre la apertura y el cierre de estos espacios. Según Foucault (1966), no siempre el estar dentro de este espacio significa que lo estemos habitando, ‘‘La heterotopía es un lugar abierto pero con la propiedad de mantenerlo a uno afuera.’’ Según el autor existen dos formas de acceder a dichos espacios, una se manifiesta como una fuerza externa que nos obliga a acceder a este espacio y la otra es una fuerza interna que viene de nosotros mismos, porque necesitamos hacerlo. En el caso de la segunda, es importante resaltar que algunos de estos espacios se convierten en lugares de purificación, y que están destinados a ejercer una limpieza en el cuerpo y el alma del ser. El jardín puede equipararse a uno de estos espacios donde la persona entra en una búsqueda espiritual en la que se pretende aliviar los pensamientos para renacer dentro de todas estas plantas. Una ilustración de esto podrían ser los famosos jardines del Laberinto de Horta, ubicados en Barcelona.

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Minocri, M. (2018). El parque del Laberint d’Horta, en Barcelona. [Fotografía].

Su construcción se dio a petición de Juan Antonio Desvalls, Marqués de Alfarrás en 1791, quien era el dueño del terreno, él mismo fue quien diseñó el jardín respondiendo al movimiento Neoclasicista de la época. El jardín fue concebido bajo el pensamiento y los valores de la ilustración, del pensar y el concebir el mundo bajo la racionalidad y la reflexión: Que el marqués se inclinara por construir en esta finca un jardín que respondiendo a los cánones artísticos del momento, constituía además, el lugar ideal dónde podría reflexionar sobre sus particulares intereses al tiempo que podría aplicar sus conocimientos experimentando con especies vegetales. [...] (Gutierrez, M., 2008, p. 685)

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El jardín buscaba representar un discurso mitológico sobre el amor y los ciclos de la vida a través de su arquitectura desnivelada y ascendente del terreno. El recorrido empieza con ‘‘las ocho columnas’’, donde el peregrino elige entre los cinco caminos a tomar, los cual definirá lo que se encontrará en el camino. Estos caminos representan el tránsito por la juventud, donde el amor es ciego e impulsivo. Cuando se llega al centro del laberinto, se dejan atrás las vanidades y lo inútil. El final del laberinto consiste en un pabellón terraza desde donde se puede observar en perspectiva todo el jardín, su geometría, sus colores y su disposición crean en el peregrino un sentimiento de plenitud y satisfacción. ‘‘Una perspectiva cuyo simbolismo se manifiesta a quien conoce sus enigmas al tiempo que permite reflexionar, desde la contemplación, sobre la culminación del sentido de nuestra vida y nuestra historia.’’ (Gutierrez, M., 2008, p. 689)

Josemanuel. (2006). Topiary at the 18th century Parc del Laberint d’Horta, in Barcelona. [Fotografía].

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Personalmente, siempre que veo a mi mamá arreglando el jardín de forma tan exhaustiva, me parece de cierta forma un ejercicio bastante agotador. Al verla llena de tierra y transpirando, lo último que se me pasa por la cabeza es que ella esté descansando. Aún así, siempre que mi mamá entra en contacto con este espacio, tiene un cambio total en su actitud, y es que para ella, arreglar el jardín representa el dejar atrás las cargas y los malos pensamientos que la acechan. Cuando ella entra al jardín se pierde por un momento de esta realidad y sale como una persona totalmente renovada y diferente. Me parece prudente comparar este acto con lo que los fieles católicos hicieron dentro de las construcciones de las catedrales góticas: los famosos laberintos ubicados en el pavimento del templo. Tal vez el ejemplo más conocido es el de la Catedral de Chartres, debido a que es el único que aún se conserva in situ. Aunque no se sabe con certeza la función que cumplían estos, una de las hipótesis más aceptadas menciona que este territorio representa el recorrido de la peregrinación que debía hacer el creyente. Según esto, el peregrino debía recorrer de rodillas todo el camino del laberinto a la vez que oraba, reflexionaba y hablaba con Dios, al llegar al centro encontraría el perdón de sus pecados.

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Pavlinac, C. Candlelit Chartres Cathedral Labyrinth.

A manera de conclusión, el espacio del jardín es uno donde suceden diversas dinámicas que evocan el misticismo e invitan al individuo a la reconexión con sus más profundos pensamientos. Es un lugar que rompe la temporalidad, de modo que cuando ingresamos en este comenzamos un viaje a través de la reflexión y la memoria.

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El jardín como una extensión de la identidad

(ca. 1980). La abuela Inés en su jardín, sosteniendo las gallinas que criaba. Al lado Benji, uno de los dos únicos perros que ha tenido la familia. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

