Batallas mágicas y legales
ataques mágicos contra su parentela. Limpiar la provincia del vicio de la idolatría implicaba también que con los hechiceros fueran desterrados los antiguos antagonistas políticos de don Carlos.57 Sabemos por su propio testimonio que, luego de la denuncia, «familias enteras» huyeron para evitar la acusación. El curaca no se refería a los hechiceros en sí mismos —indios del común, «gente miserable» desde su perspectiva—, sino a aquellas familias que los amparaban y, he aquí el problema central tras la denuncia, pretendían el curacazgo de Atunjauja para un deudo muy cercano de la mujer del denunciante. **** Llegados casi al fin de este largo recorrido por la historia de enfrentamientos por los curacazgos del valle de Jauja, cabe extraer algunas generalizaciones. Es preciso, entonces, formular dos interrogantes finales. Más allá de los individuos que se disputaban el poder en el valle, ¿eran estos bandos expresión de una transformación de fondo en la composición y características de la elite nativa de la sierra central a fines del siglo XVII?, ¿qué procesos sociales más generales subyacían a las acusaciones de hechicería? Ensayemos una respuesta a estas preguntas a través de la forma como percibió estos cambios —y reaccionó ante ellos— uno de los personajes centrales de esta historia: don Carlos Apoalaya, cacique principal de Ananguanca. 5. Caciques forasteros y un heredero barbero En un sugerente artículo dedicado a la conexión entre acusaciones de brujería y política en los Andes septentrionales, Frank Salomon (1983: 424) concluyó que los casos estudiados eran el reflejo del impacto del cambio social en la localidad. De forma similar, en la Introducción a este trabajo sugerimos que las acusaciones de brujería del valle de Jauja se explicaban principalmente por tensiones dentro de la elite curacal debido a tres factores. El primer factor fue la creciente separación entre las trayectorias de los grandes señores étnicos, por un lado, y las de los caciques de rango medio y las autoridades del cabildo indígena, por otro. Ya bien entrado el siglo XVIII, estos caciques e indios principales pasarían a ser las auténticas autoridades y los verdaderos representantes de sus comunidades, encaramados en los cabildos indígenas y su sistema de cargos rotativos. Los otros dos factores fueron la presencia creciente de curacas forasteros y la concentración del poder en manos de una sola familia curacal. El primer proceso, aquel mediante el cual los caciques principales fueron diferenciándose de los demás caciques e indios principales se estudió en los
57 Véase las declaraciones de don Carlos al respecto en f. 160r, 167r.
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