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Crónica de una amistad: Víctor Raúl y Luis Alberto sánchez

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que en el de los campesinos a los que este expoliaba: «tenían el control político del departamento o zona respectiva, a través de los Prefectos, subprefectos o Alcaldes o Caciques de la zona. El Apra jamás podría propiciar una efectiva reforma agraria porque iba contra sus propios intereses» (Cristóbal 1985: 223). sin embargo, al mismo tiempo, el Apra necesitaba mantener y ampliar su apoyo popular entre los trabajadores, especialmente entre los jornaleros de las plantaciones azucareras en la costa norte, entre ciertos grupos mineros en los Andes centrales y los más organizados elementos del proletariado de Lima. «En esto radica el gran dilema para Haya y el resto de los funcionarios de clase media del APRA: cómo ganar y mantener su radical apoyo de las clases más pobres sin alarmar o alejarse de sus aliados de las clases media y alta […] lo que explica el posterior flirteo de Haya con oficiales militares de alto rango, esperando convencerlos de liderar revoluciones para él, en lugar de fiarse de levantamientos populares» (Davies 1989: 73). Davies coincide pues con la tesis planteada por el mayor Víctor Villanueva.

crónica de una amistad: víctor raúl y luis alberto sánchez

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Entre los dirigentes del Apra, posiblemente fue Luis Alberto sánchez quien mayor influencia ejerció sobre Haya de la Torre en el período del gran viraje. Por eso reviste especial interés analizar la naturaleza de sus relaciones. Haya era siete años mayor que sánchez, pero el prestigio continental del que este gozaba como intelectual acortaba las distancias y lo convertía en un interlocutor privilegiado. No es que sánchez le dijera a Haya qué debía hacer, sino que en él Haya encontró el más firme respaldo al cambiar algunas de las definiciones fundamentales de lo que hasta entonces había sido la doctrina y la práctica aprista. Como se verá, sánchez cambió de línea más tempranamente en algunos temas medulares, como los relativos a la posición antiimperialista del Apra, el rechazo a la tradición revolucionaria insurreccional y la violencia como la vía para llegar al poder. Virtualmente desde el inicio, sánchez manifestó una posición abiertamente hostil hacia cualquier acercamiento del Apra con el socialismo, y eso lo diferenciaba de la mayoría de los líderes apristas. En una fecha tan temprana como el 21 de diciembre de 1930, escribía: «El público tiene dos direcciones que el Apra debe canalizar […] anti civilismo, anti comunismo y cierta desconfianza del socialismo. Por cuanto esta palabra inspira temor» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 28; las cursivas son originales del autor).

Un intercambio epistolar entre ambos, desarrollado durante 1943, puede echar luz sobre la naturaleza de sus relaciones personales. sánchez estaba exiliado, viviendo en Chile y moviéndose continuamente entre Buenos Aires,

Estados Unidos y Centroamérica. El Apra continuaba en la clandestinidad, bajo la conducción directa de Haya, desde hacía una década. Estaba en el poder Manuel Prado Ugarteche, un connotado dirigente de la oligarquía, a la que Haya consideraba enemiga fundamental del Apra y de lo que este partido quería para el país. El mundo estaba dividido por el gran conflicto bélico que enfrentaba a los Aliados y el Eje por la hegemonía planetaria. El Perú había optado por alinearse con los Estados Unidos, luego del período de coqueteos del entonces presidente mariscal Óscar R. Benavides con las potencias fascistas. La táctica de Haya de la Torre, en ese contexto, consistía en tratar de aprovechar la política, impulsada por Estados Unidos para el hemisferio, de promover una intervención multinacional en contra de cualquier país que constituyera una amenaza para la seguridad del continente en guerra, extendiendo la posibilidad de esta intervención contra aquellos regímenes que amenazaran la democracia. De esta manera, Haya pretendía utilizar la propaganda aliada, que presentaba la defensa de los intereses de los Estados Unidos en el continente como la defensa de la democracia. su argumento era que si de defender la democracia se trataba, entonces Estados Unidos no debería consentir la existencia de regímenes dictatoriales. Ese fue el leit motiv de la política internacional aprista durante este período, una línea que tenía su talón de Aquiles en el hecho de que las dictaduras que habían aplastado la democracia en América Latina gozaban del patrocinio norteamericano. Era evidente que los Estados Unidos no iban a abrirse un flanco en su patio trasero promoviendo cambios en medio de un conflicto mundial, cuando combatía en los escenarios de Asia y Europa.