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La construcción de un jardín implica la toma de decisiones sobre este: ¿Cómo va a distribuirse?, ¿Qué elementos lo van a conformar?, ¿Cuántos y qué clase de objetos van a habitar el lugar? Pero estas decisiones usualmente se le atribuyen a la persona que cuidará de este por el resto de su vida. Por ejemplo, en el caso del jardín de Anolaima, las decisiones las tomaba mi abuela, no por el hecho de que estuviera dentro de su casa, sino porque ella era quien lo había creado. Es decir, si hubiera sido cualquier otro miembro de la familia quien hubiera decidido crear y cuidar un jardín en este espacio, entonces el jardín sería de esta persona. Mi abuela construyó su jardín con sus propias manos, los recursos que tenía a su alrededor y sus conocimientos empíricos en jardinería. Decidió que iba a llenar su jardín de ‘zapatos’, aromáticas, sábilas y helechos. Así como prefirió que sus materas fueran ollas metálicas viejas, platones, latas de atún e incluso las mismas bacinillas de cerámica que ya no se usaban. En este punto quisiera que el lector pensara si alguna vez ha visto y percibido un jardín igual a otro, seguramente no. Claro, hay jardines parecidos en su distribución, en sus plantas y en sus colores, pero no existe un jardín que sea igual a otro. Y esta pregunta es equiparable a que le preguntara si alguna vez ha visto y percibido a una persona igual a otra. Apuesto a que en algún punto de su vida ha visto a algún par de gemelos, pero la forma en que los percibimos es totalmente diferente. Y es que, como las personas, los jardines tienen su propia personalidad, y esta resulta ser una extensión de quien está detrás de la toma de decisiones y cuidado del espacio. Esta relación se debe a que la formulación de un jardín propio contribuye a la construcción de la identidad, ya que el individuo ha dejado su huella en dicho espacio, al haber invertido todo su tiempo y dedicación en la cimentación de este (Bhatti, M., 2014). La relación entre la construcción de identidad y la construcción de un jardín, radica en las decisiones que tomamos sobre este, y es que el asentamiento de un espacio empieza cuando un individuo toma la decisión de construirlo. Como mencioné al inicio, esta misma persona es quien va a configurar la distribución y los elementos que habitarán el espacio.

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Ahora bien, cuando configuramos el lugar y ubicamos los elementos, tratamos de que todos estos queden correctamente distribuidos en el espacio, por ejemplo, a mi abuela le gustaba agrupar las plantas; entonces en un lugar ponía todas las orquídeas, en otro los cactus, en otro los anturios, en otro las cebollas, y así con todos los tipos de plantas. En esta acción se refleja un deseo de imponer el orden en un lugar que biológicamente está configurado para estar desordenado. Porque nadie cuida los jardines de la naturaleza y, aún así, los espacios logran cuidarse a sí mismos. El jardín es un lugar lleno de vida que representa constante cambio y, acorde con Clément (1994, p. 10), estas mutaciones nos llevan a plantearnos preguntas relacionadas con las dinámicas de la transformación. Aunque, solemos tener apego por las estructuras y por las personas, desearíamos que estas cosas fueran inmutables pero tristemente no lo son. Este miedo a la transformación es equiparable con el miedo que tenemos a la muerte, pues no hay mayor ejemplo de transformación que el acto de envejecer. La muerte siempre nos pone en un territorio desconocido y lleno de incertidumbre, ya que lo vemos como el fin de todo; al marchitarse las plantas la gente suele arrancarlas sin pensar que en sus restos se encuentran las semillas de algo nuevo. La muerte es un estado que el hombre no puede controlar y mucho menos evitar. Es por esto que ejercer un acto de control sobre el jardín es un intento humano de permanecer en el tiempo.

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(ca. 1995). La abuela Inés, Natas (mi hermana) y la tía Lety en un asado hecho en el jardín. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.


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Por otro lado, nuestra identidad también se cimienta a través de las experiencias que vivimos y las historias que contamos, acorde con Bhatti (2014), una forma importante de narrar las historias es a través de una autobiografía constituida no sólo por los grandes eventos de nuestra vida, sino por aquellas pequeñas aventuras que tienen cabida dentro de nuestra cotidianidad. En estas se revelan los retos y placeres diarios que afrontamos. Por ende, si el jardín constituye una parte importante de nuestro día a día sobre el que podemos contar una historia, significa que también es una parte importante en la construcción de nuestra identidad. Llegado a este punto, es importante mencionar el papel de la memoria en la construcción de nuestra identidad. Por un lado tenemos el acto de habitar el jardín, de desenvolvernos en este y hacerlo parte de nuestra vida diaria: allí creamos memorias. Y dentro de estas memorias está plasmada nuestra esencia. Esto significa que cuando fallecemos, dichos espacios estarán permeados con el recuerdo de nuestra existencia. Aunque dihcas memorias no se hacen evidentes en el espacio, si constituyen una parte importante en la mente de quienes nos vieron habitar el lugar y con quienes lo compartimos.

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(2019). Algunos cáctus que aun se conservan en el jardín actual. [Fotografía]. Elaboración Propia.

Así pues, está el acto de recordar, esta actividad implica la evocación de sucesos de nuestro pasado, que nos permiten crear conexiones y asociaciones en nuestra mente. Estas reminiscencias en el tiempo dentro del jardín, nos permiten hacer una reconstrucción y reformulación de nuestra identidad, al mirar atrás y poder preguntarnos quiénes éramos. Por otro lado, el recordar sucesos individuales o colectivos también nos permite tener anhelos. Estos anhelos pueden ser aplicados en la construcción de lo que deseamos para nuestro futuro. Mi abuela dejó plasmada su identidad dentro de su jardín y este, posterior a su muerte, se convirtió en un recuerdo vivo de ella. Pero este acto de preservarla a ella a través de su jardín era una tarea bilateral. Mi abuela dio el primer paso dejándonos su jardín como un legado. Pero es que su legado no era simplemente este espacio físico, sino también las memorias que giran en torno a dicho lugar.

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Probablemente, mi frase favorita de todos los textos que leí para desarrollar este proyecto es: ‘‘La vida excluye la nostalgia, no hay un pasado venidero.’’ (Clément, G., 1994, p.16)

(2019). Las orquídeas ‘Zapato’, eran las favoritas de mi abuela. [Fotografía]. Elaboración Propia.

