Marzo/Abril 2020 No. 11
Nudo Gordiano DIRECTORIO Consejo Editorial Julio César Calleros Rodríguez Enrique Ocampo Osorno Julia Isabel Serrato Fonseca
Dirección Enrique Ocampo Osorno dirección@revistanudogordiano. com
Difusión Erasmo W. Neumann
Toluca, Estado de México, México. Nudo Gordiano, 2020. Todos los derechos reservados. Revista literaria de difusión bimestral
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Mary Carmen Menchaca Maciel
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Índice Cuentos la Espada Retorno
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Amaury R. Ledesma
Jaime, el Mataautores
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José A. García
La Boletería
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Oswaldo Castro Alfaro
Jueves 1 de febrero de 2003
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José Rodolfo Espinosa
Poemas la Lanza Veo como se cierran los ciclos
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Ariel Ahumada Lumbreras
Atemporal
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Suarlin R. Cordova
Divagación de la Liberación Interna
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José N. Méndez
Un Olvido
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Eddyan Ep
Reseñas El Yugo Osvaldo Soriano y Marcelo Rubio: Reflejos de la postmodernidad Yessika María Rengifo Castillo
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Amaury R. Ledesma Hace mucho tiempo que pasó, y, sin embargo, el relato sobrevivió al tiempo y al olvido, y llegó hasta mis oídos. Lo recuerdo bien, fue el juglar quien me lo cantó; con su lira y su peculiar voz amena. Cantaba, ¡oh! ¡Cómo cantaba él! Y de su canto brotaba esta historia, de la que no me siento digno de contar. Mientras ojos chismosos contemplaban escondidos entre los árboles del nocturno bosque, la doncella permanecía de pie, desnuda, fría y rígida, ante el reflejo de su cuerpo en la dorada armadura del guerrero. Pero no hubo tiempo para sentir memorias, ni, mucho menos, recuerdos felices y estremecimientos tiernos. En aquella escena, había una tercera persona; era el nigromante, pero estaba a punto de dejar el mundo de los vivos; empapado por su propia sangre, con la espada del guerrero atravesando su estómago, mientras el oscuro ser quizá se hacia la mar de preguntas en su retorcida y umbría mente. La hermosa mujer no se movía. Sus largo y rubio cabello caía sobre sus pequeños y firmes senos, y su tersa piel tenía un color pálido, pero con vestigios de que alguna vez esa dermis había ostentado un tono rosa de naturaleza preciosa. El guerrero irradiaba su rabia y dolor, y a través de su yelmo, el vaho de pánico y terror se escapaba, como también lo hacían sus sueños y alegrías por segunda vez. 6
El nigromante podía ver más allá de ese yelmo; contemplaba los ojos húmedos de su ejecutor, mientras el hierro seguía enfriando sus entrañas; paulatino, constante, inevitable. El verdugo no veía a los ojos de su víctima, claro que no; en ellos se reflejaba la doncella inmóvil, y la proyección sucumbía en los propios de aquel nigromante. Entonces, ese oscuro ser, dijo: —Pero tú me lo has pedido, guerrero. El guerrero se acercó a él, mientras deslizaba aun más su espada a través de sus tripas, y contestó sin mirarlo: —¡Lo sé, perfecto maestro de lo oculto! Pero jamás imaginé que, con tu acierto en este arcano arte, se me fuera infundido tal terror. ¡Es humano errar y de sabios aceptarlo! ¡Oh, aliado de la vida e hijo de la muerte! Lo que ves más allá de mi yelmo, lo que tú ves en mis pupilas no es mi amada. Contempla bien, desnuda el reflejo y adéntrate más, ¿lo notas? Es el abismo de la muerte, y mi rabia, que no acepta mi destino, me ha hecho actuar de tan violenta manera. Perdóname, anciano, he de robarte la vida, pues me has hecho contemplar lo más abominable de la mía con tal regreso, y eso, amigo mío, es cien veces peor que haber perdido a mi mujer, su existencia y compañía. Me diste venia de ser testigo de este oscuro retorno de la muerte.