Las ideas de Haya, desarrolladas en su correspondencia con sánchez, daban lugar a animados intercambios, que algunas veces terminaban en ásperos enfrentamientos debido a la escasa tolerancia del máximo líder del Apra a la crítica. sánchez le reprochaba su poca capacidad para aceptar los puntos de vista de otros, y especialmente el desdén que manifestaba por los puntos de vista de los exiliados. Haya era notablemente intemperante en las cartas que enviaba a sus compañeros en el extranjero, a los que frecuentemente aludía con el desdeñoso calificativo de Capuaexilia —«hincha la barriga y ablanda»—. En una carta enviada al coronel Pardo en febrero de 1939, hablaba de «cómo analga la Capueaexilia» (Davies y Villanueva 1978: 395). En una carta enviada el 31 de julio de 1939, Manuel seoane —respondiendo a la orden terminante de que los exiliados retornaran al Perú, «sin excepciones, salvo para los mayores de 50 años o los que tuvieran enfermedad debidamente comprobada»—, contestó que él aceptaba si era «para realizar una tarea real y concreta, pero no para caer tontamente como un zorzal en la jaula». Es muy significativa la condición que ponía: «el sistema de trato entre el jefe y los afiliados debe ajustarse a normas de mutua

consideración». sánchez era más directo en su respuesta a Haya: «Has generalizado excesivamente ese terminacho de Capueaexilia [...] Capua, sí para los que no producen, no trabajan para sí ni para el partido, no cotizan, se divierten y, de llapa, friegan. Para esos, Lima también fue y será Capua, con su Jirón de la Unión o su persecución ventajista. [...] Hay también algunos que han hecho Capuapersecuta, y de eso se habla y se hablaba en 1933»30 (Villanueva 1977: 10).

En una carta enviada el 22 de diciembre de 1939, sánchez defendía su derecho a opinar y a ser escuchado. Es evidente que le molestaba la escasa atención que Haya prestaba a sus observaciones, «que no siempre han sido recibidas con cortesía siquiera». su queja fundamental se refería a la manera cómo Haya recibía las opiniones que no concordaban con la suya: «muchas han sido objeto de largos, repetidos y reiterados sarcasmos, aunque jamás hubo observación que no contuviera una parte siquiera de acierto, así como casi siempre no hubo sarcasmo de ella que no contuviera una parte de error a cambio de las de acierto» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 390).

Pero las críticas no se limitaban a cómo se desarrollaban las relaciones entre ambos. sánchez iba más allá y cuestionaba la creciente falta de democracia partidaria, agravada por las circunstancias excepcionales que afrontaba una organización obligada a vivir durante más de una década en la clandestinidad:

[...] en este punto, me parece evidente que la estructura y circunstancia de guerra del partido durante tanto tiempo han reducido la deliberación a sus más modestos límites [...] Existen simientes de malestar; un criticismo aguzado por la impaciencia, por el no haber llegado al poder, por no haber tenido una victoria material, y eso da un mentido, pero constatable, derecho a cada quien a imaginar que “su” solución era la mejor. El único remedio para lo futuro, ya que no para lo pasado, será una organización del partido sobre bases más amplias, sobre todo si es posible transitar dentro de cierta legalidad, y un examen alto, una autocrítica alta de lo andado (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 390).

