Los curacas hechiceros de Jauja
la mirada de las autoridades eclesiásticas, y entrar en conflicto, al obligar al curaca a confrontar la realidad de sus mancebas con la conducta ideal que las autoridades virreinales le exigían como cacique principal y gobernador. Es preciso orientar ahora el análisis hacia la caracterización de los denunciantes de 1647 y de su relación con el acusado, concretamente, fray Diego Larrea Peralta —en tanto iniciador de la querella— y los caciques e indios principales que actuaron como testigos y denunciantes contra don Juan Apoalaya, muchos de los cuales se contaban entre los miembros de su parentela extendida. 4. Obstinados denunciantes Hasta aquí, el análisis de la causa de 1647 contra don Juan Apoalaya se ha construido a partir de un primer nivel de lectura. Esta perspectiva ha privilegiado el contenido de las acusaciones que contra el cacique se montaron —amancebamiento e incesto—, ofreciendo una interpretación acerca de la conexión entre las acusaciones y la construcción de la autoridad de un hatuncuraca colonial, concretamente la existencia de numerosas mancebas y la legitimidad del poder. En este caso particular, las faltas eran vox populi en el repartimiento de Ananguanca y el principal acusador, fray Diego Larrea, aceptó que había tenido clara noticia de los errores de don Juan Apoalaya por más de diez años. ¿Qué lo llevó a denunciar al cacique recién en 1647? La respuesta a esta interrogante y la determinación de la identidad particular de los otros acusadores nos llevan a ensayar una segunda lectura de la causa de 1647. Nos proponemos abordar ahora el análisis del contexto social dentro del cual surgían acusaciones de este tipo. Este contexto era, claramente, de naturaleza local. La acusación brotó de personajes que compartían un mismo espacio con el acusado y no, por ejemplo, de los designios de una lejana autoridad asentada en Lima, a cargo de orquestar una campaña de idolatrías. En este último caso, se podría detectar dinámicas e intereses ajenos a los del repartimiento de Ananguanca. Sin embargo, algunos curacas recurrían al aparato judicial para sustentar una denuncia de esta índole cuando determinados mecanismos para crear consenso entre los mismos y su cacique principal, así como para garantizar un acceso compartido al poder, se deterioraban o dejaban de operar. El terreno era propicio si a esto se sumaba la rivalidad del acusado con otros potenciales acusadores. Persiguiendo detectar, entonces, los intereses en juego que confluían para acusar a don Juan Apoalaya en 1647, podemos penetrar en el entorno social en que se gestaban determinadas acusaciones. ****
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