Como yo la entiendo, el presente es un espacio que está en constante movimiento, donde no hay espacio para el pasado y el futuro, pues simplemente es lo que está sucediendo aquí y ahora. El presente es un espacio de constante cambio, pero que no se percata de ello. En el presente, en la vida y en el jardín no hay un lugar para la nostalgia. Por esto, los jardines son un espacio de perpetuidad donde no tiene cabida la muerte.

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El jardín como un espacio de liberación personal

(2019). Mi mamá, Patricia, cogiendo mangos en la finca de Mario, uno de sus cuñados. [Fotografía]. Elaboración Propia.

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Cabe resaltar que la disposición de un espacio físico dedicado a una actividad de ocio, como lo es la jardinería, tiene grandes implicaciones en la vida de la persona que la práctica. Hay que tener en cuenta que son pocos los lugares físicos que se destinan únicamente para realizar alguna actividad que nos distraiga de nuestra vida laboral y nuestra vida doméstica. Un ejemplo diferente al jardín podría ser la apertura de un estudio o un taller que se disponga para realizar alguna actividad de ocio y que no esté relacionada con nuestro desenvolvimiento profesional. Me refiero a que un artista de profesión debería adecuar un espacio que le permita desarrollar bien sus tareas laborales. En cambio, alguien como yo que tiene el pasatiempo de dibujar, no está en la obligación de abrir este tipo de espacio. De esta forma, el jardín es muy importante para quien practica la jardinería. Especialmente en el caso de las mujeres, quienes suelen tener la directriz del hogar, ya que destinar una zona especial para el esparcimiento representa una liberación para ellas, debido a que esto les brinda una agencia de individualidad y libre expresión, al ser una actividad que logran mediar entre su vida laboral y doméstica (Bhatti, 2016).

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Ordenar para ordenarnos Retomando el tema del orden que traté en el capítulo del jardín como un ente constructor de identidad, al ser este una extensión de nuestra identidad; ordenar el jardín es un acto de ordenarnos a nosotros mismos. Hablando con mi mamá, le pregunté si ella pensaba en algo cuando arregla las matas. Su respuesta fue que en esos momentos piensa en todo y en nada. Es decir, no tiene un tema concreto en la mente pues está concentrada en su labor, sin embargo, al mismo tiempo se le pasan por la cabeza miles de pensamientos relacionados con todo lo que está pasando en su vida, todo lo que ha pasado y todo lo que pasará. De acuerdo con Clément (1994, p. 8), el desorden natural puede ser visto como un generador de ideas o reflexiones personales. Aquí me remito a la literatura rusa, donde los jardines son una representación del estado mental de las personas. En estos se ven reflejados sus pensamientos, sus sentimientos y emociones. Del mismo modo, una alteración o transformación en el espacio refleja la mutación del individuo. Un ejemplo es El Monje Negro de Antón Chéjov, publicado en 1894. La narrativa de este cuento se desarrolla en el campo, pero el espacio más importante es el jardín, y es allí donde se dan las conversaciones -más bien, alucinaciones- que el protagonista mantiene con la fantasmal figura de El Monje. Estas conversaciones son una materialización de sus pensamientos e inflexiones más profundas, y es en este espacio donde el protagonista logra tener reflexiones filosóficas sobre su estado. Dentro de esta heterotopía el personaje encuentra la felicidad, y no solo por las conversaciones que mantiene, sino por el pasado del personaje que es evocado a través del paisaje.

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(2019). Algunos cáctus que aun se conservan en el jardín actual. [Fotografía]. Elaboración Propia.

‘‘Sólo levantaba la vista cuando creía sentir la necesidad de mirar a través de la ventana o contemplar las rosas, frescas aún por el rocío, colocadas en un florero sobre su mesa. Kovrin creyó sentir por un instante que todas las venas de su cuerpo temblaban de alegría.’’ (Chéjov, A., 1894)

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El jardín como un ente constructor de hogar

(ca. 1988). Celebración de cumpleaños en el jardín de Anolaima. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

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La constitución de un hogar implica la creación de tradiciones, rutinas y rituales en los que todos los habitantes del hogar están implicados. Para quien tiene la directriz del jardín, dicho espacio se convierte en un elemento más que conforma su hogar, ya que por medio de este se crean recuerdos, se construyen relaciones y se transmiten conocimientos. Al ser un espacio compartido, tiene implicaciones en las relaciones entre los habitantes del hogar, las tareas que allí se realizan también se vuelven compartidas, y es por medio de estas actividades que se crean las conexiones entre la familia. Debido a que el hogar implica varios actores que performan diferentes actividades, hay que hablar de la labor individual que tiene cada uno de estos. Dichas actividades se dividen en dos instancias. La primera, la corporalidad del individuo es un actor activo que le permite desenvolverse en actividades que aporten a la constitución del hogar de forma constante. En el jardín, por ejemplo, los miembros deben dividirse las acciones de cuidado sobre este ¿Quién va a regar las plantas?¿Quién recoge el agua lluvia en los baldes? En segunda instancia, se realizan labores simbólicas que impliquen la cercanía entre los miembros de la familia. Un ejemplo de esto son las charlas de jardín, las cuales reafirman la confianza entre los miembros y propician el conocer al otro. Acorde con Bhatti, en estas conversaciones se revelan problemas de la identidad, pensamientos y reflexiones basadas en las creencias personales y, en general, son un claro reflejo del estado interno del individuo. Todas estas actividades son un aporte que se hace de forma constante a la construcción de nuestro hogar.

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La agencia del cuidado

(2019). Celebración del día de velitas. (De izq. a der.) Arriba: Algunos hijos e hijas de mi abuela: Salatiel, Leticia, Libia, Patricia, Doris, Armando. Abajo: Yarik (Bisnieta), Maye, Laura (Nieta), Paula (Yo), Jessica (Nieta), Dario (hijo), Javier. [Fotografía] Recuperado de Archivo Familiar.

