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El imperio Prado

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se dirigió después a los militares, aprovechando la conmemoración del 26º aniversario del levantamiento de Trujillo de 1932. Prialé sostuvo en su discurso que estos desgraciados hechos fueron consecuencia de «la incitación de los oligarcas». Reclamando que se reconociera que se trató de una guerra civil, afirmó que en un enfrentamiento así caían unos y otros. «Tanto militares como civiles fueron, todos, víctimas del sistema; fueron víctimas de la intriga tenebrosa para mantener formas dictatoriales del régimen que el Perú no las soporta». Rechazó que el Apra hubiera tenido que ver con la masacre de los oficiales del cuartel o’Donovan y saludó a las Fuerzas Armadas con una figura retórica que una década después sería ampliamente utilizada por el gobierno de Velasco Alvarado: «Ejército y pueblo constituyen un binomio indisoluble» (Prialé 1960: 86).

el imperio Prado

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Los hermanos Prado Ugarteche eran descendientes del general Mariano Ignacio Prado ochoa, héroe nacional en el enfrentamiento contra la escuadra que envió España en 1866 a las costas del Pacífico sur, en un intento por restaurar su imperio colonial. M.I. Prado fue dos veces presidente y, después de ser aclamado como un gran hombre, devino en un personaje estigmatizado. Esto se debió al abandono que hizo, siendo presidente, del gobierno en medio de la Guerra del Pacífico, tras la pérdida del Huáscar y de la provincia de Tarapacá. Pero la deshonra de Prado fue más allá: fue acusado de llevarse al extranjero el dinero recaudado en las colectas patrióticas con las cuales se trataba de sufragar los costos de la guerra. Aunque esta última acusación, largamente utilizada por los enemigos de Prado, nunca pudo ser probada, se convirtió en una versión aceptada por las mayorías. De esta manera, para el imaginario popular, la fortuna de los Prado tenía un origen vergonzoso y el baldón cayó sobre sus descendientes. Esto llevó a la siguiente generación, los Prado Ugarteche, a desarrollar lo que Víctor Andrés Belaunde denominó un «complejo reparativo», que los compelía a destacar en la economía, la política y la cultura, para lavar el estigma familiar: Javier Prado en la filosofía y la docencia universitaria, Mariano en la economía y Jorge y Manuel tentando la presidencia de la República (Portocarrero suárez 1997).

Manuel Prado Ugarteche estuvo implicado en el golpe que en 1914 derribó a Guillermo Billinghurst. Desde 1933 el único régimen con el cual los Prado no tuvieron relaciones «bastante íntimas» fue el gobierno de Bustamante y Rivero. En 1948, Mariano Prado Heudebert, miembro de la siguiente generación, quien ejercía entonces el rol de líder del clan, aportó una sustancial contribución al fondo creado por un grupo de oligarcas para financiar el golpe de odría contra Bustamante (Gilbert 1982: 170). Gracias a este apoyo, el clan pudo establecer

relaciones cordiales con odría, a quien dieron su respaldo —incluido el financiero— durante los años siguientes: «Juan Manuel Peña Prado era presidente de la Cámara de Diputados y su hermano Max recibía jugosos contratos para obras públicas. Eran los días de la gran bonanza (y vasta construcción pública) que trajo la Guerra de Corea». Los Prado se beneficiaron ampliamente de esa prosperidad. La Caja de Depósitos, la institución privada encargada de la recolección de los tributos del Estado, hizo del Banco Popular, de propiedad de los Prado, el principal agente recaudador de impuestos.

Los Prado se beneficiaron también con el boom minero de los cincuenta: «En 1953 dos compañías extranjeras constituyeron la Marcona Mining Company con la participación de los Prado —presumiblemente debido a lo que los Prado podían ofrecer políticamente—. Una empresa estatal le cedió a la Marcona una lucrativa concesión de hierro en términos extremadamente favorables» (Gilbert 1982: 170-171). No había pues intereses encontrados en el pacto con odría, a quien Prado volvería a apoyar en 1962 y 1963. La situación era muy diferente con el Apra, cuya razón de existir, según lo manifestó Haya en innumerables ocasiones, era la lucha contra la oligarquía y el imperialismo.

