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El sindicalismo durante la convivencia
el aPra y el movimiento obrero
el sindicalismo durante la convivencia
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El Apra en sus primeros tiempos impulsó una línea sindical de confrontación con la patronal. sin embargo, eso cambió a medida que el partido fue virando hacia el acomodo con el poder oligárquico. Progresivamente, fue produciéndose un viraje en el sindicalismo aprista hacia posiciones de conciliación con los empresarios, que culminó en la creación de la Confederación Interamericana del Trabajo, alineada con los Estados Unidos, con la cooperación de grupos sindicales de otros países. Esta organización se creó en una conferencia realizada en Lima, del 10 al 13 de enero de 1948, cuando el Apra formaba parte del gobierno de Bustamante y Rivero. Los apristas participaron activamente en el trabajo de la conferencia y dos de sus dirigentes más importantes fueron elegidos para cargos ejecutivos: Arturo sabroso Montoya, vicepresidente, y Arturo Jáuregui Hurtado, secretario-tesorero. Estos estaban lejos de la línea clasista radical que caracterizó a los grandes dirigentes obreros apristas, como Luis Negreiros Vega, asesinado en 1950, por los esbirros de odría.
La conferencia, que fundó la Confederación Interamericana del Trabajo, tuvo delegados de sindicatos y organizaciones gremiales de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Guayana Holandesa, Ecuador, salvador, México, Perú, Puerto Rico, EE.UU. (la AFL) y Venezuela. su propósito era crear una organización interamericana para ayudar a los sindicatos de varios países dentro de la línea del «sindicalismo libre», promovida por las principales centrales sindicales norteamericanas. La mayoría de las organizaciones obreras representadas en la conferencia habían sido con anterioridad miembros de la Confederación de Trabajadores de la América Latina (CTAL), dirigida
por Vicente Lombardo Toledano. La Confederación Interamericana de Trabajo afirmó que la CTAL y Lombardo Toledano estaban dominados por el gobierno soviético y que deberían encontrar «la oposición de todos los obreros» (Kantor 1964: 161). Poco después, la confederación se transformó en la oRIT, «que agrupó a los trabajadores democráticos de todo el Continente»1 .
El sindicalismo aprista estuvo teñido de un anticomunismo visceral desde sus inicios. Este, en el nuevo contexto provocado por el viraje pro oligárquico del partido, llevó a un alineamiento virtualmente incondicional con el sindicalismo norteamericano, particularmente con la AFL-CIo, en cuyas escuelas sindicales se formaron buena parte de los activistas apristas que actuaban en el seno del movimiento obrero. Esta línea estaba inspirada por la posición del propio Haya de la Torre, quien, a partir de su ruptura con la Unión soviética, a fines de los años treinta, leía la agitación obrera apenas como un simple episodio del enfrentamiento a muerte entre las grandes potencias. En su razonamiento, tras la acción de las vanguardias sindicales no había demandas laborales por conquistar sino un maquiavélico aparato de sabotaje contra el mundo libre, en beneficio de los comunistas:
[...] el comunismo propugna la agitación permanente entre los obreros de las industrias extractivas para entorpecer la producción y favorecer el progreso de las industrias similares en Rusia. El azúcar, el algodón, el petróleo, etc., latinoamericanos compiten en los mercados mundiales con los de Rusia. Contribuir a su no producción, en países corno el nuestro, es favorecer la producción rusa. Por más que sepamos que, todas esas industrias en el país pertenezcan casi totalmente a manos extranjeras y dejan muy poco al Perú, debemos tener en cuenta que el resultado inmediato del plan comunista sería la miseria de nuestra población laborante, sin expectativas inmediatas de mejoramiento, por no estar preparadas para controlar la producción y gobernar el Estado por sí mismas, como lo hemos demostrado (Haya de la Torre, citado en Kantor 1964: 162)2 .
Julio Cruzado, durante muchos años secretario general de la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP) y máximo representante de la burocracia sindical aprista, explicó ante la tumba de Manuel Prado, en 1966, las relaciones que los sindicalistas apristas establecieron desde inicios de los cuarenta con Prado, así como la concepción de la que partía el sindicalismo aprista:
1 Véase: <http://www.pueblocontinente.com/negreiros.htm>. 2 originalmente publicado por Haya de la Torre en: Impresiones de la Inglaterra imperialista, y de la rusia soviética (1932b: 123-128).
