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CÚCHARES Y UN SEÑOR DE MURCIA

Francisco Arjona 'Cúchares'.

# Alberto Castillo Baños

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Periodista Presidente de la Asamblea Regional de Murcia

En clara referencia a la comedia de don Miguel Mihura, “Ninette y un Señor de Murcia”, titulo así el presente artículo para hacer referencia a la gran amistad que tuvieron dos grandes figuras del siglo XIX. Ambos han pasado a la historia. Uno en el teatro, el otro en los toros. Tuvieron vidas similares, especialmente durante la dura infancia que les tocó vivir y al final sus vidas se cruzaron con admiración mutua y sincera amistad. Esta es, en síntesis, la historia que unió las vidas de Cúchares y Julián Romea. El matador de toros, figura indispensable en los ruedos en la segunda mitad del siglo XIX y, en esos mismos años, el actor murciano como máxima figura del teatro español. Ambos tuvieron una gran amistad y algo que, prácticamente se desconoce, la gran afición del murciano a los toros y seguidor incansable del torero madrileño.

Se dan más circunstancias que no dejan de ser curiosas. Tenían casi la misma edad. Julián Romea era cuatro años mayor que Arjona y murieron el mismo año 1868. Julián Romea en Madrid, en agosto, de una grave insuficiencia coronaria y Curro Cúchares en La Habana, en diciembre, tras haber contraído la fiebre amarilla también conocida como ‘el vómito negro’. El torero había firmado una serie de contratos por toda Hispanoamérica aquella temporada que empezaba en la capital cubana pero que no pudo realizar porque la muerte le sorprendió al poco de desembarcar en la isla caribeña. Fue enterrado en aquella ciudad, pero sus restos mortales fueron trasladados a Sevilla casi veinte años después y reposan en la parroquia de San Bernardo de la capital hispalense.

Se ha tenido y se tiene a Francisco Arjona Herrera ‘Cúchares’ como torero sevillano pero había nacido en Madrid. Era hijo del banderillero Manuel Arjona ‘Costuras’ si bien al poco de nacer, la familia se trasladó a Sevilla donde el padre trabajaba en el matadero municipal y fue allí donde aquel niño tuvo los primeros contactos siendo muy pequeño con el mundo del toro. Huérfano a muy temprana edad, con apenas diez años, tuvo que buscarse la vida como buenamente pudo y a los doce entró a formar parte de la ‘Escuela de Tauromaquia’ sevillana donde sería su maestro nada más y nada menos que al celebérrimo Pedro Romero. El maestro rondeño, según dijo, estaba maravillado de ver las condiciones físicas y el arte de aquel chaval que tenía como aprendiz del oficio.

Mientras, en la plaza de Santa Catalina de Murcia, había nacido cuatro años antes un niño al que

pusieron Julián en la pila del bautismo. Segundo de los seis hijos que tuvo el matrimonio formado por Mariano Romea e Ignacia Yanguas. El padre, aragonés, era el administrador general de los bienes de los marqueses de Espinardo. Con apenas tres años, la familia se trasladó a Alcalá de Henares, pero el padre sufrió pena de destierro por su pasado liberal y tuvo que huir a Portugal. Su mujer, entonces, regresa con sus hijos a Murcia en 1823 y es en nuestra ciudad donde el futuro actor estudia humanidades en el Seminario Mayor de San Fulgencio interviniendo en obritas de teatro que escenificaban grupos murcianos de aficionados. En 1827 vuelve el padre del destierro y cuatro años después vuelven a Madrid donde se desaJulián Romea. rrolló la extraordinaria carrera teatral del inmortal actor. Ya podemos ver, como indicaba al principio, que tanto Cúchares como Romea tuvieron una infancia de sobresaltos y acontecimientos que fueron cruciales en la vida y el desarrollo de ambos. Mientras el actor murciano triunfaba en todos los teatros de España, al matador de toros le ocurría lo mismo y era la figura clave en todas las plazas de nuestro país. De aquellos años surge la tremenda rivalidad con Paquiro que durará poco tiempo pues en realidad la verdadera rivalidad que dividió a las aficiones fue la que mantuvo durante muchísimo tiempo con ‘El Chiclanero’. Si bien, meses antes de su trágica muerte, Cúchares sufriría una seria lesión de rodilla que mermó sus facultades físicas aunque mantuvo, pese a esas trabas, su puesto como número uno del escalafón. Julián Romea conoció al dies-

tro en Madrid y desde el primer momento surgió entre ellos una relación de amistad y admiración mutua. El actor murciano se abonó a una barrera en la plaza de toros madrileña, en aquellos años la de la Puerta de Alcalá, y cuando podía, y sus compromisos teatrales se lo permitían, seguía al torero allí donde era anunciada su presencia. Hago un inciso en esta historia para llamar la atención del desconocido lector y hacerle saber que aquella plaza de toros madrileña fue la más antigua y la que más tiempo se mantuvo abierta. Fueron ciento veinticinco años. Concretamente desde 1749 a 1874. Después vendría la De la Fuente del Berro y ya, en tiempos recientes, la Monumental de las Ventas inaugurada en 1934. En aquel coso de la Puerta de Alcalá sería donde Cúchares conseguiría su mayores tardes de gloria y donde nuestro paisano Julián Romea asistía siempre para ver torear al amigo.

