14 minute read

El legado de las guerrillas de 1965

Next Article
bibliografía

bibliografía

jefes. El Ejército diezmó la organización del MIR en el sur con la muerte de Luis de la Puente Uceda en el proceso, a fines de octubre. Los grupos restantes —una banda guerrillera en el norte del Perú, unas milicias terroristas urbanas en Lima y un autoidentificado Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Apurímac y el departamento de Ayacucho— habían mostrado poca capacidad para desarrollar una seria actividad insurgente.

Tenían, además, informes de que los guerrilleros del MIR en el norte habían recibido órdenes de regresar a sus casas, y sus jefes, Elio Portocarrero y Gonzalo Fernández Gasco, podían haber huido a Ecuador o haber sido muertos. La prensa de Lima informaba que Héctor Béjar, el jefe del ELN, había sido detenido por la Policía. Había señales de que los guerrilleros del ELN estaban peleando entre sí y podían estarse separando.

Advertisement

Había aún atentados menores. Cinco bombas caseras pequeñas fueron detonadas en Lima la noche del 18 de febrero causando un daño mínimo. Los volantes repartidos en los lugares de los atentados declaraban que las acciones eran una protesta contra el encarcelamiento de las viudas de los jefes guerrilleros del MIR, Guillermo Lobatón, Máximo Velando y Luis de la Puente Uceda. ocho cartuchos de dinamita fueron descubiertos el 21 de febrero en el jardín de la residencia de la embajada colombiana. Aparentemente, esta acción podía estar vinculada con la muerte del cura guerrillero colombiano Camilo Torres.

Con la insurrección bajo control, el gobierno podría concentrar su atención y sus recursos en las reformas socioeconómicas y el desarrollo. Pero se avizoraba una crisis de gabinete cuando el Congreso volviera a reunirse a mediados de marzo, pues los congresistas de la oposición amenazaban con censurar al ministro de Educación. Los ministros del gabinete habían advertido que si esto ocurría renunciarían en masa. El Apra utilizaba frecuentemente la censura a los ministros como un arma contra el gobierno y esta táctica había conseguido impedir una acción eficiente del gobierno «hasta el punto de que el frustrado presidente está considerando constituir un Gabinete militar». Esto debería conseguir el efecto deseado de intimidar a los obstruccionistas del Congreso (CIA 1966).

el legado de las guerrillas de 1965

solo los sectores comprometidos con la dominación oligárquica o los más inconscientes podían permanecer indiferentes ante el alzamiento guerrillero. Edgardo seoane, en su condición de vicepresidente de la República, envió una carta a Belaunde en la que le manifestaba su preocupación por la forma cómo se estaba encarando la emergencia: «Me ha preocupado mucho la decisión del Congreso de propiciar únicamente medidas de carácter punitivo. Quien va a la

sierra o a la selva para incorporarse a las guerrillas no teme a la muerte; se está fomentando una mística que dará como fruto el partido comunista mejor organizado y más fuerte de América» (seoane s/f: 20). seoane opinaba que, para tener éxito, las medidas punitivas debían ir acompañadas de cambios estructurales. La observación que formulaba a continuación, basada en su experiencia como presidente de la comisión que elaboró el proyecto de ley de reforma agraria, acerca del impacto que podía tener la situación sobre la Fuerza Armada, resultó profética:

solamente la Reforma Agraria en la costa, así como en los departamentos donde existen problemas sociales más agudos, paralelamente a las medidas que está tomando el ejército, podrán tener éxito. La oficialidad joven del ejército mirará con simpatía esta acción paralela y es preferible que el Gobierno tome la iniciativa antes que ellos traten de imponerla (seoane s/f: 20).

La situación de emergencia que se vivía en el Perú no era excepcional, como se encargaba de subrayarlo el Time en un artículo publicado en octubre de 1966, dedicado a la insurgencia guerrillera de las FALN venezolanas:

Más o menos lo mismo sucede en otros países latinoamericanos. En Perú, 2,000 soldados gubernamentales han estado persiguiendo a 1,300 guerrilleros por las tierras altas durante seis meses. En Colombia, el hombre de Castro es Pedro Antonio Marin, 35, un bandido convertido al comunismo que dirige a 100 guerrilleros responsables de docenas de homicidios rurales. En Guatemala, Marco Antonio Yon sosa, 34, un teniente del ejército alineado con los EE.UU [...] Como un miembro del castrista Movimiento 14 de Junio de la República Dominicana lo expone: “Cualquier país latinoamericano que tiene una montaña puede esperar tener guerrilleros” (Time 1965).

