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a) Matriarcado: ¿Utopía, distopía o realidad?
MATRIARCADO:
¿UTOPÍA, DISTOPÍA O REALIDAD?
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P O R : C A T A L I N A D E L C U E T O Y M A R I A N A N O G U E D A
E S T U D I A N T E S D E L A L I C E N C I A T U R A E N R E L A C I O N E S I N T E R N A C I O N A L E S P O R P A R T E D E \ L A U N I V E R S I D A D A N Á H U A C M É X I C O , E N S E X T O S E M E S T R E .
C O R R E O : C A T A L I N A . D E L C U E T O @ A N A H U A C . M X Y M A R I A N A . N O G U E D A G A @ A N A H U A C . M X
Resumen: En el presente artículo se realiza una breve explicación de la evolución del término “matriarcado” con base en las definiciones de algunos autores y autoras que se han cuestionado, tanto la existencia de este modelo de conformación social, como la definición del concepto mismo. De igual modo, se desarrolla el caso de la comunidad bijagó, situada en el archipiélago Bijagós (comprendido bajo el territorio de GuineaBisáu), a fin de ilustrar la existencia de este tipo de sociedades, y dar a conocer el funcionamiento de una de las “sociedades matriarcales” del mundo actual.
n las últimas décadas, gracias al esparcimiento del movimiento feminista, varias palabras se han extendido en el lenguaje coloquial. Un ejemplo claro es el término “matriarcado” que muchas veces se asocia con la existencia de “sociedades matriarcales” y que, en el imaginario colectivo, pueden no ser bien vistas. Como resultado, a lo largo de los años se le ha dado una connotación negativa al término, aunque también se han realizado varios intentos para reivindicarlo y darle mayor fuerza. Pero... ¿realmente se entiende a qué se refiere este término?, ¿se comprende qué son las sociedades matriarcales?, ¿es correcto considerarlo como el antónimo perfecto del “patriarcado”? Para algunas autoras, como Simone de Beauvoir en su obra Le Deuxième Sexe (1949, p. 114), “las sociedades matrilineales permiten una gran libertad de comportamiento” .
Key words: matriarcado, mujeres, sociedades matriarcales, comunidad bijagó.
E
En este sentido, el interés en el tema se debe al debate que gira en torno al término del matriarcado, ya que ocasionalmente este se convierte en una de las causas por las cuales dicho concepto resulta ser tan complejo, acercándose incluso a lo difuso y a lo tabú. Inclusive, una cuestión que termina agravando esta situación es la poca difusión tanto académica, como mediática del concepto, así como de las sociedades que se llegan a categorizar como tal, pues genera estereotipos no solo al hablar de ellas, sino también al intentar listar y/o entender ejemplos sobre este tipo de comunidades.
Debido a lo ya expuesto, el desarrollo del presente artículo se dividirá en dos apartados. En el primero, que recibe el subtítulo de “Matriarcado: evolución del concepto ” , se realizará una breve exploración de los cambios que ha sufrido el término “matriarcado” en algunos puntos históricos clave. Esto se realizará en conjunto con las posturas de diversos autores y autoras que permitirán ahondar un poco más en el cuestionamiento de la existencia de este tipo de estructuras sociales, así como en el debate en torno a la definición del concepto en sí mismo. Por otro lado, se mencionarán algunas sociedades actuales que han sido categorizadas bajo este término, para finalmente dar paso a la sección “Una sociedad matriarcal: el caso de la comunidad bijagó” , en la cual, se abordarán y expondrán características tales como su condición geográfica, la contextualización mítica de su origen y el funcionamiento de sus ámbitos, tanto político, como económico. Esto con el fin de esquematizar y plantear bases teóricas, buscando aportar al cuestionamiento alrededor del tema.
