telón de fondo para hablarnos de lo lúgubre, terrible y traumático que puede ser la adolescencia. Gira la pica con sus jinetes y caballos y la narradora nos dice: “Se podría decir que es un arte comenzar una estampida que recrea la perfección del círculo” (47). La pica se vuelve metáfora cuando se descubre esa cualidad circular, de repetición, que tienen las tradiciones, en este caso las fiestas patronales y todo lo que estas acarrean. De igual modo, el cuento “Fuegos” plantea una reconfiguración a nivel metafórico del Día de la Candelaria. El fuego ya no es un elemento purificador, sino punitivo, injusto y cruel. La protagonista, una joven llamada Candelaria, será la víctima de los métodos tradicionales de crianza en un país donde la tradición pesa más que lo humano. Como todas las tradiciones, con el pasar de las generaciones, se olvidan sus orígenes y por consiguiente, se resignifican sus símbolos revelando la ostensión con la que cargamos nuestros más viles defectos. El país que estos cuentos ilustran le niega la posibilidad de existencia a cualquier práctica, conducta o condición humana que atente contra lo habitual. Las masculinidades tóxicas como elemento central en la crianza tradicional en la isla serán despojadas de todo romanticismo y pretexto para mostrar sus capacidades destructivas. Tal es el caso de los cuentos “Fuegos” y “Sobre héroes y otras criaturas”. Sobre este último, su protagonista, un policía, se ve amenazado por rechazar la corrupción y aspirar a otra manera de servir su país. De una manera distinta, en el cuento que da título al libro, “Nota de duelo”, un hombre celebra la muerte de su padre con un cigarrillo de marihuana, quien lo negó al enterarse que era homosexual y travesti. En ambos cuentos tanto la honradez en uno, como la homosexualidad y el travestismo en el otro, se conciben como factores hostiles que perjudican el curso de ciertas tradiciones. El Puerto Rico que hallamos en estas páginas dista mucho de parecerse a Macondo y, de igual modo, se aleja de Comala. Esta Isla, como cualquier otro país, está plagado de cadáveres vivos y muertos, de injusticias y atrocidades que desafían la imaginación, de costumbres y tradiciones que cuestionan cualquier lógica para la sana convivencia comunal, pero a su vez podemos dar con hermosos milagros, con atisbos de esperanza que inflaman y serenan el corazón, bondades que retan el status quo del egoísmo. Melissa Figuera con su libro Nota de duelo nos acerca a ese Puerto Rico de luz, muerte, sombra y milagro, que bien representó Oller en su obra “El velorio”. La escritora nos invita para que al igual como el méndigo del cuadro mira al niño, miremos con otros ojos nuestra realidad como pueblo.
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Fragmentos