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Cuando el guerrero terminó su doloroso discurso, sacó la espada de las entrañas del nigromante; el anciano cayó muerto. El hombre se acercó a la carcasa de lo que alguna vez fue su amada, y se retiró yelmo, peto y cota de malla, dejando su torso desnudo. Tiró su sangrante espada, y llevó su mano derecha al rostro de aquel cascarón de carne vacío, y con la izquierda desenvainó su daga. Y antes de que la tentación lo envenenara con un beso a tal aberración retornada de la muerte, clavó la daga en la carne…hondo, tan hondo. Hace mucho tiempo que pasó. Lo sé muy bien, fue el juglar quien me lo cantó; con su lira y su peculiar voz amena. El asesinato de un nigromante, el suicidio de un guerrero y el retorno de una mujer muerta. Ahora, ese cuerpo donde no habita ningún alma, camina desnudo por los bosques, atrayendo las miradas de uno que otro bandolero lo bastante valiente como para fijar su vista en ella. Una vez la vi de cerca, y en sus ojos contemplé la proyección de aquel guerrero, justo antes de negar un beso…un beso que nunca fue.
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José A. García La casualidad le llevó a creer que cuanto le sucedía era real. Al menos se acercaba lo suficiente a la realidad como para que el propio Jaime pensara de ese modo. Claro que el principio, como sucede con todas las historias, fue bastante confuso ya que, a decir verdad, no era lo que se dice un lector asiduo de autores contemporáneos. Siempre había preferido a los clásicos, en ediciones más o menos económicas, más o menos llamativas, más o menos de colección. Lecturas que le generaban un placer que creía imposible de encontrar en autores más cercanos; por eso los esquivaba, como si se trataran de enfermos a los que mejor ni acercarse por temor al contagio, a una infección, o alguna otra cosa peor. Como no podía ser de otro modo, este tipo de ideas provenían más que nada de su propia ignorancia en cuanto a teoría literaria, movimientos de vanguardia, operaciones publicitarias, menciones en las redes asociales y asistencia a reuniones culturales. Lo sabía, o al menos lo intuía, pero en poco le preocupaba. La situación cambió, ya que de otro modo no tendríamos una historia para contar, el día en que, como al pasar, le fue recomendada la lectura de los cuentos de Augusto Monterroso. Eran finales del año 2002 y solo dos meses más tarde pudo hacerse con un libro del hondureño. Promediaba su lectura cuando lo sacudió la noticia de la muerte del autor. Regresó, luego, a la lectura de sus clásicos hasta que una portada extraña, poco llamativa pero sugerente en sí misma, atrajo su atención en una de las librerías que siempre visitaba. 8
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Era julio del 2004 cuando la primera novela del uruguayo Mario Levrero cayó en sus manos. La noticia de su fallecimiento llegó poco, muy poco, después. Eso ya no parecía ser una casualidad. Más que nada cuando para su cumpleaños, en julio de 2007, le regalaron uno de los últimos libros publicados por Roberto Fontanarrosa, que comenzó a leer esa misma noche. La misma noche en que Fontanarrosa nos dijo adiós. Al día siguiente el miedo, la confusión, la sorpresa, la incomprensión, inundaron a Jaime en sucesivas oleadas. Una vez puede ser azar, dos veces una casualidad, pero tres ya no. La tercera vez era algo mucho peor, algo que debería explicarse de algún modo. No podía responsabilizar a la edad de los autores, o a sus respectivas enfermedades; allí había algo más. Algo peligroso, algo que era necesario explicar de manera urgente. Principalmente luego de que comenzara a deleitarse con El Evangelio según Jesucristo días antes de la muerte de José Saramago y la leyenda de “Jaime el mataautores”, como le llamaban algunos amigos y conocidos, comenzara abiertamente a circular sin que pudiera hacer nada para evitarlo. La noticia viajó rápido, y si bien nadie podía acusarlo por la muerte de Roa Bastos, de quien nunca nada había leído, o de Cortázar, ni mucho menos de Borges o Bioy, otras muertes inexplicables y, claro, dolorosas, dentro del ambiente literario comenzaron a serle adjudicadas. Los rumores no dejaban de circular en un mundillo tan pequeño y, al mismo tiempo, tan lleno de egos, rencillas y disputas; de facciones enfrentadas debido a malos entendidos que podrían solucionarse con una simple charla, pero siempre es más fácil el odio y el desprecio entre las personas que comparten una misma pasión.