Matriarcado: evolución del concepto
La noción de la posible existencia de una “ginecocracia” (gobierno donde mandan las mujeres), es planteada desde los tiempos de Heródoto, quien mencionaba que este tipo de gobierno había existido entre las amazonas. Sin embargo, no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que con “El matriarcado ” de Johann Jakob Bachofen, obra publicada en 1861, se comenzó a generar un fuerte debate al respecto. Para este autor, el “matriarcado” o “ginecocracia” , hacía referencia a un periodo en el que las mujeres se encontraban a la cabeza del poder y en el que debido a una mala administración, se generó la anarquía. Lo cual, según él, hizo que el patriarcado ascendiera y se mantuviera hasta nuestros tiempos en las estructuras sociales, políticas, etcétera.
La distinción para él era simple: las mujeres estaban ligadas a la naturaleza (por su condición de procreadoras), lo enigmático, lo religioso, lo misterioso y lo salvaje. Contrariamente, a los hombres, se les había otorgado una naturaleza muy superior. No obstante, el autor confunde los mitos con las historias al asumir que los primeros son las representaciones de las realidades históricas y no ficción (Rodríguez & Serrano, 2005). En 1884, con “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” , Friedrich Engels “demostró que la suerte de la mujer ha estado íntimamente ligada a la historia de la propiedad privada. Así mismo, Engels aportó que efectivamente existió un matriarcado primigenio.
Fuente: Comunidad Bijagó, Guinea Bissau (https://matriarcados.com/comunidadbijago/)
A principios del siglo XX, con ayuda de la arqueología y la antropología moderna, se comenzó a investigar más a profundidad sobre el período histórico que fue regido por las madres. Tema al que no se le había dado tanta importancia en otros períodos. En esta misma época biólogos como Westermark y Reitzenstein, y sociólogos como Muller-Lyer, Conow y Eildermann, declinaron la posibilidad de que hubieran existido sociedades matriarcales primigenias y en cambio afirmaron que, dado que la principal actividad era la caza, las primeras sociedades fueron hordas de hombres que, gracias a la agricultura, evolucionaron y adoptaron modelos en los que posteriormente existieron familias donde sí había matriarcado, pero que se transformaron cuando la agricultura se complejizó más, adoptando modelos patriarcales.
En efecto, mayormente se relacionaba a la mujer con el sedentarismo, pues, aunque se pensaba que en un inicio eran recolectoras, paulatinamente comenzaron a ser el núcleo de la vida doméstica. Pablo Krische argumentó en “El Enigma del Matriarcado: Estudio sobre la primitiva época de acción y valimiento de la mujer ” (1930) que “los investigadores de los pueblos cazadores-recolectores que vivían en ínfimo estado de civilización no verificaban la existencia del matriarcado primitivo” .
Por otro lado, el antropólogo Bronislaw Kasper Malinowski explicó que había una confusión común entre los términos “matriarcado” (matrilinealidad) y “matrifocalidad” (matrilocalidad). En efecto, destacó que en este último las mujeres tienen un pleno desenvolvimiento en la sociedad, dado que son reconocidas en el grupo; mientras que en el matriarcado la mujer es quien ostenta el poder, la descendencia y la herencia de un determinado grupo social (como se citó en Rodríguez & Serrano, 2005).
En la segunda mitad del siglo XX, específicamente en el decenio de los años 70, surgieron diversas arqueólogas, como Marija Gimbutas, María Encarna Sanahuja y Sara Morace, que propusieron los términos “gylania” y “matrismo” , sustentados en gran medida en el feminismo y los cuales pretendían sustituir el
término “matriarcado” . La razón es que para ellas dicha palabra es la antítesis del patriarcado, que según el feminismo, hace referencia a la opresión sistémica que han sufrido las mujeres a lo largo de la historia por parte de los hombres. En esa lógica, el matriarcado sería entonces entendido como una opresión hacia los hombres. En cambio, los nuevos términos que ofrecieron hacen referencia a una estructura social igualitaria/equilibrada en la que no hay coerción (Rodríguez & Serrano, 2005).
Probablemente para este punto surge la duda sobre si el matriarcado existe o no. Lo cierto es que la respuesta es bastante polémica. En el artículo “Matriarcado, Enigma y Paradigma ” (1974), escrito por Paula Webster y Esther Newton, se analiza la connotación que le otorgan a este término ocho autoras, de las cuales Bourn, Gough y Leacock rechazan su existencia. En contraste con De Beauvoir, Reed, Firestone, Diner y Davis, quienes afirman que sí existió, aunque sus posturas se dividen en otras dos categorías: 1) las que lo entienden como un matriarcado de dominación y 2) quienes piensan que era un matriarcado igualitario.