Poco después de iniciado su Primer Gobierno estalla la segunda guerra mundial y desde el primer instante, [Prado] con permeabilidad inigualable, avizora los peligros que se ciernen sobre la clase trabajadora y es así que se crea el organismo que va a precaver las despedidas en masa, estableciéndose por primera vez en el Perú la conciliación entre empleadores y trabajadores que permitió en todo momento despertar la sensibilidad de los empresarios, y es a través de ese organismo estatal que se van formando los sindicatos en los centros de trabajo, que orientan el espíritu de conciliación y el diálogo entre las partes en reemplazo de la lucha de clases, a fin de lograr la integración de los dos elementos constitutivos de la producción y el desarrollo económico y social. Esta es la razón y el origen del nacimiento de nuestra CTP y el que en ese período se celebraran millares de contratos colectivos de trabajo que iban a ser fuente de nuestra legislación laboral (ortiz de Zevallos 1976: 120-121).
Ricardo Tello, un consecuente militante obrero aprista, recordaba a Justo Enrique Debarbieri, jefe del Buró Nacional de sindicatos hacia el año 1935 y secretario nacional de organización del PAP en 1940, afirmando que los sindicatos eran el resultado «del antagonismo existente en las condiciones económicas de la sociedad capitalista», cuando «la explotación del hombre por el hombre se agudiza y se hace intolerable».
Pero después cambian. Haya, en 1957, propugnaba una línea sindical “responsable” ya que era necesario la presencia del capital extranjero. Censuraba cuando los obreros pedían más salario o hacían huelgas. [...] Armando Arévalo, secretario general de la Federación de Trabajadores en Petróleo, senador aprista por Piura en 1960 decía: “La nacionalización no es posible por razones técnicas y fundamentalmente económicas. Hacer esto sería desviar nuestro potencial económico en una aventura petrolera” (Cristóbal 1985: 154-155).
Luego del golpe militar, que llevó a odría al poder, la relación entre la dictadura y los sindicalistas apristas pasó por distintos momentos. Inicialmente, odría impulsó una brutal represión contra el movimiento sindical, poniendo en prisión a algunos de los más importantes líderes obreros del Apra. Debido a la detención de Arturo sabroso, líder de la CTP, asumió la conducción del movimiento desde la clandestinidad Luis Negreiros Vega, un líder obrero de destacada trayectoria sindical.
A inicios de 1950, odría estaba embarcado en el intento de legalizar su gobierno a través de la convocatoria a elecciones «democráticas»3 y trataba de desarticular cualquier núcleo de oposición. La noche del 23 de marzo de 1950
3 Las ganó por una abrumadora mayoría, después de poner en prisión el general Ernesto Montagne, el único competidor que tenía en las elecciones.
Luis Negreiros cayó en una emboscada tendida por agentes del odriísmo: «Acribillado a balazos por una banda de mercenarios, no le dieron tiempo a defender su vida como lo había hecho en otras ocasiones»4 . su muerte tuvo una gran repercusión internacional, dando lugar a la condena del gobierno por la Confederación de Trabajadores de Chile, la Confederación de Trabajadores de México, la Federación Americana de Trabajo y la Confederación Interamericana de Trabajadores (sabroso s/f). La revista Time de Nueva York proporciona alguna información adicional:
Dos días después de la muerte de Negreiros, la organización del APRA, distribuyó hojas mimeografiadas que relataban la propia versión de la historia. Negreiros, dijeron, fue conducido a la muerte por un traidor. según los apristas, en cuanto el hombre identificó a Negreiros, la policía que estaba emboscada, avanzó con sus ametralladoras, disparándole y derribándole con 28 tiros en el cuerpo. sean como fueren los hechos, muchos Peruanos, seguramente, considerarán a Negreiros como a un mártir de su fe política. Faltando sólo tres meses para las elecciones nacionales, odría podrá alardear que al fin decapitó al aprismo. Pero, parece que su fantasma lo perseguirá por los años venideros (sabroso s/f).
Una vez consolidado en el poder, y disfrutando de una coyuntura de expansión económica gracias a la guerra de Corea y la reconstrucción europea que le daba el margen para desarrollar una política populista, odría siguió una política de apaciguamiento frente a los gremios de trabajadores. Arturo sabroso, detenido por odría y luego liberado, propició en la CTP y en la oRIT una política contemporizadora. sabroso bloqueaba toda iniciativa que pudiera terminar en una condena de la oRIT contra el régimen de odría, y más bien estaba por transar con él través de la oRIT, AFL y la embajada norteamericana en el Perú, «ofreciendo a la CTP como un organismo de paz y colaboración dentro del orden legal» (Moya 1978). Aunque estos planteamientos encontraron la oposición de otros dirigentes sindicales, contaban con el apoyo de la dirección del partido. Con la intermediación de la oRIT, odría hizo algunas concesiones a partir de 1954, permitiendo el «funcionamiento de sindicatos apristas y el libre tránsito de algunos dirigentes» (Valderrama 1980: 63).
