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4. El surgimiento de las compañías mercantiles
254 | Cristina Mazzeo
4. El surgimiento de las compañías mercantiles
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Las compañías de comercio surgieron en España durante el reinado de los reyes borbónicos, con cierto retraso en relación con las implementadas en Inglaterra, Holanda y Francia. La primera en organizarse fue la Compañía Guipuzcoana de Caracas en 1728, con la cual se dio inicio a una nueva manera de comerciar.73 La segunda fue la Compañía de La Habana en 1740; y, por último, bajo el reinado de Carlos III, se organizó la Compañía de Filipinas en el año 1785. Desde su creación, estas compañías contaron con privilegios de carácter fiscal que les permitían reducir los costos y competir con productos a menor precio. No disfrutaron de un régimen monopólico, sino más bien —como apunta Margarita Rodríguez—74 era un sistema de semiexclusividad, que era considerado como la única forma de combatir el dominio mercantil e industrial de las potencias extranjeras. Se trataba de compañías comerciales por acciones, que contaban con el privilegio de comerciar en un área territorial específica, denominados “espacios marginales” por Delgado,75 y los socios respondían únicamente por el capital aportado. Debían cumplir con los requisitos establecidos en el reglamento respectivo y tener la aceptación del rey para su conformación; pero, por otro lado, era necesario limitar la participación estatal como medio para garantizar la seguridad de los accionistas. De esta manera, se complementaban los intereses de la monarquía y de los particulares, característica principal del mercantilismo del siglo XVIII.
El ministro que más promovió el surgimiento de estas compañías fue José Patiño, cuando estuvo al frente del Ministerio de Hacienda. Propuso la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas en el año 1728, con el objetivo de promover el comercio del cacao que llegaba a diferentes puertos españoles. tuvo como antecedente la Compañía de Honduras, creada en 1717, que no duró mucho tiempo porque contaba con un capital muy reducido.76
Hubo un segundo proyecto, cual fue la creación de la Compañía del Mar del Sur que debía realizar el comercio entre las islas Filipinas y la costa de Chile; sin embargo, este proyecto no llegó a concretarse, debido a que sus intereses chocaron con dos grandes grupos de poder. Por un lado, los comerciantes novohispanos que tenían a su cargo el comercio con Filipinas a través del galeón de Manila; y, por otro, el Consulado de Lima que veía disminuido su control del comercio con Chile. Por lo tanto, el enfrentamiento de intereses entre estas compañías privilegiadas y los Consulados, tanto de Lima como de Nueva
73. Delgado 1996: 123-143. 74. Rodríguez 2005: 19. 75. Delgado 1996: 128. 76. Rodríguez 2005: 29-30.
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España, fue lo que motivó que no llegaran a concretarse otros proyectos que se elevaron a la Corona en este primer período del siglo XVIII.
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Fue en 1785 cuando se creó la Compañía de Filipinas como uno de los planes más ambiciosos de la Corona. En opinión de Parrón Salas, el objetivo de España era armar una gran organización mercantil como había hecho Inglaterra con la compañía de las Indias Orientales. La Compañía de Filipinas tendría el monopolio de las importaciones de muselinas y algodones estampados, medida que trajo serias dificultades a la élite mercantil gaditana que comercializaba los algodones de los países europeos hacia América. Por tal motivo, el establecimiento de la misma dio origen a una gran competencia de intereses con los comerciantes gaditanos y de Lima.78 Manila tenía una posición estratégica, porque era el punto donde confluían las mercaderías de la India, Japón y China que, a través del galeón, se redistribuían desde el puerto de Acapulco.
Los colonos españoles establecidos en Filipinas participaban del tráfico a través del reparto del espacio de carga en el galeón. Este sistema generó una serie de controversias porque dichos espacios, muchas veces, se vendían, lo que generó prácticas corruptas.79 El principal accionista de la Compañía era el rey, con un capital de un millón de pesos. Los comerciantes podían obtener acciones por un valor de 250 pesos, las cuales eran adquiridas en metálico o en vales reales.
Una de las diferencias sustanciales con las compañías holandesas y británicas que funcionaban en Oriente era que la de Filipinas contaba con una reglamentación restrictiva que limitaba su accionar en función de los intereses de la Corona. Así, una de las grandes limitaciones era la imposibilidad de realizar el viaje de retorno con mercaderías al Callao, ya que debía regresar a España directamente por el cabo de Buena Esperanza. No obstante, desde 1785, la Compañía contó con una casa comercial establecida en Lima, cuyo objetivo consistía en servir de escala a los barcos que llegaban por el cabo de Hornos. Los comerciantes más importantes que dirigieron la Compañía en este período fueron Pedro de Abadía, José de Arismendi y don Félix de D’Olhaberrigue Blanco.80 Fue recién en 1803 cuando una real cédula permitió el comercio directo del Perú con Asia. Esta disposición respondía a que, desde 1796, España debió hacer frente a una nueva guerra con Inglaterra, motivo por el cual se implementaron los barcos neutrales, es decir, procedentes de países neutrales que no participaban en la contienda bélica.
77. Algunos trabajos que pueden consultarse para el estudio de las compañías privilegiadas son los de Gárate Ojanguren 1990 y Rodríguez 2005. 78. Parrón Salas 1995: 378-379. Esta medida se complementaba con la creación del banco de
San Carlos en 1780 que tenía como objetivo monopolizar la llegada de plata a España para liquidar las emisiones de vales reales. 79. yuste 2007. 80. Flores 1998.
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Fuente: Flores 1998: 41.
Esta situación se agravó en 1808, cuando Napoleón invadió España e Inglaterra se convirtió en aliada de España, lo cual hizo que fueran los ingleses quienes realizaran el transporte tanto de caudales como de mercaderías. En tales condiciones, la Compañía no pudo mantener la independencia de sus negocios y la decisión de enviar una embarcación desde puertos ingleses y en naves inglesas, una a Veracruz, otra a Buenos Aires y otra a Lima, terminó por desbaratar el control del comercio por parte de España.
La Compañía de Filipinas quedó entonces a merced de las necesidades de la Corona para afrontar una nueva guerra: la de independencia que se inició en las colonias a partir de 1810. Además de convertirse en uno de los principales prestamistas del rey, la Compañía incursionó en el comercio de esclavos adquiridos en África a través de la empresa británica Baker and Dawson.81
81. Flores 1998.