Aparentemente, la crítica no provocó cambios en la actitud de Haya. Luis Alberto sánchez volvió sobre el tema tres años después, en una carta muy extensa, el 9 de enero de 1943. En ella le manifestaba a Haya el disgusto que le provocaba su personalismo: «[...] a los que los conocemos [se refiere a la dirección aprista] nos deja la sensación de que se está procediendo con un sistema sólo aparentemente

30 Explicando su opinión a Manuel Checa solari, Haya decía: «El destierro es una balconización agradabilísima si se la compara con el campo de brega. Y yo siento que muchos jóvenes que más tarde no sabrán lo que es luchar, porque vivieron en el dulce exilio tranquilo, puedan llegar a la dirección del partido» (Villanueva 1977).

democrático y que no hay sino una voluntad y un criterio vigentes: los tuyos, que, acertados o no, tienen, en casos como éste, el defecto fundamental de representar un solo criterio, una voluntad individual y, por tanto, más susceptible de error que un conjunto de opiniones y quereres» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 408).

Es difícil imaginar que alguna otra persona, militante o no, pudiera dirigirse en estos términos a Haya, pero se verá que sánchez podía ir mucho más allá, apelando a la vieja amistad que los unía para formular ásperas críticas, las cuales no siempre eran bien recibidas y algunas veces enfriaron sus relaciones, pero que, al no llevar a una ruptura, contribuyeron sin duda a hacer más estrecho el lazo que los unía.

No creo —afirma en la misma carta Luis Alberto sánchez— que la amistad y el compañerismo consistan en decir siempre sí; ni tampoco en sarcasmos fatuos, silencios cómplices ni negativas cerradas. Dentro del respeto al decoro de cada cual, indispensable para mantener la cordialidad esencial, el aporte de la franqueza tiene —al menos para mí— un significado mucho más constructivo que el comentario al margen, la diatriba por la espalda, el malhumorado asentimiento o la mefítica lisonja sistemática (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 408-409).

El disgusto de Luis Alberto sánchez era exacerbado por sentir que su opinión no era tomada en cuenta a la hora de tomar decisiones: «Durante años me han llamado líder, pero al verme tan poco tenido en cuenta para las medidas positivas, a cambio de mantenerme el rango para sólo exportación, en una especie de cesantía dorada, me es doloroso. Prefiero hacer a exhibirme. Y cuando no puedo hacer, o no me permiten hacer, la exhibición o los títulos me suenan un poco a burla, aunque, como en este caso, no haya ninguna intención de ello». Aparentemente se había embalsado el resentimiento. El disgusto de sánchez era tan grande que anunciaba a Haya su intención de retirarse del Apra silenciosamente, apenas llegara al poder. Y añadió un comentario que luego sería materia de agrios intercambios epistolares: «Por no creer en la infalibilidad de nadie, me aparté del catolicismo, no obstante los 2.000 años de dogma, de entrenado dogma de que disfruta. Mal voy a creer en mi propia infalibilidad, si no admito la secular del Pontífice» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 416).

Al parecer esta carta hirió profundamente a Haya de la Torre, quien contestó a sánchez con una misiva cargada de ironías, que empezaba por burlarse de la tendencia de sánchez a escribir cartas muy extensas, y que, como era de esperar, echó más leña a la hoguera:

Vuelvo a lamentar que esta carta no tenga 50 páginas pero no hay tiempo para eso. Además, sólo la concreto a hechos y a devolverte algunas de tus

más injustas y absurdas críticas. Nunca he creído en mi infalibilidad y estoy seguro de que tú no aceptas ninguna porque tienes bastante con la tuya cada vez más acusada y enorme. No tengo tus facultades detectivescas ni tu afán de saberlo y explicarlo todo. Hablo de lo que sé y conozco sobre un terreno que no he abandonado desde hace 11 años. Mi voz está solventada por la experiencia. No me permitiría opinar si no estuviera aquí porque la Política práctica como la práctica de la Guerra resuelven sus problemas sobre el terreno. Los que teorizan a mil kilómetros de los campos de batalla corren los riesgos de Napoleón III o del Kaiser Guillermo II que relativamente, estuvieron siempre fuera de la realidad de sus terrenos dentro de una nube de fantasía (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 430-431).

