LA QUÍMICA
EMOCIONAL La química cerebral nos predispone hacia determinados estados de ánimo; cualquier alteración puede hacernos experimentar la más elevada motivación o la más desesperante y extrema tristeza, positivos o negativos desmedidos, depresión, ansiedad y estrés. Se sabe que la depresión se vincula con determinados aminoácidos y neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, desencadenando reacciones al interior y a lo largo de nuestro organismo. Tanto el estrés como depresión están relacionados con el descenso de la actividad inmunológica, manifestada por una disminución de la respuesta de linfocitos ante diferentes mitógenos, así como una menor cantidad de células T, B, o linfocitos granulares en sangre. Además, entre mayor reactividad simpática (sinapsis: unión dendrita-axón de dos neuronas) se muestre ante condiciones de estrés, mayor grado de inmunosupresión se producirá ante dicha situación estresante, la mayoría de las emociones básicas están asociadas con química neuronal en todo el cuerpo, lo que corresponde a cambios en la respiración, el ritmo cardiaco y demás funciones. Este enfoque a la química y bioquímica de las emociones, nos permite conocer las relaciones entre éstas y la actividad cerebral, el sistema límbico y el sistema nervioso mediante su activación e inhibición de neurotransmisores o también llamados neuroestímulantes.
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ARTÍCULO
Kenzo Fernando Morales Librado Estudiante de 5to semestre de la carrera de QFB. Universidad Autónoma del Estado de México
Fundamentos de la actividad bioquímica emocional en la fisiología humana
Las emociones impactan en todo el organismo para que funcione adecuadamente y pueda responder a los desafíos del día a día activando respuestas cardiovasculares, esqueletomusculares, neuroendocrinas y del sistema nervioso autónomo; según Damasio, un proceso emocional comienza con la percepción de un objeto o situación, o con el recuerdo de ese objeto o situación; en ambos casos la respuesta es la activación de los núcleos del tronco encefálico, el hipotálamo y la amígdala cerebral. Posteriormente estas estructuras liberan hormonas en el torrente sanguíneo, que se dispersan en el organismo y zonas cerebrales, desde ahí se envían simultáneamente, señales electroquímicas por medio de neurotransmisores hacia las glándulas adrenales (o suprarrenales, “encima de cada riñón”) que producen hormonas esteroideas, epinefrina (adrenalina) y norepinefrina (noradrenalina). Estas hormonas ayudan a controlar los latidos del corazón, la presión arterial y también actúan en el cerebro y regiones como la corteza, el tálamo, y los ganglios basales, modificando el estado cognitivo y la forma de procesar la información.