Durante la convivencia la línea pro norteamericana en el movimiento obrero aprista se acentuó. Como recordaría Ricardo Tello,
En 1961 Arturo sabroso, secretario general de la CTP, manifestaba: “No habrá paz social, ni éxito de productividad, si no se garantiza un tope a la
4 Véase: <http://www.pueblocontinente.com/negreiros.htm>.
“libertad de explotación”. En 1964, el mismo Arévalo decía: “si nacionalizan la IPC haremos paro”. Esto en realidad es obra de Haya que los líderes repetían como loros sin saber el daño que hacían al país, a la marcha de la revolución peruana. El colmo de las cosas es el siguiente Informe de la CTP, que, en una sesión aceptó la idea de que “lo que es bueno para el movimiento sindical norteamericano debe ser bueno para el Perú”. Esto lo decían respecto a la Federación Norteamericana de Trabajo, Congreso de organizaciones Industriales AFL-CIo. Y todos sabemos que dicha Federación yanqui lo que pretendía, entre otras cosas, era rechazar el “anticuado concepto de la lucha de clases en favor de relaciones constructivas entre el movimiento obrero y la patronal y una sociedad democrática y pluriclasista”. Esto es lo que el Apra enseñó a partir de los años 45. ¡Cómo será que yo una vez vi una reunión de la CTP con banderas del Perú y Estados Unidos! (Cristóbal 1985: 154-155).
En un discurso pronunciado el 31 de diciembre de 1958, Ramiro Prialé llamaba a formar juntas de conciliación entre el capital y el trabajo para asegurar el «pacífico y armonioso desarrollo económico», yendo en perspectiva a la creación del Congreso Económico Nacional que propugnaba Haya de la Torre (Prialé 1960: 92-93).
En la IV Convención Nacional del Apra de octubre de 1958 un grupo de apristas descontentos, encabezados por Luis de la Puente Uceda, intentaron presentar una moción, que contenía duras críticas a la dirección partidaria y su línea sindical. Aunque se impidió la presentación del documento, este fue publicado al día siguiente por El Comercio. Los disidentes tocaban algunos problemas medulares de la política sindical del Apra durante la convivencia:
Por grandes que sean los compromisos con el régimen y la vehemencia con la que nuestros dirigentes hayan tomado la defensa de la convivencia, no es posible que se dejen de lado nuestros principios doctrinarios rectores; consideramos que antes que nada es exigible la consecuencia ideológica.
El afán de los trabajadores mineros de Toquepala para organizarse en un sindicato dio lugar a una masacre por las fuerzas policiales; estos crímenes, como tantos que se han cometido durante la vigencia del presente régimen, quedaron impunes. Nuestro Partido hizo también en este caso el doble juego, la protesta lírica y la acción divisionista y de apaciguamiento. Como en otros casos se habló de agitadores y se dejó gozar de la impunidad a los verdaderos responsables. Habría que pensar que en este caso el compromiso era doble; con el Gobierno y con la gran empresa imperialista que se prepara para una explotación desorbitada de nuestra riqueza cuprífera (Cordero s/f: 90-91).
La prensa aprista, lejos de defender los intereses de los trabajadores, tomaba partido por sus enemigos de clase:
El diario La Tribuna, que es el órgano oficial del Partido, sigue una línea vergonzante de forzar a los trabajadores, cuando se trata de empresas imperialistas u oligárquicas. Allí están los casos de Toquepala, de la Cerro de Paseo Copper Corporation, de la International Petroleum Company, Casa Grande, Chepén, Chin-Chín, etc., etc. Hay que hacer la honrosa excepción de la columna sindical del c. Luis López Aliaga, quien constituye botón de nuestra del aprismo verdadero en el diario La Tribuna (Cordero s/f: 91).