Cuando Haya hablaba del terreno donde permanecía «desde hace 11 años», se refería a su clandestinidad en el Perú. Frente a un Luis Alberto sánchez que escribe desde «mil kilómetros» de distancia, y que no corre los riesgos que sufren quienes afrontan la persecución de los regímenes oligárquicos en el poder, Haya de la Torre opone la autoridad de quienes están en la línea de fuego, hablando de la guerra y la política desde la autoridad que les brinda su quehacer revolucionario. La descalificación a sánchez es abierta y es rematada por los comentarios acerca de los estrategas de escritorio.

La irritación de Haya lo lleva a insinuar un pasado leguiísta de sánchez31 . se refiere también a habladurías que involucraban a Rosa, la esposa de sánchez, en comentarios aparentemente dirigidos contra Haya. La emprende después contra la alusión de sánchez a su posible alejamiento del Apra: «en tus anuncios de que te irás a la hora del triunfo y que ya te sientes desvinculado acusas una crisis de fe muy típica de intelectuales en estos tiempos desconcertantes: La vanidad del escritor […] los (sic) lleva a avergonzarse de creer en algo, a perder calor y emoción» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 431).

Haya apela a la naturaleza del lazo intangible que une a quienes pertenecen al partido: «El Aprismo ha sido ante todo, es y será un movimiento de fe. Fe en los ideales, fe en la fuerza cohesionante de esos ideales y fe en los hombres que sostenemos y no claudicamos de esos ideales. Rota la fe nada queda. Ella llenó abismos entre los apristas y nos hizo sentirnos compañeros de quienes jamás habríamos sido o de quienes nunca fuimos amigos. La fe aprista tendió puentes, ligó lazos, enderezó torceduras y abrió caminos de Damasco» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 431).

31 Posiblemente apoyándose en el hecho de que sánchez fue funcionario de la Biblioteca Nacional mientras Augusto B. Leguía gobernaba dictatorialmente.

A continuación, arremete otra vez contra el anuncio de la renuncia de sánchez al Apra, zahiriéndolo como un intelectual engreído, que solo ve la realidad desde lo que le dicta su vanidad y que es incapaz de resistir que su opinión no sea reconocida como la verdad:

Deploro mucho que te sientas desligado espiritualmente de nosotros y que me anuncies tu separación del Partido para la hora del triunfo. Pero me explico tu actitud por el desarraigo, porque eres hombre de Letras y de Lima que no admite errar. Te has construido un Perú, una política […] y como no resulta exacto lo que tú inventas y por ende no se puede seguir lo que aconsejas, aplicas el “me largo”. ¡Qué criollo, pero qué poco grande! ¡y perdona! […]

Aplícalo para moderar un tanto tu vanidosa actitud de intelectual “puro”. (Y perdona). No desprecies tanto ni te burles tanto de los que modestamente trabajamos en el surco o en la zanja, sin garantías, sin dinero, sin ninguna de las goyerías (sic) que el mundo burgués brinda a los que viven su vida y la gozan y la apechugan (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 434).

Entre los exiliados apristas, Luis Alberto sánchez gozaba de una situación excepcional, ya que, gracias a su prestigio, era requerido como profesor por importantes universidades del continente. Vivía con la comodidad del catedrático reconocido internacionalmente, estudiando, publicando, viajando constantemente, disfrutando de las ventajas que los militantes comunes envidiaban, una situación que, por cierto, estaba muy lejos de lo que era la vivencia del común de los exiliados y de los humildes apristas que combatían contra las dictaduras desde la clandestinidad.