Comenzaron a llegarle, sin que el propio Jaime supiera cómo era posible que tanta gente tuviera su dirección postal, cartas con pedidos y ofrecimientos para que leyera la obra de tal o cual autor (de renombre o sin él, edito o inédito, hombre o mujer, nacional o internacional), a cambio de lo que él quisiera pedir por sus servicios. Supo así que los efectos de su lectura sólo parecían producirse cuando la escritura no le estaba dirigida de manera directa y personal; una carta a su nombre no implicaba la muerte del remitente, como sí lo hacía en el caso de los libros u otros escritos sin un destinatario específico. Un libro escrito para un hipotético lector se convertía, de esta manera, en un peligro en manos de Jaime. Le ofrecieron cantidades ingentes de dinero, viajes a exclusivos paraísos vacacionales, mujeres más allá de la belleza habitual, cargos políticos, casas que ensombrecían a las mansiones de las estrellas del cine, así como otros tipos de propiedades, más dinero y muchas más mujeres. No siempre le resultaba fácil negarse, es cierto, pero, aún así, se veía obligado a hacerlo. El ofrecimiento parecía ser mayor cuanto más grande era el odio de quien le escribía hacia quien era señalado como posible lectura para Jaime. Su habilidad lo había vuelto sumamente deseable para toda una calaña de personas que creen que solamente ante la muerte de su oponente podrían sentirse satisfechos. A la muerte de Ernesto Sábato, en abril del 2011, le hicieron llegar tantos regalos en agradecimientos que ocupó toda una habitación de su casa con ellos sin siquiera pretender abrir uno solo. Él no era responsable de lo que sucedía, no podía serlo. No quería serlo. Quería que lo dejaran solo, que le permitieran seguir con sus lecturas, su trabajo, su vida anterior. El anonimato, en esos momentos, no se recordaba como algo tan malo. 9
Nadie parecía entender sus declaraciones en la prensa, la radio, la televisión, en las redes asociales. Todo lo que sucedía a su alredor era un error, y si no lo dejaban tranquilo porque se los pedía de manera amable, tendría que ser él mismo quien pusiera coto a tanta locura. La falta de respuesta a sus ruegos y diferentes pedidos le llevó a decidirse. Comenzó a rastrear a la gente que le escribía. La mayoría de ellos resultó sumamente fácil de encontrar, en blogs más o menos secretos, así como en páginas similares en donde solían dar a conocer sus escritos. Por eso, cuando los encontraba, y luego de pedirles que dejaran de molestarlo sin obtener la respuesta buscada, comenzaba a leer lo que esa persona hubiera escrito, fuera donde fuera. Como moscas rodeadas por una nube de insecticida, quienes solicitaran sus servicios comenzaron a caer uno tras otro.
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Fueron necesarios cien, mil, o más ejemplos, sin contar el tiempo desperdiciado en la lectura de tantas futilidades; pero, finalmente, luego de meses, Jaime recuperó la paz que supiera tener antes del escándalo producido ante el conocimiento de sus supuestas habilidades. Y, si bien la justicia lo intentó, nunca pudieron demostrar que fuera responsable material ni intelectual de tantas muertes. En la mayoría de los casos, ni siquiera se encontraba en el mismo país (o hemisferio) que la víctima. Cuando la novedad pasó, cuando su vida ya no fue noticia y alguna otra cosa la ocultó con su urgente primicia, pudo regresar, por fin, a sus libros, a su literatura clásica. Regresó, finalmente, a la seguridad de que los autores que leía estaban muertos, incluso, algunos de ellos, habían muerto mucho antes de su mismo nacimiento.