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Quisiera introducir a otros actores secundarios en esta historia: mi tía Libia, mi tía Lety y mi tío Armando. Mi tía Libia, ha vivido casi toda su vida en Anolaima en un apartamento que conecta con la casa de mi abuela, ella la acompañó y la cuidó hasta su muerte. Mi tía Lety, quien después de haber trabajado en Bogotá se pensiono y volvió a Anolaima, se dedicó a cuidar a mi abuela en sus últimos años y ahora se dedica a cuidarnos a todos nosotros. Por último, mi tío Armando, quien vive conmigo y ha sido mi principal figura paterna. Sin embargo, aunque ellos fueron parte importante en el proceso, realmente la segunda protagonista de esto es mi mamá: Patricia. Ella nació y creció en Anolaima, y aunque ahora vivimos en Bogotá, tratamos de visitar a mi tía Libia y a mi tía Lety un par de veces al mes. Mi mamá es profesora, ella pasa casi diez horas diarias cuidando niños y niñas de dos a tres años de edad. Ella siempre ha sido una experta del cuidado, porque su profesión así lo requiere. Según me lo relata ella misma, mi abuela le enseñó todo lo que sabe sobre el cuidado: cómo cuidar un hogar, cómo cuidar un hijo, cómo cuidar las relaciones, y sobre todo, cómo cuidar una jardín. No había entendido la importancia de este término hasta que decidí hacer un mapa con todas las palabras que tenía hasta el momento sobre mi proyecto.

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(2019). Diagrama con los términos más importantes en mi proyecto. [Figura]. Elaboración Propia.

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Tuve que verlo un poco de lejos para poder entender que todas estas acciones que sucedían dentro del jardín, como lo son la extensión de la identidad, la liberación personal y la construcción del hogar, eran diferentes expresiones del cuidado. Pero, ¿Qué es el cuidado? Cuando le pregunté a mi mamá qué significa para ella la palabra cuidado, me respondió con otra pregunta: ‘‘¿Pero hablando de las matas, los niños, o qué?’’ yo solo le pedí que me lo definiera como ella lo entendía. ‘‘Es estar pendiente de las matas, de cuando toque abonarlas, quitarles la maleza, sembrarlas para que se desarrollen bien y den los frutos. Pero esto se puede hacer cada dos o tres meses. En cambio, con los niños pues es un cuidado constante porque uno tiene que enseñarles a sonarse, a limpiarse y todas esas cositas que ellos tienen que ir aprendiendo todos los días.’’ En este párrafo mi mamá me hizo considerar si acaso existían diferentes tipos de cuidado. Para mí, cuidar niños y cuidar matas puede ser una labor equiparable, sin embargo las acciones que se realizan pasan en tiempos diferentes.

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Posteriormente, cuando estaba reunida con mi tío Armando y mi tía Libia, les pregunté cómo los cuidaba mi abuela. Su respuesta, en general, estaba relacionada con estas acciones típicas de una ‘buena madre’, pero que son destacables teniendo en cuenta el contexto de pobreza y ruralidad en el que ellos vivían. Para ellos el cuidado era que mi abuela hubiera mandado a sus catorce hijos al colegio, era que les enseñara a tener higiene, a estar bien presentados, a lavar su propia ropa, a organizar sus objetos personales. Pero había un elemento muy importante en todas sus respuestas: los alimentos. Desde que tengo memoria, en mi casa siempre se ha aplicado lo de ‘‘donde comen dos, comen tres.’’ Y es que incluso, cuando yo estaba en el colegio y a mi mejor amiga no le alcanzaba el dinero para el almuerzo, yo le compraba lo mismo que yo iba a comer; hice esto durante casi cuatro años sin esperar nunca nada a cambio. Yo solo quería que ella no se quedara sin comer. La respuesta más conmovedora la recibí de mi tío Armando: ‘‘Ella pelaba las cosas con mucho amor, servía las cosas con ese cariño. Para un cumpleaños mío me sirvieron el desayuno y habían comprado un huevo exclusivamente para mí. Recuerdo que dije, habrá que cumplir años todos los días pa’ que me den un huevito.’’ Después de aquellas conversaciones con mi mamá, mis tíos y mis tías, ahora entiendo el cuidado como una serie de acciones que están directamente relacionadas al cariño. Cuidar, para mí, es sinónimo de preocuparse. Pero esta preocupación está ligada al intento por conservar el bienestar de lo que amo, ya sea una persona o un objeto. Es ese deseo de preservar y guardar, es el deseo de que dichas cosas sean eternas.

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(ca. 1985). La tía Mónica alzando a un sobrino en el jardín de Anolaima. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

‘‘El verdadero secreto radica en el amor, en el ojo del amo que engorda al caballo, y en estar pendiente de todo y de todos. Por eso, cuando voy a visitar a un amigo y charlamos media hora ante un buen vaso de vino, mi imaginación está en los jardines, y temo que algo pueda sucederles durante mi ausencia.’’ (Chéjov, 1894) 35


