Los curacas hechiceros de Jauja
5. A manera de síntesis La década de 1550 nos trae las primeras noticias sobre disputas legales por los curacazgos del valle de Jauja. Entre 1550 y 1570, surgen iniciativas de individuos particulares para afianzar su posición de caciques principales frente a otros indios principales de la zona. Tales iniciativas se tradujeron en la redacción de probanzas y en la dependencia cada vez mayor de provisiones virreinales para acceder a la dignidad cacical. A partir de 1570, el modelo cobró forma definitiva. El aparato judicial colonial ratificó a algunos curacas antiguos de distinta jerarquía y les otorgó preeminencia sobre otros aspirantes que, es muy factible suponerlo, si no eran los llamados a suceder, en todo caso hubieran tenido que probar su habilidad según las pautas tradicionales. Si bien entre 1532 y 1570 se habían operado cambios importantes en las estructuras de poder de los curacazgos, es innegable que la Visita General del virrey Toledo y lo que esta llevó aparejado contribuyeron decisivamente a moldear la institución curacal tal como se le conocería en los siglos XVI y XVII. Se aceptó definitivamente la sucesión hereditaria de un curacazgo como la transmisión de padres a hijos de un privilegio y de una dignidad, ambas amparadas por la costumbre. La Corona se reservó la potestad de designar a quien ejercería el gobierno, si es que el titular del cacicazgo tenía algún impedimento para dicha función o no resultaba ser un candidato idóneo.41 Las disputas por los curacazgos del valle de Jauja que emergieron al momento de las Averiguaciones de 1570-1571 por Jerónimo de Silva son el corolario de las batallas que se iniciaron dos décadas antes. Por todo esto, los sucesos en torno a la Visita General en el valle de Jauja deben concebirse, desde el punto de vista de la sucesión curacal, como el resultado del periodo de transformación abierto hacia 1532 y, especialmente, de las iniciales tensiones y reacomodos de la elite nativa del valle en torno de los curacazgos. Pero la coyuntura de 1570-1571 fue también el inicio de una nueva etapa. Condicionado por las preocupaciones políticas del momento, el paso del vicesoberano y de los funcionarios de su entorno por la provincia de Jauja 41 Véase Díaz Rementería (1977: 41) para este punto. Aún se requiere más investigaciones que permitan matizar esta afirmación general. Susan Ramírez (2002[1996]: 83) ha enfatizado que, por lo menos para la costa norte, los cambios de Toledo en la década de 1570 no fueron un punto de partida necesariamente. La reorganización del virrey «ya era tardía», pues «muchas de las tradiciones en las cuales basó sus planes eran fundamentalmente distintas de lo que habían sido medio siglo antes». Según la autora, las transformaciones en las cuatro décadas anteriores cambiaron la «base de legitimidad» y el papel del curaca andino. De forma similar, Noack (2001: 199-200) nos presenta la creación de un nuevo «paisaje político» en los primeros años de la Conquista, marcado por el reordenamiento de la relación de prestigio e importancia entre las autoridades de las siete guarangas de Cajamarca, aunque la impresión dejada en los documentos posteriores fuera la de que se trataba de una organización prehispánica. Los cambios en las relaciones de poder implicaron la «construcción de prestigio» de una guaranga sobre las otras, teñida por el esplendor prehispánico.
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