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Llevo varias horas haciendo cola y no estoy aburrido ni cansado. El proceso es fluido y ordenado. A pocos metros de la boletería escucho lamentos y frases destempladas. Distingo el panel luminoso que anuncia los sitios a donde uno puede dirigirse: Stand up, Platea y VIP. Frente a la vendedora no sé qué localidad adquirir. Un hombre canoso, elegante y de finos modales se aproxima y me escudriña con sapiencia. Le explico que por el apuro salí indocumentado y que desconozco el trámite. ─ Stand up ─ dice y me guiña un ojo, bondadosamente. Agradezco la indicación y recibo el boleto. Abandono el lugar y no sé qué hacer. Una jovencita sonriente se percata de mi desconcierto y me toma del brazo para conducirme hasta el almacén de ropa. Con gestos amables me alcanza la vestimenta que corresponde y aun así me siento tan perdido como al comienzo. La veo alejarse para ayudar a otros. Un caballero uniformado se da cuenta de mi confusión y me conduce a la zona de camerinos. Dos jóvenes me desnudan y guardan la ropa que llevo puesta. Me visten con cuidado y cuando estoy listo me señalan la ruta hacia Stand up. Los pasadizos están señalizados y es imposible perderse. En el camino hacia la fosa común encontré personas generosas que ayudaron a un cadáver NN, autopsiado y sin velorio. Llego y observo a mis compañeros. Me doy cuenta cómo se han acomodado para no incomodarse. Recibo la primera palada de tierra sobre mi mortaja y quedo en paz.
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José Rodolfo Espinosa Silva “¡Oh vértigo! Ya, tembloroso, el espacio un beso parece qué, loco de nacer ocioso, ni estalla ni se devanece”. —Stéphane Mallarmé.
¡Ya no aguanto! Pido permiso para ir al baño. La maestra asiente con la cabeza mientras finge leer. Bajo las escaleras. Necesito lavarme la cara. No puede estar pasando. Junto a los baños hay una escalera. El conserje debe andar en el techo reparando la cisterna. “Es tu oportunidad”. La muevo y la coloco cerca de la barda. Subo y brinco de panza en el borde. Tengo miedo. Aspiro tomando impulso y echo mis pies hacia el otro lado, hasta quedar colgando de los brazos. Esto dolerá, lo sé. Pienso en sus ojos avellana. Lo vale. El impacto me lastima los pies. Renqueó alejándome de la escuela. Calle Fresnillo #11 entre Acacia y Gardenia. La vi anotada en la lista de la maestra hace un mes y la memoricé. Alzo la mano y un taxi se detiene. Le indico la dirección. “Son cincuenta pesos”. Es todo lo que traigo, ni hablar. Intento regatear sin éxito. Subo de todas formas. Regresaré caminando. La primera vez que la vi, me prendí del avellana y de sus mejillas pecosas. Esa cara en forma de corazón y la manera en que chupaba su paleta de cereza. Me prometí que sería mi novia. Hice mal en contarle a Sergio. Él le dijo a Genaro y conspirando con el resto del salón me la trajeron. Lucía incomoda; presionado por los demás decidí confesar lo que sentía. Dijo que yo era un gordete, que cómo lo pude imaginar. Recuerdo las risas cuando se dio la media vuelta y chocaba las palmas con sus amigas. No lloré, por lo menos no hasta llegar a casa. En la soledad. Decidí no rendirme. Al mes lo intenté de nuevo, armado con una caja de chocolates. Los depositó en la basura apenas los recibió. El intento número 14 fue el último. Sólo quedaba contemplarla de lejos. Jamás me dirigía la palabra y ahora éramos una especie de chiste escolar. 13