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¿Entonces, qué es el cuidado? De acuerdo con la teoría Ethics of Care, desarrollada desde mitad del siglo XX , el cuidado se ve como una serie de implicaciones morales y normativas entre quienes lo practican, promoviendo el bienestar de todos los actores implicados en esta red. Esta teoría ha sido descrita como una ética femenina y feminista, y sobretodo, relacionada con la maternidad. Según, Joan Tronto, una reconocida exponente de esta teoría, define el cuidado como una serie de prácticas que buscan mejorar el mundo en en que nos desenvolvemos en pro de nuestro bienestar físico, mental y contextual. Este cuidado consta de cuatro etapas, (1) Atención para identificar la necesidad de cuidado. (2) Responsabilidad para atender y responder dicha necesidad. (3) Aptitud para brindar un cuidado efectivo. (4) Capacidad de Respuesta para ver la posición en la que se encuentran los otros a través de sus propios ojos y el reconocimiento de un potencial de abuso en el cuidado. (Tronto, J., 1994, p. 126-136) Por otro lado, Maurice Hamington, se enfoca en el cuidado a través del embodiment, lo que implica hay que reconocer la dimensión corporal del cuidado, ya que solo a través de esta podemos entender y cambiar las consideraciones éticas sobre el contexto, las relaciones y el conocimiento afectivo. (Hamington, M,. 2003, p. 3)

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El cuidado, por supuesto es una práctica que se desarrolla por medio de acciones. De acuerdo con Bruno Latour y su Teoría del Actor-Red (ANT, por sus siglas en inglés), estas acciones que se desarrollan en una compleja red que envuelve diferentes entidades, humanas o no, se denominan agencias; y tanto como un humano, como algún animal o un objeto perteneciente a una de estas redes, posee una (Latour, 1980.). Pero las agencia son más que el actuar, estas se constituyen a partir de todas las implicaciones que tienen dentro de su red. En palabras de Latour, ‘‘[...] Un actor actúa en colaboración con otros hasta el punto de que no siempre está claro quién está haciendo qué. La acción se mueve. Es como un fluido viscoso. Lo que hace cada actor también depende de sus co-actores, de si le permiten actuar y de lo que le permiten hacer, de las reglas y regulaciones’’. (Latour, 1980.) Por otro lado, también existen las embodied practices, este término sugiere que vivimos y experimentamos el mundo a través de nuestros cuerpos, especialmente a través de la percepción, la emoción y el movimiento en el espacio y el tiempo (Tiwari, 2010.). Esto quiere decir que la existencia del mundo sería inconcebible si no fuera por los sentidos. Estos son los que nos permiten percibirlo, imaginarlo, transformarlo y recordarlo. Acorde con Bhatti (2006), estas prácticas están ligadas a la performatividad de género. Es decir, mi abuela no tenía las mismas embodied practices que mi abuelo. Mientras mi abuela podía arreglar sus plantas, casi que con los ojos cerrados, mi abuelo podía hacer una soldadura de la misma forma.

(ca. 1980). La abuela Inés Ángel y el abuelo Vicente Recamán. [Fotografía] Recuperado de Archivo Familiar.

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(ca. 1980). La abuela Inés, su hijo Dario, su hija Patricia y el abuelo Vicente, en la celebración de la Primera Comunión de sus dos hijos menores. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

El cuidado es una agencia que se performa por medio de embodied practices. El conocimiento sobre el cuidado no se encontraba del todo en la mente de mi abuela, sino también en sus manos. Sin embargo, cuando el cuerpo que desempeña las actividades comienza a transformarse, las prácticas también lo hacen.

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Aunque mi abuela recordaba cómo ejercer el cuidado sobre sus matas, su cuerpo había perdido la habilidad para performar esta agencia. Ella ya no podía permanecer de pie mucho tiempo, ya no podía agacharse a arrancar maleza por horas, ya no podía inhalar todo el polvo de la tierra. Cuando esto pasa, según Bhatti, las personas dejan de percibir este espacio como parte del hogar y deja de ser un lugar cómodo para ellos. Lo perciben como un símbolo de que han perdido algo, de que ya no son capaces de desarrollar tareas que siempre han sido tan familiares para ellos, entonces deciden dejarlo atrás, se deshacen de este espacio y lo dejan morir. Sin embargo, desde mi perspectiva alimentada por mi experiencia personal, en Colombia el jardín no muere, si existe alguien a quien atribuirle el cuidado de este. Esta agencia del cuidado se traspasa a algún familiar cercano que haya participado activamente en el cuidado del jardín. En el caso de mi familia, aun cuando mi abuela dejó sus conocimientos sobre el cuidado en todos sus hijos, fue mi mamá quien se acercó con un deseo e interés personal por el jardín. Cuando mi abuela ya no podía permanecer mucho tiempo de pie, se sentaba en una silla al fondo del jardín mientras mi mamá lo arreglaba. Cuando mi abuela murió, todo su conocimiento ahora yacía en la mente y en las manos de mi mamá. Y aunque está claro que quiero hay que dejar de pensar en el jardín como una propiedad, es justo señalar que el jardín de Anolaima que hace trece años era de mi abuela, ahora es de mi mamá.

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(ca. 1995). Asado en el jardín. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

Pregunta de investigación

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¿Cómo se traduce el cuidado del jardín en la construcción y cuidado de la identidad, el hogar y la memoria familiar?

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Tipos de Cuidado

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(ca. 1985). Algunas tías y tíos mojando a mi mamá por su cumpleaños, siguiendo la tradición. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.


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¿Hay alguna forma de clasificar el cuidado? Es extraño pensar en ello, es lo mismo que cuando uno se pregunta si el amor por la pareja es el mismo que por la familia. Sin embargo, esto no significa que el cuidado- o el amor,- sean más grandes en un caso que en el otro. En cambio, creo que estas clasificaciones están relacionadas a las diferencias en las acciones que se realizan en cada caso y, especialmente, los ámbitos dentro de los que se mueve esta agencia. Durante el desarrollo del proyecto pude comprobar que, de hecho, sí existen diferentes tipos de cuidado, por lo menos así es en mi caso. Pero como dije antes, separar el cuidado no se hace partiendo de la calidad de este, sino más bien, del objetivo a quien se dirige. Para explicarlo mejor, presento el siguiente gráfico:

El Conocimiento

Del Otro

La domesticidad

Cuidado De la Memoria

La muerte

Propio

La introspección

(2019). Diagrama del cuidado, según mi proyecto. [Figura]. Elaboración Propia.