Es entonces absurdo asumir que se puede ver a estos conceptos de la misma forma. Según Anna Boyé (s. f.), hay diferencias muy claras entre ambos términos que se reflejan en que en el primero, la mujer es discriminada, la autoridad es coercitiva y a menudo vertical, al tiempo que se abusa del poder y se explota de la naturaleza en la búsqueda de la acumulación, la dominación del otro y el poder. Cabe destacar que fuera de la mitología, no se tienen registros de sociedades en las que a los hombres se les haya despojado de sus derechos, como sí ha sucedido con las mujeres. Tampoco ha habido sociedades en las que las mujeres se encuentren en una posición de privilegio absoluto por encima de los hombres, pero sí se tiene conocimiento de ciudades con estructuras sociales equitativas (Manzilla & Mesa, 2009). Boyé agregaría a esto que cuando las mujeres ostentan el poder, tanto la organización como la autoridad es consensuada y hay un mayor respeto por la naturaleza.
Entendiendo entonces al matriarcado no como una forma sistémica de opresión al varón, sino como las madres ostentando el poder de acción en un grupo determinado, podemos encontrar varias sociedades que encajan en la definición. Algunos de estos casos son: la aldea Umoja (Kenia), la comunidad Mosuo (China), la comunidad Quero (Perú), la comunidad Huilloc (Perú), la comunidad Minangkabau (Sumatra), la comunidad Juchiteca (México), la comunidad Bijagó (Guinea-Bisáu), entre otras (Boyé, s. f.). Como se mencionó previamente, para efectos de este escrito únicamente se profundizará en el caso de esta última comunidad.
Una sociedad matriarcal: el caso de la comunidad bijagó
Asentadas en las islas del archipiélago de Bolama-Bijagó y establecidas en el territorio de Guinea-Bisáu; las comunidades bijagó son un claro ejemplo de las pocas sociedades en el mundo actual en las que mujeres protagonizan la vida social, y en las cuales se perciben relaciones de género horizontales (Manzilla & Mesa, 2009).
Dentro de las más de cien islas e isletas situadas en este archipiélago africano, aproximadamente dieciocho de ellas se consideran como el territorio fijo del pueblo bijagó, conformado por unos 20,000 habitantes que, a pesar de tener un origen mítico difuso, denotan desde sus primeros rastros históricos la gran importancia de la mujer en la conformación del pueblo bijagó, pues se dice que la primer persona humana en establecerse en el lugar fue una mujer con cuatro hijas, quienes -según Scantamburlo (1978: 22) (citado en Manzilla & Mesa, 2009)contribuyeron a la creación de los clanes Orácuma, Oraga, Ogunabe y Ominca. De manera que los bajigó se empezaron a caracterizar por ser comunidades matrilineales, sustentadas económicamente en actividades agrícolas (como el cultivo de arroz) y pesqueras; esto principalmente debido a que su entorno natural era fértil y muy vasto, aunado a que su modelo de subsistencia estaba orientado al autoconsumo. Así mismo, sus construcciones eran a base de materiales naturales, como adobe y paja. Sin embargo, su simpleza material se contrapone con la complejidad de sus constructos espirituales, envueltos en un universo sólidamente sacralizado e inmerso en recónditos conocimientos relacionados a su propia cosmovisión (Manzilla y Mesa, 2009).
Respecto a este último punto (su cosmovisión), algo que debe
ser destacado es que en esta comunidad los hombres son concebidos como niños a los cuales se tiene que proteger.
No obstante, sí se reconocen su habilidades, carácter y fuerza bruta empleadas en las actividades económicas, como la agrícola (especialmente a la hora del barbecho), pesquera y de caza. En este sentido, aunque los hombres son considerados naturalmente débiles, sí son tomados en cuenta al momento de la toma de decisiones esenciales para la comunidad (Boyé, s. f.).