Todo cambió hace tres semanas. Era jueves dieciséis de enero. —¿Por qué no vino Martha? —preguntó Emilse, la rubia de cabello chino, quien pocas veces me dirigía la palabra. —¿Si no lo sabes tú que eres su mejor amiga? —Desde que apareciste, ya no soy su primera opción. —¿Por qué? —¡Uta, qué mal novio eres! —se levantó dejándome intranquilo. La maestra Mirtha llegó y no pudimos seguir hablando. Andrés me llamó a susurros. Seguro para que le pasara de nuevo la tarea. —¿Qué quieres? —¡Uy!, ¡qué carácter! ¿Estás de malas porque no vino la noviecita, o qué? —¿Mi qué? —Martha Laura, no te hagas pendejo. —Déjate de mamadas, ella no es mi novia. —¿No mames?, ¿cortaron? Bueno no importa. Pásame la tarea, no seas puto. Tomé una hoja de mi cuaderno y escribí: ¿Quién es mi novia? Se lo mandé a Pedro. Era el más aplicado, jefe de grupo y todo, si alguien no me mentiría, era él. Se lo arrojé teniendo cuidado de que la maestra no nos viera. Leyó y frunció el ceño. Escribió en el papel. Lo hizo bolita y me lo regresó. Lo leí tres veces, y después le pedí a Genaro que lo leyera. Martha Laura. En el receso busqué a Nereida, la hermana mayor de Martha, estaba en segundo grado. La localicé entre un mar de jumpers azules. Era más alta y delgada que su hermana, pero también menos hermosa. —Nereida. ¿Sabes por qué no vino Martha Laura? —¡Hola cuñado!, me pidió que te dijera que está enferma del estómago. Y que te ama mucho. —¿Eso te dijo? —No esperé a que respondiera la abracé con fuerza. —¿Qué mosca te picó ahora? —Nada. Si estaba soñando no quería despertar. Me pasé el resto del día feliz. Esperando que fuera viernes y pudiera tomarle la mano. Darle un beso. Dormí imaginando las posibilidades. En su voz, en sus ojos, mirándome. 14
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—¡Qué te pasa idiota!, ¡no vuelvas a tocarme! —Vámonos amiga —Emilse se la llevó y las dos me miraron con desprecio. Yo sólo quería tocarle la mano. —Tendremos que ir a orientación —me dijo Pedro, con mirada gélida. —Es verdad, maestra Nelly. Hasta ayer era mi novia. —No lo dudo, pero no puedes obligar a una mujer a ser tu novia. Ella ha venido a quejarse de ti. Me suspendieron un día como advertencia. Recibí un castigo en casa. Y no volví a hablar del tema. Pudo ser sólo un sueño. Hoy en la mañana, cuando Nereida me dijo cuñado. Sentí estar quedando loco. He leído mucho sobre los universos paralelos; quizá ocurre cuando duermo. Como fuese, el día de hoy, Martha es mi novia. Iré por ella, aunque me contagie. Le pago al taxista. Su casa es más grande que la mía. Pintada de color mostaza, con el portón café. Toco el timbre. Las manos me sudan. Tengo la boca seca. Ella salé en camisón de Hello Kitty. Tiene un short muy diminuto que deja ver sus piernas blanquísimas. —¿Qué haces acá? —¡Por favor!, dime si eres mi novia. Me mira a los ojos. Como no lo había hecho desde que me le declaré por primera vez. Abre el portón. Me acerco, la tomo de las manos. Ella comienza a llorar. —¡Lo siento tanto!
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Ariel Ahumada Lumbreras Veo cómo se cierran los ciclos, cómo desde la entraña de la materia se desborda la juvenil hélice de la mañana, cómo la velocidad rota de nuevo a veces a contra corriente difuminando las facciones, reintegrándose la energía en el círculo. Veo, desde el ángulo secreto de mi ventana la núbil majestad del sexo el rubor del amante contra lo níveo de la mejilla y la hoguera del antepasado común suturando la herida del mundo. Veo cómo los arroyos crujen en la descarga voraz de lo múltiple cómo el agua asemeja los crines de una estampida en la que el calor da giros en el recinto de sus venas, una rueda orgánica donde agua y lumbre corren entre piedra y escombro las apretadas imágenes de esta visión sugieren la gama de los colores como enigma resuelto. La infancia se agolpa contra la vejez expresa su rudimento inicial de juego de órgano sonoro a púlpito de sangre, los cabellos inician su movimiento de vehemencia de sustancias y un juego de arterias vívidas nace en la fronda del aire; los pétalos se abren al misterio del mundo como la boca saborea el marmóreo cristal del cielo la boca del idioma veraz donde se esconde el infausto destello o lo pletórico de los nombres para impregnarse en el ropaje material de la médula.