Pero Haya no se detuvo en atacar el estilo de vida de sánchez. También la emprendió contra el valor de las propias opiniones políticas que vertía: «Con toda franqueza debo decirte que si yo hubiera leído en tus juicios, alguna vez, uno certero que enfocara la situación política peruana, medularmente, lo habría reconocido con el mismo respeto con que saben mis compañeros que sus ideas tienen campo y acogida en mi entusiasmo» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 434). A continuación, insertó el comentario que más profundamente tenía que herir a sánchez, atacando esta vez su quehacer intelectual, la fuente de su prestigio y reconocimiento:

[...] el mismo defecto que tus críticos (y éste es un juicio cada vez más extendido) señalan en tu obra literaria (y perdona), apresuramiento, superficialidad, etc. me parece tu fundamental defecto en el orden político […] En política eres capaz de hacer afirmaciones mucho más infundadas todavía. Y de ellas, una carta que recibí en enero será siempre guardado testimonio. (Y perdona) (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 431).

La crítica que Haya hacía a la obra literaria de sánchez recogía una opinión más bien extendida acerca de la calidad de la vasta obra escrita por este. Precisamente por el apresuramiento en sus opiniones, su descuido a la hora de citar autores y la superficialidad de sus juicios, Mario Vargas Llosa señaló a sánchez como el perfecto ejemplo del intelectual subdesarrollado, que escribe para lectores subdesarrollados. Alberto Flores Galindo, por otra parte, ha hablado del «horror a la página en blanco», para referirse a la compulsión con la que sánchez escribía y publicaba.

Haya cerraba su misiva con una invocación al lazo que unía a los apristas, que es una toma de posición con relación a cómo concebía sus relaciones personales y las partidarias; la relación entre el mundo privado, el de los afectos y el de la vida pública, la militancia, la responsabilidad política y el deber cívico:

siempre he dicho que una de las mejores demostraciones de la fuerza cohesionante del Aprismo es el caso de nuestro compañerismo tan estrecho, siendo como somos tan disímiles. Fuera de la fe del Aprismo no hemos tenido otras vinculaciones, como tú lo sabes. Pero para mí el Aprismo es tan fuerte soldador de diferencias como la memoria o la inframemoria de la comunidad de un seno materno. Por eso, si pierdes la fe y rompes los lazos, ¿qué queda? […] sólo la fe del aprismo me liga a las gentes y la fe del aprismo no la cambio como una camisa […]

Y otra vez, perdona que ofenda tu orgullo con tantas expresiones sinceras de refutación a tus equivocados conceptos sobre la situación del Perú. Pero, lejos de toda cólera, me parece mejor usar la franqueza y el lenguaje neto antes que tus sarcasmos y estiletazos. No me gustan golpes bajos. (Y perdona) (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 435-436).

La respuesta de sánchez a Haya, del 6 de mayo de 1943, estuvo a la altura de los incendios de la carta a la que respondía32 . sánchez empezó recordando que Haya solía decir que los chismes eran cosa de proxenetas, para a continuación lanzar el primer puyazo: «Hay tantos chismes, y además inexactitudes y hasta calumnias en tu carta del 29 de marzo, que forzosamente tengo que suponer que te hallas materialmente asechado de proxenetas, y, lo peor, les das crédito» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 431). El motivo de semejante reacción fue una alusión, que Haya de la Torre puso en su carta, a un supuesto comentario malintencionado vertido por la esposa de sánchez. A continuación, sánchez lanzó su ataque más duro contra las supuestas motivaciones de la carta de Haya, a la que contestaba:

32 En la presentación que insertó al publicarla, el propio sánchez reconoce: «Esta carta, que debió ser persuasiva, resultó siendo un poco (sic) vitriólica, más que la de Haya. No contribuyó a unirnos por un tiempo» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 436).

Me hago cargo del estado de ánimo en que escribes. Pese a la formidable potencia del partido, que ha sido capaz de resistir el combinado embate de sus enemigos naturales y de sus propios afiliados y dirigentes, debes sentirte muy amargo al no poder uncir a la victoria a tu carro. Todos hemos experimentado esa amargura, si bien sin la intensidad que tú. Días de sabor a ceniza y hiel en la boca, que convidaban a vomitar injurias, con acritud de profeta fallido, como los profetas del Antiguo Testamento (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 436; el énfasis es mío).

