Ecología & Desarrollo N°18

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Menos “ganancia” de tierras y más gratitud al Río de la Plata Por Claudio Bertonatti, Asesor Científico de la Fundación Azara e Investigador Adscrito de la Universidad Maimónides

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uchos de nosotros hemos nacido y crecido escuchando: “le ganamos tierras al río”, en referencia al Río de la Plata. Esta es una expresión manifestada con el orgullo de una conquista geográfica o de un logro de gestión política. Pero esas pocas palabras insinúan conceptos a desterrar, como que el río es improductivo, que ocupa un área ociosa o que no sirve ni es valioso. Por lo tanto, es bueno ocuparlo y rellenarlo. Pero el Río de la Plata es un ecosistema ¡vivo!, que se integra con el Delta y los humedales del río Paraná. No es solo agua. Es un sistema que late e interactúa con sus playas limosas, bancos de arena, juncales, bosques ribereños e islas. En este Río de la Plata se han registrado unas 150 variedades de peces. Solo en la Reserva Ecológica Costanera Sur se computaron más de 300 especies de aves, una docena de anfibios, una veintena de ofidios, varias de saurios y tortugas acuáticas, casi de 20 mamíferos y medio millar de plantas. La mayoría de los porteños ignoran todavía que hasta en sus aguas vive un delfín: la amenazada franciscana o delfín del Plata. Y que esporádicamente se ven tortugas marinas (como la verde, la cabezona o la laúd) que viajan desde mares lejanos para alimentarse en sus aguas. La ciudad genera un abanico de disturbios, como si buscara repeler, alejar o perjudicar esta diversidad de formas de vida. Sin embargo, estos animales y plantas sobreviven e interactúan con el río. El resultado es que, por ahora, sigue produciendo

bienes y servicios ambientales, que es necesario visualizar y valorar. Por eso, no podemos aceptar que “se le ganen tierras”. No es ganancia, sino robo. Se le quita espacio, como si fuera un área vacía que hay que ocupar con algo productivo. En función de esas ideas se arrasan sus riberas, se sepultan sus playas y se rellena violentamente su lecho. La expectativa es transformar porciones del río en tierras firmes. Algunos especulan con que sean “escriturables”, reemplazando un ecosistema que brinda servicios públicos y gratuitos en propiedades privadas al servicio de unos pocos. Está claro: necesitamos revisar la forma en que vemos y tratamos a nuestros ríos (no solo el de la Plata). Podríamos preguntarnos, ¿de dónde sale el agua que bebemos? (no es “de la canilla”). ¿Quién purifica gran parte del oxígeno que se respira? ¿Quién amortigua las temperaturas extremas que afectan la calidad de vida de los vecinos? ¿Quién produce esa tremenda diversidad de peces? O ¿de dónde sale la arena que abastece a muchas de las obras en construcción? La respuesta está a la vista, si miramos hacia donde nace el sol, frente a la Ciudad de Buenos Aires. Por eso, “ganarle tierras al río” es un concepto a desterrar y ejemplifica que todavía transitamos una etapa de alfabetización ambiental. Hace poco quedó bien demostrado, cuando el mismo Secretario de Ambiente de la Ciudad, el contador Eduardo Macchiavelli, manifestó que ahora -en el

Ecoparque de Buenos Aires- se pueden ver las especies que estuvieron allí antes de la llegada de los españoles, “como los pavos reales y las nutrias patagónicas” (sic, en Noticiero de América TV, 6/11/2020). Y remató con un anhelo biológicamente estrambótico: “qué florezca la fauna”, lo que podría equipararse con “que faunezca la flora”. En fin… un desafío educativo que exige redoblar esfuerzos a todo nivel. Pero volviendo a eso de “ganarle tierras al río”, ¿cómo sonaría “ganemos tierras a la selva misionera”, “ganemos tierras al bosque patagónico” o “ganemos tierras al lago Nahuel Huapi”? Seguramente una mayoría lo percibiría como una atrocidad. Cabría preguntarse entonces, qué sentimos por el Río de la Plata… ¿Simpatía, empatía, apatía o antipatía? Si tuviéramos una gratitud mínima y una conciencia básica sobre su valor cultural y natural se hubieran hecho evaluaciones de impacto ambiental previas a cada una de las violentas intervenciones que ha padecido. Y ante el daño ya hecho sentiríamos la necesidad moral de tener un gesto reparador. Ese gesto es la única medida razonable en el marco de la brutalidad ambiental que nos convoca. El Río de la Plata merece otro trato. Si tras esta audiencia pública prima la voluntad de ejercer el bien común, elevo estas propuestas a los funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para: 1 Que se impulse un proyecto de ley de creación de una nueva Reserva Natural en el área de Costa Salguero – Punta Carrasco. 2 Que esa reserva lleve el nombre reivindicatorio de “Río de la Plata”. 3 Que se extienda su protección hacia el ámbito acuático, emulando lo hecho por el Municipio de San Isidro desde su Parque Natural Municipal Ribera Norte. 4 Que la futura reserva cuente con un centro de interpretación que permita repasar la riqueza natural de nuestro río, su patrimonio cultural asociado y las contribuciones ambientales que realiza, para que aprendamos a valorarlo, disfrutarlo y cuidarlo.

NOTA: escrito en ocasión de la audiencia pública que se inicia hoy y se extiende hasta el 27 de enero de 2021, en torno al Expediente 2094-J-2020 sobre la modificación de la normativa urbanística aplicable al conjunto “Costa Salguero – Punta Carrasco”. La foto corresponde a uno de los carteles hecho por el autor, Carlos Fernández Balboa desde la Fundación Vida Silvestre Argentina que fueran donados a la Reserva Ecológica Costanera Sur en el año 2000 y que permanecieron emplazados durante 8 años.

Ecología & Desarrollo

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S.E.N.D.A.

Para finalizar, aceptemos esto: lo que le hacemos a la Naturaleza nos lo hacemos a nosotros. La Ciudad de Buenos Aires tiene frente a sí a un río colosal que necesita ser puesto en valor y al que -en lugar de “ganarle” nuevas tierras- deberíamos devolverle gratitud.


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