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. Co rdo va Para M.C, mi a mor inven I. tado . Te re cuer d Ante s de o consta l nt a cuan do s lba reme e e de m repe tiene oro tu a nte, us sin ti el su por n eño encia, u Busc y de Me d estros an spier ando e t to d el ca t Mien tengo y iguos pa e lor d u huella c sos t a r e tu besa as el sol pturo el braz en mi alm tiem m r o y la ohad Sufro po los m el aire y p e obser h a u v , de in m a a i s l m e p dad ar os aún y car de tu cont somnio, garo que un el suelo, i g b Pero n tu d o oca. esen ía rozaro mi su lo pade c c n tu y en e i a. ía El re ño rostr clau loj vu strar era verte o elve el air tu im dorm , e agen i Ahor la ge corre, en m r a co n is ojo nc Man Y co te muere s can ipulo ilio para n t sado o la y las Sorte inúo en n s. trans s nebulo lvidarte a u m que sas m que ndo tran estros v me p uto en ie s i e gnor mo u ermi an q itar en lo jos cami que ten v na pasió rias n s ma de ue e n ivir c res d os II. ntre para tiene el on tu inventad e e tie volve llos a recu En e hay gente, r a am mpo erdo sta t un h ar a s . aqui omb Espe u c a p re ro tu rdia rófug pasa llam ¡Abs o a man je ada, or te. tu m ra me p ¡No e to! i e e nsaje rdo stás! Te fu iste p ara s iemp re. Y cu ando c ahor a sol amino, itario ,
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José N. Méndez (Para los que, en medio de la ansiedad, no se han rendido) Se trata de la sensación de rebeldía de tus entrañas antes de que llegue la hora en que las miradas habrán de cruzarse. Se trata de dibujar en la psique la molestia de los líderes incluso si tu labor fuera exacta garra de jaguar acometiendo a su presa. Se trata de las mil lecturas de aquellos mensajes e incluso después de ellas, oír a las voces internas decir que algo estuvo mal. Se trata de lo invisible y de lo angustiante por encima de todo aquello que reciba el roce de tus dedos. Se trata de preocuparse por la cena del viernes apenas llegado el martes y sumarle al lunes cuatro juntas del jueves y pedirle al fin de semana un respiro para ser humano, un respiro para el caos interno. Y sabes bien que se trata de temblar, caerte, tener ascos, toser hasta la dolencia del hueso, llorar siempre a la una de la mañana, buscar, preguntarte 20
y ser incapaz de responderte y confrontarte con quienes amas porque el ánimo es insuficiente y se te dijo que afuera alguien al mismo tiempo la está pasando peor y deberías estar avergonzado por lo que sientes.
Porque el ojo y el oído ajeno un día se hicieron insuficientes para que las ideas y la calma sean completamente libres no sólo a base de lágrimas y ni Piaget discutiendo con Freud sabrán el modo en el que diariamente estás restaurando todas las grietas internas.
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Eddyan Ep Esperaba que el tiempo resucitara tus ganas de nosotros Pero la distancia, sepultaba más a tus viejos anhelos de mí El tiempo que corría era muerte para un nosotros Por qué el peor castigo para un muerto o un vivo era el olvido Y tú ya me habías dado una condena No castigaré al reloj con delirios de ti No caminare sobre tu lastima Por qué tu olvido es único testigo de lo que un día fui para ti El olvido no es posible sin que nazca, de un alma que desbordó sentimientos algún día hacia aquel que amó Ahora no necesito recordarte, por que, aún no te olvido Por que aún no te vas, te quedas siendo fantasma en toda mi piel Por qué la distancia no se mide en pasos sino en olvido Y yo para ti ya estaba muy lejos 21
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Yessika María Rengifo Castillo “A pesar de la nostalgia, ni el marxismo ni el liberalismo pueden explicar la actual sociedad posmoderna. Debemos acostumbrarnos a pensar sin moldes ni criterios. Eso es el posmodernismo”. Jean-François Lyotard
A comienzos del siglo XX los escritores latinoamericanos venían cansados de los excesos del modernismo, y queriendo encontrar nuevas alternativas que no los sacaran del continente, acudieron a sucesos que ocurrían dentro de este. Evidenciados hechos vertiginosos, avances tecnológicos, desarrollo del industrialismo, planteamientos filosóficos, conflictos socioculturales, iniciación del cine, entre otros. En el curso de esa búsqueda en los campos sociales, genera una crisis en los individuos creando un artista bastante peculiar que antes no se había dado, caracterizándose por ser el bohemio que evade los acontecimientos reales y se refugia en un abismo que crea una literatura hermética, lo que quiere decir, oscura, incomprensible, en la que el nihilismo o la desesperanza ante la vida es natural. La literatura presenta un