En varios de los lugares indicados se habían producido masacres de trabajadores, frente a las cuales el Apra había guardado una actitud cómplice:
En aras de la convivencia, es decir, en buen romance en defensa de la oligarquía, se han permitido las masacres de Chepén, de Casagrande, de ChinChin, de Toquepala, Yanacoto, los atropellos en la Pampa de los Castillos, la desnaturalización de la función social de la Irrigación del Quiroz, incondicionalidad y desvergüenza de los funcionarios de Asuntos Indígenas, la postergación de las soluciones agrarias, en fin, un conjunto de problemas en los que el CEN ha actuado en forma tal que ha dado lugar a que se acuse a nuestro Partido de inconsecuencia timidez y claudicación (Cordero s/f: 92-93).
En casos como los de Chepén y Casagrande el aprismo notoriamente había tratado de dar satisfacciones al gobierno, «sacrificando a sus propios miembros y dejando a los trabajadores en real desamparo pese a la lírica condena» (Cordero s/f: 97).
La claudicación del Apra, advertían, venía provocando una irreversible pérdida de ascendiente entre los trabajadores, aparte de que se debilitaba al movimiento laboral: «Por colaboracionismo con el régimen hemos dividido al movimiento obrero y empleocrático, hemos conducido a nuestros dirigentes al desprestigio y a muchos a la caída, y estamos matando paulatinamente la fe del pueblo aprista y no aprista, en nuestra condición de Partido anti-oligárquico y revolucionario» (Cordero s/f: 93). Tras de estas desviaciones los autores de la moción veían la expresión
[...] de lo que parece ser táctica de determinados dirigentes para gozar de los beneficios que reporta el imperialismo o sus órganos sindicales o de publicidad. Es el caso de la oRIT y sus vinculaciones con determinados y conocidos dirigentes del Partido, que está dando lugar a la quiebra de los valores morales, antimperialistas y antioligárquicos de nuestros dirigentes sindicales, salvo honrosas excepciones. A base de subvenciones para el funcionamiento
de presuntas escuetas sindicales, y de bolsas de viaje para los incondicionales, se está pervirtiendo y matando la actitud revolucionaria de los dirigentes sindicales beneficiarios de estas granjerías (Cordero s/f: 91-92).
Carlos Malpica, en su famoso estudio Los dueños del perú5, dedicó una sección al análisis de las formas de «ayuda exterior» que las organizaciones norteamericanas brindaban a los partidos políticos pro imperialistas a través de los sindicatos. se usaba frecuentemente las subvenciones:
Con el pretexto del funcionamiento de la Escuela sindical Autónoma, la o.R.I.T. cuyo secretario General es el aprista Arturo Jáuregui, o el Congreso de organizaciones Industriales (C.I.o.), o cualquier otro organismo laboral, aportan millares de dólares que cumplirán un doble fin: adoctrinar a los dirigentes obreros en el sentido que le interesa al amo y mantener un grupo de burócratas bien pagados dedicados por entero a las labores partidarias. Durante varios años fue director de la referida escuela el ex-diputado Ricardo Temoche (Malpica 1976: 65).
Era habitual también sobornar a los dirigentes principales, no necesariamente de una manera directa, sino recurriendo a medios más sutiles: «los viajes al exterior para asistir a congresos internacionales o para “perfeccionarse” en el Instituto Norteamericano para el Desarrollo del sindicalismo Libre u observar el movimiento sindical de los países más desarrollados; los sueldos como profesores y conferencistas, etc.» (Malpica 1976: 65-66). También se recurría a subvenciones secretas de la CIA, a través de la AFL-CIo, de acuerdo a la denuncia de Víctor Reuther, el director de Relaciones de la United Auto Workers6 .
Los resultados de esta política estaban a la vista: los sindicatos petroleros y la Confederación de Trabajadores del Perú se pronunciaban en favor de la International Petroleum Company y se oponían a su nacionalización. El líder de los trabajadores de la caña, el ex senador Leonidas Cruzado, se oponía a la aplicación de la reforma agraria en los latifundios cañeros. Los obreros y empleados de la Cerro de Pasco Corporation rechazaban la expropiación de los latifundios de la División Ganadera de la Cerro, decretada por el Consejo superior de Reforma Agraria. Por fortuna, había sindicatos que rechazaban esa línea entreguista, como los de la southern Perú Copper Corporation, Marcona Mining Company, la Compañía Nacional de Teléfonos (ITT), construcción civil, los metalúrgicos y otros (Malpica 1976: 65-66).
5 Publicado originalmente en 1964. Hasta 1984 tuvo trece ediciones y un tiraje de más de cien mil ejemplares. Un éxito solo superado por los 7 Ensayos de José Carlos Mariátegui. 6 La prensa, Lima, 18 de febrero de 1967.