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La conspiración con Perón y la conexión boliviana
el gran debate y la última insurrección del aPra
la conspiración con Perón y la conexión boliviana
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Armando Villanueva del Campo constituye en el Apra el arquetipo del hombre de aparato. sufrió carcelería varias veces, fue exiliado otras tantas, participó en varios intentos revolucionarios, llegó a ser candidato presidencial del Apra a la muerte de Haya y tuvo un rol protagónico en algunos de los conflictos internos más graves del partido. No es un intelectual. Es un hombre de acción y eso lo coloca en las antípodas de Luis Alberto sánchez, un escritor reconocido al que las bases apristas le reprochaban que nunca había vivido la clandestinidad, pues cada vez que había una persecución optaba por asilarse en alguna embajada, para luego salir al exilio. Entonces, trabajando como profesor universitario y viajando constantemente entre eventos académicos, vivía una vida muy distinta a la de los apristas de base, pobres, sin contactos, en muchos casos viviendo abandonados a su suerte en un país extranjero. Las memorias de Villanueva del Campo brindan una excelente aproximación a la vida partidaria concebida como una pasión, una familia alternativa, una mística, una opción de vida.
Al leer sus memorias, llama la atención que a lo largo de medio millar de páginas no existe referencia alguna a polémica, posiciones encontradas o disputas partidarias en el seno del Apra (V del C 2004). Esto es particularmente clamoroso cuando escribe acerca de la primera mitad de la década de los cincuenta, cuando Haya de la Torre estaba cautivo en la embajada de Colombia, en Lima, mientras que el gobierno de Manuel A. odría le negaba el salvoconducto para poder abandonar el país. Los dirigentes más importantes del Apra se encontraban entonces en el exilio y la derrota experimentada a raíz del fracaso de la intentona revolucionaria de 1948 había provocado una gran diáspora.
Luego del fracaso de la insurrección, el Apra fue puesto fuera de ley y sus militantes tuvieron que pasar a la clandestinidad. Algunos optaron por asilarse. El 27 de octubre, el general Manuel A. odría, ministro de Bustamante y Rivero, aprovechó la debilidad del régimen para dar un golpe militar que le permitió derrocar al ya tambaleante gobierno del Frente Democrático, y permanecer en el poder durante los ocho años siguientes. odría contó con el apoyo de la oligarquía, particularmente de los agroindustriales, así como del gobierno norteamericano, que estaba satisfecho con un dictador que abría la economía peruana a sus capitales y que llegó a promulgar un Código de Minería, una simple copia del código minero norteamericano (Cótler 1978, Portocarrero 1983).
Manuel A. odría emprendió una dura persecución contra los apristas apenas se instaló en el poder. Esto produjo un virtual desbande en las filas partidarias, que no estaban en absoluto preparadas para este desenlace. A diferencia de otras oportunidades, cuando Haya encabezó la resistencia desde la clandestinidad, esta ofensiva represiva produjo un resultado antes impensable: el 3 de enero de 1949, a dos meses del golpe, Haya de la Torre se presentó en la embajada de Colombia y solicitó asilo diplomático. Los dirigentes del Apra tienen una versión uniforme para explicar este hecho. según sánchez, la dictadura odriísta había jurado asesinar a Haya y, luego de que la policía detuviera a Jorge Muñíz cuando asistía a una cita clandestina con el «jefe», el Comité Ejecutivo dispuso que Haya se asilara (LAs 1987: 130). según Villanueva del Campo, que Haya se asilara fue el resultado del desastre orgánico que provocó el golpe (V del C 2004: 323).
Por otro lado, los disidentes sostienen que Haya se asiló por su cuenta y que la dirección del Apra cubrió este hecho inventando que esta había sido una decisión tomada por el partido, con la finalidad de que saliera al extranjero para continuar la lucha1. Una carta de Haya, enviada a Luis Alberto sánchez desde Ginebra, el 4 de febrero de 1955, aporta información sobre sus razones: «yo me asilé con asco de hacerlo, pero me empujó el caso de verme arrojado de todos los posibles refugios. Jorge Idiáquez es testigo de que nos echaban de cada casa y nadie quería verme. Cuando me empujaron al asilo lo hicieron con miedo —solo algunos no— de que yo me quedara afuera, les pidiera albergue o los hiciera trabajar» (VRHT y LAs 1982: vol. 2, 201).
A las varias versiones que existen sobre el tema hay que añadir la que cita el mayor Víctor Villanueva, de una carta enviada por Haya a Luis Rose Ugarte desde la embajada de Colombia el 30 de setiembre de 1949, en que Haya sostiene
1 «El prestigio del “Jefe” estaba al borde del abismo. El Comando de Acción trató de salvarlo diciendo que era el propio partido quien le había ordenado que se asilara y luego saliera al exterior a fin de continuar la lucha por la democracia» (Villanueva 1973a: 177).