mesa, y aun así me las arreglaba para quemar ese tiempo a favor y llegar
Elemental
a las diez de la noche; entonces mi
por: Adrián Alcántara Solar
abuela, cansada de estar sola, de no hacer nada en todo el día, ya dormía
Estaba sumido en uno de los
encerrada en su habitación.
momentos más solitarios de mi vida. Eso, a estas alturas, ya lo puedo afirmar
En una de las primeras noches de
con certeza.
marzo, todavía me acuerdo, cuando el frío de las nubes bajaba hasta el ras de
Tenía casi los veinte años y vivía
las banquetas, mientras me encontraba
con mi abuela en una privada repleta de
afuera, justo delante de la puerta
abuelos. Diario salía de la casa a las seis
principal, repasando el llavero en busca
de la mañana y llegaba a las diez de la
de la llave indicada, apareció un gato en
noche. Nada odiaba más que manejar
el jardín. Se estaba rascando los bigotes
de noche y manejar solo. En realidad,
con la fascia de mi viejo Tsurito 86.
nada aborrecía más que el estar solo,
Tenía ya un tamaño considerable; era
pero tampoco hacía nada al respecto
blanco de la barriga y de las patas,
para rodearme de las personas. Resulta
negro del lomo y de la cola, y en su
que cuando uno pasa la mayor parte de
rostro se juntaban los dos colores,
su día aislado, se vuelve mucho más
formando una especie de yin yang
quisquilloso al momento de decidir con
alrededor de sus ojos.
quién pasar el rato. Incluso a mi abuela,
Siempre quise
tener un gato. Me agaché con cuidado,
la segunda persona más sola del
suponiendo que el animal se iría
mundo, jamás traté de hacerle
corriendo, como lo hubiera hecho
compañía a la hora del desayuno, o de
cualquier callejero; pero lo que sucedió
ver a su lado alguna de esas telenovelas
fue que buscó mi mano extendida para
estúpidas. Había ocasiones en las que
acariciarse y rascarse los costados. Le
yo tenía oportunidad de llegar más
agradé desde el primer momento. “Tú
temprano y cenar frente a ella en la
vas a ser Watson”, le dije.
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