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El cuidado

(ca. 1985). La abuela y algunos tíos compartiendo en el jardín. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

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del otro Para empezar, cuando hablo del cuidado del otro estoy hablando de ejercer nuestra agencia sobre otro individuo. En el caso del jardín, está relacionado especialmente con el cuidado de la familia y del hogar. Mi abuela cuidaba al otro al poner sus conocimientos al servicio de servicio de su familia. Esto se ve reflejado en diversas cosas, la primera está relacionada con sus saberes ancestrales sobre algunas plantas aromáticas; ella las usaba como remedios caseros para sus hijos, atribuyéndole propiedades curativas que aplicaba según fuera el caso. Mi abuela, una señora de campo, no sabía nada de las propiedades químicas que estas tenían realmente, pero de todas formas, infería su uso a través de su experiencia. Tal vez el ejemplo que me ha parecido más curioso es el de la ruda: según mi tía Lety, la ruda la usaban cuando había un retraso en la menstruación para que esta llegara. Ahora es bien sabido que la ruda tiene muchas propiedades positivas para el tránsito y la limpieza de la sangre, y además, que

es una aromática que puede ser abortiva. En segundo lugar, se encuentran también el conocimiento basado en ciertas creencias. Estos agüeros alrededor de ciertas plantas le servían a mi abuela para dar suerte, prosperidad y para atraer buenas energías al hogar. Un ejemplo de esto es la sábila que solían poner detrás de las puertas, amarrada con un lazo rojo y unida a una herradura; según mi mamá, esto era para proteger la casa. En tercer lugar, se encuentra el afianzamiento de las relaciones a través de la transmisión de saberes. Ya que la labor de enseñarle a todos sus hijos todo lo que sabía con respecto al cuidado era una labor de todos los días, aunque no estaba implícita y no se impartía como una lección diaria, sí hacía parte de todas estas rutinas que practicaba junto a sus hijos. El enseñar a mi mamá sobre el cuidado del jardín no fue una labor de un solo día, fue una tarea que se realizó durante años, que resultó afianzando la relación entre ellas, y creando una estrecha conexión.

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El cuidado

(ca. 1995). La abuela dentro del jardín. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

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de la memoria

Por otro lado, está el cuidado de la memoria. Cuando hablo de la memoria hago referencia al legado físico y mental que nos dejan aquellos que se van. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta labor implica a dos partes y su acción es bilateral. Al tener conciencia sobre la muerte y tener reflexiones al respecto, comienza la primera acción del deseo de preservarse en el tiempo. Su acción, se da por medio de la creación de memorias y la transmisión de enseñanzas y agencias, como se mencionó en el punto anterior. La otra parte implicada, es la persona que recuerda, y su acción también radica en la responsabilidad de conservar. Mi abuela creó muchas memorias a través del jardín, por eso este era y sigue siendo un espacio que -en la memoria de mi familia- es un recuerdo vivo de ella. Sin embargo, esta acción hubiera sido en vano de no ser porque mis tíos asumieron el cuidado del jardín, así como la recreación de actividades que fueran en pro de la perduración y la conservación de un legado personal y familiar. Es decir, no solo se trataba del cuidado del jardín, sino de la preservación de las tradiciones, las rutinas y los rituales familiares que honren la memoria del fallecido.

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El cuidado

(2017). Mi mamá dentro del jardín. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

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propio

Por último, se habla del cuidado propio. Dentro del jardín, se da a partir del momento que se toma la decisión de abrir un espacio y determinar un tiempo para realizar la actividad de la jardinería en la que el individuo se desenvuelve de manera íntima. El desarrollar la actividad, permite escuchar los pensamientos propios y caer en la introspección, esto ocasiona que cuando el individuo da por terminada su entrada en el jardín, sale de este con los pensamientos frescos. Es un acto de amor propio. Asimismo, cuando la persona teme ser olvidada después de su fallecimiento, -de manera consciente o inconsciente- comienza a realizar acciones que lo ayuden a preservarse a través del tiempo, tales como dejar un legado a sus allegados. Mi abuela aún vive en todos nosotros por las enseñanzas y valores que nos enseñó, también vive en su jardín porque este aún se conserva bajo su memoria y en pro de sus deseos.

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Concepto

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Hay un espacio que no queda fuera ni dentro. Un espacio que construyo y me construye. Un espacio donde cimiento mi hogar al escaparme de este. Un espacio que se transforma permaneciendo. Un espacio que envejece conmigo pero nunca muere. Hay un espacio en mi patio, se llama jardín. En mi jardín construyo con lo que sé y ordeno con lo que tengo. En mi jardín puedo salir aún estando dentro. En mi jardín vivo hoy y viviré mañana.

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(2019). La mecedora de Anolaima. [Ilustraciรณn]. Elaboraciรณn propia.