La alusión a los profetas fallidos tenía, sin duda, que herir profundamente a Haya, que no solo pretendía tener el liderazgo continental de una generación de políticos, sino que pretendía fundar una cabal nueva filosofía de la historia, en base a sus disquisiciones en torno al espacio-tiempo histórico. Aún en los años cincuenta, Haya de la Torre seguiría pensando que sus tesis políticas constituirían un aporte fundamental al pensamiento occidental. A pesar de todos sus virajes, planteamientos como el «Congreso Económico», formado con representantes del capital, el trabajo, el Estado y los inversionistas extranjeros, y paralelo al «Congreso Político» y «el Estado Antiimperialista», eran para él aportes que fundaban un nuevo capítulo de la teoría política contemporánea. Hasta el final de su vida trataría de que fueran incorporados en la organización política del país.

Aunque sánchez decía ser comprensivo con las motivaciones psicológicas que le atribuía a Haya, era más duro al enjuiciarlo como miembro del partido:

[...] políticamente, las consecuencias de esa reiterada actitud desafiante, intransigente, incapaz de oír consejos que no concuerden, ofrece muchos riesgos y pocas esperanzas […] si nadie te lo dice, y prefieres la adulación o el sometimiento dañino a una palabra franca, allá tú, pero tu suerte está unida a la nuestra […] Y es oportuno, aquí, decirte, que el aprismo no es un hombre […] No olvidemos que entramos a formar un movimiento anticaudillesco, del cual fuiste y sigues siendo el más destacado caudillo, es decir, anticaudillo. Al menos eso es lo que se repitió hasta la saciedad a lo largo de los años. Los intelectuales puros como yo suelen tener buena memoria (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 437).

Esta posición es diametralmente opuesta a la que sánchez adoptaría una década después, mientras Haya estaba cautivo en la embajada de Colombia y el dictador Manuel A. odría le negaba la visa para abandonar el país. Entonces, la mayoría de la dirección aprista desde el exilio reclamaba una profunda democratización del partido, criticando el personalismo con que Haya manejaba las cosas. En aquel momento, sánchez se convertiría en el campeón de la lealtad al «jefe natural» del partido, señalando cualquier intento de democratización como una traición al aprismo y un intento de cuestionar el rol conductor de Haya.

sánchez rechaza, a continuación, la insinuación de Haya que lo sitúa como leguiísta, citando el haber sido puesto tres veces en prisión y haber sido considerado por Leguía como su enemigo personal. Remataba su descargo con un comentario malévolo: «Además de que, en el peor de los casos, ser leguiísta es menos delictivo que estar al lado de quienes no vacilaron en 20 meses de poder en asesinar a algunos centenares de compañeros nuestros. sin proceso alguno» (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 438). Este comentario alude a conversaciones que la dirección del Apra desarrolló, por orden de Haya, con la Unión Revolucionaria (UR), el partido fundado por Luis M. sánchez Cerro, el caudillo militar que masacró a miles de apristas durante la represión de la revolución de Trujillo de 1932, y que después cayó asesinado por un militante aprista. El 31 de julio de 1939, sánchez y Manuel seoane se reunieron en santiago con Luis A. Flores, el líder de la UR, quien también estaba deportado, para discutir una alianza con miras a las elecciones a las que había convocado el general Benavides. En el extenso informe que un día después enviaron sánchez y seoane a Haya consignaban que «no habría por parte de Flores ningún inconveniente para un gobierno urrista-aprista» (Villanueva 1977: 134). Esta reunión se realizó a pesar de las discrepancias que oponían sánchez, y especialmente seoane, a esta alianza. «Nuestra masas sufrirán un enorme shock —escribió seoane a Haya antes de la reunión aludida— si vieran que las manos del asesino de los marineros se cruzan con las manos apristas» (Villanueva 1977:14-15)33 .

