De señor de diez mil indios a cacique principal
labor, el 22 de diciembre de 1574 el virrey Toledo firmó las Ordenanzas que reglamentaban los pleitos de los indios. Tras la quema de los documentos en Concepción y la partida de Toledo, el interés del visitador Jerónimo de Silva se concentró en la necesidad de indagar sobre los problemas sucesorios y dirimir en aquellos pleitos que por tal razón se hubieran generado. El visitador Silva trató además de concentrar la autoridad nativa en la menor cantidad de individuos, mandamiento explícito de las instrucciones de visitadores. Su determinación de que hubiera un único cacique principal por repartimiento terminó por reconocer a determinados individuos sobre otros, no sin que antes se les exigiera probar su legitimidad y su condición privilegiada frente a los demás pretendientes. Todos estos hechos obligarían a los curacas a pleitear entre sí para imponerse sobre otros aspirantes al mando, e implicarían un cierto reordenamiento de la elite a partir de las distintas legitimidades enfrentadas en una coyuntura tan importante. Con estos antecedentes en mente, es momento de afinar el análisis del proceso antes descrito. Considerados en sus propios curacazgos, los actores involucrados en el mismo y los intereses desplegados en torno a una renovada forma de acceder al poder son el tema de las siguientes páginas. Podemos ahora retomar las Probanzas de 1560 y la Descripción de 1582 y evaluar, a través de ellas y de las Informaciones de 1570, lo ocurrido en los curacazgos de Atunjauja, Luringuanca y Ananguanca. 2. Atunjauja, la reorganización pacífica Cerca de doce años transcurrieron desde la redacción de las Informaciones toledanas de 1570. En la Descripción de la provincia de Jauja que el corregidor Andrés de Vega realizó en 1582, se incluyó a varios caciques principales y a sus segundas personas, todos ellos ausentes durante el interrogatorio previo del virrey Toledo. Especialmente, participaron en la Descripción de 1582 don Francisco Cusichaqui, don Carlos Limaylla y don Juan Guaynalaya, para ese entonces caciques principales de los repartimientos de Atunjauja, Luringuanca y Ananguanca, respectivamente. Esta vez, ellos dirigieron la información que se transmitió al corregidor, hecho que pone en evidencia el afianzamiento de su posición preeminente en la elite indígena del valle. Entre las autoridades principales, no figuraron esta vez los caciques puestos por el Inca o los jefes de mitimaes que habían declarado para el virrey Toledo en las Informaciones de 1570. Así, entre dicho año y 1582 la elite nativa logró imponerse sobre ellos y ocupar definitivamente los principales cargos de poder en los tres repartimientos principales del valle. El hecho de que su posición estuviera bien definida en la Descripción —«caciques principales» de repartimiento— indica que las acciones del virrey y de sus visitadores trajeron importantes consecuencias, influyendo en el reacomodo de los curacas al nuevo orden colonial. El liderazgo de los linajes de estos tres caciques se prolongaría a lo largo de casi todo el siglo XVII. 143