En 1965 empezaron a manifestarse los primeros síntomas de una grave crisis económica. Edgardo seoane, que estaba por salir del país como embajador del Perú en México, escribió a Belaunde sugiriéndole asumir medidas radicales para encarar la nueva crisis:

El Perú nunca tuvo en el pasado un Presidente con la enorme fuerza que usted tiene por su autoridad moral, por su indiscutida popularidad y por la confianza que tienen en usted el Ejército y los otros Institutos Armados. Nunca, en el pasado, tuvo el Gobierno adversarios tan desacreditados dentro y fuera del país; por todo ello nadie, como usted, está en condiciones tan favorables para realizar la revolución pacífica y evitar la revolución violenta (seoane s/f: 23).

No fue escuchado. En su condición de presidente del Consejo de Integración Económica y social (CIEs), seoane tuvo acceso al Informe del Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso referente al Perú, del cual se desprendía que había una crisis económica en marcha. Más allá de los problemas coyunturales de mal manejo económico, que se expresaban en la profundización de las brechas fiscales, existían problemas estructurales que eran necesarios afrontar. según datos del Instituto Nacional de Planificación, el 0,3% de la población activa recibía el 19,8% del ingreso nacional, mientras que el 65,5% recibía solo el 28,4%. La tributación se basaba, cada vez más, en los impuestos indirectos, que crecían en 37,5% en promedio anual. se agravaban, así, las brechas socioeconómicas existentes (seoane s/f: 26). seoane criticaría después a Belaunde por no haber tomado las medidas correctivas, a pesar de estar advertido, desde enero de 1966, del creciente deterioro de la economía y de la necesidad de actuar. su distanciamiento terminaría en una ruptura definitiva, dos años después.

Las Fuerzas Armadas acabaron con los alzamientos guerrilleros del MIR y el ELN con relativa facilidad, pero en un sentido estas no salieron indemnes de la experiencia:

Las órdenes fueron terminantes. Y con eficiencia que revelaba su alta preparación militar, la Fuerza Armada, con el apoyo de las Fuerzas Policiales, destruyó la insurgencia y puso fin a un movimiento guerrillero sin ninguna dificultad. El Gobierno se mostró satisfecho. Pero lo que no pudo nunca comprender ni atisbar fue que, en el frente de batalla, muchos oficiales se dieron cuenta de que estaban combatiendo con hombres de valor, con hombres que renunciaban a sus vidas por cumplir un ideal. Los oficiales ordenaban abrir fuego, en una guerra desigual, sin que las balas mataran la verdadera raíz de los males peruanos contra los cuales los guerrilleros se habían rebelado [...] Cuando el Ejército dio la cara a las guerrillas, quedó herido, no en su estructura, ni en su fuerza, sino en su sensibilidad humana (Zimmermann s/f: 57-58).

Augusto Zimmermann Zavala fue uno de los asesores más cercanos al general Velasco Alvarado, quien en varias ocasiones se refirió al impacto que sintieron los militares que salieron a reprimir a las guerrillas. Derrotaron la insurrección, pero se confrontaron con una situación de miseria y opresión en el campo que daba la razón a los guerrilleros que se habían alzado y a quienes habían aplastado. «Estas guerrillas, no obstante haber sido liquidadas en su aspecto bélico y manifestación externa, causaron un verdadero trauma síquico en la mente de los oficiales» (Villanueva 1973c: 137). Posiblemente esa es una de las razones que pesó para que a dos años de tomar el poder, Velasco Alvarado amnistiara a los

guerrilleros que participaron en los alzamientos de 1965. Algunos, como Héctor Béjar, comandante general del ELN, y Walter Palacios, de la dirección del MIR, entraron a colaborar con la revolución militar.

El alzamiento del MIR y el ELN tuvo también un impacto muy significativo en la formación de la «nueva izquierda». Como diría Alfredo Tello, viejo militante que había roto con el Apra por sus claudicaciones: «Los camaradas de ahora hablan del Che, de la revolución, pero nadie, aparte de de la Puente hace lo que hizo el Che: arriesgar el pellejo» (Cristóbal 1985: 82). Más allá de todas las críticas que se podía hacer a la experiencia guerrillera, la consecuencia de los insurrectos ejercía un enorme efecto. El mismo año de 1965 se formó Vanguardia Revolucionaria, una organización izquierdista que recibió el aporte de cuadros con formación marxista adquirida en París, que afirmaba estar de acuerdo con todo lo que había hecho el MIR, pero consideraba que para emprender la acción guerrillera era necesario crear un «mínimo de partido», tarea que se proponían abordar.