Una década después, el Apra se aliaría con Manuel Prado, cuya persecución sufrían Haya y el Apra en ese mismo momento, y entre 1963 y 1968 se aliaría con Manuel A. odría, quien entre 1948 y 1956 masacró, torturó y deportó a miles de apristas.

Respondía, además, a las referencias de Haya a habladurías que involucraban a la esposa de sánchez:

[...] la señora a que con tan poca caballerosidad te refieres, nunca fue a “Ministerios”, en plural, sino que un Ministro, amigo de casa, hace 40 años […] fue a casa de mi padre para darle unas explicaciones personales para mí, continuación de charla que tú conociste directamente por mí. Y esa señora cuando Pancorvo le hizo una pregunta inspirada por alguno de tus proxenetas o informadoras, le contestó: “es falso: al contrario, están más juntos que nunca” (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 438).

33 seoane alude al fusilamiento de los marineros del Callao que se alzaron contra sánchez Cerro por inspiración aprista en 1932.

Finalmente, sánchez aceptaba el reto de Haya de circunscribir su relación a lo político, no dejando por eso de incurrir en alusiones oblicuas al personalismo de Haya:

Ahora podemos hablar de lo general, que es lo importante, y, además, lo único que, según tú, nos une. Acepto plenamente esta referencia de tu carta. Nunca haré, como Leguía, el papel de opacador de mis colaboradores cercanos, ni, como sánchez Cerro, condenar sin oír emergenciando a lo autócrata. Ni deseo para mi país ni para mi partido, el frenesí y la novelería como reglas de conducta (VRHT y LAs 1982: vol. 1, 438).

A pesar de que semejante intercambio epistolar tenía que dejar heridas y, como lo reconoce sánchez, no contribuyó a unirlos por un tiempo, hacia fines del mismo año la comunicación epistolar había retomado el tono afectuoso habitual: «mi querido viejo». si una prueba semejante no separa a dos amigos tiene necesariamente que unirlos más. En adelante, Haya guardaría siempre una consideración por Luis Alberto sánchez mayor que la que tenía por cualquier otro dirigente aprista. Esto sería decisivo durante la siguiente década, cuando transitaría de su posición antioligárquica y antiimperialista, hacia un acomodo con los Estados Unidos y a una alianza con la oligarquía, para cerrar el paso a los cambios estructurales que se habían ido convirtiendo en un clamor nacional. En esas circunstancias, Luis Alberto sánchez jugaría un rol clave respaldando el viraje de Haya hacia la derecha, en contra de la que era la posición de la mayoría de la dirección del Apra y de los militantes de base, quienes —como se verá— seguían esperando que el partido hiciera la revolución.

Los defectos que Haya y sánchez se criticaban mutuamente no eran el resultado de estallidos suscitados por un acontecimiento particular, sino rasgos constitutivos, de carácter, que aflorarían una y otra vez a lo largo de su larga relación político amical. Más de una década después, en una carta enviada el 14 de enero de 1955, Haya criticaba el estilo epistolar de sánchez: «Ponte en hombre, LAs, y entonces limarás tus asperezas epistolares. Aprende de mí. o tundo como macho o soy de brazo abierto y controversia leal como señor. A tu redacción se le escapa mucho vidrio molido. Y yo ya estoy viejo para tales tratos» (VRHT y LAs 1982: vol. 2, 192). Para no quedarse atrás, sánchez escribía el 18 de julio, criticando el tono profesoral de Haya:

Tú detestas al magíster, pero lo ejerces. Te enfadas cuando se te ponen objeciones que, por infundadas que sean, tienen el respaldo de la sinceridad y de la divergencia constructiva. No discutes: ironizas, calificas, zahieres, epitetizas. Y hasta donde yo sé, calificar no es discutir, ni caracterizar (aunque no sea

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