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LA FIESTA NACIONAL

# Alfonso Avilés Sánchez

Presidente del Real Club Taurino de Murcia

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Es innegable que las crisis económicas y los modos de enfrentarlas desde el liberalismo puestos en práctica por los partidos hegemónicos, han provocado una especie de catarsis popular que está haciendo replantearse muchos de los pilares en los que se asienta nuestra sociedad.

De entre ellos, el omnipresente papel de la política partidaria en todos los ámbitos de la vida social del estado español parece uno de los más cuestionados. Mucha gente se ha percatado -o ha interiorizado de alguna manera- de que la partitocracia se ha convertido en un problema y en un freno a la democracia. Pero las ansias de cambio también están poniendo en cuestión temas mucho más simbólicos. La relaciones del poder con la iglesia católica, la propia existencia de la monarquía y hasta la tauromaquia están en discusión pública estos días en los mentidero políticos, mediáticos y tabernarios.

Sí, incluso la sacrosanta Fiesta Nacional está de capa caída. Muchos nuevos ayuntamientos han decidido dejar de inyectar dinero público al espectáculo taurino, con una u otra excusa.

La tauromaquia en los medios de comunicación está olvidada, casi por completo. El medio de comunicación más potente en general sigue siendo la televisión. Y si hablamos de las generalistas y la información taurina nos podemos echar a llorar. Para las cadenas privadas, los toros simplemente no existen, excepto si hablamos de percances o incidencias, con tal de levantar polémica. En los telediarios, la información taurina, brilla por su ausencia. En prensa escrita, el tratamiento depende del sesgo editorial del periódico. Y en la radio está casi desaparecida.

Finalmente, en lo que se refiere a medios digitales, en especial en redes sociales, cada hijo de vecino se autotitula periodista y emite sus juicios, unos mejor intencionados que otros, sobre el espectáculo taurino que presencie. Y ahí encontramos mucho caldo de cultivo para las fake news.

En definitiva, la tauromaquia ha dado un cambio total en el siglo XXI y no para mejor, sino para estar cada vez más arrinconada.

En la fiesta brava, la corrida de toros agrupa una serie de actores. El torero, que por su idiosincrasia y narrativa biográfica hace una interpretación de la técnica y el rito y crea su propia expresión, su tauromaquia; el público, que es actor en una plaza de toros y pertenece a una colectividad, cuya idiosincrasia se llega a ver reflejada en sus expresiones durante la corrida, y que, aunada a su carga biográfica, le hace partícipes de la fiesta brava desde diferentes posiciones: como aficionado, como torerista, como torista y como feriante.

La tauromaquia es una forma socialmente establecida de transformación, que llega ocasionalmente a la transgresión del orden social establecido, de ahí que se considere un ejercicio liberador de tensiones y represiones. La fiesta tiene la cualidad de generar estructuras simbólicas de códigos verbales y no verbales que le son propios; es un fenómeno que permite la preservación de las tradiciones, para al mismo tiempo evolucionar según las condiciones de la sociedad contemporánea.

La tauromaquia es un elemento constitutivo de nuestra propia y particular identidad social, tras el cual subyace toda una concepción del mundo que nos es propia, que expresa nuestro privativo modo de ser, de entender y de estar en el mundo. Que da cuenta de nosotros mismos, de nuestra singular e irrenunciable identidad en un mundo cada vez más uniforme. De nuestra cultura en el sentido más profundo y más auténtico del término, sin la cual, sencillamente, no seríamos nosotros mismos. ¡Qué Dios reparta suerte!

El Real Club Taurino de Murcia.

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