Para Héctor Béjar, la «nueva izquierda» estaba formada por los discrepantes del Apra que dieron nacimiento al MIR y a Vanguardia Revolucionaria; los discrepantes del Partido Comunista que fueron a nutrir, unos el FIR y el ELN, y otros las tendencias maoístas que aparecieron posteriormente; los jóvenes, principalmente universitarios, que sin pertenecer a estas organizaciones se identificaban con ellas; y algunos trotskistas como Hugo Blanco, «cuya decidida actividad en el campesinado los diferenciaba claramente del trotskismo “tradicional”, teorizante y dogmático» (Béjar 1969: 39). Béjar es consciente de las dificultades que suponía caracterizar la nueva izquierda: «Más que una plataforma teórica, ella había esbozado en aquella época, una actitud». Pero señala agudamente algunos elementos que pueden ayudar a definirla:

En primer lugar su actitud frente al campesinado […] Luis de la Puente asesoró por un buen tiempo a la comunidad de Chepén y otras, Hugo Blanco participó en la organización sindical de los valles de La Convención y Lares, y otros estudiantes tomaron parte en diversas formas en la sindicalización campesina. En segundo lugar, la negación de toda posibilidad pacífica de ascenso al poder. En tercer lugar, el repudio contra los partidos “tradicionales” aprista y comunista cuyo pasado atacaban. En cuarto lugar […] reivindicaba la acción como promotora del desarrollo de la conciencia popular. Armada o no, individual o masiva, la acción era, a sus ojos, la única que podía engendrar la revolución y unificar a los revolucionarios (Béjar 1969: 40-42).

No todo era, sin embargo, positivo. La procedencia social y las experiencias de la nueva izquierda alimentaban también un conjunto de características negativas:

[...] la “nueva izquierda” no siempre era consecuente con los principios que proclamaba: más que de hechos concretos, gustaba del gesto y la declaración [...] se decía unitaria, pero se mantenía fragmentada en múltiples grupos que se combatían violentamente unos a otros [...] señalaba a fuego la tendencia del Partido Comunista a guiarse por planteamientos políticos ajenos a la realidad del país, pero no hacía ningún esfuerzo sistemático por estudiarla [...] repudiaba al stalinismo pero aplicaba sus métodos en sus luchas y fragmentaciones internas.

En general, la “nueva izquierda” carecía de un planteamiento ideológico coherente y de un conocimiento cercano de la realidad peruana, que sólo podía ser resultado de la concurrencia de dos factores: el estudio teórico de la economía y la sociedad peruana y la actividad práctica en el seno de las masas (Béjar 1969: 42-43).

El impacto de las guerrillas sobre la «vieja izquierda» fue también significativo. sectores juveniles del Partido Comunista, enterados de los preparativos insurreccionales del MIR y el ELN, presionaban por incorporarse a la lucha armada. El Partido Comunista se fragmentó en marzo de 1964, como consecuencia de la polémica chino-soviética, en dos organizaciones que fueron conocidas por los nombres de sus respectivos periódicos partidarios: el PC Unidad, prosoviético —los «moscovitas»— y el PC Bandera Roja, prochino —los «pekineses»—.

La presión de las bases juveniles fue especialmente fuerte en el PC Bandera Roja, debido a que la lucha contra el «pacifismo» de los «revisionistas» del PC Unidad —alineado con las tesis de la «coexistencia pacífica entre los dos sistemas» y el «tránsito pacífico al socialismo» de la URss, que significaba su definitiva renuncia a promover la revolución armada en el mundo— era un elemento central de su identidad ideológica maoísta. Las bases juveniles presionaban por dar apoyo o incorporarse a la insurrección que estaban realizando el MIR y el ELN. Esto dio lugar a la formación de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), que canalizó la presión radical de las bases juveniles con la promesa de que el partido emprendería pronto su propia guerra de liberación nacional. Algunos cuadros llegaron a ser concentrados en Ayacucho, con la expectativa de apoyar el alzamiento de las organizaciones insurgentes, pero estas fueron derrotadas antes de que las FALN llegaran a realizar acción alguna. Poco después, fueron disueltas sin pena ni gloria. Esta experiencia coadyuvó a la ruptura de la organización maoísta y a la formación del PC Patria Roja, como consecuencia de una importante escisión de cuadros juveniles que, como una muestra inequívoca de

dónde ponían el acento en su disidencia, pusieron como divisa de su periódico partidario el conocido lema de Mao Tsetung: «El poder nace del fusil»40. Pero no fue esta organización sino una nueva escisión de Bandera Roja, producida a comienzos de los años setenta, la que asumiría el reto de emprender esa guerra revolucionaria que era el tema recurrente de la prédica maoísta. se haría conocida en los años ochenta como sendero Luminoso, debido al lema de su periódico partidario: «Por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui».

