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4. Hualgayoc
122 | Carlos Contreras Carranza
La población del cerro mineral de Yauricocha que, tras la batalla por la independencia librada cerca de ella, pasó a llamarse del Cerro de Pasco alcanzó unas diez mil almas en el momento de mayor auge, lo que la convirtió en la mayor aglomeración demográfica después de Lima, Cuzco y Arequipa. Era, así, la mayor ciudad minera peruana en vísperas de la independencia.
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4. Hualgayoc
Si bien la minería tenía escasa actividad en la sierra norte, en 1771 se registró en dicha región el importante descubrimiento de San Fernando de Hualgayoc, en el actual departamento de Cajamarca. Las nuevas minas se hallaban a cuarenta kilómetros de la villa de Chota, a sesenta de la de Cajamarca y a doscientos cincuenta de la ciudad de Trujillo, a cuya caja real permaneció adscrita.
El apogeo de estas minas fue relativamente breve: el último cuarto del siglo XVIII, cuando su producción superó los cien mil marcos por año (Pasco llegó a rendir más de trescientos mil marcos durante algunos años). El cuadro 2 deja ver que, durante ese cuarto de siglo, la caja de Trujillo llegó a representar alrededor de una cuarta parte de la producción argentífera de todo el virreinato. Esta caja recolectaba también la producción de otras minas de la región, como Quiruvilca, Huallanca y Pataz, por lo que no toda su recaudación puede ser atribuida a Hualgayoc. Por entonces la población de este asiento llegó a reunir unas cuatro mil personas, de las cuales un millar eran trabajadores y empresarios mineros.
Otras características de Hualgayoc fueron similares a las de otros asientos del Bajo Perú. Para el financiamiento de las operaciones, dependía del capital de los comerciantes, que en este caso eran los avecindados en Trujillo, la ciudad española más importante del norte peruano. No disponía de cuotas de trabajadores forzados, por lo que debió echar mano de mecanismos de enganche y eventualmente ceder frente a las demandas de los trabajadores. Habitualmente, estos no querían ser operarios fijos, sino tener la libertad de entrar y salir del empleo minero según su conveniencia. Como remuneración preferían el derecho a retener parte del mineral que habían extraído en vez de un salario fijo. Además, demandaban cierta flexibilidad en cuanto a horarios y días de trabajo. Descontentos con estas condiciones, los empresarios mineros hualgayoquinos no dejaron de pedir repetidas veces al Estado colonial la asignación de cuotas de trabajadores forzados; sin embargo, nunca se les concedió tal prerrogativa. Otra de las quejas de los mineros locales fue la excesiva distancia hasta la caja de Trujillo, en donde debían surtirse de azogue y otros insumos mineros.
El auge de Hualgayoc coincidió con el largo obispado de Baltazar Jaime Martínez de Compagnon en Trujillo. Hacia 1785, el Obispo trató de mediar entre las demandas de los mineros y la política reticente de los virreyes de Lima
Cerro de Hualgayoc
(Tomada de Baltazar Martínez Compagnón, Trujillo del Perú. Volumen II, c. 1785, Madrid: CIC, 1985).
124 | Carlos Contreras Carranza
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Capacheros cargando metal
(Tomada de Martínez Compagnón, op. cit.)