Capítulo 1 Extirpación de idolatrías Enfrentarnos a la versión establecida de la historia, aunque sea para criticarla, no basta para escapar de su presa. Lo verdadero no siempre es la negación de lo falso, sino que puede ser algo enteramente distinto, que hay que reconstruir repensando por completo la articulación de los datos. Josep Fontana 2000[1994]: 102
Los conocidos procesos de hechicerías e idolatrías, sus protagonistas principales, los avatares en torno a los hechos principales y los sistemas de creencias religiosas en ellos descritos han interesado a historiadores y antropólogos por más de cuatro décadas. La cantidad de libros y artículos resultado de tal interés es tan vasta, desanima intentos titubeantes de ofrecer una revisión historiográfica medianamente comprehensiva y sistemática. En términos latos, la «extirpación de la idolatría» se materializó en un conjunto de actividades promovidas por el gobierno virreinal y que afectaron principalmente a las poblaciones indígenas. Tales actividades formaban parte de la política oficial de erradicar los rezagos de las religiones prehispánicas que, se creía, habían perdurado en grado variable luego de la Conquista y de los tempranos esfuerzos misioneros y evangelizadores. Generalmente, dichos «remanentes» religiosos indígenas se identificaban con el culto abierto o clandestino a los antiguos dioses, asociados por los funcionarios eclesiásticos con las malas artes del Demonio. Persiguiendo el objetivo de asegurar la conversión de los indios a la fe católica, el estado virreinal refinó progresivamente sus métodos de averiguación, persecución y castigo de los «culpables», sosteniendo su labor represiva en un cuerpo de discursos —sermones, tratados e informes—, un conjunto de burócratas eclesiásticos — visitadores y doctrineros— y numerosas visitas que animaron la extirpación en el territorio del virreinato. Empresa a la vez represiva y evangelizadora, la extirpación sitúa tradicionalmente su inicio formal en las primeras décadas del siglo XVII y su extinción, acerca de cuyas causas no hay aún acuerdo definitivo, en algún momento de la centuria siguiente. Considerada con más detenimiento, la extirpación, así como la historiografía derivada de su estudio, van mucho más allá de la definición precedente. Y esto sucede porque el interés por esta temática, asociado desde un inicio con las vicisitudes de los Para esta primera definición de extirpación de la idolatría, véase Wachtel 1976[1971]; Duviols 1977[1971]; 1986; Gareis 1986; y, Griffiths 1998[1996]: cap. 1.