cambio total, reaccionando contra todo lo tradicional y produce una manifestación compleja, sin miedo a la deformidad, en la que lo “horrible” tiene valor. Anteriormente sólo lo “hermoso” era la poesía. Desde esa dimensión, los escritores hispanoamericanos abiertos siempre a esas líneas europeas, ven nuevas corrientes de poesía incoherente, misteriosa, y novedosa, con una alta sensibilidad, y total libertad de formas. Una de esas líneas es el vanguardismo que es un periodo literario que se presenta a través de los siguientes ítems: a. El Futurismo: se caracterizó por hacer un salto revolucionario hacia el futuro, manifestando la belleza que poseía la vida moderna sin clichés, y revelándose contra toda regla literaria. Su máximo esplendor seda en Italia. 24
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b. El Ultraísmo: se desarrolló en España, basándose en el uso de la metáfora con ausencia de sentimentalismo.
c. El Surrealismo: son todas las expresiones de los contenidos surgidos a través del sueño, que captan los poetas sin el control de la razón. Se inició en Francia desde André Breton. d. El Creacionismo: se establece desde varios poetas, instaurando la belleza como si el artista fuera el creador de la vida, los sujetos, y el planeta. Su iniciador es Marinetti e. El Cubismo: es la expresión abstracta de la realidad, y es fundado por Guillermo Apollinaire. f. El Dadaísmo: corriente literaria encabezada por el rumano Tristán Tzara; instauró la devastación en poemas sarcásticos, locos, sin disciplina. Además, algunas de las características que presentó el postmodernismo son: Influencias de los movimientos vanguardistas europeos. Adopción de todos los temas. Reflejo de la realidad. La poesía como medio de liberación de las angustias de los seres humanos. Lenguaje irónico, sarcástico, y uso del humor. La bohemia se instaura con un sello de actitudes abiertas, e innovadoras en el arte. De esas circunstancias nace el hecho de que el escritor y periodista argentino Osvaldo Soriano o el gordo Soriano (Mar de Plata, 1943- Buenos Aires, 1997). Presentó en sus obras literarias miradas diversas de su realidad, y el mundo, desde sus factores so25
cioculturales. Factores que determinaron el accionar de sus personajes desde un orden intuitivo, superando la división entre lo objetivo y lo subjetivo. Es decir, que sus obras son un viaje por el interior de los personajes ofreciendo posibilidades de acción humana, de conciencia, y de formas de vivir y sentir. Una de sus novelas cumbres que proclaman esa postmodernidad es: Ya una sombra muy pronto serás, que refleja la historia de un ingeniero informático que decide volver a la Argentina quedando perdido en algún punto remoto entre la Pampa y el desierto de la Patagonia, iniciando un recorrido que le permite conocer personajes como Nadia, Coluccini, Barrante, Cura Salinas, Alicia, entre otros, recreando una búsqueda de ese verdadero sentir nacional que seda en el gobierno de Juan Domingo Perón, que acompaña esa época. Sin embargo, la novela evidencia a los perdedores olvidados injustamente por una historia que solo se jacta de unas infames victorias. De ahí, que el gordo Soriano ponga en juego sucesos que hacen perder ese sentido nacional, y al mismo tiempo, aquellos que no toman posturas y prefieren marcharse antes que asumir posiciones reflexivas y críticas de los hechos de su país. En esa misma línea, a pesar de estar permeado de sucesos encantadores del realismo mágico aparece el escritor y periodista argentino Marcelo Rubio (Argentina, 1966) quien ha ofrecido en sus obras: Lo que trae la niebla, y El cristo roto, en Lo que trae la niebla presenta una novela ambientada en un pueblo aislado de todo tipo de comunicación, con una laguna que ha quedado seca y que, en algún momento, fue el atractivo turístico del lugar. Hasta allí llega el protagonista un periodista en busca de Ruiz, boxeador que estuvo a punto de vencer al gran Alí. A su llegada, el reportero se encuentra con una serie de personajes 26
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extraños en sus actividades. Un comisario que es remisero y escribe haikus en las caras de los fósforos, una prostituta que cuida bonsáis de sauce llorones, una curandera que viaja en el tiempo y un cazador de conejos (todo aquel pueblo está rodeado de conejos). Los habitantes viven allí esperando la llegada de un barco a través de la laguna ahora seca. En ese ambiente el periodista deberá lograr saber qué sucedió con Ruiz, el boxeador. Rubio ha hecho que su ópera prima, sea un retorno al maravilloso realismo mágico, que tuvo gran acogida en la segunda mitad del siglo XX.
