Juan Rodolfo Wilcock El libro de los monstruos Atalanta, Girona, 2020 160 páginas, 18.00 €
Caverna a cielo abierto. Una de Juan Rodolfo Wilcock Por JULIO CÉSAR GALÁN Para que nos hagamos una idea de la narrativa del Juan Rodolfo Wilcock (19191978), en cortesía con aquellos que no lo hayan leído, podemos establecer una serie de coordenadas situacionistas algo vitales o contextuales: autor de complicada clasificación generacional (aunque no le hizo falta hacer piña para hacer camino) por su emplazamiento con poetas argentinos de los años cuarenta como Olga Orozco, Alberto Girri o Enrique Molina (en su caso, ¿qué quedó de aquel intimismo neorromántico?); calificado como excéntrico, heterodoxo, solitario y misántropo; desplazado lingüístico más el perfil de exiliado territorial y mental (y me refiero primero al lenguaje porque la necesidad de cambiar de lengua supuso un cambio de estilo. Y el territorio parece amoldarse a esa anécdota que cuentan de CUADERNOS HISPANOAMERICANOS
este autor argentino que se exilió en Roma y que mientras fumaba y hablaba con unos amigos espetó con aire tibetano: El mundo no existe pero es real); podemos añadir sin equivocarnos a esos calificativos otros como singular o marginal. Todas estas etiquetas valen tanto para la recepción existencial como para su mirada creadora, esta última cada vez más valorada como consecuencia de ese revisionismo crítico tan necesario (y que debiera ejercitarse constantemente). Si nos centramos, desde un punto de vista global, en El libro de los monstruos entresacamos varias cuestiones esenciales: la brevedad de lo relatado, la descripción como medio para ejercitar la fantasía, el carácter paródico, sarcástico y simbólico, las metamorfosis y las anamorfosis, la gaya ciencia de la caricatura, el maridaje de la
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