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Cuentan los divulgadores Màrius Belles y Daniel Arbós en su libro 14 maneres de destruir la humanitat (Angle Editorial, 2019) que es muy probable que nuestra civilización acabe sucumbiendo ante el cambio climático, una pandemia global (ay, ay), un holocausto nuclear o la resistencia a los antibióticos, pero que no es muy plausible que nos invada una raza alienígena, que haya un apocalipsis zombi o que la extinción de las abejas provoque un colapso planetario. A los supervolcanes y otros cambios geológicos a gran escala no los consideran una gran amenaza, aunque a día de hoy las personas que habitan la isla de La Palma estarían un pelín en desacuerdo con esta afirmación. A la contaminación le dan un 3 sobre 5 (un 5 sobre 5 quiere decir que es muy probable que ese evento destruya nuestra grandiosa civilización), y también le otorgan esta puntuación a lo que ellos llaman “la rebelión de las máquinas”, que, como os imaginaréis, tiene algo que ver con lo que se cuenta en 2001: Odisea en el Espacio, Terminator o Blade Runner. Estos señores no pueden predecir el futuro, simplemente se apoyan en la evidencia científica para llegar a estas conclusiones, que es en lo que se deberían apoyar algunos personajes antes de hacer el ridículo en los medios y las redes sociales, repartir pasquines conspiranoicos por las calles, o hacer llamamientos a no llevar mascarilla o a no vacunarse. Dadas las circunstancias actuales, de todas las amenazas potenciales que se analizan en el libro posiblemente los que más llame nuestra atención sea la pandemia global. Un año antes de que la COVID-19 se expandiera por todo el globo, Belles y Arbós comunicaban en su libro las advertencias de la OMS sobre la “Enfermedad X”, una enfermedad que aún no existía pero que aparecería tarde o temprano, poniendo en jaque a la humanidad. Incluso se hacían eco de las palabras de Tedros Adhanom, director
general de la OMS, que hace 4 años ya avisaba: «Una epidemia devastadora puede comenzar en cualquier país en cualquier momento». WTF, Tedros, podrías haberme dicho que me iba a quedar sin ver a Bad Bunny en el Primavera, no me habría hecho tantas ilusiones. Pero a pesar de que el riesgo de pandemia esté ahí (o aquí, más bien) a mí me dan bastante más miedo las superbacterias, lo de que estén apareciendo seres microscópicos que no van a palmar con ningún maldito antibiótico. Esto es algo que ya me contaron en la carrera (allá por el siglo II a. C.) y que va a peor. La resistencia a antibióticos se da de forma natural a través de las mutaciones en el material genético bacteriano, pero el uso indebido de estos fármacos está acelerando el proceso de forma alarmante. Una vez más la OMS advierte de que el abuso y mal uso de los antibióticos (tomarlos sin receta, no tomar la dosis prescrita, etc.) empeora esta terrible situación. La farmacorresistencia no es una broma: se cobra más de 700.000 vidas humanas al año (de momento) y también afecta a los animales. Si no queremos volver a vivir como en la Edad Media, época en la que podías morirte por un cortecito en la pierna o una infección de garganta, no nos tomemos antibióticos sin receta para curarnos un catarro. ¡Que el catarro es vírico, demonios! Si queréis echaros unas risas y a la vez aprender a través de datos científicamente contrastados, os recomiendo la lectura de 14 maneres de destruir la humanitat. Y si por alguna extraña razón no entendéis catalán, ya sea por no ser de Cataluña o por no residir en Cataluña (mira que sois gente rara), Next Door Publishers sacó una edición en castellano en marzo de 2020. ¿Casualidad? No lo creo… eljardindemendel.wordpress.com