La decisión de Manuel Prado Ugarteche de postular en la presidencia en 1956 no fue bien recibida por toda la familia. De hecho, Mariano Prado Heudebert, líder de los intereses económicos familiares, estaba opuesto a la idea de comprometer la relación privilegiada que tenía con odría para respaldar la aventura del tío Manuel. Fue la habilidad política de este la que permitió aglutinar a toda la familia tras su candidatura. se ha señalado la competencia electoral entre Lavalle y Prado como un enfrentamiento entre los sectores financieros y terratenientes de la oligarquía, pero ambos candidatos representaban importantes intereses financieros. odría tenía fuertes lazos con el Banco de Crédito, del cual era vicepresidente Hernando de Lavalle. Cuando odría eligió a Lavalle como su sucesor, «ello se interpretó como una inclinación en favor del Banco de Crédito sobre el Popular» (Gilbert 1982: 171).

Hay una irónica paradoja en la historia de la familia Prado. Mariano Ignacio Prado Ugarteche —el hermano de Manuel— colocó los cimientos sobre los cuales se levantaría el imperio económico de la familia. Él encarnaba no solo una vocación industrial, que lo separaba de los oligarcas clásicos, sino «una orientación en la que el mercado interno fue elegido como el ámbito por excelencia para la valorización de su capital» (Portocarrero suárez 1997: 234). El grupo familiar fundó una gran cantidad de empresas, que iban desde la industria textil, la electricidad y el cemento, hasta la edición de periódicos y revistas. Pero en su período de auge —de 1935 a mediados de la década de los años cincuenta— el

clan familiar cambió esta dinámica y devino crecientemente en un grupo económico financiero, perdiendo progresivamente su orientación industrialista: «El fortalecimiento institucional y el auge en la rentabilidad del Banco Popular, ya decididamente controlado en esos años por los intereses del grupo, permitirá que se imponga una lógica que convierte al banco en el corazón económico del naciente imperio y en el vínculo de referencia obligado entre las diversas empresas que caen dentro de la órbita de su influencia y/o control». Esto provocó cambios en su estrategia económica «y un cambio en el centro de la acumulación de su capital de la industria hacia las finanzas» (Gilbert 1982: 171). En el mismo momento en que Manuel seoane sostenía que los oligarcas iban convirtiéndose en industriales, sus aliados concretos, los Prado, transitaban en la dirección opuesta, desde una lógica productiva industrialista, predominante hasta los cincuenta, hacia otra de un carácter cada vez más rentista y especulativo.

Felipe Portocarrero suárez define al período que va de mediados de 1950 a 1970 como el de la decadencia de los Prado. La convivencia supuso el cénit del poder del imperio Prado, pero sentó al mismo tiempo las bases de su aparatosa quiebra posterior, al consagrar su nuevo carácter de grupo rentista, crecientemente dependiente de los capitales norteamericanos. El Banco Popular, el corazón del imperio, «si bien sigue manteniendo el carácter de centro de operaciones del clan familiar, asumirá funciones de nuevo tipo: ya no será el motor del crecimiento y diversificación de un vasto conglomerado de empresas, sino que se convertirá en el agente económico encargado de administrar su crisis interna mediante variadas operaciones financieras» (Portocarrero suárez 1997: 235).

La ruina final sobrevino cuando el gobierno de Velasco Alvarado intervino el Banco Popular, que para entonces sostenía a las empresas quebradas del grupo a través de prácticas abiertamente delincuenciales:

Los mecanismos empleados para transgredir las normas bancarias fueron variados y complejos [...] En primer lugar, hubo una sistemática adulteración de balances mediante juegos contables que permitían cargar las cuentas a compañías deudoras de manera que pudieran ocultarse las pérdidas del ejercicio [...] Hubo, asimismo, un reiterado incumplimiento de las disposiciones legales sobre el encaje bancario dictadas por el Banco Central de Reserva y la superintendencia de Banca y seguros [...] Por otra parte, se avalaron empresas por montos que excedían largamente su capital social. En el mismo sentido, ocurría, por ejemplo, que compañías del grupo giraban cheques pese a tener saldos deudores en sus respectivas cuentas corrientes, los cuales se pagaban sin más trámite y luego quedaban retenidos en caja como si fuera dinero en efectivo durante bastante tiempo [...] Igualmente, no se efectuaron las debidas provisiones para indemnizaciones y pensiones de jubilación del

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