Acusaciones de brujería
hechicerías del valle. En este punto específico, trato de atar un cabo que, debido a la temática específica de este trabajo, corría el riesgo de quedar suelto. Aunque en esta oportunidad dejo de lado la dimensión simbólica de las prácticas y las creencias mágico-religiosas para concentrarme en el trasfondo político de las acusaciones de hechicería, expondré algunas ideas acerca de la relevancia del material de Jauja para una discusión más amplia acerca del intercambio religioso en los Andes, indicando algunas de las vías que considero apropiadas para abordar dicho material. 1. La naturaleza de las acusaciones El estudio moderno de la brujería es uno de los mejores ejemplos del fructífero acercamiento entre la historia y la antropología. En parte por un prejuicio que se remontaba a la Ilustración y a los inicios de la Revolución Científica —el mismo que concebía la brujería como una explicación irracional de la realidad, amparada en un conjunto de asociaciones erróneas—, los especialistas decimonónicos y de la primera mitad del siglo XX, como James George Frazer, Bronislaw Malinowski y Marcel Mauss, se ocuparon casi exclusivamente de la magia y de la brujería entre las llamadas «sociedades primitivas» de América, África, Asia y Oceanía. A partir de la década de 1970, historiadores y antropólogos comenzaron a interesarse por el fenómeno en el seno de sus propias sociedades. Este renovado interés se debió fundamentalmente a dos factores: primero, el entonces novedoso giro historiográfico hacia el estudio de los grupos «marginales» que, como las brujas, aparecían generalmente mal representados en las fuentes oficiales; segundo, la influencia creciente de la antropología sobre la disciplina histórica (Viazzo 2003[2000]: cap. 4). En síntesis, es posible distinguir tres enfoques o paradigmas predominantes en el estudio de la brujería. El primero, enmarcado en de los cánones de la historia institucional, ha privilegiado el estudio de los magistrados eclesiásticos y civiles responsables de fomentar las cacerías de brujas en Europa, explorando la confluencia de ideas de origen letrado y popular que desencadenó las masivas persecuciones. Concentrándose en los aspectos jurídicos de los procesos contra los brujos y las brujas, y poniendo en tela de juicio la veracidad de las declaraciones obtenidas por mecanismos como la tortura, este paradigma ha buscado reivindicar a las víctimas de la persecución religiosa: aquellos sentenciados por la Inquisición. En especial, enfatizando el conjunto de estereotipos demonológicos que los inquisidores buscaban «confirmar» en las declaraciones que arrancaban de los acusados, estos autores expresaron su incredulidad respecto de que las confesiones tuvieran un «núcleo» de verdad, es decir, que el conjunto de prácticas y creencias atribuidas a brujas y brujos Para las siguientes líneas, me baso en la obra ya citada de Viazzo 2003[2000], así como en los artículos de Monter 1972 y de Hodgkin 1998.
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