Pero sí que hemos participado en guerras, en favor o en contra de, en Cuba, Estados Unidos, en Francia en la Guerra Mundial, en Haití, Congo, Angola, Sudáfrica… ¿Siempre hemos estado en el bando perdedor? Sinceramente eso no me preocupa tanto… “1º regla para ser una víctima debes ser reconocido como un ser humano” Volviendo a las víctimas, creo que el tema de las víctimas tiene un doble sentido, como si fuera una figura ambivalente en el discurso político actual. Creo el Estado al apropiarse de la figura de la víctima y asimilarla en su discurso ganador de vencedores y vencidos los dota de un poder que tiene a su vez un sentido ambiguo, como devolver el golpe o agravio con la fuerza del poder del Estado para sentirse superior. Y aun siendo con las herramientas que preconiza todo Estado democrático, ¿qué clase de convivencia podría sustentarse en el olvido de unos sobre otros o con la acción del Estado de derecho con todo su poder como un mazo? El dolor es el gran ausente de este proceso, queda relegado a una prueba de un papel de un sumario, recopilado en números y datos. Pero al final, ¿quién escucha a quién? ¿quién asume el dolor de las víctimas? Tal vez ni siquiera ellas mismas, pero menos nosotros, individualmente, que estamos lejos o cerca. Hay una gran diferencia entre decir que algo ha pasado y asumir que ha pasado. El empoderamiento político de las víctimas tiene un punto que les dota no solo de una forma moral, sino como instrumento o razón coercitiva, de reclamación de recursos dentro del Estado y “poder”. En realidad, de esta forma “el débil” se convierte en fuerte. Lo creo porque creo que los Estados no están concebidos de un razonamiento plural de posiciones de forma natural, capaz de ser trascendente y generoso con todas las partes. Es más, estamos en un estado de competencia constante por los recursos que existen y presentarnos como “víctimas” es una parte más del argumentario: Yo, como mujer, en mí residen los años de la opresión, donde no podías trabajar o educarte. A expensas de una estructura patriarcal que me diera “el permiso” sin potestad de nada, los cuerpos violados, prostituidos… Yo como hombre siempre he sido parte del discurso ganador así que no puedo quejarme de nada. Aun siendo parte de este sistema, que ha explotado la vida que ha hecho de los hombres personas útiles de su sistema de explotación perverso, reduciendo en gran parte nuestra actitud a un instinto depredador. Al final todos somos víctimas del sistema porque el sistema no nos escucha. El sistema alimenta nuestra sed de compensación, entre vencedores y vencidos. Solo buscamos obtener el rédito de sentirnos reconocidos, a través de recompensas y gestos. Y en realidad, lo que importa, que es el dolor de cada uno, ese tenebroso relato, nunca llegamos a escucharlo. 64
Fragmentos