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Aún no tenía muy claro cuál sería mi propuesta y en qué terminaría todo esta investigación sobre los jardínes. Sin embargo, el libro Second Nature (1991) de Michael Pollan, me había dejado en la mente un término que contribuiría al desarrollo del resultado final. Curiosamente, el libro de Pollan hablaba de su educación en la jardinería y cómo el gusto por esta había empezado desde que él era pequeño, esto gracias a que su abuelo lo había instruido en esta materia. El espacio del jardín, entonces, era uno que podía compartir con él, y eso había creado una estrecha conexión entre ellos dos. Aún así, el abuelo comenzó a envejecer y ya no podía acompañar a Michael en las labores del jardín. Por esto, el autor crea el término de Jardines Imaginarios, y aunque no da una definición sobre este, básicamente es un territorio creado a partir del imaginario de nuestro propio jardín combinado con elementos de la memoria y deseos que se pueden implementar a futuro, complementado por los anhelos de un pasado que ya no volverá. ‘‘Era uno de esos lugares que no están ni en el pasado, ni en el futuro.Era un lugar donde aún podíamos viajar juntos.’’ (Polland, 1991, p. )

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Por otro lado, están las cartografías narrativas, las cuales consisten en la construcción de mapas mentales que no solo den cuenta del espacio físico sino también de las relaciones e interacciones. Las narraciones suelen ser sobre eventos pasados, sin embargo, la creación de un plan puede interpretarse como una narración del futuro. Este tipo de cartografía también se puede emplear en la construcción de universos imaginarios; y es que estos mapas son un vehículo para consolidar saberes profundos sobre la vida que no pueden ser retratados de otra forma. ¿Acaso era una cartografía la respuesta a mi proyecto? Inicialmente la idea me pareció un poco obvia pues la mejor forma de retratar un espacio es precisamente a través de estas. No obstante, era la idea de imaginar un mapa lo que me llamaba mucho la atención. Por otra parte, las cartografías me permitirían lograr integrar épocas diferentes en un solo espacio. Esto se debe a que las historias que narran los mapas no se rigen dentro de una cronología, en cambio, tienen la característica de mostrar historias cruzadas, y de diferentes épocas, en un solo plano.

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Asimismo, el mapa tiene la propiedad de brindarle al lector la libertad de decidir cómo leer la imagen. Las cartografías simplemente nos muestran qué elementos hay, a dónde podemos ir, y por dónde podemos movernos; simplemente muestra una distribución del espacio. Esta acción de libertad implica que el mapa debe poder leerse de la misma forma desde todos los lugares por donde se comience. Esta especie de guía me permitiría evidenciar todos los conocimientos sobre el cuidado que estaban implícitos dentro del jardín. Y por medio de dicha narrativa, no solo describiría los hechos de lo que sucedió en el lugar sino lo que hay detrás de ellos.

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Referentes

Awol: A guide to getting lost Dan Cottrell Esta publicacion consiste en una guía para perderse; a través de fomentar la exploración y aumentar la conciencia sobre el espacio que habitamos y lo que nos rodea. Cottrell trabaja con el concepto de la Deriva, que básicamente es renunciar a las motivaciones normales para desplazarse o actuar en sus relaciones, trabajos y entretenimientos para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y por los encuentros que a él corresponden (Debord, 1958). Sin embargo, los mapas que allí se muestran son fabricados por algoritmos, lo que le permite al caminante explorar pero volver siempre al mismo punto en el que se encuentra. De este referente me parece útil el recurso de ‘‘perder para encontrar’’, podría usarlo para la propuesta ya que el término de perder/perderse puede hacer un juego de palabras relacionados a la muerte y también al los sentimientos de luto, sin embargo, uno termina encontrando/encontrándose después de este ejercicio. Asimismo, podría usarlo refieriendome a las cosas que ‘se han perdido’ y que debemos volver a encontrar, así como las cosas que están coultas y que a simple vista cno se ven - como las acciones que evidencian el cuidado.

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Awol: A guide to getting lost Dan Cottrell

El trabajo de Kenny la lógica de la cartografía se ve reemplazada por un sistema imaginativo, donde se realizan entremezclan partes de objetos encontrados. Desde lejos el espectador no alcanza a reconocer individualmente cada pieza, pero a medida que se va acercando se van distinguiendo los elementos que componen la imagen: palabras, imágenes, texturas; elementos le permiten a quien ve el mapa, evocar lugares y situaciones. De este proyecto me interesa el recurso de construir con partes provenientes de diferentes lugares, ya que puedo pensar en la construcción de un mapa que parta de diferentes elementos traídos a colación por mis tíos y tías.

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Estado del arte

Everysunsun. Interior plantas acuarela. [Ilustraciรณn].

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Everysunsun. Interior plantas acuarela. [Ilustraciรณn].

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Ward, H. (s.f ). GollyBard, Botanical Garden Prints. [Ilustraciรณn]. Recuperado de: https://www.etsy.com/ shop/gollybard?section_id=13557490

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Ward, H. (2013). “The Wildlife Friendly Vegetable Gardener”. [Ilustración]. Recuperado de: https://images.app.goo.gl/ K43ynyH7RoiCY6Ef9

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Propuesta Construir la narrativa de un jardín imaginario que parta de la memoria, los deseos y los anhelos familiares, por medio de la ilustración de un mapa ficticio, que evidencie las prácticas, tradiciones y rituales que giran en torno al cuidado dentro de este espacio.

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Desarrollo de la propuesta La construcciĂłn del mapa se dio tomando de base el diagrama de los tipos de cuidado. Para esto las acciones de cuidado presentes en el jardĂ­n fueron categorazidas y explicadas con palabras claves para posteriormente asociarlas a algunas plantas. Esto tomando como referencia la informaciĂłn recuperada en las multiples conversaciones sostenidas con mis familiares durante todo el desarrollo del proyecto.

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Primeros

(2019). Primeros bocetos. [Ilustración]. Elaboración propia.