En algunas crónicas periodísticas de la época se cita la presencia del actor en la inauguración de la plaza de toros de Cartagena ya que aquella tarde del 5 de agosto de 1857, la plaza de la ciudad trimilenaria, fue inaugurada por los hermanos Francisco y Manuel Arjona. Si bien, este dato, es un tanto ‘oscuro’ pues en una crónica se refiere su presencia en una de las barreras del flamante coso y en otras no se dice nada al respecto. Nada extraño por otro lado ya que el inmortal actor cartagenero Isidoro Máiquez influyó muchísimo en la vida de Julián Romea, ya que su maestro fue el gran Carlos Latorre, discípulo de Máiquez, y Romea siempre se declaró fiel seguidor y admirador del actor aunque nunca le conoció pues había muerto en 1820 cuando Julián tenía apenas siete años. Tanto es así que el monumento que se levanta en Granada a Isidoro Maiquez fue costeado por Julián Romea y su esposa Matilde Díez para recordar que fue en la ciudad de la Alhambra donde había fallecido el extraordinario actor cartagenero.

El debut de Cúchares en Madrid se produjo el 27 de abril de 1840 con reses del Duque de Veragua y Manuela de la Dehesa y dos años más tarde, en 1842, tomó la alternativa en la misma plaza aunque según las crónicas “no hubo cesión de trastos”. Por cierto, que fue ya, esa tarde, donde comenzó la rivalidad con Paquiro. Ese mismo año, Julián Romea es el Director del Teatro del Príncipe y se ha convertido en toda una autoridad en el mundo de las letras españolas pues a sus dotes como actor suma las de dramaturgo y autor de obras de teatro consideradas como fiel exponente del llamado Romanticismo español.

Por cierto que una dura crítica a una de sus obras daría lugar a un suceso que corrió como la pólvora no solo por Madrid sino por toda España. Un año antes, 1839, el crítico Ignacio Escobar publicó una durísima columna contra Julián Romea, este, al verse agraviado y ofendido, retó al periodista a un ‘duelo a muerte con pistola’, pero, como ambos eran pésimos tiradores y jamás habían tenido un arma de fuego en sus manos, erraron el tiro y nada les ocurrió, aunque una ‘bala perdida’ del actor murciano impactó de lleno en el pecho de uno de los padrinos produciéndole la muerte en el acto. Aquel suceso se mantendría en boca de todo Madrid durante muchísimo tiempo.

Mientras Curro Cúchares sigue triunfando por las plazas de España y la amistad con Julián Romea se va fortaleciendo. Ambos se admiran. Y si Romea es abonado a la Plaza de la Puerta de Alcalá, Cúchares también lo es del Teatro del Príncipe y acude, siempre que puede, a ver actuar a su amigo sobre los escenarios de España.

Y ahora viene una curiosa anécdota que protagonizaron ambos amigos en la plaza de toros madrileña en el año 1867, justo un año antes de la muerte de ambos.

Se lidiaba una corrida de la Viuda de Zalduendo y figuraban en los carteles Cúchares y el Chiclanero. La expectación era máxima y el coso se llenó hasta la bandera con las aficiones, por supuesto, divididas en favor de uno y de otro. Julián Romea ocupaba su barrera habitual. Uno de los toros que le tocó en suerte a Arjona era un toro difícil, complicado y peligroso. Buscaba ‘el bulto’ y se desentendía de los engaños. La faena de capote pasó sin pena ni gloria pues el torero madrileño apenas si ‘se dejó ver’. El toro demostró mansedumbre en los caballos y causó la muerte de dos de ellos. Apenas si le pudieron poner banderillas. Y al llegar la faena de Muleta, Cúchares, que no salía al ruedo. Que no quería ni verlo. El escándalo estaba servido. La plaza le increpaba, le insultaba e incluso arrojaban objetos al callejón manifestando abiertamente su protesta. Al acabar la corrida, el diestro diría en su descargo que le molestaba mucho la lesión de rodilla. Pero el respetable no perdonaba aquel acto que consideraban de cobardía máxima. En un momento determinado, cuando más fuertes eran las protestas, Cúchares pasó por delante del asiento de Julián Romea y éste se dirigió a él para decirle cómo tenía que lidiarlo que no tuviera miedo, que saliera a por todas, que él podía… En fin, esas cosas que se suelen decir para dar ánimos al matador. Y fue en ese momento cuando Cúchares se volvió rápidamente hacia Julián Romea y, alterado, le dijo: “No me jodas, Julián, que tu te mueres muy bien de mentiras en el teatro pero el bicho este mata de verdad y al que mata es a mí” .

Anécdotas, curiosidades, vidas paralelas y con muchísimas similitudes entre dos personajes imprescindibles de la cultura y las artes del pasado siglo XIX: el murciano Julián Romea y el madrileño Francisco Arjona ‘Cúchares’.

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