queñas mafias se condimenta esta narración. Narración en la que Rubio insiste en ese encantador retorno al realismo mágico, pero paradójicamente al postmodernismo que tuvo gran auge en la mitad del siglo XX. Presentando acontecimientos de sujetos perdidos entre la magia y la razón en esa lucha permanente de liberar pensamientos desde lo local a lo global, acudiendo a elementos sarcásticos, humorísticos e irónicos, de esa Latinoamérica y el mundo de seres humanos “lunáticos,” que luchan a diario entre el triunfo y la derrota ocasionados por los campos políticos, sociales, culturales, y económicos.
Develando sucesos históricos de América Latina, de hombres y mujeres “lunático”, perdidos entre la vigilia y la realidad, la razón y la magia, que diariamente batallan para no caer en el fracaso y la desesperanza colectiva. Pero al mismo tiempo ofrece ese postmodernismo que posesiona una realidad, la fantasía, el mito, la violencia, la locura, el sueño, el humor, la tragedia, la soledad, y la niebla, que referencian el ambiente local, evidenciando los mínimos detalles de las personas es decir, que instaura aspectos sociales y psicológicos que establecen los seres humanos en los campos socioculturales desde una postura objetiva y subjetiva que hagan reales los hechos presentados.
Los elementos citados anteriormente son reflejo de esa Latinoamérica en búsqueda permanente de un proceso de interculturalidad desde acontecimientos reales, fantásticos, mitológicos, humorísticos, sarcásticos, entre otros, que han permitido develar los sectores socioculturales que la han acompañado. Compañía que se teje desde voces como la de Soriano y Rubio, quienes han presentado esos sucesos de esa Hispanoamérica desde diversas alternativas como el realismo mágico y el postmodernismo, movimientos que han logrado comprender que es posible inferir a sujetos sentipensantes en diferentes sectores sociales. La invitación es a leer a estos maravillosos autores, y descubrir que América Latina tiene mucho que contar entre cafés, mates, asados, trenes, buses, y la vida misma.
En el caso de El cristo roto que es una novela desarrollada en un pueblo perdido entre intrigas y contradicciones, que emanan los chismes de barrio. Develando el poderío que ha dejado el uso de las simbologías en la cultura occidental, que genera formas de pensar similares. En ese sentido, un reparador de imágenes llega a un pueblo para reparar la imagen de un Cristo que suele ser adorado en Europa, y deberá producir un milagro en el pueblo perdido. El sacerdote como el curador de imágenes se vinculan para una estafa. Una extraña mujer tiene una fuerte presencia en la historia. Entre mitología griega, religión y pe-
Referencias bibliográficas Rubio, M. (2018). Lo que trae la niebla. Indómita Luz. Buenos Aires, Argentina. Rubio, M. (2019). El cristo roto. También el caracol editora. Buenos Aires, Argentina Soriano, O. (1991). Una sombra ya pronto serás. Grupo Editorial Norma. Bogotá, Colombia. Villabona, D. R. C. (1986). ESPAÑOL SIN FRONTERAS. VOLUNTAD. Bogotá, Colombia. 27
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