Isabel María Hernández Rodríguez Está dormida, pero sueña con el cosmos perfecto en el que todo está en orden y no se inquieta por el aura, ni corre tras las sombras de los monstruos de la noche y su rostro se apacigua con las caricias de la brisa. Está dormida, pero sonríe con dulce placidez como si la rozara con sus labios temblorosos, y se dejara arrullar por el eco sordo de la rompiente tendida en la dorada arena de la playa vacía. Está dormida y no quisiera que se acabara el sueño como si ello fuera a durar toda la existencia, las manos entrelazadas con suavidad erizada y calidez de piel con piel que vibra enamorada. Está dormida la sirena, y desea navegar de amanecida o que la arrastre el viento con fuerza y se la lleve la marea a ese lugar perfecto del mundo de sus quimeras, donde no hay soledad ni lamentos, ni oscuridad. Está dormida y en su sueño deambula mecida en las corrientes, abrigada con la espuma blanca de las olas cabalgando entre las crestas luminosas de estelas lunares, y abrazada con pasión al cuerpo del jinete de los mares azules.©
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