En cuanto a su forma de organización, de acuerdo con la antropóloga y fotoperiodista Anna Boyé, la población bijagó cuenta con un grupo de sacerdotisas (también conocidas como “las baloberras ”) que se encarga de compartir los conocimientos y sabiduría de los ancestros. Esto se realiza “durante el rito de cortar la paja, que sirve de iniciación de las mujeres al mundo adulto” (Boyé, s. f.). En materia política, los espíritus son quienes aconsejan quién debería ser la futura reina. Igualmente, esta comunidad se apoya de un consejo superior facultado para intervenir en los casos de repartición de la tierra, explotación forestal, y demás. Es preciso señalar que los bijagó le dan mayor importancia a las peleas que a los delitos graves, puesto que los delitos pueden ser no recordados, pero las peleas quedan grabadas en la memoria colectiva del pueblo. En conformidad con Anna Boyé, no cabe duda de que dos de los factores más importantes que le ha permitido a esta sociedad mantener el funcionamiento de sus estructuras matriarcales son: “el aislamiento geográfico y su carácter desconfiado, secretista, poco amigo de las visitas de extraños y celoso de sus tradiciones animistas” (Boyé, s. f.).
En suma y haciendo referencia al planteamiento de la antropóloga norteamericana Peggy Reeves Sanday (1981), a través del caso de la comunidad bijagó se puede identificar que las sociedades en las cuales la mujer posee una gran relevancia, poder y prestigio social, generalmente son aquellas que están rodeadas en vastos entornos naturales, adoran a la naturaleza, predominan los constructos y valores sociales (como el vivir en colectividad, igualitaria y pacíficamente), reconocen la autonomía económica de la mujer, valoran el papel de la madre dentro de la comunidad, y le abren paso al parentesco matrilineal (como se citó en Gómez, 2017).
Conclusiones
A lo largo del presente artículo se expuso uno de los conceptos sociales más ambivalentes del siglo XX: “el matriarcado”; el cual, a pesar de tener un sin fin de connotaciones y concepciones antropológicas y sociales distintas, con la información recopilada y compartida en este artículo se ha podido definir como todo aquel sistema de gobierno en cual se reconoce la importancia del liderazgo político, autonomía económica y prestigio social de la mujer. Si bien algunos autores y autoras hablan sobre dos tipos principales de matriarcado, el de dominación y el igualitario; en esencia el concepto enfatiza la existencia de estructuras sociales equitativas y no represivas por razones de género, permitiendo una libertad de comportamiento para los miembros de la sociedad.
Lo anterior claramente ejemplificado con el caso de la comunidad africana bijagó que, desde sus orígenes, hasta la actualidad, ha mantenido esta estructura matriarcal que la caracteriza. Como se mencionó anteriormente, este sistema les ha permitido visibilizar las capacidades gubernamentales y organizativas de las mujeres, demostrando cómo es que funciona una sociedad más igualitaria que le da una mayor relevancia, poder y prestigio social a la mujer, abriendo la oportunidad de que las demás sociedad y Estados se replanteen sus propios constructos sociales en cuanto al género.
Referencias:
Boyé, A. (s. f.). Sociedades matriarcales. Matriarcados. https://matriarcados.com/
De Beauvoir, S. (1949). Early Tillers of the Soil. En H. M. Parshley (Ed.), The Second Sex (1997 ed., pp. 97-112). Vintage Classics.
Gómez, S., A. (2017). Reflexiones sobre el “matriarcado” bijagó en Guinea-Bissau: Un ejemplo del orden sociosexual igualitario. Contra Relatos desde el Sur, (16), pp. 5–21.
Krische, P. (1930). El Enigma del Matriarcado: Estudio sobre la primitiva época de acción y valimiento de la mujer. Revista de Occidente.
Manzilla, L., J., y Meza, P., A. (2009). Sistemas de Sexo/Género “Matriarcales”: Bajigó (Guinea Bissau) y Zapoteca (México). Estudios de Antropología Biológica, XIV(II), pp. 344-355.
Rodríguez., H., R., & Serrano, M., L. (2005). El concepto del matriarcado: una revisión crítica. Arqueoweb: Revista sobre Arqueología en Internet, 7(2).