El medio elegido fue la ilustración análoga. Inicialmente dibujñé con rapidógrafos sobre cartulina, no obstante, la técnica final fue acuarelas sobre Cartulina Durex de 140 gr. Las ilustraciones posteriormente eran escaneadas y limpiadas en Adobe Photoshop, se añadían texturas y detalles pequeños como espinas, pelos y venas.

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bocetos

(2019). Primeros bocetos.[Ilustraciรณn]. Elaboraciรณn propia.

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Resultado

(2019). Orquídeas ‘Zapato’. [Ilustración]. Elaboración Propia.

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Final

(2019). Sรกbilas. [Ilustraciรณn]. Elaboraciรณn Propia.

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(2019). Helechos. [Ilustraciรณn]. Elaboraciรณn Propia.

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(2019). Anturios. [Ilustraciรณn]. Elaboraciรณn Propia.

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El mapa final buscaba integrar todos los elementos relacionados al cuidado, ya sean plantas u objetos. En los puntos verdes se podían escuchar audios de mis tías, tíos y demás familiares hablando sobre estos componentes y su relación con el cuidado. En los audios se hablaba de recetas, prácticas y tradiciones que hacen visible el cuidado.

(2019). El Jardín de la Familia Recamán. [Ilustración]. Elaboración Propia.

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(ca. 1980). La abuela en el jardín, posando con sus dos osos de peluche que aún existen. [Fotografía]. Recuperado de archivo familiar.

Conclusiones 72


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(2006). Última celebración de cumpleaños de mi abuela, dos días antes de su fallecimiento. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

Trece años después del fallecimiento de la abuela Inés entendí que ella nunca murió, descubrí que ella vive en su jardín; vive en cada mata de zapato, en cada anturio, en cada cactus. Vive en cada enseñanza que le dejó a sus hijos y nietos. Mi abuela está viva dentro de mi mamá, no solo en su memoria como un recuerdo sino en esa agencia de cuidado que le traspasó. Está viva en las manos de quienes replican todas sus practicas para cuidar. Está viva en el léxico de mis tíos y tías para hablar de sus matas, así como en la forma en la que cuidan de sí mismas y de su familia. Está viva en todos los hijos que ahora tienen su propio jardín. La abuela está viva y ahora también vive en mí.

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(2019). Los doce hijos de mi abuela en la celebración del cumpleaños número 74 de la tía Lety. . (De izq. a der.) Arriba: Libia, Mónica, Patricia, Doris. Abajo: Armando, Salatiel, Dario, Jorge, Lety, Margoth, Marina, Manuel. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

Jardines Imaginarios fue un proceso de diseño que ayudó a re-conectar a toda mi familia al descubrir todas las connotaciones que tiene el jardín de mi abuela. Las conversaciones que mantuvé con ellos durante el desarrollo del proyecto hicieron visible todas estas historias y actividades que ocurren en este espacio, las cuales que permite nuestro acercamiento. Hablar sobre esto no solo sirvió para recordar y honrar la memoria de quien sigue siendo el centro de nuestras vidas, sino que también contribuyó para retomar ciertas tradiciones que se estaban perdiendo en nuestra familia.

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La última vez que toda mi familia había estado reunida en Anolaima, donde está el jardín de mi abuela, fue cuando ella cumplió 80 años y a los dos días falleció. Sin embargo, el fin de semana del 7 de Diciembre del presente año, la familia volvió a reunirse en torno a la celebración del cumpleaños de mi tía Leticia, quien fue la fiel cuidadora de mi abuela en sus últimos años de vida, y quien ahora custodia permanentemente su jardín. Mi familia ahora celebra la vida, en medio del luto, lastimosamente hace dos meses asesinaron a Antonio, el esposo de una tía, quien era un hermano más para todos mis tíos y tías. Sin embargo, el constante recordatorio de este proyecto que nos dice que siempre estaremos vivos a través de los demás, nos ha permitido seguir adelante pero siempre recordando. Esta cartografía solo es un primer acercamiento y el inicio de un gran proyecto que planeo continuar. Jardines Imaginarios es mi abuela hablando a través de las memorias de toda nuestra familia. Esta cartografía existirá hasta que mi abuela esté en nuestra memoria

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Bhatti, M. (2006). ‘when i’m in the garden i can create my own paradise’: Homes and gardens in later life. The Sociological Review, 54(2), 318-341. doi:10.1111/j.1467954X.2006.00616.x Bhatti, M., & Church, A. (2000). ‘i never promised you a rose garden’: Gender, leisure and home-making. Leisure Studies, 19(3), 183-197. Bhatti, M., & Church, A. (2001). Cultivating natures: Homes and gardens in late modernity. Sociology, 35(2), 365-383. Bhatti, M. (2010). A taste for gardening: Classed and gendered practices. Contemporary Sociology: A Journal of Reviews, 39(1), 87-88. doi:10.1177/0094306109356659yy Bhatti, M. (2014). Garden stories: Auto/biography, gender and gardening. Sociological Research Online, 19(3), 1-8. doi:10.5153/sro.3377 Chejov, A. (1893). El Monje Negro. Recupeado el 19 de noviembre de 2019, de Narrativa Breve website: https://narrativabreve.com/2013/07/cuento-chejov-monjenegro.html Clément, G. (2012). El jardín en movimiento. Barcelona: Gustavo Gili. Foucault, M. (2008). “Topologías”, Fractal 48 (12), 39-40. Recuperado el 18 de noviembre de 2019 de: http://hipermedula.org/wp-content/uploads/2013/09/ michel_foucault_heterotopias_y_cuerpo_utopico.pdf

Referencias

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Tabla de

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Imรกgenes

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