Luego de la derrota, y a pesar de los duros golpes recibidos, los sobrevivientes del MIR y el ELN buscaron reagruparse para realizar la evaluación de sus experiencias armadas41. En ninguno de los casos se consideró que se hubiera cometido errores políticos sustantivos y la autocrítica se centró en los yerros militares. De este balance se concluyó que la tarea fundamental era prepararse para volver a emprender las acciones armadas. El MIR decidió enviar a Gonzalo Fernández Gasco a reorganizar las fuerzas en el norte y a Enrique Amaya Quintana al Cusco, con la idea de preparar el reinicio de la lucha armada. Fernández Gasco fue detenido en el norte y Enrique Amaya Quintana desapareció, después de emprender viaje con destino al Cusco. según los cuadros del MIR fue detenido y asesinado por el Ejército42 .

Durante los años siguientes el ELN terminó extinguiéndose. El MIR sufrió numerosas escisiones. En la década del ochenta una de sus fracciones, el MIR El Militante, se unió con un grupo procedente de una escisión del Partido

40 sobre la «nueva izquierda» puede consultarse los escritos de Héctor Béjar (1969), que con su balance ganó el Premio de Ensayo de Casa de las Américas de 1969; Ricardo Letts (Pumaruna 1976); así como el texto de silvestre Condoruna (Aníbal Quijano) publicado en el nº 3 de la revista Estrategia, del MIR chileno, en abril de 1966 (Condoruna 1972). sobre Vanguardia Revolucionaria, véase Caro Cárdenas (1998). Walter Palacios narra que cuando salió el texto de Condoruna, que enjuiciaba la experiencia guerrillera del MIR, ellos creyeron que el seudónimo correspondía a Ricardo Napurí, quien había renunciado al MIR un par de años antes y que participó en la fundación de Vanguardia Revolucionaria. Así lo hicieron constar en su respuesta «¿Vanguardia Revolucionaria o retaguardia revolucionaria?». Quijano colaboró en la fundación de Vanguardia Revolucionaria. Recientemente Daniela Rubio ha presentado una tesis de licenciatura en Historia sobre las guerrillas de 1965 (Rubio Giesecke 2008). Iván Hinojosa viene preparando una tesis doctoral sobre las organizaciones maoístas que debe aportar muchas luces sobre este proceso. Peter Vrijer, por otra parte, viene desarrollando una muy amplia investigación sobre la insurgencia armada en el Perú de los años sesenta. 41 VI Convención Nacional del MIR. «El MIR informa al pueblo peruano». Agosto de 1966. 42 según el libro de Philip Agee Inside the Company: CIA Diary («Dentro de la Compañía: el diario de la CIA»), Enrique Amaya se convirtió en confidente de la CIA antes del inicio de las acciones guerrilleras, yendo a ofrecer sus servicios a la embajada norteamericana en Quito y habría contribuido decisivamente a la derrota de la guerrilla. Tal versión es rechazada por los sobrevivientes del MIR, quienes consideran que Agee se equivocó. Agee falleció en La Habana el 7 de enero de 2008. El gobierno cubano lo calificó de «amigo leal de Cuba».

socialista Revolucionario, una organización velasquista, el PsR Marxista Leninista, para formar el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), que se embarcó en una guerra de guerrillas paralela —y por momentos enfrentada hasta militarmente— a la que realizaba sendero Luminoso. En 1986 se sumó al MRTA la fracción conocida como el MIR Voz Rebelde. En el MRTA entraron a militar algunos de los sobrevivientes de la guerrilla de 1965, como Antonio Meza Bravo, un dirigente campesino de la sierra central. Antonio Meza sobrevivió a la represión desencadenada contra las guerrillas en 1965, purgó prisión y fue amnistiado durante el gobierno de Velasco Alvarado. En la década del ochenta se incorporó al MRTA para ser muerto por el Ejército en la emboscada de Molinos, una acción armada en la que fueron abatidos 62 emerretistas, sin que el Ejército sufriera bajas ni tomara prisioneros (Manrique 2002).

This article is from: